martes, 4 de mayo de 2010
Elecciones colombianas (II): ¿Una luz al final del tunel?
La fórmula Antanas Mockus / Sergio Fajardo es la única que, claro que a nuestro parecer, da en el clavo disparador de la posibilidad de una verdadera superación de la secular espiral viciosa entre la violencia y los parches políticos en Colombia. Mientras que las opciones de Germán Vargas Lleras, Juan Manuel Santos y Rafael Pardo auguran la exacta continuación de más de lo ya visto, y las de Noemí Sanín y Gustavo Petro, pese a su carga de buenas intenciones y antecedentes, revelan limitaciones e incomprensiones que nos lucen se traducirán en más tropiezos y estancamientos, las novedosas y creativas propuestas de este par han terminado por casi conjurar, al decir de la consigna utilizada por Fajardo en Medellín, nuestros miedos y trocarlos en esperanzas.
Si las posturas de los tres primeros candidatos mencionados no salen del esquema de echarle la culpa a la guerrilla e intentan, truculentamente, absolver al gobierno, los terratenientes, los narcotraficantes de cuello blanco y los paramilitares, y las dos segundas enfatizan la vía de las negociaciones y concesiones mutuas, que seguramente conducirían a un tortuoso e incierto proceso de paz, Mockus y Fajardo han centrado, sistémicamente, su atención en la problemática educativa, cultural y productiva que subyace a todo el drama colombiano, como versión potenciada y extrema del drama latinoamericano. Mientras prevalezca la cultura del "Todo vale" y ninguna actividad económica pueda competir ni de lejos con los atractivos de enriquecimiento inmediato del tráfico de cocaína, el secuestro o el sicariato no habra paz perdurable en Colombia, y esto es lo que, como nadie y con base en singulares experiencias, ellos han entendido y le están explicando elocuente y eficazmente a los colombianos de todas las corrientes, con una receptividad que les ha permitido, cual batacazo y sin las maquinarias y los recursos de los otros, remontar desde un 30% de desventaja a fines de marzo, respecto de su principal rival Santos, hasta un margen de ventaja de más de 12%, para el momento de escribir estas notas.
Antanas Mockus (Bogotá, 1952), de ascendencia lituana y nombre completo inverosímil, es un intelectual, profesor, filósofo, matemático, político y contestatario colombiano, que viene de ser Rector General de la Universidad Nacional y dos veces Alcalde de Bogotá (cargo usualmente considerado en Colombia como de importancia sólo por debajo de la Presidencia de la República). En su brillante carrera académica en el Liceo Francés Louis Pasteur de Bogotá, en Matemáticas y Filosofía en la Universidad de Dijon, Francia, en una maestría en filosofía en la Universidad Nacional de Colombia, y con doctorados Honoris Causa de las Universidades de la Sorbona (París XIII) y Nacional de Colombia, terminó por especializarse en la comprensión profunda de la problemática del ejercicio democrático en la sociedad moderna. Su tesis magisterial se tituló: Representar y disponer: un estudio de la noción de representatividad orientado hacia el examen de su papel en la comprensión previa del ser como disponibilidad. Si bien no hemos logrado conocer, hasta hoy, su contenido, podemos intuirlo como altamente relevante y valioso a partir de las tesis políticas derivadas, y seguramente fundadas en tal monografía, que aquí estamos comentando. Como culminación de esta trayectoria académica desempeñó, entre 1990 y 1993 los cargos de Vicerrector Académico, primero, y luego Rector General de la Universidad Nacional de Colombia, en donde adelantó importantes reformas académicas y políticas de bienestar estudiantil y docente, a la par que se hizo de un perfil de personaje poco convencional al acudir a su despacho en bicicleta o protestar, en un auditorio en donde un grupo de exaltados le impedía tomar la palabra, bajándose los pantalones y mostrandoles desafiantemente su fundillo.
