viernes, 18 de junio de 2010

Sin Saramago, con una voz del silencio

José Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 1922 - Tías, Lanzarote, Islas Canarias, 2010)

Siempre optimistas, un poco más y a prueba de golpes de la fortuna, tenemos confianza en que aprenderemos a vivir sin José Saramago.

Su amada compañera, y excelente traductora al español, Pilar del Río, nos ha brindado una clave que ayudará en la tarea, pues días atrás declaró que ante su partida sólo deberían llorar quienes no tuvieron la dicha de conocerlo..., y resulta
que, incluso sin físicamente ir más allá de algunas sentadas en auditorios en los que él y ella estuvieron presentes, nos hemos autopos- tulado al privilegia- do gremio de los formal- mente autoriza- dos a no llorar. Durante cerca de década y media, en la recta final del esplendor de su labor creativa, nos acostumbra- mos a vivir pendientes de su voz, es decir, de sus tantas obras, entrevistas, declaraciones, gestos..., como solemos hacerlo con quienes ingresan -a falta de uno de los otros- a nuestro santuario, hasta llegar, si no a conocerlo de verdad verdad, con los calibres de su Pilar (a quien llamó "su casa", "hasta el último instante", "los días todos", "que no dejó que yo muriera", "como si dijera agua"...), al menos a frecuentarlo tanto que casi.

De tanto hurgar en sus palabras, en donde los recovecos y espacios en blanco no pocas veces resultan más elocuentes que los caracteres impresos, llegamos a alternar con él y su manojo de inolvidables ocurrencias y personajes, digamos de modo parecido a que si fuésemos vecinos, quizás vecinos de almas -expresión que probablemente a él le habría parecido cursilona-, o en todo caso algo por allí. De la mano de Saramago hemos accedido al mejor sucedáneo de una experiencia varias veces escuchada, pero sin que haya llegado el día de sentirla en piel propia: vivir en algún pueblo o suburbio de una ciudad escandinava, en donde se nos ha asegurado que habitan criaturas despojadas de ínfulas o títulos clasemedianos, y quienes, sin embargo, gozan del estatus de la más plena humanidad en su plural vecindario. O sea, ambientes sociales planos, cargados de respeto y hondamente organizados, convivencias no jerárquicas de personas de distintos niveles educativos, orígenes sociales, dedicaciones a oficios intelectuales o manuales, simpatizantes de distintos partidos políticos, con un alto y decisivo grado de participación femenina..., así como con
culturas y relaciones humanas, derechos y deberes, casas y mobiliarios igualados por más de un siglo de democracia bien aprovechada, y por la accesibilidad y calidad de los productos de empresas altamente productivas y con vocación social (aunque, la verdad sea dicha, también étnicamente homogéneos, o sea, más o menos vikingos casi todos...). A falta de tales vivencias, pero gracias, entre otros, a este José, hemos terminado por acercarnos a, y por poco convivir con, irrepetibles criaturas de los más diversos orígenes sociales, temples y épocas, a quienes reconocemos a la vez como pares de nuestra comunidad espiritual y como evidencias de que no podrá construirse una genuina humanidad hasta tanto no se escuche la voz de los tantas veces excluidos y desheredados. (De allí que, pese a no ser latinoamericanos ni él ni su temática, lo tengamos, como a Joan Manuel Serrat, Vincent Van Gogh, Jean Paul Sartre y otros, como un asimilado a los nuestros, de donde esta modestísima despedida en el blog).

Los personajes saramaguianos, cual su progenitor, son todos seres ingeniosos, ocurrentes y singulares, elementales y sin cartas escondidas, ajenos a toda ostentación, despojados de cualquier parafernalia moderna, dedicados a los oficios menos calificados, primarios hasta rabiar, transparentes en sus intenciones..., pero coherentes, direccionados, sanamente orgullosos de sí mismos, impertérritos, despreocupados por ser simpáticos o por imágenes mediáticas. Una vez que descubren sus roles, proyectos y vocaciones, absurdas e insignificantes para muchos, o cuando, al decir de su creador, deciden que tienen algo que decir o hacer, entonces, al estilo de lo que ha hecho la humanidad en su conjunto, que en sus principios debió ser el hazmerreir de todas las fieras, no hay quien los detenga.

Asomemos, apoyándonos no en los recursos de la web, tan poco apreciada por el propio y cerca de absolutamente autodidacta José Saramago, pese a los más de cinco millones de páginas a él dedicadas, sino en el secular recurso del manoseo de libros a la mano, sólo algunos ejemplos, tanto para beneficio de los legos en su obra como para situar en un contexto apropiado las dizque conclusiones de esta reseña póstuma.

En la primera de sus novelas conocidas (pues jamás hemos tenido noticia de un ejemplar de Tierra de pecado (Terra de pecado, 1947) o de Claraboya (Clarabóia, 1948), una agotada hace décadas y la otra nunca publicada), Manual de pintura y caligrafía (Manual de pintura e caligrafía, 1977), un pintor a domicilio, que se gana la vida haciendo retratos insulsos de personalidades citadinas de alcurnia, y apenas identificado como "H.", decide un día, tras hacerse una inocente pregunta: ¿quién es su modelo?, introducir pequeñas modificaciones creativas en el estilo del retrato de un gran señor, sólo para descubrir que la innovación provoca el absoluto rechazo del cliente, quien sin más decide echarlo de la casa, con el cuadro sin acabar, y entregarle el acordado cheque. Ante el trato ofensivo y con el amor propio herido, en el pintor se dispara una reacción de indignaciones en cadena, cosa de la que nunca se creyó capaz, que lo lleva a no aceptar el dinero, no ceder la pintura inconclusa, retirarse de la casa y del oficio, dedicarse a cualquier ocupación para sobrevivir, y, finalmente, descubrir el amor, el arte, el compromiso
... La novela nos muestra como bajo el caparazón del más mediocre de los seres, tanto que desprecia sus propias obras, en las que se reconoce, y se incomoda cuando en las salas de espera lo hacen esperar poco..., subyace nada menos que un creador genuino.

