martes, 11 de mayo de 2010

¿Qué son los Partidos Verdes?

Hace unos días un conocido dirigente de un partido de izquierda venezolano se refirió, en un ambiente público, a mi postura favorable al Partido Verde colombiano con la frase: "Esa gente no es de izquierda sino que está apoyada desde los Estados Unidos". Esto me hizo reflexionar, y motivó la elaboración de este artículo acerca de los orígenes y la inserción de los Partidos Verdes en el espectro político contemporáneo, que además será sucedido por otro, o tal vez otro par, acerca del significado de la condición de izquierda, o de derecha, en el mundo actual.

No es redun- dante empezar por señalar que es muy probable que los Partidos Verdes sean la corriente política contempo- ránea con raíces más hincadas en la problemática política del siglo XX y comienzos del XXI. Mientras que el liberalismo y el conservadurismo se originan en el siglo XVIII, al calor de las luchas por la superación del régimen monárquico-mercantilista-dogmático heredado de la Edad Media, en torno a los ejes Orden jerárquico versus Sociedad con libertades individuales, Pensamiento dogmático versus Criticidad científica, Poder absoluto y divino de los reyes y papas versus Soberanía popular, Autoritarismo versus Democracia, Técnica versus Tecnología, etcétera; y mientras que el socialismo y la socialdemocracia se conforman desde las perspectivas del siglo XIX, alrededor de los debates Capitalismo versus Socialismo, Clase burguesa empresarial versus Clase trabajadora proletaria, Democracia burguesa versus Democracia popular, Mercado autorregulador versus Planificación estatal, Libertad individual irrestricta versus Libertad individual con control colectivo, y otros; las definiciones ideológicas esenciales de los movimientos y partidos verdes se vinculan a problemáticas del siglo XX, y sobre todo de su segunda mitad, y emergen a partir de la ola mundial de movimientos diversos comúnmente asociados al Mayo 1968, la amenaza de una hecatombe nuclear, la emergencia de una contracultura, la denuncia de la Guerra de Vietnam, y afines.

El Partido Verde Europeo es actualmente, con 55 diputados, la cuarta fuerza política en el Parlamento Europeo, después del Partido Popular, los Socialdemócratas y los Liberales. En los Estados Unidos, sobre todo bajo el liderazgo del incansable Ralph Nader, y en Canadá, bajo el liderazgo del quebequés Paul-André Martineau, con posibilidades de convertirse en un venidero Primer Ministro de ese país, existen Partidos Verdes políticamente significativos. En Latinoamérica, que sepamos, existen Partidos Verdes con presencia política destacada en Argentina, México, y, sobre todo, Colombia. En esta hermana nación es bastante probable que tengamos pronto la experiencia, mundialmente inédita, y si el insaciable terrorismo abierto o encubierto colombiano no vuelve a hacer de las suyas, de un Partido Verde hegemonizando el poder ejecutivo.

Los llamados Cuatro pilares de los Partidos Verdes, a saber, Sabiduría ecológica, Justicia social, Democracia participativa o desde abajo, y No-violencia, que inicialmente fueron definidos por el Partido Verde Alemán, en 1979-1980, constituyen un intento por dotar de expresión política programática a ideas que fueron espontáneamente sustentadas por el movimiento de la juventud en los alrededores de 1968, que tuvo en Alemania uno de sus principales bastiones. De ninguna manera puede entenderse como casual que haya sido precisamente en esta nación, en donde tuvo lugar el más hondo choque generacional entre las generaciones de la guerra y las de la posguerra, que los partidos y movimientos verdes han adquirido la mayor presencia política. (En lo sucesivo, hablaremos de partidos y movimientos verdes para referirnos a las posiciones de esta corriente política, en general, y de Partidos Verdes, para aludir a las organizaciones políticas específicas con esta denominación o semejantes).

El plantea- miento de la Sabiduría ecológica, que en su versión restringida o ambienta- lista está directa- mente ligado a las inquietudes contra la contamina- ción del ambiente que se desatan, sobre todo, a raíz de la publicación, en 1962, de Silent spring, de Rachel Carson, y su crítica al uso indiscriminado de pesticidas como el DDT y otros contaminantes ambientales, por sus efectos nocivos sobre la flora, la fauna y la naturaleza en general, en el fondo, o en su versión amplia, contiene una crítica a la prepotencia científica y tecnológica que sirvió de soporte a la Guerra Fría, después del "exitoso" empleo de las armas atómicas en la Segunda Guerra Mundial. Tanto el socialismo a la soviética como el capitalismo a la norteamericana se hallaban entonces enfrascados en una carrera, continuadora de aquella entre los aliados, liderados por los Estados Unidos, y las potencias del Eje, comandadas por los nazis, por ver quien conquistaba, a punta de ciencia y tecnología, la hegemonía nuclear y espacial, antesala de la hegemonía política mundial, mientras que las corporaciones transnacionales, dueñas y señoras de los laboratorios de R&D, impulsaban la conquista de los mercados mundiales bajo la premisa implícita de que "lo artificial, grande y desechable es mejor".