Con el prestigio y la notoriedad así ganados, en 1994 inicia su carrera política lanzándose como candidato a la Alcaldía de Bogotá, con una singular campaña escasa en publicidad pero sobrada en ideas y contenidos, en donde le explicó a, y resultó comprendido por, los electores la doctrina de funcionamiento alternativo de la ciudad en base a la que denominó "Cultura ciudadana". Rodeándose de académicos en lugar de políticos convencionales, logró sanear las finanzas distritales con una pulcra ejecución presupuestaria, profundizó la reforma del sistema de transporte urbano, con su correspondiente alto impacto en la calidad de la vida urbana bogotana, atreviéndose incluso a impulsar el por muchos temido aumento en el precio de la gasolina, alcanzó una reducción significativa de las muertes violentas restringiendo el uso de pirotécnicos y el consumo de alcohol (con su famosa Hora zanahoria), y demostró sus dotes de pedagogo público al impulsar una exitosa campaña de ahorro voluntario de agua. En 1997 renunció a su cargo de Alcalde y lo dejó en manos de su equipo de académicos, para lanzarse como candidato a la Presidencia, pero luego optó, ante la falta de recursos, por ir, con Noemí Sanín, representante de los estamentos políticos tradicionales, al cargo de Vicepresidente. Durante todo este período no cesó de apelar a los recursos contestatarios, ahora en desuso, pero bien conocidos por la generación del 68 en aquellos sesenta y setenta: en una confrontación con el candidato liberal Horacio Serpa, para evidenciar su hipocresía, le arrojó agua en la cara. En 2000, incluso tras pedir perdón al electorado bogotano por haber renunciado a su cargo de Alcalde, recupera su imagen de político distinto al estamento tradicional, repite su sustancioso estilo de campaña y logra derrotar a la ex-ministra María Emma Mejías, regresando a la alcaldía. Esta vez se concentra en continuar dearrollando y ampliando el efectivo sistema Transmilenio, sistema superficial de transporte urbano rápido masivo construido e impulsado durante la gestión anterior de Enrique Peñalosa.
Desde que culminó su segunda gestión de alcalde, se ha dedicado, pese al ambiente de polarización creado por el uribismo, a construir una fuerza política a partir de lo que llama una minoría "extraña pero valiosa". Apenas en septiembre pasado se afilió, junto con los también exitosos ex-alcaldes Luis Eduardo "Lucho" Garzón y Enrique Peñalosa, al Partido Verde, con quienes compitió y a quienes venció limpiamente en primarias, en marzo pasado, por la opción a la candidatura presidencial. El Partido Verde es una adaptación colombiana de la corriente del Partido Verde Europeo que, como ésta, no resulta fácil de definir en los términos convencionales de izquierda versus derecha. Mientras que para muchos se trata de una opción de centro, en virtud de que no se proclama abiertamente en favor del socialismo ni de las clases desposeídas, y de que sus propios fundadores la han definido así, para ofrecerse como alternativa a la viciosa polarización entre una derecha pro-estatus y una izquierda siempre demasiado coqueta con la guerrilla, para nosotros es una opción claramente de nueva izquierda, mucho más radical que la socialdemocracia o el socialismo democrático convencional, con raíces, como veremos en un próximo artículo, en la ideología libertaria y crítica del Mayo francés y sus afines. El partido es también descendiente del llamado Partido Verde Oxígeno creado en 1998 por Ingrid Betancourt, y cuyo ascenso, también impregnado de un espíritu contestatario en ruptura con el tradicionalismo político colombiano, se vio truncado tanto por el conocido y prolongado secuestro de su fundadora como por la marea polarizadora desatada por el uribismo.
Sergio Fajardo Valderrama (Medellín, 1956), quien acompaña a Antanas Mockus con carácter de candidato a la Vicepresidencia colombiana, es el increíblemente exitoso ex-alcalde de Medellín, en el período 2004-2007, que tiene en su haber la que probablemente sea la más efectiva gestión gubernamental local de todos los tiempos de la hermana república y cuidado si también en el ámbito latinoamericano contemporáneo. Sergio logró, en su breve tránsito por Medellín, nada más y nada menos que convertir la ciudad más violenta del mundo, con un índice de homicidios de 350 por cada cien mil habitantes, más del cuádruple del ya record olímpico mundial colombiano, en una ciudad latinoamericana normalmente violenta con un índice por debajo de 30 crímenes sobre la misma base. Licenciado y con una maestría en Matemáticas de la Universidad de los Andes, Bogotá, y un doctorado en la Universidad de Wisconsin, EUA, realizó inicialmente una carrera académica en la Universidad de los Andes, fue miembro del Consejo Nacional de Ciencias Basicas y, desempeñó, entre otros cargos, el de Director del Centro de Ciencia y Tecnología en Antioquia. También ha acumulado una interesante experiencia periodística en periódicos como El Colombiano y El Espectador, y ha actuado a través de la televisión antioqueña y la cadena Caracol Radio. Pero, por encima de todo, este caballero, inclusive con un cabildo opositor, fue quien concibió y puso en práctica su programa "Medellín: del miedo a la esperanza", que, con una inversión de más del 40% de su presupuesto en educación e intervenciones intensivas en las comunidades antioqueñas más pobres, cambió la vida de la por poco y Sodoma ciudad de Medellín.
