viernes, 14 de mayo de 2010

Izquierda y derecha en el especto político general contemporáneo

Puesto que en el blog con frecuencia nos referimos a diferentes corrientes políticas, como, por ejemplo, el Partido Verde colombiano o los partidos verdes, no parece mala idea intentar una caracterización general del espectro político contemporáneo que permita situar tales corrientes en un contexto más amplio. Y, en particular, pareciera conveniente volver otra vez sobre la importante cuestión de conceptualizar qué significa ser de izquierda o de derecha en la época actual, pues existen demasiadas propensiones a hacer de estos conceptos relativos categorías fijas, históricamente inmutables y demasiado cercanas a los conceptos morales de la bondad y la maldad, segun la perspectiva de cada quien.

El concepto de izquierda de ninguna manera puede ser entendido como sinónimo de izquierda marxista-leninista prosoviética durante el período candente de la Guerra Fría, de la misma manera que el de derecha no debería ser lo mismo que derecha proimperialista, proyanqui y pro-explotación despiadada de la población trabajadora o de menores recursos, de los pueblos del Tercer Mundo, y afines. Si no hubiese más remedio que aceptar esta cruda sinécdoque, o injustificada generalización, entonces es claro que los términos izquierda y derecha habría que dejárselos a los historiadores, y pensar en algo distinto para designar posturas de relativa insatisfacción o satisfacción con el orden social existente.

Pero, afortunadamente, no pareciera ser ese el caso, pues pensamos que tiene sentido conservar esta distinción, a condición de entender que sólo adquiere pleno contenido en sociedades de tipo moderno o con un mínimo de libertades de expresión, de aceptar que se trata de una resultante o promedio de caracterizaciones de posturas ante diversas dimensiones de la realidad social, cuyos tiempos, como más adelante veremos, no necesariamente coinciden, y, sobre todo, de no convertirla en una distinción maniquea entre el bien y el mal -dependiendo de cada óptica-. También estamos conscientes de la propensión de cierta derecha a negar la importancia e incluso la legitimidad de esta distinción entre izquierda y derecha, y sabemos que aquel Profesor Fukuyama proclamó pomposamente, no hace tanto (1992), El fin de la historia y el último hombre, puesto que para él el capitalismo neoliberal sería el último sistema histórico pensable, con lo que serían superfluas las distinciones ideológicas y bastaría referirse a las propuestas económicas, más o menos liberales, de cada quien -un poco al estilo de cierto Profesor Pangloss, satirizado por Voltaire en su Cándido, que consideraba al Antiguo Régimen (Ancien régime) francés como "el mejor de los mundos posibles"...

Por lo que precede es preciso aclarar que, hasta donde logramos entenderla, la distinción entre izquierda y derecha sólo tiene pleno sentido en una sociedad de ciudadanos, o al menos de grandes proporciones de individuos en vías de serlo, es decir, de personas dispuestas a ejercer derechos y cumplir con deberes delimitados por un marco constitucional, con suficiente libertad y criterios para expresar sus opiniones o posturas políticas, y disposición a aceptar al menos alguna legitimidad en las ajenas. En una sociedad fuertemente jerarquizada y totalitaria o cerrada, en donde la sola expresión de ideas disidentes pueda ser motivo de condenas y castigos severos, y en donde el temor a la autoridad sea tal que lleva a la mayoría a abstenerse de opinar e inclusive de tener opiniones, no tiene mucho sentido hablar de izquierda o derecha. Sólo en las sociedades relativamente modernas políticamente, entonces, del tipo que comenzó a establecerse con los parlamentos inglés, francés o estadounidense a partir de hace dos o tres siglos, puede hablarse en propiedad de una izquierda, o corriente empeñada en impulsar cambios estructurales de fondo en el orden social establecido, en aras de una mayor justicia social, y de una derecha, o corriente convencida de la conveniencia de acentuar la preservación del statu quo, en aras de proteger los intereses de sectores relativamente privilegiados y/o de enfatizar la conservación de los logros del pasado, frente a cambios acelerados que puedan poner en riesgo la estabilidad de instituciones consideradas valiosas.