En su segunda novela ídem, Levantado del suelo (Levantado do chào, 1980), la más o quizás única realista de sus obras, nos traza la saga de tres generaciones de campesinos de apellido Maltiempo en la región del Alentejo,
al sur de Portugal, que, con su añoso e inconmovible régimen de latifundios en la mera segunda mitad del siglo XX, pasa a representar un universo de la injusticia legitimado por designios divinos. Sin estridencias, pero sin eufemismos, los Maltiempo y sus mujeres, en ese régimen social a la vez infernal y bendito, se empeñan en preservar sus capacidades para amar, confiar y esperanzarse en el futuro, que al final se digna guiñarles un ojo con la Revolución de los Claveles. Desde el punto de vista estilístico, a partir de aquí, inclusive, Saramago introduce su peculiar ortografía, segun la cual las mayúsculas se resisten a ser empleadas en los nombres propios y nada más se inclinan en favor de los inicios de oración o de expresiones de los personajes (sin distinguir entre diálogos orales y pensamientos internos), y que le ha hecho merecedor de no pocas peroratas y ataques de puristas lingüísticos de muchas latitudes, pero que a nosotros, los decididos a no llorar su partida, no sólo nos resulta divertida sino que se convierte en la más clara señal de que estamos transitando por los sin pares territorios de nuestro ídolo...

En otra más, Memorial del convento (Memorial do convento, 1982), la que él quiso lo acompañara en su incineración, le allanó el encuentro con Pilar, y que recomiendo como opera prima -o "prima ópera", tratándose de lectores- a quienes quieran empezar a saramaguear, resalta el increíble personaje de Blimunda, una ingenua campesina del Portugal medieval e inquisistorial, sujeta, como tantos, a privaciones de todo género y caprichos de sotanas, togas y capas, pero con una singularidad, derivada del accidente de haber abierto tempranamente los ojos en el vientre de su madre, que le permite nada menos que a ver directamente el interior de las personas...

Después están, entre un sinfín, y por limitarnos sólo a sus novelas, la inolvidable Lidia, en El año de la muerte de Ricardo Reis (O ano da morte de Ricardo Reis, 1984), camarera del hotel lisboeta en donde se aloja el eminente médico y poeta Ricardo Reis (reencarnación del mismo de Pessoa...), quien le enseña a éste que la vida es mucho más que arte y ciencia... Joana Carda, quien con una raya en el suelo provoca un pandemónium de acontecimientos y el desprendimiento de Europa de la propia península Ibérica, y se dispara, con un grupo de peculiares acompañantes, en donde ciertos enigmáticos perros ocupan roles destacados, a un viaje de reencuentro sólo con América del Sur a bordo de La balsa de piedra (A Jangada de Pedra, 1986)... Raimundo Silva (a partir de aquí todas las novelas están dedicadas a, y casi todas traducidas al español por, Pilar), el insignificante corrector de pruebas que provoca un cataclismo editorial al introducir voluntariamente un mínimo error en un texto histórico: Historia del cerco de Lisboa (Historia do Cerco de Lisboa, 1989), que termina por abrir al amor y forzar la renuncia de la circunspecta jefa de la empresa librera... La Magdalena y humana amante de un humano Jesús, en El Evangelio según Jesucristo (O Evangelho segundo Jesús Cristo, 1991), sólo recomendable para creyentes capaces de dudar o para dudantes capaces de creer, en donde se interroga sin tapujos el relato bíblico, y que le valió, indirectamente, la expulsión de Portugal y su exilio voluntario en Las Islas Canarias... La "mujer del médico", única vidente en un pueblo azotado por una inexplicable epidemia de "ceguera de luz blanca", en donde afloran, bajo su única mirada capaz de percibirlas plenamente, en el magistral Ensayo sobre la ceguera (Ensaio sobre a Cegueira, 1995), todas las miserias del alma humana contemporánea... El José de Todos los nombres (Todos os Nomes, 1997), pedestre escribiente en un enorme archivo público, a quien le da por investigar "secretos" de personajes diversos plasmados en sus registros oficiales, y de quien se vale Saramago para demostrar fehacientemente que "...cualquier cabeza es capaz de producir [...pensamientos metafísicos], aunque muchas veces no consiga encontrar las palabras". Marta, la humilde hija de un alfarero tradicional a quien la vorágine de innovaciones desatadas por la inauguración de un moderno centro comercial deja sin oficio y sin sustento, y quien se erige, ella, en La caverna (A Caverna, 2000), en abanderada de la dignidad familiar amenazada... En El hombre duplicado (O Homem Duplicado, 2002), bajo la apariencia de una comedia de enredos, que sin duda fue copiada hace poco en la reciente telenovela venezolana A corazón abierto..., se explora, so pretexto de la aparición de dos individuos absolutamente iguales en una ciudad moderna, cuya distinción sólo se logra, gracias al sexto -o talvez mayor- sentido femenino de una María Paz, la identidad humana. Otra vez desde la perspectiva de la "mujer del médico", ahora junto a un comisario de policia, en una alcaldía anónima, poblada de ciudadanos más anónimos todavía, y en una especie de segunda parte del Ensayo sobre la ceguera, el Ensayo sobre la lucidez (Ensaio sobre a Lucidez, 2004), se somete a discusión, a partir del inexplicable fenómeno de que dichos ciudadanos se niegan a votar, la racionalidad de la democracia moderna... En otra cruzada contra los nombres propios y en lo que pareciera ser un empeño por alcanzar un comunismo de nombres comunes, en Las intermitencias de la muerte (As intermitências da morte, 2005), se estudian las calamidades sociales alborotadas por una simple y nada anunciada huelga que decide ejecutar "la muerte", y se ofrece una honda reflexión sobre el significado de su opuesto aparente: la vida... Desde la atalaya de observación de Subhro, el humilde cornaca (raro oficio del domador, criador y cuidador de elefantes en la India) y su más humilde todavía paquidermo Salomón, quienes recorren, con El viaje del elefante (A Viagem do Elefante, 2008), la Europa medieval, para instrumentar un caprichoso regalo real, se examinan otra vez, recordándonos los días de Blimunda, los entretelones de la vida en una sociedad plagada de petulancias, ceremonias y obediencias, cuyas reminiscencias todavía nos acompañan... Y, por fin, en su -pero ¡ojalá y pronto Pilar nos regale sorpresas póstumas!...- última Caín (Caim, 2009), se ofrece un alegato en favor del tantas veces repudiado Caín y en contra del no menos veces exonerado de culpas Abel, induciéndonos, un poco al estilo del Evangelio, pero ahora con el Viejo Testamento, a una sana reflexión sobre el sempiterno asunto del bien y el mal, que no deja fuera ni al mismísimo Dios...