La generación que vivió en carne propia la experiencia de la Segunda Guerra Mundial creyó que esta disputa Estados Unidos versus Rusia era la mera puesta en escena de la lucha del Bien contra el Mal, o viceversa -según la postura de cada quien ante la Guerra Fría-. No obstante, la generación siguiente, inspirada en un conjunto de pensadores, entre los que, sin ánimo de exhaustividad ni mucho menos, no deberían faltar Marcuse, Adorno, Horkheimer y los demás de la llamada Escuela de Frankfurt; Sartre, Lefebvre, Edgar Morin y otros, con enfoques críticos y venidos de la resistencia francesa antifascista; así como Schumacher (el de Lo pequeño es hermoso, 1973) y afines, en Inglaterra, y los aportes sobre los Límites del crecimiento (1972) promovidos por el Club de Roma y elaborados por la pareja de los Meadows y otros, en el Massachussets Institute of Technology, MIT, adoptó y le dio contenido político al tipo de pensamiento que luego se denominaría ecológico, y que de ninguna manera encaja dentro de los parámetros criobélicos. En buena medida, el pensamiento sobre el desarrollo económico sostenible, que se ha hecho lugar común en los organismos internacionales, ha sido fuertemente influido por esta perspectiva ambiental.

En cuanto a la Justicia social, este lineamiento, que obviamente es continuador de las milenarias luchas sociales en las sociedades de clases, y en particular de las luchas obrero-patronales de raigambre decimonónica, adquiere, sin embargo, a raíz de las luchas de Mayo 1968 y afines, el nuevo carácter de lucha contra toda forma de discriminación social basada en las clases sociales, el género, la raza o etnicidad, la cultura, la orientación sexual, y afines. Simone de Beauvoir, con su obra El segundo sexo, y Betty Friedan, con su La mística femenina, por citar sólo dos casos, contribuyeron decisivamente a la emergencia del movimiento feminista mundial durante los años sesenta y setenta, con frecuencia impulsado por la reivindicación del derecho al aborto y al goce sexual, que vino a reeditar y profundizar las luchas de las sufragistas y afines del siglo XIX. Es muy probable que la transformación social, irreversible ya, mas todavía en curso, que ha llevado a la mujer a colocarse cada vez más a la par que sus congéneres masculinos sea la más grande revolución desde la instauración de las sociedades de clases hace algunos miles de años. El movimiento afroamericano por los derechos civiles, o movimiento del poder negro, bajo el liderazgo de Martin Luther King y otros, aun con sus antecedentes en los cincuenta -Rosa Parks, etc.- también se desarrolló esencialmente a partir de la década de los sesenta. Los movimientos contemporáneos de derechos humanos, de los homosexuales y afines, de los minusválidos, y otros movimientos análogos contemporáneos, también se inspiran en este lineamiento asumido programáticamente, más que por ninguna otra fuerza política moderna, por los Partidos Verdes. Más aún, desde esta perspectiva, que en buena dosis coincide con la adoptada por este blog, la explotación tradicional, y las consiguientes disparidades en la distribución de la riqueza en las sociedades contemporáneas, es vista como un caso particular de discriminación social, ligado a la debilidad de las instituciones y al desarrollo desigual de capacidades entre los sectores más fuertes y los más débiles.

El enfoque de la Demo- cracia participa- tiva o desde abajo (grassroot democra- cy), también está profunda- mente enraizado en los planteamientos de los nuevos movimientos políticos de los sesenta y setenta. Este enfoque es derivado de la crítica al totalitarismo, inherente tanto al capitalismo transnacional salvaje como al socialismo a la soviética, y ha sido constantemente profundizado a través del desenmascaramiento de todas las formas de autoritarismo, burocratismo o cientificismo presentes en las sociedades modernas. Frente al enfoque centrado en el control del aparato de Estado, y a menudo en la dictadura del proletariado, propio de las izquierdas marxistas-leninistas -o sea, estalinistas-, los movimientos de la Nueva Izquierda, Mayo 1968 y semejantes propugnaron la contestación, es decir, la crítica radical de todas las estructuras sociales opresivas de la sociedad moderna, caracterizadas como el establecimiento o sistema. Los movimientos de la juventud de entonces, a los que ya nos hemos referido en nuestros artículos sobre la generación transnacional del '68 y la generación latinoamericana del '68, arremetieron contra tal statu quo. Desde los más espontáneos, el movimiento hippie, el movimiento de contracultura o el de París-mayo, hasta organizaciones como las SDS estadounidense (Students for a Democratic Society) y la SDS alemana (Socialisticher Deutscher Studentenbund) y muchas más, todos coincidieron en desenmascarar las formas modernas de la opresión, la explotación y la alienación, y en abogar por una profundización del concepto y las prácticas de la democracia tanto en el Este como en el Oeste. Entre los pensadores que más influyeron sobre los jóvenes contestatarios que entonces fuimos, cabe citar, además de los nombrados, a Eric Hobsbawn, Perry Anderson y otros de la nueva izquierda británica; C. Wright Mills, Tom Hayden, Angela Davis, Noam Chomsky, Mario Savio, Robin Blackburn y afines, generalmente ligados a la llamada Nueva Izquierda, New Left, estadounidense; Roger Garaudy, Louis Althusser, Nicos Poulantzas y otros disidentes del Partido Comunista Francés; Jorge Semprum, Fernando Claudín y otros españoles disidentes del Partido Comunista Español; Rossana Rossanda, Lucio Magri y otros italianos del grupo Il Manifesto, disidentes del Partido Comunista Italiano; Alexander Dubceck y demás líderes de la Primavera de Praga o Checoslovaquia 1968, disidentes del Partido Comunista Checoslovaco; y muchos otros. La idea de la profundización de la democracia, mucho más allá del mero derecho al voto, definitivamente tiene sus principales facturas en el siglo XX; y, en buena dosis, los planteamientos vigentes acerca del respeto a la diversidad cultural y étnica deben mucho a este concepto radical de la democracia. Asimismo, nos luce claro que el actual movimiento de medios de comunicación alternativos es también ideológica y tecnológicamente tributario de esta ideología repensadora de la democracia.