De lo anterior se deriva que estamos hablando de términos contrarios y graduables, o sea, que se definen uno en oposición al otro, en el contexto de una situación social concreta y al interior de una institucionalidad específica (parlamento, asamblea, foros públicos, etc.); que consienten un punto de equilibrio entre ambos, en este caso el centro; y a la vez admiten grados intermedios entre uno y otro. Pese a que, tras siglos de intolerancia, en América Latina estos términos se siguen usando en el sentido binario, excluyente o incompatible con que antaño se distinguió a los católicos de los herejes, la tendencia mundial dominante es hacia la mutua aceptación de ambas corrientes al interior de las naciones y sus instituciones, y especialmente de sus parlamentos. De ninguna manera, si queremos avanzar hacia nuestra transformación en sociedades modernas y verdaderamente democráticas, podemos continuar usando estas distinciones bien en sentido moralista, en donde para la derecha los de izquierda son representantes del mal, y viceversa; o en sentido peyorativo, en donde para la izquierda la derecha es sinónimo de conjunto de trogloditas desalmados, y para la derecha el individuo de izquierda es una especie de tarado o enajenado mental. La democracia empieza allí donde los ciudadanos defensores de la conservación del orden establecido son capaces de aceptar que puede haber motivos válidos para que otros quieran cambiarlo, y en donde los partidarios del cambio son capaces de admitir que puede haber motivos válidos para que otros quieran conservar el statu quo.

Las posiciones políticamente de izquierda o de derecha son resultantes de múltiples posiciones ideológicas, económicas, educativas, mediáticas y propiamente políticas, tanto en planos de corto como de mediano y largo plazo, y tanto en relación a realidades locales, como nacionales e internacionales, que no necesariamente coinciden. Pese a la arraigada práctica en nuestros países latinoamericanos de votar en los parlamentos en bloques o "aplanadoras", del gobierno o de la oposición -práctica que de paso suele ser ilegal, puesto que la mayoría de nuestras constituciones establecen que el voto de los parlamentarios es individual y no puede ser objeto de coacción alguna-, la realidad es que difícilmente un individuo puede sostener consistentemente posiciones con un énfasis análogo en el cambio o en la conservación del statu quo ante los múltiples problemas que debe abordar. Los conservadores modernos, por ejemplo, han hecho suyas numerosas consignas tradicionalmente liberales o progresistas para poder ampliar sus radios de influencia, y viceversa, muchas izquierdas contemporáneas, como verbigracia las chinas o prochinas, han hecho suyos planteamientos a favor del mercado y del capitalismo, para dinamizar sus economías. No entender esto equivale a anclarse en contextos rígidos y pasados en donde, en el límite, la única posición genuina es la propia y todas las demás son espurias o ilegítimas (aunque, por supuesto, tampoco aquí es convenientente chuparse el dedo y desconocer que, con demasiada frecuencia, sobre todo las posiciones de extrema derecha y de extrema izquierda, por diferentes razones, en el fondo coinciden en su no aceptación de los mecanismos democráticos y su empeño en destruir por la violencia al contrario).

Más aún, en una verdadera sociedad democrática las posiciones de izquierda y de derecha son necesarias. Sin las posiciones de izquierda o en favor del cambio las sociedades se esclerosarían o estancarían, pero sólo con posiciones de izquierda los cambios tenderían a hacerse tan vertiginosos e iconoclastas que las sociedades no podrían asimilarlos. Las posiciones conservadoras o de derecha, entonces, también juegan un papel como contrapeso o elemento de control o de validación de las posiciones de izquierda, y viceversa. Y suele ocurrir que, en una época y contexto dados, las posiciones de derecha son las ex-posiciones de izquierda de períodos anteriores, cuyos logros los conservadores quieren preservar, mientras que, por ejemplo, las posiciones de extrema izquierda son posiciones adelantadas que quieren implantar ya y a como de lugar los cambios para los que la sociedad aún no está preparada.