Al desenvolver el empaque del ateo, comunista, marxista, pesimista, casi antipático y autosuficiente, encontramos a un Saramago chorreante y ávido de ternura, amoroso hasta más no poder, socialmente sensible hasta los tuétanos, infatigablemente creativo y desprejuiciado, una especie de cristiano primitivo, antidogmático y antieclesiástico, que, del carro de su miríada de personajes, nos anuncia la necesidad, y casi la posibilidad tangible, de un mejor universo, aunque sea mientras terminan de volver a enseñorearse la nada, el caos y el silencio de donde pareciéramos venir -no se sabe por órdenes de quien, pero muy improbablemente del Dios del Vaticano-. (Y no vayan a creer que quien suscribe llegó a estos resultados a través de alguna comilitancia o vaso comunicante alguno, pues, por el contrario, siempre tuve la impresión de que Saramago desdeñaba la generación de críticos del capitalismo salvaje y el socialismo autocrático a la que pertenezco. Toda la empatía brotó,
pese a nutridas diferencias con sus textos políticos y más de un arresto chocho hallado en sus ensayos y declaraciones, de la fascinante lectura de su narrativa).

En fin, el rollo de este artículo empezó cuando, tras sentirme abatido por la partida de Saramago y ante la prohibición de llantos dictada por la sacerdotisa que involuntariamente nos dejó, quise hallar la esencia de los motivos que tendría para no darme por herido. Y fue así, con poca originalidad, pues fue el mismo escritor laureado quien nos enseñó el truco de visualizar en instantes fugaces el título de trabajos por escribir, que se nos subió a la cabeza la ocurrencia de decir que nos resignábamos a la pérdida de este creador pero nos declarábamos equipados con un escuadrón de personajes suyos no sólo candidatos a inmortales, -al menos en el sentido en que lo han sido El Quijote y Sancho, Fausto, Margarita y Mefistófeles, Hamlet, Claudio, Ofelia, los hermanos Karamazov, Beatriz, Madamme Bovary, Ana Karenina, etc., es decir, encarnaciones singulares de lo que en definitiva todos somos o queremos, o no creemos y odiaríamos, ser- sino también a voceros del silencio. Pues lejos de proceder de las esferas de la nobleza o de las élites de cualquier tipo y sus acompañantes, los hombres, mujeres y hasta perros, de papel y mucho más, legados por este que recién nos dejó, pese a construidos con los barros de la más plebeya y olvidada humanidad, concluyen elevados a secretas sabidurías, inaudibles elocuencias y bondades infinitas. O sea, que nos quedamos sin él pero con una voz de los silenciosos y, ¿por qué no?, del absoluto y mismo silencio (el cual, no sobra añadir, para Saramago es sinónimo de Dios o, más según él, de dios...).

martes, 15 de junio de 2010

¿Por qué una perspectiva sistémica, histórica y latinoamericana?

Tan insistentes se han vuelto ciertas críticas de algunos lectores del blog en torno a los enfoques utilizados y los temas tratados, que no me ha quedado más remedio que dedicarle algunas líneas a defender el sentido y alcances de lo que aquí se está haciendo. No sin antes anunciar, sobre todo para seguidores que parecieran tener relojes biológicos con un tictac diarreico y podrían desesperarse ante las supuestamente limitadas referencias al día a día de la política venezolana, que en el próximo mes de julio, y tal vez en al menos parte de agosto y septiembre, el blog se concentrará en examinar la situación, la coyuntura y hasta el momento político nacional, con abundantes consideraciones sobre las perspectivas de las próximas elecciones parlamentarias y en torno a los más diversos aspectos de las posiciones del actual gobierno y su máximo líder.

(Aunque la verdad sea dicha es que no tengo muchas esperanzas, y quizás ni ganas, ni estómago, ni paciencia... para complacer a quienes, desde bandos antagónicos, pretenden ver monocromática y linealmente, o sea en rayas o mitades blancas y mitad negras, dibujadas desde la óptica de cada quien, a un mundo al que no logro percibir sino resueltamente policromático y multidimensional. También debo añadir que, pese a que llevo ya mis millas voladas en materia de coexistencia con sectarismos de variados pelajes, jamás había atestiguado una polarización tan extrema como la que vive ahora el país: la mayoría de periódicos digitales han terminado, ante la cantidad de groserías e insultos expresados por los lectores, por suprimir los comentarios. Y, en lo que me toca, si bien no han sido muchos los sinsabores a este respecto, algo me dice que a medida en que el blog se involucre más en la hiperpolarizada escena política nacional, también subirán de tono los ataques y reclamos de lectores irritables, y ojalá que no haya que tomar decisiones ingratas como las de suprimir los anónimos, diferir y filtrar la salida de comentarios, o hasta restringir el acceso al blog... Mientras tanto, y pese a que pretendo seguir aproximadamente fiel a mi reciente disposición a no abordar aquí cuestiones lindantes con lo personal, debo admitir que ya no me alcanzan los dedos de ambas manos para contar los buenos amigos y amigas que se han alejado pues me acusan, unos, de chavista vergonzante, y, otros, de antichavista agazapado, sin que se puedan precisar cuáles son los pecados intelectuales o ideológicos que he cometido. Todo sugiere que la lealtad o la arrechera incondicional con el susodicho se ha convertido en la balanza evaluadora de las posiciones políticas, cuando no de las condiciones morales...).

