La desventaja de las representa- ciones gráficas usuales de las estructuras parlamenta- rias es que solo logran representar una variable cuantitativa, la cantidad de votos o de diputados obtenida por cada partido, sin lograr representar adecuadamente la ideología o tendencia política subyacente a cada fuerza, que a lo sumo queda como una variable nominal o cualitativa. Tal limitación es la que intentamos superar con nuestro diagrama, que imita un círculo trigonométrico o un velocímetro invertido de vehículo (0º ó Km/h a la derecha y 180º ó 180 Km/h a la izquierda), para dar cabida a las dos variables cuantitativas esenciales, magnitud y orientación, de las fuerzas políticas. La magnitud es representada por el tamaño o longitud de los vectores o flechas que representan a cada fuerza política, la orientación por el radio de giro o ángulo, medido de derecha (0º ó 0 Km/h) a izquierda (180º ó 180 Km/h).
De acuerdo a este diagrama, y agrupando ciertas tendencias para evitar demasiados detalles, en nuestro parlamento se desenvuelven, de mayor a menor fuerza relativa, cuatro tendencias políticas fundamentales: una socialista ortodoxa, digamos de inspiración comunista; una socialdemócrata liberal, o quizás, mejor, demócrata-liberal; una demócratacristiana, o demócrata centrista; y una socialdemócrata socialista, con una subtendencia a la que podríamos llamar, según cierta práctica internacional, pero tal vez a riesgo de crear confusiones, socialista democrática. Seguidamente las exploraremos, con algunas de sus principales variantes internas.
La primera, más organizada y relativamente coherente de dichas fuerzas, la socialista ortodoxa, con un 48% de los votos lista parlamentarios y un 59% de los diputados (98 de 165), está representada por el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, con 97 diputados (incluyendo a los dos diputados indígenas postulados por CONIVE), y el Partido Comunista de Venezuela, PCV, con un diputado. Internacionalmente, esta tendencia suele ser llamada la tendencia comunista o marxista-leninista, en atención a que la mayoría de sus partidos integrantes se denominan comunistas y provienen, directamente o por su inspiración ideológica, de la escuela de la Tercera Internacional o Internacional Comunista, fundada por Lenin e instrumentada prácticamente por Stalin. En nuestra metáfora del diagrama, esta tendencia pretende viajar a una velocidad promedio de unos 135 Km/h por las vías defectuosamente pavimentadas del mundo subdesarrollado, con lo cual tiende a estrellarse contra todo tipo de obstáculos y caer en todos los baches imaginables. De una u otra manera, hace de la lucha de clases, de la dictadura del proletariado, y del partido único, regido éste por el centralismo democrático, la guía práctica de sus iniciativas.
Para esta corriente ideológica y política, la democracia a secas es una entelequia y sólo reconoce las democracias apellidadas, es decir, la democracia burguesa o la democracia proletaria, o, a lo sumo, la democracia popular, a las cuales considera como sinónimo de las dictaduras homónimas (la democracia burguesa es en definitiva una dictadura de la burguesía, etc.). Como quiera que se considera dueña de la verdad sobre el sentido de la historia, en donde tarde o temprano el proletariado derrotará y engullirá a la burguesía para engendrar dialécticamente la sociedad sin clases, esta tendencia trata de avanzar tan rápido como pueda hacia la abolición de la propiedad privada y la estatización de los medios de producción, inclusive haciendo caso omiso del precepto marxiano de que no es posible estatizar o socializar los medios de producción precapitalistas o escasamente capitalistas, o saltarse la revolución burguesa. Epistemológicamente anclada en las racionalidades analíticas o de causa/efecto características del siglo XIX, este enfoque se comporta alérgicamente ante todo lo que huela a enfoque de sistemas, e insiste una y otra vez en guiarse por las antinomias burguesía/proletariado, empresarios/trabajadores, ricos/pobres, mercado/Estado, revolución/reforma, etc., y termina siendo proclive a desconocer cualquier legalidad que restrinja la autoridad de su habitual máximo líder, a subestimar el debate y la elaboración teórica (pues para qué perder tiempo en discutir si en definitiva ya Él sabe para donde van la Historia y la Lucha de Clases...). Con todo ello apunta, en síntesis, a funcionar con el criterio de que, al final de cuentas, el fin justifica los medios.
