Incursionar en la política contemporánea sin una idea clara acerca de qué es izquierda o derecha, o progreso y atraso, es como andar de viaje sin tener idea de qué es el Este, el Oeste, el Norte o el Sur, o sea, como comprar todos los números de una rifa cuyo "premio", salvo que la ruta nos sea muy familiar y la hayamos recorrido muchas veces, es el más completo extravío. A sabiendas de que el tema es cualquier cosa excepto trivial, nos proponíamos hacer una introducción gruesa, como la del artículo anterior, para luego, con el examen de los casos de los espectros políticos europeo, estadounidense, latinoamericano, colombiano y venezolano -no necesariamente en ese orden ni consecutivamente-, profundizar en las ideas que queremos compartir con nuestros ciberlectores.
Pero he aquí que nos ha llegado un denso comentario, de uno de nuestros más asiduos y queridos seguidores, insospechable de estar mamando gallo, que, en dos platos y dejando a un lado sutilezas, nos dice que le parecen inapropiados los conceptos de izquierda y derecha que estamos proponiendo. Y, por supuesto, ha sido inevitable inferir que si tal ha sido el desacuerdo, talvez la incomprensión, y quien quita -culpas aparte- si la malinterpretación de este lector -tan lector que sabemos lo ha sido de absolutamente todos y cada uno de los ciento once artículos publicados hasta la fecha en esta taguara mediática-... ¡qué estará pasando por la cabeza de muchos otros!
Por esto decidimos, antes de entrarle a los anunciados espectros políticos, etcétera, detenernos de nuevo en esta vital cuestión conceptual e intentar responder a los planteamientos de nuestro caro seguidor, que podemos resumir en tres puntos: 1) Las posturas de izquierda o derecha no tienen que ver con "ritmos de cambio social", y empeñarse en tal cosa es sesgado; 2) la verdadera diferencia entre derecha e izquierda no es otra que el papel que se le asigna a los individuos versus el Estado, en donde una enfatiza el rol de los primeros y la otra el del segundo; y 3) en Cuba, por ejemplo, la posición a favor del cambio es la de la derecha, quien propone un rol más activo para los individuos y la libre empresa, mientras que la izquierda defiende el statu quo estatista. Veámoslos en ese mismo orden.
En cuanto a lo primero, lo de los ritmos de cambio, por poco estamos de acuerdo con nuestro crítico, salvo por el aparente detalle, que sin embargo resulta mayúsculo al apreciarlo con detenimiento, de que antes de expresar nuestra metáfora, que parangona las posiciones de derecha e izquierda con la escala de velocidades, en km/h, de un velocímetro de automóvil invertido, nos cuidamos de establecer una serie de premisas o condiciones de borde para que tal comparación tenga sentido. En efecto, destacamos que para tornar pertinente la distinción entre izquierda y derecha, es preciso que: a) exista una sociedad de ciudadanos, es decir, una dosis significativa de democracia, con posibilidades reales de disentir; b) tal distinción, siempre relativa -como cuando en la vida cotidiana hablamos de arriba y abajo, o de izquierda y derecha en su acepción no política-, se refiera a un contexto y una institucionalidad concretos, con un mínimo respeto o juego propiamente político entre las partes (en una guerra a muerte, por ejemplo, no le vemos caso a hablar de derecha o de izquierda, sino de Aliados contra Eje, Triple Entente contra Triple Alianza, Unión contra Confederados, Ejército Blanco contra Rojo, Norte contra Sur, Occidente contra Oriente, Cruzados contra Musulmanes, etc.); y c) el carácter resultante, o promedio de múltiples posturas, de las posiciones de derecha y de izquierda, que no tienen porque ser completamente uniformes en su postulación del cambio o la conservación del estatus. Dadas tales condiciones, y sólo con ellas, fue que hablamos de la simbología, que nos sigue resultando sugerente, de las velocidades o "ritmos de cambio social"; por lo cual, y no obstante lo dicho, coincidimos en que sería un disparate llamar de izquierda a toda propuesta de cambio acelerado, etcétera.