Frente a la amenaza del cretinismo intelectual que cunde como epidemia aun en muchas de las mentes venezolanas más cultivadas, y nada más que con el ánimo de ser efectivo, ordenaré en siete puntos mis ideas acerca de por qué no sólo es importante sino indispensable una mirada amplia, a la vez latinoamericana, y al menos sistémica e histórica, a los problemas de nuestros países y a la búsqueda de soluciones pertinentes, en contraste con las miradas aislacionistas y determinísticas que tanto han dado en abundar en nuestros lares. También argumentaré acerca de por qué es importante, a condición de que no se vuelva un recurso estigmatizante o unas gríngolas limitadoras, la distinción entre izquierda y derecha en el análisis de los problemas políticos latinoamericanos.
  1. Necesidad de un enfoque sistémico. Tanto en el mundo científico como en el tecnológico hace ya rato que se han establecido la óptica y la práctica de considerar las relaciones con el entorno como esenciales para la comprensión de todo sistema. Al examinar, por ejemplo, la estructura de un edificio cualquiera, puedo escoger cualquier ámbito como objeto de análisis, a condición de que represente el resto del edificio y del mundo con sus debidas interacciones; no hacerlo así, y estudiar, digamos, un piso o habitación o columna aislados, como si el resto de la edificación no existiera, es una vía segura a conclusiones erróneas. Y lo mismo vale para una célula, un tejido o un órgano cualquiera de nuestro organismo, para un reactor químico, o para cualquier otro tipo de sistema físico, químico, biológico o social: la comprensión de sus interacciones con el resto del mundo, con sus circunstancias, entorno, condiciones de borde o como las queramos llamar, es decir, con lo que no es el sistema en sentido estricto, pero que lo renvuelve e interactúa con él, es esencial para arribar a cualquier clase válida de conclusiones. Sin embargo, en la política, la filosofía o en el mundo humanístico en general, todavía es frecuente que los análisis se efectúen de manera desligada de tal entorno, como si cada país, momento o individualidad fuese un compartimiento estanco. Y, en el caso venezolano, me temo que estamos patética y epistemológicamente rezagados incluso en relación a los estándares intelectuales latinoamericanos actuales: es claro, por ilustrar lo dicho de algún modo, que el calibre intelectual del debate efectuado en las recientes elecciones colombianas, con sus diversas referencias a los conflictos internos y sus estrechas conexiones con factores externos, está órdenes de magnitud más avanzado que la chillonería de muchachos malcriados que pulula en la prensa local tanto oficialista como oposicionista. Esto significa, en concreto, que situar a Venezuela en un contexto latinoamericano y mundial es absolutamente indispensable si queremos dar pie con balón en los afanes por anotar nuestros ansiados goles históricos, y es allí donde radica una primera justificación de los empeños del blog.
  2. Necesidad de un enfoque histórico. Todo lo dicho desde la perspectiva sistémica guarda hondas analogías con la perspectiva histórica: no se ha repetido lo suficiente que si no sabemos de donde venimos tampoco lograremos saber a dónde vamos y ni siquiera dónde estamos parados. La historia de América Latina está repleta de procesos que han impactado a la totalidad o al menos buena parte de nuestras naciones: sea en la gran escala de la conquista, la colonización, la independencia o la búsqueda de la democracia, o sea en la menor escala de los procesos recientes de sustitución de importaciones, endeudamiento externo, apelación a las soluciones privatizadoras o neoliberales, o de afán por conquistar una mayor autonomía en el control de nuestros recursos, nuestros devenires se entrelazan y condicionan mutuamente. Por tanto no logramos entender cómo puede considerarse, a manera de botón de muestra, el examen de una película como Al sur de la frontera, de Oliver Stone, como un desvarío escapista o una exquisitez purista.
  3. Imperativo de una perspectiva latinoamericana con miras a integrarnos como un sólido bloque geopolítico. Para bien o para mal, entre los medios de comunicación y transporte, los avances científicos y tecnológicos que afectan la satisfacción de necesidades en escala global -o mundial, si hay rollo con ese término casi patentado por las corporaciones transnacionales-, las imbricaciones de los sistemas financieros, económicos, políticos y culturales (pero desafortunadamente todavía no los educativos), y seguramente muchas otras variables, han terminado por hacer de los aislamientos nacionales conductas de un pasado cada vez más remoto. Norteamérica, Europa, el sudeste asiático, los países árabes, hasta las naciones de Oceanía, incluso con diferencias culturales, históricas, raciales, étnicas o lingüísticas mayores que las nuestras, cada vez más actúan en bloque e integrando capacidades económicas, territoriales, culturales, políticas, militares, etc. Si los latinoamericanos seguimos empeñados en nuestro aldeanismo consuetudinario, y nos escandalizamos de que por ejemplo, en un blog como éste se le preste atención al proceso político colombiano, de nuestra más que vecina hermana y cuidado si no morocha república, entonces nuestras oportunidades de construir un mejor futuro se restringirán drásticamente. Apostaría a que en un análisis mundial de pares de naciones más semejantes en el planeta, desde múltiples puntos de vista, Colombia y Venezuela quedarían en el decil, y de repente en el percentil, de las de mayores raíces, parámetros y perspectivas afines. Mientras Brasil está impulsando el estudio obligatorio del español en sus escuelas, Chile realiza intercambios económicos fructíferos con cada vez más regiones del mundo, y México está integrándose crecientemente a la OECD, nosotros seguimos empeñados en ver hasta a los procesos colombianos como exóticos. La comprensión de la realidad política latinoamericana, y sus tendencias conservadoras o de cambio, de derecha o de izquierda, empeñándonos en respetarnos unos a otros, es indispensable para situar la problemática política de cualquiera de nuestras naciones.
  4. Venezuela, en tanto que país exportador de petróleo, está particularmente expuesta a los avatares económicos y políticos del mundo contemporáneo. Aunque no tengo el cálculo a mano, intuyo que Venezuela es el país que más petróleo ha exportado al resto del mundo, al punto de que, de ser cierto lo afirmado en la reciente película Venezia, con la más que bella Rudy Rodríguez, fue nada menos que proveedora del 70% de los combustibles de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, y teatro de operaciones de una sofisticada confrontación con las potencias del Eje, que en su afán de sabotear este suministro petrolero, infiltraron hasta los tuétanos al ejército venezolano, con enfrentamientos que dejaron casi dos centenas de muertos. Durante casi todo el siglo XX y al menos durante las dos o tres primeras décadas del XXI, la economía, la política y la cultura nacional han bailado al son de los precios y los ingresos petroleros, con el agravante de que los venezolanos, como bien lo demostró Fernando Coronil en su obra El Estado mágico, no nos hemos dado cuenta de eso y siempre hemos creído que la fuente de tales poderes especiales han sido los gobernantes, con Gómez, Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez, y ahora Chávez, como sus principales ejecutantes, cuando resulta que ellos lo que han hecho es administrar, y a menudo acaparar y despilfarrar, los aparentemente misteriosos ingresos petroleros. Afirmo que el conflicto árabe-israelí en el Medio Oriente, y su efecto sobre los precios petroleros, ha tenido más impacto sobre la vida de los venezolanos que cualquier decisión económica o liderazgo político internos, y sospecho que más de las tres cuartas partes de los factores determinantes del poder del actual Presidente de la República devienen del simple manejo de la chequera del Estado con fines proselitistas. ¿Cómo podemos, entonces, subestimar la importancia de entender las dinámicas mundiales energéticas y del capitalismo en general?