Mientras que en buen número de países, más que nada del llamado Tercer Mundo, esta corriente tuvo su cuna en las filas de la Tercera Internacional, Internacional Comunista o Kominterm, con su posterior variante, el Kominform, para luego hacer una larga pasantía en la Guerra Fría, y sufrir la posterior dispersión a raíz de la caída del Muro de Berlín, en Venezuela, el PSUV, lejos de ser una corriente ideológicamente homogénea, es el resultado de la aglomeración aluvional en torno al liderazgo de Hugo Chávez, en el contexto del estrepitoso derrumbe del pacto puntofijista de AD y COPEI ocurrido después del llamado Caracazo, en 1989. Esta corriente heterogénea, que antes de constituirse como tal impulsó importantes avances sociales, plasmados, sobre todo, en la Constitución Bolivariana, desde el holgado triunfo electoral del Presidente, en 2006, se constituyó en partido e inició su acelerada radicalización hacia la extrema izquierda ortodoxa. Ella comprende, cuando menos, la corriente militar nacionalista que interpretó el hondo resentimiento popular emanado de la masacre del Caracazo, y apoyó las intentonas de 1992; buena parte de la izquierda ortodoxa marxista-leninista de los años sesenta, quizás con un rol destacado del antiguo Partido de la Revolución venezolana, o PRV, y también de la Liga Socialista/Organización de Revolucionarios, OR, del Partido Comunista de Venezuela, PCV, y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR; numerosos desertores de Acción Democrática y de COPEI, algunos legítimamente decepcionados y otros que rápidamente descubrieron los nuevos juegos del poder; y corrientes juveniles y marginalizadas sin experiencia política previa, que se han identificado con la causa de la distribución de ingresos a los pobres y/o su lucha contra la oligarquía.
Sin importarle un pito que la Unión Soviética y su modelo de socialismo hayan salido derrotados en la Guerra Fría, o que los partidos comunistas chino, vietnamita, ruso, bieloruso o cubano estén actualmente embarcados en debates y ejecutorias prácticas acerca de cómo estimular la iniciativa y la propiedad privada, y como dar marcha atrás en los procesos de estatización y autocratismo, nuestro PSUV, en nombre del socialismo del siglo XXI, pareciera empeñado, con las ilusiones que permite el rentismo petrolero, en reeditar los errores y olvidar los aciertos de los socialismos del siglo XIX y del XX. Sin desconocer el impacto determinante que los abusos de la oposición han ejercido en pro de la polarización política reinante, nos resulta claro que esta tardía y ambigua obsesión comunistoide por apurar la marcha de una película histórica cuyo final se supone conocido ha sido también un elemento decisivo de la crispación y estrés político que innecesariamente padecemos.
La tendencia socialdemócrata liberal, o, preferiblemente, demócrata liberal, agrupa a Acción Democrática, AD, con cerca de un 8% de los votos lista a las parlamentarias y poco más de un 8% de los diputados (14 de 165, pero que ascienden a 15, es decir a un 9%, cuando se le suma un diputado de Alianza Bravo Pueblo, partido muy afín); a Un Nuevo Tiempo, UNT, en buena medida surgido en 2000 de desprendimientos de AD y del Movimiento al Socialismo, con un 9% de los votos y cerca de un 10% de los diputados (17 de 165, pero que llegan a 21, o sea, a casi un 13%, cuando se le suman los dos diputados de Voluntad Popular, partido afín, y dos independientes simpatizantes), y a los mencionados entre paréntesis Alianza Bravo Pueblo y Voluntad Popular. En su conjunto, esta corriente es la más fuerte dentro de la Mesa de la Unidad Democrática, con 17% de los votos lista parlamentarios y cerca de un 22% de los diputados (36 de 165).
Sus raíces ideológicas históricas pueden hallarse en la socialdemocracia europea de izquierda de fines del siglo XIX, y por tanto en el marxismo de la Segunda Internacional, y/o en la tendencia nacionalista latinoamericana ideologizada por el peruano Raúl Haya de la Torre o por el mexicano Lázaro Cárdenas, con su aventajado discípulo venezolano Rómulo Betancourt. No obstante, esta corriente, que también aquí, como en Perú (APRA) o México (PRI), comenzó, en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, con una postura crítica y defensora de los intereses y recursos nacionales, ha venido desplazándose progresivamente hacia el liberalismo, sobre todo a punta de pactos y acuerdos, a partir de los años cincuenta y, sobre todo, en los ochenta, con los grupos de poder estadounidenses. Especialmente durante la época del conservatismo reaganiano y la derrota del socialismo a la soviética, esta corriente aprovechó para romper acríticamente con cualquier vestigio de planteamiento socialista, de izquierda o marxista, a los que satanizó junto a los conservadores que se creyeron los triunfadores finales de la historia, y se lanzó a hacer del mercado, las privatizaciones, la gravitación monetaria en torno al dólar y las inversiones transnacionales la panacea para los problemas del subdesarrollo.