El segundo punto, el de Los individuos versus El Estado en las posturas de derecha y de izquierda, nos luce el más complejo y a la vez interesante, puesto que, efectivamente y siempre a nuestro humilde parecer, fue así como se planteó el asunto a fines del siglo XVIII o en los alrededores de la Revolución Francesa, y como todavía es usual que muchos insistan en destacar. En tal época se venía de siglos de control estatal, no pocas veces absoluto, de la vida de los individuos, por parte de minorías de supuestos nobles y el alto clero, y el Estado, aliado las más de las veces con la Iglesia, establecía pautas hasta para los pensamientos y el comportamiento de las parejas en pleno lecho. Allí, en donde uno de los monarcas tuvo el brío de proclamar: "El Estado soy yo", los reclamos de libertad individual, de libre expresión, libre empresa, libre circulación..., y por ende menos intervención estatal, estuvieron sin duda entre las primeras propuestas programáticas de la izquierda, inspiradas en la filosofía liberal que alimentaba la rebelión del pueblo o Estado Llano contra los nobles y altos prelados, y vaciadas en la consigna de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Los problemas para mantener esta diferencia filosófica de los albores de la modernidad como esencia de la distinción entre izquierda y derecha en nuestros días son, desde nuestra óptica, numerosos, puesto que, entre otras limitaciones: a) se obvia el hecho de que, después de derrotados los estados de la nobleza y el alto clero, en el seno del Estado Llano francés, por ejemplo, se alzó una corriente a la vez pro-imperial, pro-empresarial, pro-profesional, y a la vez bastante pro-estatal, que hizo a un lado las exigencias de igualdad y fraternidad, consustanciales a las de libertad, para hacer de esta, y en particular de la libertad individual, el non plus ultra del progreso social (con lo cual esta fracción, al correr del tiempo, se convirtió en la derecha defensora del nuevo régimen social moderno y opuesta, en nuestros días, a las aspiraciones de la gran masa del pueblo); b) se ignora que, desde entonces mucha agua ha corrido bajo los puentes, y tanto las posiciones enfrentadas a ultranzas al Estado han sido enarboladas por las más extremas izquierdas anarquistas, como los estatismos más totalitarios y metiches en la vida privada han sido defendidos por las más extremas derechas, léase nazismo y fascismo, por lo cual mal podríamos afirmar que la crítica al Estado es la esencia de las posturas de derecha, etcétera; c) ocurre con demasiada frecuencia, y sin que de aquí pueda derivarse nada en contra de la individualidad y la libertad, que las argumentaciones de la derecha en defensa de éstas no hacen sino encubrir egoísmos, afanes de conservar privilegios de muy pocos individuos a costa del padecimiento de demasiados otros, defensas implícitas de un statu quo que promueve el éxito de los exitosos y el fracaso de los fracasados, con demasiadas pocas oportunidades para las cinco sextas partes de la población del planeta, y, en definitiva, empeños por evadir la pregunta crucial, que hace algunos meses planteábamos en el blog, acerca de ¿para qué y al servicio de qué la libertad?; y d) que en un contexto de desigualdad de oportunidades y desamor generalizado, como el que caracteriza a todas las civilizaciones de nuestros días, los llamamientos en defensa de la individualidad, más que estar dirigidos en contra del Estado, apuntan en contra del interés colectivo, y viceversa, cierta defensa de las izquierdas de la intervención estatal, en el fondo no van dirigidas contra los individuos en general sino que son una manera de hacer frente a los grandes grupos monopólicos y privados que pretenden controlar mercados, culturas, medios de comunicación, territorios, etc., convirtiendo no pocas veces en letra muerta la soberanía de los ciudadanos.
En otras palabras, la razón por la cual los debates en cuanto al rol del Estado, tradicionalmente criticado por los liberales de centro izquierda, se han convertido en manzana de discordia en muchas de las sociedades modernas -no desde hace mucho, por cierto, pues esto viene de los años ochenta, con la reaganomía, el thatcherismo, etc.-, por las derechas conservadoras, no tiene que ver, hasta donde lo entendemos, con diferencias de principio, sino con mecanismos tácticos para impulsar o frenar los cambios en pro de una mayor justicia y fraternidad social. Las derechas conservadoras, en definitiva, han hecho suyo el individualismo liberal, y, por tanto, han inventado el conservadurismo liberal, no se sabe si como un mecanismo gatopardiano de renovación de sus discursos. Y, en sentido opuesto, extremas izquierdas anarquistas, como la corriente liderada por Cohn-Bendit en París-Mayo 1968, han adoptado también ciertas posturas liberales que hoy recogen los programas verdes. En definitiva, con una tendencia indetenible hacia sociedades mixtas en donde el Estado, aún en los regímenes más mercadistas y pro-libertad individual, maneja el 40% ó más del PIB, el quid diferenciador de las posturas de derecha y de izquierda no es el del rol del Estado, sino el del grado de justicia y fraternidad social al que se apunta.