  5. La diversidad latinoamericana, y particularmente la experiencia colombiana, es una fuente invalorable de aprendizaje para los venezolanos. Pese a que nuestra historia, lenguas, creaciones artísticas, creencias, músicas, bailes, cocinas, arquitecturas..., se hallan entre las relativamente más homogéneas de las grandes subregiones del planeta, también es cierto que poseemos una amplia diversidad de climas, latitudes, altitudes, suelos, floras, faunas, etnias, experiencias, etc., que hacen del subcontinente, y del área andino-caribeña-llanera, un extraordinario laboratorio viviente de experimentación para la concepción de todo género de proyectos innovadores. Lo que suele constituir una pesadilla de todos los investigadores científicos, el control de parámetros para examinar sólo los efectos de variables separadas, en Latinoamérica, y especialmente al norte de Suramérica, se nos brinda de manera casi espontánea. La experiencia colombiana, por citar un caso, nos muestra elocuentemente lo que muy probablemente habría ocurrido en la sociedad venezolana, y ocurrirá si no obramos en sentido contrario, de no mediar la riqueza petrolera y sus posibilidades amortiguadoras y de movilidad social. Con estamentos sociales elitescos y sectarios, empeñados en mantener excluida de las oportunidades de progreso a una inmensa mayoría social y en despreciar sus intentos de búsqueda de un mejor futuro, la emergencia de caudillos tipo Chávez resulta prácticamente inevitable. La clase campesina excluida que apoya la guerrilla, el sicariato y el narcotráfico colombiano tiene las mismas raíces sociales e históricas que la población marginalizada venezolana, que, en los suburbios urbanos, está apoyando al actual presidente y antes apoyó a Acción Democrática; sólo que, gracias al poder apagafuegos del Estado y sus repartos de los ingresos petroleros, que se traducen en comida, dádivas, becas, subsidios, falsos empleos, corruptelas de todos los tamaños..., en Venezuela no se han organizado guerrillas (pero sí redes delictivas crecientemente organizadas y con vínculos cada vez más orgánicos con el sindicalismo corrupto, el narcotráfico y el sicariato). Sin embargo, es claro que en febrero de 1989, durante el Caracazo; y luego en febrero y noviembre de 1992, con los golpes fallidos de Chávez; en diciembre de 1998, con el autogolpe que tramaba el yerno de caldera; en mayo de 2000, con el saboteo y el despelote que casi se armó con unas elecciones sin registros claros de electores; en abril de 2002, con el golpe de Cisneros y Carmona; en diciembre de 2002 y enero de 2003, con el paro petrolero; y en enero de 2004, con el intento fallido de la oposición por organizar un referendo revocatorio a través de un poder electoral paralelo, por limitarme a sólo unos ejemplos, hemos pisado los umbrales de un sangriento enfrentamiento civil que fácilmente podría evolucionar hacia un escenario a la colombiana, y que todavía pende sobre nosotros cual espada de Damocles. ¿Cómo subestimar, entonces, la emergencia de un enfoque relmente superador de la más que semisecular contienda bélica colombiana, como el ofrecido por Mockus y Fajardo, del que muchísimo tendríamos que aprender?
  6. Nuestros desafíos estructurales son los mismos, y es juntos como los latinoamericanos podremos enfrentarlos mejor. Pese a que tanto el gobierno como buena parte de los académicos de izquierda no cesan de proclamar que el capitalismo y la sociedad moderna son la raíz de nuestros males, lo cierto es que estructuralmente hablando nuestras sociedades latinoamericanas, si bien gravitan en la órbita del capitalismo mundial, no son ellas mismas plenamente capitalistas ni modernas, pues distan de hacer de la producción, la política y la creación cultural inteligentes, es decir, de base científica, tecnológica y genuinamente democrática, la columna vertebral de sus actividades sociales. Sin un análisis certero acerca de nuestras realidades estructurales y sin una respuesta clara a la problemática de lo que tradicionalmente se llamó el carácter de la revolución, no podremos llegar muy lejos, y este blog lo que ha querido es ser útil en ese sentido. La confrontación entre un supuesto socialismo del siglo XXI inspirado en la experiencia cubana, y cuyos fundamentos teóricos y materiales se desconocen, versus la restauración a ultranzas de un mercantilismo estatizante, centralista y corrupto, al estilo del siglo XVIII europeo, como el que tuvimos en las últimas décadas, no puede sino llevarnos a la pérdida de oportunidades históricas. Mientras en Venezuela nos cocinamos en la salsa de este debate obsoleto y caracterísico de la Guerra Fría, en Brasil, México, Chile, Uruguay, y cuando menos en el departamento colombiano de Antioquia (Medellín y sus alrededores) se exploran alternativas para nuestra modernización. ¿En qué cabeza cabe, entonces, que el análisis de estas transformaciones estructurales necesarias pueda ser accesorio o escapista?
  7. Nuestra coyuntura económica y política latinoamericana esencial es también la misma y son muchos los esfuerzos inmediatos que podemos sincronizar. A la actual coyuntura hemos llegado después del fracaso continental de la onda privatizadora y aperturista a ultranzas propugnada por el Fondo Monetario Internacional, los Chicago Boys y sus adeptos, de alguna manera devotos de la idea de que nada como el negocio de la guerra y la falta de regulaciones para aceitar las alianzas entre el Estado y las grandes corporaciones transnacionales, que ha terminado por conducir al propio capitalismo metropolitano a una crisis de severas proporciones. El hasta hace poco inverosímil ascenso de Obama, impulsado desde abajo y sin el concierto del estamento de las quinientas de Fortune, es un indicador de la magnitud de los reclamos sociales en el interior del llamado "Imperio". En un contexto de crisis del capitalismo salvaje proclamado por los Reagan, Bushes y compañía, que ha colocado al planeta en la ruta de una implosión climática y de estallidos sociales incontrolables, y en donde están emergiendo corrientes hacia un nuevo capitalismo al estilo nórdico europeo, con una mucho mayor conciencia social y mucho más alineadas con la posibilidad futura de edificar un verdadero y nada soviético ni cubano "socialismo", es claro que las oportunidades de optar por una ruta viable de evolución económica, política, educativa y cultural, compatible con la edificación de una sociedad más justa, se han multiplicado. Y de allí el empeño del blog por invitar a pensar en grande nuestros problemas, de cara a nuestros desafíos y con miras a actuar acertadamente y con un enfoque transformador desde las escalas pequeñas accesibles para cada quien, bien para conservar lo bueno logrado en el pasado, con enfoques sanos de derecha, bien para cambiar lo que merezca y pueda ser cambiado, con enfoques sanos de izquierda, o bien para adoptar posiciones complejas que combinen distintos puntos de vista y a riesgo de que los devotos de dogmas se incomoden. ¿O es que no se han dado cuenta ciertos lectores de que las etiquetas estrella de los artículos del blog, han sido, incluido éste, las de Desafío de América Latina, con treinta y un (31) artículos, y Enfoque transformador, con treinta y siete (37) artículos, en donde sistemáticamente se evita el lenguaje de clichés de derecha e izquierda al uso? ¿Acaso son estas las ramas a las que se refiere cierto lector en un comentario de días pasados?
En resumidas cuentas, la estrategia del blog, para bien o para mal, se ha parecido a la de tantísimos libros, textos o documentos dedicados al análisis de problemas sociales, en donde, después de una introducción, se presenta un marco conceptual o teórico para abordar, luego, el examen de los datos y problemas más concretos bajo el amparo de dicho marco, y arribar finalmente a las necesarias conclusiones y recomendaciones. La diferencia flagrante está en que el blog, deliberadamente, no ha escogido al mundo académico, con sus lectores cautivos, los estudiantes obligados a leer para aprobar los exámenes, como su auditorio favorito, sino el mundo de ciudadanos sensibles, con un mínimo de cultura y amplios de mente, quienes, con o sin razón, tienen pleno derecho a reclamar el tratamiento de asuntos que les afectan directamente. Sigo creyendo que, en apenas algunos meses, se verán las ventajas del enfoque abordado -o quizás resulte que este no es el medio de comunicación apropiado y habrá que buscar otro-: pero lo que no voy a hacer es decir algo distinto de lo que siento y creo que debo expresarle a los venezolanos y latinoamericanos ante nuestros ingentes desafíos.