Con base en las premisas anteriores, y violando momentáneamente un de las reglas que hemos observado en el blog, la de no introducir diagramas, gráficos, tablas, mapas, etc., que puedan lastimar las sensibilidades de lectores de inteligencias blandas o humanísticas, en el esquema de arriba hemos representado un espectro genérico de posiciones de derecha y de izquierda, al que nos referiremos a la hora de analizar espectros políticos en contextos como el europeo, el estadounidense, el latinoamericano en general, el colombiano o el venezolano. Para ello hemos apelado a la distinción de tres tonalidades de azul, que es el color con el que más comúnmente se identifican las derechas -aunque en los Estados Unidos, por ejemplo, el Partido Demócrata, de centro-izquierda, se identifica con este color, y en Venezuela, por poner otro ejemplo, el partido Patria Para Todos, PPT, de izquierda, también se identifica con el azul-, y tres tonalidades de rojo, que es el color más universalmente usado por la izquierda -aunque también aquí, por ejemplo, el Partido Republicano de los Estados Unidos, al que aquí caracterizaremos como de derecha, ha usado tradicionalmente este color-.

La otra simbología, que nos parece sugerente, es que el esquema o diagrama puede también entenderse como una especie de velocímetro invertido, con el 0 a la derecha y el 180 a la izquierda, en "kilómetros/hora", en donde las posiciones de extrema derecha significan algo así como pretender ir por la autopista de la historia a un paso "exageradamente lento", entre 0 y 30 km/h, las de derecha tradicional sugieren una lentitud de entre 30 y 60 km/h, las de centro-derecha y centro-izquierda, respectivamente, ir a velocidades entre 60 y 90 km/h, o entre 90 y 120 km/h, las de izquierda tradicional a entre 120 y 150 km/h, y las de extrema izquierda a velocidades exageradamente riesgosas de más de 150 km/h.

En próximos artículos examinaremos espectros políticos específicos, y de paso nos pondremos al día con el blog, que está insoportablemente atrasado, con referencias a problemáticas y contextos concretos, con los que intentaremos ilustrar tanto el carácter relativo de las distintas posturas, como su carácter de resultante o promedio de las apuestas al cambio o a la conservación del statu quo en múltiples ámbitos.

3 comentarios:

  1. Aunque comparto la necesidad de una mayor apertura con respecto a posiciones más o menos conservadoras respecto a cualquier coyuntura política, creo que no es acertado equivaler a la derecha o izquierda como representativos de un ritmo de cambio social. Hacerlo creo que introduce un juicio de valor un poco sesgado respecto a estas posiciones.

    La derecha, como la entiendo, propone al individuo como el motor del avance y el progreso, y le pide al estado que se mantenga al margen y símplemente haga cumplir unas "reglas del juego". La posición de izquierda hace el planteamiento contrario: que el individuo por sí solo no es capaz de generar el mayor bienestar para todos, por lo que el estado debe participar más activamente en múltiples aspectos de la economía. Estas dos posiciones en el fondo no tienen nada que ver con aversión o propensión al cambio.

    En la Cuba de hoy, con la omnipresencia del estado, la posición en pro del cambio es la de derecha que quiere darle un rol mas importante al individuo y la libre empresa. La posición de izquierda por el contrario, es la mas conservadora del status quo. De hecho, en cualquier instancia política en la que la izquierda tenga el apoyo mayoritario, quienes quieran apoyar una posición de derecha no lo hacen por querer ir "mas lento" o conservar nada, sino que creen estar en posición de darle mejores soluciones a sus problemas "por su cuenta" que con la intervención estatal.

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  2. Por supuesto que se habrán dado cuenta de que el artículo del martes 18 de mayo de 2010, "Más sobre izquierda y derecha", está dedicado a responderle a este comentario, hecho que por segunda vez ocurre en la microhistoria del blog. (Aunque no quiero, por favor, que vaya a entenderse que estoy introduciendo una especie de jerarquía de mis recomentarios a los comentarios de los lectores: unos con derecho a artículos completos, otros a textos largos, etc.; e inclusive vuelvo a insistir en que no sé de donde diablos saqué esta práctica -más allá de la comodidad de hacerlo mientras sean pocos, y disponga de tiempo para ello- de responder a todos los comentarios, que mal podría llegar a tener un efecto de bumerán o de cuervicultura cuando, en el futuro, algunos se irriten más allá de lo civilizado porque no se recomenten sus comentarios...).

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  3. Está muy bueno el articulo Sr Edgar, tenía tiempo sin pasar por acá pero ya me estoy poniendo un poco al tanto de los temas que ha tratado. Saludos, pasaré con mayor frecuencia.

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