Y, finalmente, en cuanto a lo de Cuba, debería haber quedado claro que no nos parece que allí sea pertinente, como tanto le gusta a Fidel y sus incondicionales, hablar de una "izquierda patriótica" y una "derecha gusana", o, como prefieren decir muchas voces desde el exilio cubano, una izquierda defensora del statu quo y de una derecha promotora del cambio. En Cuba existen las posiciones comunistas oficiales y las posiciones disidentes, pero este eje de contrastes no coincide en absoluto con el de izquierda versus derecha. En un país que ha querido construir el socialismo sin apoyarse, de palabra, en un desarrollo capitalista, pero que en los hechos -y sin entrar a detallar el porqué de que se haya llegado a este callejón sin salida- mantiene a buena parte de la fuerza trabajadora en condiciones de, por llamarla de alguna manera, sub-remuneración extrema; que pretende ser monolítico política y culturalmente, en donde jamás hemos encontrado, por ejemplo, en alguna de sus librerías aunque sea una crítica tímida de la gestión semisecular de Fidel, y en donde está engrasado el nefasto correaje que subordina las posiciones del Estado a las del Gobierno, las de éste a las del Partido Comunista Cubano único, luego a las del Comité Central, a las del Buró Político y así hasta las inapelables del mismo Jefe Máximo, nos resulta claro que hay tanto una derecha agazapada en las filas del Partido y en la espesa burocracia estatal, como una izquierda a favor de cambios profundos en Cuba en las filas de la disidencia. Por todo lo cual no nos parece buena idea esta de hablar de una derecha pro-cambios en Cuba versus una izquierda conservadora.
En resumen, si la idea de la izquierda todavía puede significar, al menos también, una postura en favor de la transformación estructural profunda de la sociedad, en la ruta a largo plazo hacia una sociedad sin asimetrías clasistas e inspirada en el amor, la confianza y la solidaridad, frente a una derecha que, aún cuando merezca nuestro respeto, considera al capitalismo, con sus potencialidades y también con sus injusticias, como el último sistema social accesible a los seres humanos, entonces nos parece útil esta distinción. Estamos dispuestos a disputarle pacíficamente espacios e ideas a la derecha, sin dejar de repetarla, a admitir que pueda tener razón ante determinadas cuestiones, e inclusive a cooperar con ella cada vez que resulte pertinente en la búsqueda de soluciones a problemas concretos, pero no sabríamos como vivir sin la esperanza de poder contribuir a construir un mundo mejor, o convencidos de que este, o uno muy parecido a él, es el mejor de los mundos posibles...
martes, 18 de mayo de 2010
Más sobre izquierda y derecha
Etiquetas:
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En mi opinión, lo que esta ocurriendo es el resultado de proyectar en una sola dimensión lo que en realidad son posiciones políticas multidimensionales. En particular creo que hay dos problemas distintos de los que estamos hablando: el primero se refiere a quien tiene derecho a beneficiarse de los recursos y oportunidades colectivas, el segundo se refiere al como se accesan esas oportunidades. Trazar la frontera como que la derecha está definida por la consigna de "Exito para los exitosos" prácticamente divide el espectro entre los buenos y los malos. Hacer a la derecha la abanderada del egoísmo no deja espacio para que sea una opción realmente válida. De la misma manera, calificar como de derecha a cualquier facción oportunista o excluyente dentro de un régimen declaradamente de izquierda es, nuevamente, una división entre los buenos y los malos. Si toda la burocracia del partido comunista chino al final lo que es es "la derecha" en el comunismo, pues claro que la izquierda queda como la única opción razonable.
ResponderEliminarUna posición excluyente y que sólo beneficia a un grupo privilegiado puede ser defendida tanto por la izquierda: léase los cogoyos de organizaciones políticas en el poder, como por la derecha: tal como lo señalas con las monarquías y el fascismo. Me parece más útil ver a la derecha como partidaria de las fuerzas del mercado (con lo cual la monarquía en el fondo, no es parte de esa corriente).
Me parece que algo que sería súmamente útil sería definir esa variable a lo largo de la cual se establece si los beneficios y oportunidades deben ser para pocos o para muchos, porque estoy convencido que ambas posiciones pueden defenderse desde lo que siento que se entiende más comunmente como la derecha e izquierda. Pretender monopolizar el bien comúm para la izquierda siento que sólo puede resultar en la alienación de lo mejor de la derecha que si crea que la mejor manera de beneficiar a todos, y que más personas salgan de un estado de pobreza es a través de la libre empresa, el mercado y la modernidad.