Desde nuestra perspectiva, el momento en el cual Acción Democrática deja de ser un partido de centro-izquierda para convertirse en uno de centro-derecha es aquel en donde, luego de la brutal represión de los saqueos populares durante el Caracazo, en 1989, no fue capaz siquiera de abrir una averiguación seria sobre los desmanes cometidos y optó por pretender, a rajatabla, implementar las recetas neoliberales dictadas por el Fondo Monetario Internacional. Este proceso, análogo al vivido por el PRI mexicano, a raíz de la elección de Salinas de Gortari en 1984, terminó por consolidarse cuando, en 1998, y ante el temor por el posible triunfo de Chávez, AD decidió dejar sólo a su propio candidato y apoyar, en el último minuto, la candidatura de Salas Romer. Desde entonces, que sepamos, en AD no ha tenido lugar ni un solo debate acerca de cómo recuperar la brújula de izquierda extraviada.
Aunque Acción Democrática se mantiene como partido afiliado a la Internacional Socialista, especie de reedición, constituida en 1951, de la Segunda Internacional o Internacional Socialdemócrata, la mayor organización mundial de partidos políticos, dotada con un poderoso brazo financiero, la Fundación Friedrich Ebert, organización de la que también es miembro el Movimiento al Socialismo, MAS, y en la que también ha solicitado inscripción Por una Democracia Social, PODEMOS, no nos parece acertado considerar a estos tres partidos dentro de una misma corriente política. Mientras que AD, como sus congéneres el PRI mexicano y el APRA (ahora Partido Aprista Peruano, PAP), ha experimentado un claro viraje, tanto en lo ideológico como, sobre todo, en lo práctico, hacia el liberalismo o centro-derecha, por lo cual preferimos denominar a esta corriente demócrata liberal, no nos parece que ese sea el caso del MAS, La Causa R y PODEMOS, a quienes preferimos caracterizar como una corriente de centro-izquierda. En nuestro diagrama metafórico, esta corriente demócrata-liberal pretendería viajar por nuestras carreteras a una velocidad de, digamos, unos 80 Km/h, la cual resulta, a nuestro juicio, insuficiente, por las demasiadas concesiones que hace al capital especulativo transnacional y dadas las angustias de nuestras masas empobrecidas por avanzar y satisfacer cuanto antes su cúmulo de necesidades insatisfechas.
La corriente democratacristiana cobijaría a Primero Justicia, PJ, con un 9% de los votos parlamentarios, pero menos de un 4% de los diputados (sólo 6 de 165, debido a que esta corriente contribuyó a elegir a varios representantes de UNT, COPEI, Podemos, Alianza Bravo Pueblo y a una independiente); a COPEI, con un 5% de los votos y poco más de un 4% de los diputados (7 de 165, pero 8, o sea casi un 5%, si se le suma una diputada independiente que les simpatiza); al Proyecto Venezuela, con un 3% de los votos y poco menos de un 2% de los diputados (3 de 165); y a Convergencia, con menos de un 1% de los votos y de los diputados (1 de 165). De una u otra manera, Primero Justicia, el Proyecto Venezuela y Convergencia han surgido como desprendimientos de COPEI y sus crisis de liderazgo, y estos cuatro partidos conforman la segunda fuerza política dentro de la MUD, con un 17% de la votación parlamentaria pero sólo un 11% de sus diputados (18 de 165).