viernes, 11 de junio de 2010

Nosotros, al sur de la frontera de Oliver Stone

No debería haber muchas dudas acerca de que Oliver Stone (Nueva York, 1946), director cinematográfico y guionista, es uno de los miembros más conspicuos de la generación mundial del '68, en los Estados Unidos llamada de los baby boomers, y particularmente de su primera cohorte (1946-1955) o cohorte medular. Con sus dos trilogías, una sobre la guerra de Vietnam, y otra sobre los presidentes estadounidenses Kennedy, Nixon y G. W. Bush, más otras valiosas piezas cinematográficas que le han deparado, junto a sus colaboradores, numerosos reconocimientos nacionales e internacionales, es uno de los cineastas más destacados, al menos de nuestra época, y quizás de todas.

En su tríptico sobre Vietnam, Stone explora, con base en sus propias experiencias y en la de otros combatientes o víctimas del conflicto, dimensiones del alma humana que se esconden bajo la superficie de las ideologías establecidas de la conflagración bélica. En Pelotón (Platoon, 1986), la más directamente autobiográfica -pues prestó su servicio militar en Vietnam durante casi dos años, donde obtuvo varias condecoraciones por su valor- y que le valió un Oscar a la mejor dirección, hurga en las mezquindades y vilezas primarias que afloran en varios combatientes en medio de condiciones harto adversas que propician la pérdida de perspectivas éticas. En Nacido el cuatro de julio (Born on the Fourth of July, 1989), con la que obtuvo su segundo premio de la Academia al mejor director, estudia el proceso de desilusión de un joven, interpretado por Tom Cruise, a quien las experiencias bélica y postbélica le van erosionando su fervor patriótico, hasta convertirlo en un franco militante antibelicista. En Cielo y tierra (Heaven & Earth, 1993), en alguna medida concebida como una respuesta a quienes lo acusaron de no ser lo suficientemente proestadounidense, explora el calvario de la vida de una joven vietnamita, capturada, torturada y violada por sus compatriotas, quienes la acusan, sin suficientes pruebas, de traidora, lo que la lleva a huir a Saigón, en donde se enamora de un sargento norteamericano, con quien se muda a Estados Unidos y vive un nuevo ciclo de ilusiones y desilusiones, hasta que, tras el suicidio de su compañero, decide regresar, desolada, a su Vietnam nativo.

En el que quizás sea su film más polémico, JFK, (JFK, 1991), investiga la hipótesis de una confabulación de múltiples miembros del poder establecido, incluyendo como sospechoso nada menos que al vicepresidente Lyndon B. Johnson, para asesinar al presidente J. F. Kennedy. Si bien es cierto que las pruebas aducidas en favor de su hipótesis no terminan de ser convincentes, su trabajo tuvo la virtud de desempolvar las investigaciones sobre el que muy probablemente fue el más importante magnicidio del siglo XX, dejado casi sin esclarecer por la justicia estadounidense, quien se dio por satisfecha con las insostenibles conclusiones de la Comisión Warren y su diagnóstico oficial del asesino aislado y único, Lee Harvey Oswald. (En 1979, después de una investigación de tres años, una comisión designada por el Congreso de los Estados Unidos, la United States House of Representatives Committee on Assassinations (HSCA), concluyó que, dadas las evidencias acústicas examinadas, hay "una alta probabilidad de que al menos dos francotiradores le dispararon al Presidente Kennedy", y que, sobre la base de las evidencias disponibles, "el Presidente Kennedy fue probablemente asesinado como resultado de una conspiración"). En Nixon (Nixon, 1995), describe la evolución y el derrumbe de la carrera política de este personaje, y presenta un retrato de su compleja psicología y de su talento, que pone de relieve su soledad y su desconfianza hacia los demás, así como rasgos personales poco conocidos, tales como su alcoholismo y el de su esposa Pat. En W. (W., 2008), hace un recuento de la vida y las andanzas políticas de G.W. Bush, poniendo al desnudo la falsedad, el afán retaliativo y la adicción al poder, casi congénitos, del personaje.

En otro de sus filmes memorables, Wall Street (Wall Street, 1987), traza el retrato de un joven y ambicioso yuppie, quien comienza por admirar la falta de escrúpulos de un magnate de Wall Street -interpretado por Michael Douglas, quien ganó un Oscar como mejor actor por su actuación- y por despreciar los valores y el modo de vida de su padre, un obrero de mantenimiento en una línea aérea, sólo para descubrir, tras una serie de fiascos, que no es oro todo lo que reluce y que las virtudes humanas no son precisamente mercancías que se compran y se venden. En Salvador (Salvador, 1986), otro de los clásicos de Stone, deja ver las perversiones de la cruenta guerra librada en la nación centroamericana, en donde los escuadrones de la muerte de la extrema derecha, apoyada por su homóloga estadounidense, llegan al colmo de asesinar monjas inocentes y al arzobispo Óscar Romero -mientras bendecía el cáliz en una misa-, pero en donde también la guerrilla izquierdista sucumbe ante la vorágine de violencia y es capaz de ejecutar crímenes abominables.