¡Bueno!, la vida del bloguero está resultando a la vez más interesante y complicada que cuanto imaginé al meterme en estas lides... Ahora tenemos que el lector, lejos de quedarse tranquilo con la respuesta del artículo, termina por hallarle nuevos errores y ratificar su postura anterior... Pues, de entrada, ¡bienvenidas sean las divergencias, los desacuerdos y la pluralidad de ideas en un ambiente ciberdemocrático!, a la vez que, despuesito de la entrada, dejo constancia de mis dudas acerca de si continuar la polémica con nuevos comentarios, con algún nuevo artículos y/u otros canales. Ya, buscando el medio, y talvez la salida, adelanto algo de mi respuesta: creo que, efectivamente, "lo que está ocurriendo es el resultado de proyectar en una sola dimensión lo que en realidad son posiciones políticas multidimensionales", pero con dos observaciones, gruesitas ambas: a) Esto es ni más ni menos que lo que hacemos a cada rato en el lenguaje: cuando decimos que una mujer es bella, lo que hacemos es "proyectar en una sola dimensión lo que en realidad son atributos multidimensionales", si nos gusta el equipo de Brasil..., por lo que cuando hablamos de izquierda, y ya nos referimos en este mismo artículo al "carácter resultante" de la apreciación, es claro que hablamos de una suerte de posición promedio, resultante o "proyectada en una sola dimensión"; y b)de lo anterior no se deduce que no existan muchas otras dimensiones, desde las éticas y estéticas hasta las civilizatorias, antropológicas, biológicas, anatómicas, bioquímicas, etc., a la par que las ya infinitas de espacio y tiempo, de donde se deriva que del hecho de afirmar que fulano es de izquierda, en el contexto "K", lo único que se deduce es que está, bajo la restricción de que tiene que haber un mínimo de libertad para expresar y defender sus ideas allí, a favor de un cambio sustancial de la realidad de "K", pero no, por ejemplo, que es una buena o regular o mala persona, o que tenga razón en equis o ye problema. El debate sobre las "dimensiones" que se cubren o abarcan con la distinción entre estos conceptos de izquierda y derecha, no puede desligarse del contexto en que se aplican. (Continúa).
ResponderEliminar(Viene). La mejor analogía que se me ocurre en este momento, a riesgo de que mi lector saque de aquí más leña para su candela, es ésta: si representamos la identidad humana como el contenido posible y conveniente de un vaso de 300 cc para quien tiene sed (de agua potable), en un contexto en donde está permitido llenar más o menos, y más o menos rápidamente, el vaso, entonces, la posición de izquierda es la que insiste en lo que falta para, y la urgencia de, llenar el vaso, mientras que la de derecha destaca la conveniencia de conservar y aprovechar lo que ya está vertido. Cuanto menos sea el agua vertida, digamos unos 10 ó 20 cc, y más lentamente marche el llenado, relativa -y subjetivamente, claro está-, más fácil será asociar, permaneciendo los demás factores constantes, las posiciones de derecha a cierta mezquindad por pretender frenar o dejar dicho llenado hasta donde esté; y viceversa, cuanto más lleno esté el vaso, pongamos unos 260 cc, más temerario o inoportuno será pretender llenarlo más o apurar su llenado, etc., y más difícil será asociar la posición de izquierda con la justicia, etc. Pero si el agua tiene veneno, si hay una prohibición de beber el agua en ese vaso, si se trata de vapor de agua, el vaso está roto, etc., la distinción no es aplicable. En el contexto de la humanidad toda, o de nuestros países digamos que subdesarrollados, en donde nos resulta obvio que las necesidades insatisfechas prevalecen marcadamente sobre los pocos logros acumulados (sin que eso implique que estos sean despreciables), nos luce que las posiciones de derecha inevitablemente tenderán a revestirse, y tanto más cuanto más extremas sean, de cierto halo de egoísmo (lo que no es sinónimo de "malo", al menos en la acepción binaria de este término), pero, para sacar una conclusión sobre este aspecto, hay que recurrir a otras dimensiones, pues la sola distinción entre derecha e izquierda es insuficiente. He tenido, y conservo, excelentes amigos de derecha, y hay individuos de izquierda en quienes no confío ni para ir a la esquina... En contraste, la distinción que propones, sólo en atención a las ideas sobre el mercado, y contraviniendo, incluso, la acepción política castiza de derecha como sinónimo de posición conservadora o de izquierda como no conservadora, me parece que se presta para demasiados enredos. Si te dejo en la misma, entonces veamos qué se nos ocurre para proseguir este interesante debate. ¿Y qué opinan los otros lectores?
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