Aunque de orígenes fuertemente conservadores, que incluyen no pocas simpatías juveniles de los patriarcas de esta corriente, como Konrad Adenauer, en Alemania, su discípulo venezolano, el Dr. Rafael Caldera, o José María Aznar, en España, con el nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano y el franquismo español, en la práctica esta corriente se ha venido desplazando gradualmente hacia la izquierda, hasta convertirse, en general, en Europa y en Venezuela, en una especie de ala derecha del liberalismo, o sea, en una fuerza de centro-derecha, e inclusive, en algunos casos, como el chileno o el brasileño, bajo la influencia de la llamada Teología de la Liberación, en una corriente de tipo socialdemócrata avanzado o socialista democrática. Los partidos de esta corriente, surgida a fines del siglo XIX, a raíz de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, que se planteó rivalizar con la socialdemocracia de la Segunda Internacional en la defensa de los derechos de los trabajadores, pero en contra del socialismo, se agrupan actualmente en la Internacional Demócrata Cristiana o Demócrata Centrista, y suelen recibir generosas donaciones de la Fundación Konrad Adenauer alemana.
Esta Internacional, sin embargo, es extremadamente heterogénea políticamente, pues incluye desde partidos resueltamente derechistas, como la Unión Demócrata Cristiana, UDC, alemana, o el Partido Popular, PP, español, hasta partidos significativamente liberales, como COPEI, y ahora Primero Justicia, en Venezuela, y partidos claramente liberales, como el Partido de la Acción Nacional, PAN, de México, e incluso partidos demócrata-cristianos de izquierda, como el chileno. En promedio, a esta corriente le hemos asignado un giro o "velocidad" de 60° ó 60 Km/h en nuestro diagrama metafórico, más "lenta" o de derecha que la corriente demócrata-liberal, pero también más rápida, es decir, menos de derecha que, por ejemplo, el conservadurismo en donde colocaríamos al Partido Republicano estadounidense, al que, si tuviésemos que hacerlo, le asignaríamos un giro o "velocidad" de 45° ó 45 Km/h en el contexto mundial o de los Estados Unidos (y, por supuesto, a la actual tendencia del Partido del Té, le asignaríamos algo así como 30° ó 30 Km/h, o sea, en los linderos con el fascismo o ultra-derecha).
La corriente socialdemócrata socialista, o demócrata socialista, integrada por Podemos, con cerca de un 2 % de votos y poco más de un 2% de diputados en la Asamblea Nacional (4 de 165); la Causa R, con menos de un 1% de votos y cerca de 2% de diputados (3 de 165); y el MAS, con menos de un 0,5% de votos y un solo diputado en la Asamblea, constituye la cuarta fuerza en el nuevo parlamento venezolano, con cerca de un 4% de los votos lista o por partidos y casi un 5% de los diputados. Desafortunadamente, a fuerza de ausencia de debates conceptuales, y de pactos y compromisos por lo general circunstanciales u oportunistas, esta corriente, que en principio se adscribe a una vía paciente y despojada de pruritos mesiánicos y autoritarios en la ruta hacia un socialismo, se ha inclinado históricamente hacia el centro, hasta tornarse en una centro-izquierda mucho más cercana al centro que a la izquierda.
Las tres fuerzas políticas anteriormente mencionadas en buena medida descienden del tronco común del Partido Comunista de Venezuela: el MAS, fundado en 1971, vino de allí; la Causa R actual es en buena medida el ala conservadora del residuo que quedó de la misma división, o sea, el de quienes se salieron en 1971 del PCV pero no se incorporaron al MAS, y luego en 1998 se inclinaron por apoyar a Irene Sáez, lamentablemente respaldada por COPEI; y Podemos es el producto de una división del MAS, propiciada originalmente por el propio Chávez, en 2003, pero luego también el producto de la ruptura con éste, en 2007, en virtud de su radicalización hacia la izquierda ortodoxa a partir de diciembre de 2006.
Aunque hay quienes tienden a pensar en la inevitabilidad de una evolución de esta corriente en pos de los pasos de Acción Democrática, no es ése nuestro caso, pues más bien creemos que su avance hacia el liberalismo todavía puede y debe ser detenido, a través de un debate ideológico y teórico que comience por analizar a fondo, dentro del marco de lo pautado en laConstitución Bolivariana de 1999, la problemática de la transformación del actual modelo mercantilista, dependiente, rentista y cada día más corrupto, autocrático y obsoleto del país, en un nuevo modelo centrado en el desarrollo del capital humano, en la independencia nacional, en la producción sustentable, en el saneamiento de la democracia y, en síntesis, en una modernización que posibilite la edificación futura de algo superior a cualquier capitalismo. Es indudable que esta corriente, sobre todo si lograse superar su propensión al oportunismo (la proclamación del socialismo de palabra y su negación en los hechos) y se decidiese a afrontar una superación seria de sus limitaciones, tendría un tremendo potencial de crecimiento y liderazgo transformador, pues podría llegar a constituir una alternativa ante el falso dilema polarizante planteado entre una izquierda ortodoxa, dogmática y chapada a la antigua, a quien no se le ocurre nada más que postular el modelo cubano de socialismo como "Mar de la Felicidad", y una derecha, entre neoliberal y conservadora, de escasas fibras patrióticas, que en el fondo y como respuesta al modelo cubano, no hace sino plantear por mampuesto o vergonzantemente el modelo puertorriqueño, o de entrega al capital transnacional y estadounidense, como "Mar de la Libertad".