Si Transfor- manueca alguna vez ha tenido dudas acerca del poder transfor- mador de la educación y de la capaci- tación para la ciudadanía, el ejercicio ético y el trabajo productivo, la experiencia de Sergio Fajardo, que venimos reseñando desde los primeros meses del blog, se las ha disipado. Buscando términos de comparación con las experiencias venezolanas, lo único parecido que hemos hallado ha sido el movimiento de las sinfónicas infantiles y juveniles impulsado por el Maestro Abreu, con la diferencia de que en el caso de la experiencia paisa el énfasis ha estado en la capacitación para el emprendimiento, la producción, la productividad y la pacificación. Mediante una andanada de originales iniciativas, siempre centradas en esfuerzos educativos: "Medellín, la más educada", "Compromiso de toda la ciudadanía", "Medellín transparente", "Concurso de capital semilla", "Semilleros de emprendimiento", "Medellín, mi empresa", "¿Por qué Medellín?", "Cultura ciudadana para la convivencia pacífica", "Espacio público: un bien público", y atreviéndose a negociar desde una posición ética y no pragmática con todas las partes involucradas en el conflicto armado, Sergio y sus seguidores impactaron irreversiblemente la cultura y el modo de vida de los medellinenses.
La conjunción de estos dos enfoque solapados y complementarios, educativo y ético, por un lado, y otra vez educativo, y productivo, por otro, ha dado lugar a una propuesta de gobierno que ha logrado, en apenas poco más de un mes, inspirar la confianza de los electores, hacerse con el primer lugar de simpatías previas a los comicios del 30 de este mes, y abrigar extraordinarias opciones de triunfo en la segunda vuelta. Por primera vez en demasiado tiempo, vemos surgir en Colombia una opción que apunta a extirpar desde sus raíces más hondas la aparentemente incurable enfermedad colombiana.
Enfermedad que, bajo apariencias de normalidad e incluso de lozanía, ha ocultado el extravío, desamor, escisión, dolor, fractura, abandono, irrespeto, adicción, corrupción, injusticia, atropello, crímen, impunidad, saqueo, elitismo, exclusión, venganza, ilegitimidad, ilegalidad... que en la nación más que fraternal y casi melliza de la venezolana, lleva ya mucho más de un siglo, y quizás hasta cinco veces eso, con no pocos contagios allende la frontera. La soledad colombiana, recontada en cien años por el Gabo, viene a ser sólo una resultante, un compendio, que crudamente epitoma el drama de toda América Latina, donde pareciera que, en despecho por no poder alcanzar el paraíso para sí, sus conquistadores y élites hubiesen querido edificar el mismo infierno para todos. La anterior Nueva Granada es una radiografía sangrante del fracaso de quienes se han creído superiores, por construir una sociedad mitad humana, para sí, y mitad inhumana para el resto de los supuestamente inferiores.
Sin embargo, este grotesco orden latinoamericano, está viviendo, como nunca antes, un continental sacudimiento transformador, que esta vez no trata de movimientos armados a lo quítate tú para ponerme yo, sino de un impulso por erradicar verdadera y simultáneamente tanto la pobreza como su reverso, es decir, toda la gama de tentaciones e ilusiones para huir de ella a como dé lugar. Y se nos ocurre que en Colombia, en donde más bajo han caído las perversiones de crear una sociedad clasista extrema en América Latina, podría estar emergiendo la más esperanzadora promesa. De más está decir que ahora nuestro nuevo miedo, el de que las fuerzas del singular statu quo colombiano, que no excluye a las FARC, puedan abortar este hermoso sueño, está palpitante, sobre todo si añadimos que, si llegasen a asesinar a nuestros héroes, podríamos asistir a una edición corregida y ampliada de la tragedia de Gaitán...
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