Nos pareció necesaria esta rápida incursión en la filmografía de Stone, pues ya hemos visto desatarse la que seguramente será una andanada de descalificaciones sobre su personalidad y su obra, con miras a presentarlo, a propósito de su reciente película Al sur de la frontera (South of the Border, 2009) como un vulgar adulante, y por poco lacayo a sueldo, del Presidente Hugo Chávez. Una perspectiva amplia y desprejuiciada, del tipo que tanto escasea en la Venezuela actual, es indispensable para una apropiada interpretación de esta nueva obra polémica de Stone. Para quienes recién han descubierto la política, o para quienes ésta siempre ha sido un arte de la manipulación y de la creación o destrucción de imágenes, al modo como en las comiquitas sólo hay personajes absolutamente buenos o malos, el estilo cinematográfico de Oliver Stone siempre será un hueso duro de roer. Pero para muchos de la generación mundial del '68, quienes llevamos ya décadas, y varias de ellas antes de que en el país se supiese de la existencia de Hugo Chávez, de empeño en fijar posiciones frente a las arbitrariedades y despotismos de los gobiernos estadounidenses, y sobre todo los de extrema derecha, junto a sus aliados locales, sin por ello avalar las posturas del dizque socialismo soviético o cubano, tal estilo nos resulta prácticamente familiar. Stone se ha especializado en desafiar verdades oficiales, pero inconsistentes o míticas, con tomas de partido sobre hipótesis o posibles verdades, apoyadas en la medida de lo posible en hechos incontrovertibles, hasta dar lugar a enfoques alternativos aspirantes a contraverdades, inspirados en aquello de crear una contracultura, que, a más de provocar polémicas y escándalos, al menos obligan a repensar las creencias establecidas.

Lo primero que hay que tener claro al apreciar la reciente obra stoniana sobre América Latina es que de ninguna manera se trata de una toma de partido sobre las realidades políticas particulares de cada país. Al contrario, se trata de un planteamiento dirigido al mundo occidental, a los ciudadanos occidentales pensantes, en donde se muestra el fenómeno de la emergencia de múltiples gobiernos de izquierda en la región, que, pese a sus propios errores y a la confabulación de poderes establecidos, desde el Departamento de Estado estadounidense, el Pentágono y la CIA, hasta el Fondo Monetario Internacional y su liberalismo salvaje, la prensa internacional y sus ecos locales, intentan expresar anhelos seculares de justicia de nuestros tantas veces atropellados pueblos. La obra no trata del autoritarismo, del personalismo o de la desastrosa gestión económica de Chávez, sino del intento del Gobierno de Bush y de sus adláteres criollos por derrocarlo y desconocer la voluntad legítima del pueblo venezolano que lo eligió Presidente, manipulando groseramente a la opinión pública como si se tratase de la reacción popular ante una masacre oficial. Tampoco de las desviaciones o posturas políticas actuales de Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Kirchner, Fernando Lugo, Luiz Inácio Lula da Silva o Raúl Castro, sino de lo que ellos significan en la América Latina contemporánea, en donde son seres humanos con convicciones y afanes de cambio, que representan, bien o mal, anhelos de amplios sectores excluidos, y no las asquerosas alimañas en que cierta prensa libre los quiere convertir.

Lejos de presentar a los líderes latinoamericanos de izquierda como monstruos ávidos de poder despótico, tal y como lo postula la prensa establecida con su proyecto vergonzantemente puertorriqueño para América latina, la película los muestra como expresión de las necesidades que tienen nuestros pueblos de asumir de una vez por todas un poder que permita el control de nuestros recursos. Nada más, pero tampoco nada menos que eso: Oliver Stone nos ve a los latinoamericanos como ayer vio a los vietnamitas, como seres dignos de ser protagonistas de nuestros destinos, sin la tutela ventajista del Estado norteamericano, o como en algún momento vio a las víctimas de los manejos de Wall Street, es decir, como seres con una dignidad enfrentada a los atropellos de los adinerados poderosos. Y como el movimiento de los años sesenta y setenta contra la Guerra de Vietnam, que nunca tomó partido por la Unión Soviética o por China o por ningún socialismo, y ni siquiera por la doctrina de ningún líder, sino por la autodeterminación del pueblo vietnamita frente al atropello norteamericano, así mismo, la verdadera toma de partido de la película no es por Chávez, ni por Evo ni por ningún líder en particular, sino por lo que ellos representan en tanto que afán de autodeterminación de nuestros pueblos, con el mismo derecho con que una vez los Estados Unidos se rebelaron contra la corona británica para afianzar su soberanía. El filme, como bien lo ha declarado Oliver Stone, no pretende defender a Chávez, ni a ningún otro gobernante latinoamericano, sino simplemente demostrar que no es "un payaso autoritario" como nacional e internacionalmente se le ha querido presentar.

Al sur de la frontera muestra una América Latina demandante de cambios imperiosos que, tras siglos de colonialismo y dependencia, le brinden oportunidades de realización a sus pueblos. No es una defensa a ultranzas de la izquierda, y menos de todas sus posturas, sino que plantea sus motivaciones válidas y dignas de respeto, sobre todo en tanto que intentan responder a los pruritos imperiales de dominación de nuestros países. Frente a la fantasía extremista que quiere ver al golpe de Chávez de 1992 como un "golpe bueno" y al de diez años después como un "golpe malo", o viceversa según sean las poses, se subraya inequívocamente el carácter no democrático de ambos golpes, aunque se establece el atenuante de la masacre del Caracazo como elemento explicativo del primero. La obra no aboga por ningún socialismo, sino que, por el contrario y por boca del propio Oliver Stone, plantea que es desde la perspectiva de un "capitalismo benévolo" y no salvaje como pueden acometerse las transformaciones requeridas. No se trata de un manifiesto antinorteamericano, pues expone, entre otros puntos, las expectativas del propio Chávez de que Obama pueda convertirse en "un nuevo Franklin Delano Roosevelt". Y tampoco endiosa a Chávez, pues incorpora, en palabras de Néstor Kirchner, una clara crítica a sus manías personalistas y a sus delirios antiimperialistas.