Y quisimos dejar para el final la consideración del caso del partido Patria Para Todos, con un 3,5% de los votos y un 1% de diputados, al que preferimos caracterizar como una subtendencia socialista democrática. Aunque, obviamente, se trata de una corriente afín a la anterior, en este caso la vemos con una mucha menor propensión a hacer del liberalismo, es decir, la exaltación del egoísmo como herramienta del cambio social, con la coartada de que una "mano invisible" terminará por cuidar de los excluidos y hacer valer la identidad amorosa innata en los seres humanos, una panacea. Apreciamos que el partido Patria Para Todos, PPT, se ha esforzado, aunque con insuficientes debates, por buscar alternativas ante la polarización reinante y minimizar sus compromisos y concesiones, tanto por la izquierda, con el PSUV, sobre todo cuando, a partir de diciembre de 2006, quisieron chantajearlo con la amenaza de una trituración que lo haría desaparecer del mapa político si no se anexaba al PSUV, como por la derecha, resistiéndose a una disolución acrítica al interior de las fuerzas agrupadas en la Mesa de Unidad Democrática, MUD.
Esta tendencia, a nuestro juicio y en Venezuela heredera de la Causa R original, que en aquellos años setenta ayudamos a construir bajo el liderazgo de Alfredo Maneiro, posee un doble origen: por un lado, fue una disidencia del partido comunista, derivada de la crisis del socialismo soviético, a su vez puesta en evidencia por la invasión a Checoeslovaquia, y, por otro, fue expresión del movimiento mundial de la juventud desatado alrededor del año 1968, cuyos principales exponentes fueron el mayo francés y, entre nosotros los latinoamericanos, el Tlatelolco mexicano; la Causa R fue el resultado del encuentro entre líderes maduros desencantados y críticos ante el socialismo soviético, y los líderes jóvenes que, a menudo sin militancias previas, veníamos de los movimientos universitarios críticos e inspirados en ideas libertarias, marcusianas y sartreanas. Esta tendencia, en nuestro diagrama, sería la abanderada de la que, siempre a nuestro juicio, es la velocidad óptima para la mayor parte de nuestras carreteras subdesarrolladas, o sea, los 100 Km/h o apenas un poquito más, buena para avanzar rápido pero con un riesgo mucho menor de choques inoportunos.
Por todo lo anterior, saludamos con beneplácito la posibilidad de un acercamiento, necesariamente asociado a un debate franco y abierto, y ojalá que fraternal y despojado de odios mellizales, entre el PPT, por un lado, y Podemos, la Causa R y el MAS, por el otro, que debería ir acompañado de una apertura hacia el promisorio espacio de los vilipendiados ninís o venezolanos críticos e independientes que no se calan la absurda polarización actual. Y esto no tendría por qué hacerle el juego, como suelen asegurar ciertos pragmáticos de izquierda, al "oficialismo", sea en los debates parlamentarios o sea a propósito de las elecciones de 2012. Nos luce todo lo contrario, pues creemos que, al menos aquí tiene validez la afirmación del Lenin aquel (pues no todo lo dicho por él tiene por qué ser errado...) de que precisamente para unificarse y aliarse es necesario aclarar el rumbo propio y deslindar campos de manera firme y resuelta. A la búsqueda de una identidad de esta corriente, a la izquierda del centro, del liberalismo y del conservadurismo, pero a la derecha del socialismo impuesto por arriba, voluntarista, mesiánico y dictatorialoide, lejos de verla como un obstáculo para salir del berenjenal en que estamos sumidos, la vemos como un requisito sine qua non.