Es, en síntesis, un documento que hará vomitar de rabia a más de un antichavista enfermizo, y a quienes tratarán de hacer de Oliver Stone un vendido y jalabola, como ayer lo quisieron hacer nada menos que con Jimmy Carter, al pretender convertir su gestión mediadora de 2002 a 2004 -a la que mucho debemos los venezolanos, pues con ella, y la de otros, con Lula a la cabeza, logramos superar una de las más graves crisis institucionales que ha confrontado Venezuela-, en una traición a la causa democrática; pero que también dejará al desnudo la falta de criticidad de más de un chavista obsesivo, quienes tendrán que hacer malabarismos mentales para ignorar las serias críticas a la política del Comandante que también contiene el filme.

martes, 8 de junio de 2010

Carta abierta a Antanas Mockus y Sergio Fajardo


Apreciados y admirados Antanas y Sergio:

Ya habrá tiempo, después del 20, para las evaluaciones, celebraciones o lamentaciones, y tampoco luce oportuno invertir energías en averiguar qué pasó con los pronósticos de las encuestadoras y sus miles de encuestados, cuando tenemos los resultados de la votación de casi 15 millones de colombianos y la abstención de una cantidad semejante. El momento solo reclama la reflexión rápida y la acción eficaz y urgente, y es desde esta perspectiva que deseo brindarles algunas observaciones.

En primer lugar, me resulta claro que en el mes de mayo la política de mosquitas muertas del uribismo y afines alcanzó el nivel de virtuosismo, al punto de prácticamente embelesar a muchísimos electores con la imagen edulcorada de un supuestamente nuevo Santos y la fantasía de una seguridad alcanzable a cualquier costo y por cualquier medio, pero tangible, frente a la imagen, forjada por ellos mismos e impuesta a punta de dinero y maquinaria, de un Mockus casi esotérico y de una seguridad, basada en la legalidad democrática y el respeto a las leyes e inspirada en un cambio educativo y cultural, pero intangible o por descubrirse. La propuesta del Partido Verde, infinitamente más coherente y sostenible en el largo plazo, pero más exigente de entender, por más densa en conceptos y conocimientos, ha sido apabullada por la propuesta más ramplona, pero fácil de digerir, sobre todo por la población limitada en luces y aturdida por la campaña de descrédito contra Antanas, del Partido de la U. De aquí se deriva que la realización de un esfuerzo titánico y acelerado de explicación sencilla de la superior propuesta verde y de puesta en evidencia de los lados flacos de la propuesta oficialista no puede ser sino un imperativo. Francamente no logro entender cómo es que los increíbles logros en materia de seguridad, sobre todo de Sergio en Medellín, y también de Mockus, Garzón y Peñaloza en Bogotá, por ejemplo, no han sido debidamente puestos de relieve en la campaña verde.

En segundo lugar, siento que en lugar de plantear, como lo hizo Mockus en la entrevista con Patricia Janiot en CNN, lo que pudo haber ocurrido si se hubiese invitado a los electores a votar en base a su mera conciencia por los candidatos de su preferencia en la primera vuelta, para concentrar así su atención en el voto de la más decisiva segunda vuelta, lo que hay que hacer es partir de la premisa de que tal decisión ya tuvo lugar, con el resultado de que a quince millones y medio de colombianos su conciencia les dijo que no era el momento de votar por nadie en la primera ronda.

Por tal razón, habría que movilizar, tanto por vía directa como virtual, a un ejército de explicadores y facilitadores, comandados por los principales líderes del partido, en búsqueda de los votos de la definitiva segunda vuelta. Este ejército pacífico debería ser capaz de reforzar y potenciar, con profusión de argumentos y ejemplos, las convicciones de quienes ya votaron verde, pero sobre todo de atraer y convencer a todos los demás, y especialmente a quienes se abstuvieron, de las bondades superiores en el largo plazo de la propuesta propia, indicando marcadamente sus diferencias con la propuesta oficialista. ¿O es que acaso no es evidente que, con el método uribista, que promete ser continuado por Santos, bajo la superficie de una aparente pacificación y seguridad, ha terminado por fortalecerse y a la vez esconderse una de las culturas más violentas y despreciativas de la vida jamás conocidas en el planeta Tierra? O, en sentido contrario, si se le concede a Uribe y Santos que han sido capaces de obtener éxito con su enfoque de la Seguridad Democrática, que en el fondo no es sino una Inseguridad Autocrática y Corrupta, entonces es claro que si se trata de escoger entre opciones parecidas, los electores optarán por lo más conocido, aunque no huela bien, antes que por lo bueno que podrían llegar a conocer.

No veo cómo, si no se diferencia muy tajantemente la postura propia, pueda remontarse la enorme cuesta adversa que tienen por delante. Una simple aritmética sugiere que si se captasen, por ejemplo, todos los votos ya emitidos en favor de Petro y el Polo, más casi todos los del Partido Liberal, los de los candidatos minoritarios, y la mitad de los de Nohemí Sanín, sólo se obtendrían en la segunda vuelta cerca de un 40% de los votos, frente a casi un 60% de los votos de la U sumados a los de Vargas y el Cambio Radical, y a la otra mitad de los de Nohemí. Frente a tal perspectiva, y con todo y mi gran respeto por ustedes, considero inoportuno cualquier intento de solazarse con los resultados obtenidos en la primera vuelta o de pretender que el problema está, como tanto se empeñó en demostrarlo Antanas en el citado programa de CNN, en la base de referencia de las expectativas. Esta preocupación puede que sea de interés para algunos miles de militantes del Partido Verde, pero de ninguna manera para los millones de indecisos ante la segunda, quienes sólo necesitan convencerse de que su voto será valioso y votarán correctamente en el balotaje.

Finalmente, sí comparto absolutamente el enfoque de Antanas en el citado programa en cuanto a que se necesita nada menos que una ideaza para poder triunfar por sobre todos los formidables obstáculos que se yerguen ante la segunda vuelta. Esta ideaza debería ser capaz nada menos que de sacudir el alma colombiana en sus cimientos, hasta hacer prevalecer los nobles y coherentes ideales de justicia de la propuesta verde por sobre la hipocresía y la mentira de la propuesta dizque santa pero en definitiva diabólica. Tengo una idea candidata a ideaza que intentaré comunicarles en persona o hacerles llegar, pero que no deseo revelar aquí para no sobreavisar al adversario. Si alguno de los lectores de este artículo sabe de algún mecanismo directo para entrar en contacto con Antanas Mockus o Sergio Fajardo, le ruego que me indique, vía un comentario a este blog, una manera de contactarlo a él o ella, al lector o lectora, para proceder de inmediato a entrar en contacto con aquellos.

Reciban un fraternal abrazo, el testimonio de la admiración de Transformanueca, sea cual sea el resultado final de la contienda, y la disposición a estrechar vínculos con ustedes en un futuro cercano.