En Latinoamérica, dada su secular debilidad teórica, y enfrascada como estaba en algunas de las principales batallas de la Guerra Fría, con Cuba y Chile a la cabeza, la mayoría de los movimientos juveniles, inclusive del calibre del movimiento estudiantil mexicano, aplastado por la Masacre de Tlatelolco, tuvieron que hallar su inspiración bien en intelectuales foráneos o bien en interpretaciones simbólicas de figuras como la del Che Guevara. En Chile, no obstante, se contó con el pensamiento socialista avanzado de Salvador Allende, y en Venezuela, por citar otro caso, hubo una importante disidencia del Partido Comunista de Venezuela, con políticos como Teodoro Petkoff, y su leída Checoeslovaquia: el socialismo como problema (1969), Alfredo Maneiro y Freddy Muñoz.

Finalmente, el pilar de la No-violencia, que además de sus raíces cristianas y religiosas en general, tiene sus más claros antecedentes políticos en el movimiento opositor a la Guerra de Vietnam y en el ya mencionado movimiento por el desarme nuclear -en el que por cierto se origina el que seguramente es el símbolo más universal de los movimientos pacíficos, creado en Inglaterra, a fines de los cincuenta, a partir de las letras "N" y "D" (Nuclear Disarmament) del alfabeto de semáforo o de banderines-, liderado sobre todo por Bertrand Russell, y que adopta los enfoques desarrollados por el movimiento de Gandhi en la India, pero también de muchos otros pacifistas como Albert Einstein, Albert Schweitzer, Martin Luther King, Nelson Mandela, y, ya de los nuestros, el inmortal John Lennon. De todas las corrientes políticas contemporáneas, y pese a que sus dirigentes han sido objeto de no pocos crueles atentados criminales, los Partidos Verdes son las fuerzas políticas de nuestros días que más sólidamente han enfatizado su compromiso con la vía pacífica hacia la transformación social.

Y, por si no fuesen suficientes las raíces críticas o de izquierda del movimiento de los Partidos Verdes, que hemos señalado, entonces quizás los siguientes hechos completen nuestra argumentación. Daniel Coh-Bendit, el actual líder del Partido Verde en el parlamento europeo, a menudo llamado Dany el Verde, es el mismo Dany el Rojo del Mayo francés; a sus posturas actuales, llamadas por él "liberal-libertarias" y consideradas ambiguas, eclécticas o de centro por muchos, pues incluyen una aceptación de la insuperabilidad del capitalismo en el corto o mediano plazo, las vemos como una aceptación realista de la dinámica de la sociedad contemporánea y un corolario obligado de su postura no-violenta.

Joschka Fischer, probablemente el político verde más conocido en Europa y quien fue Vicecanciller y Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, durante el período 1998-2005, en la época de Gerhard Schröder, fue un activista del movimiento estudiantil alemán de fines de los sesenta, compañero y discípulo de Rudi Dutschke, que, ante la ola de crímenes y provocaciones de la extrema derecha alemana, enfrentada por el terrorismo urbano de extrema izquierda, optó por la vía de la lucha pacífica y por impulsar la fundación del Partido Verde.

Y, finalmente, pero no por ello menos importante, está la gigantesca figura intelectual y política de Rudi Dutschke, el principal dirigente del movimiento estudiantil alemán de los sesenta y setenta, y a nuestra modesta opinión, el más lúcido dirigente de su generación, quien murió a consecuencia de las secuelas del atentado criminal que sufrió, con un tiro en la cabeza, en 1968. En medio de su prolongada convalescencia y casi agonía, Rudi, que de no ser por la barbarie que se le interpuso era el más firme aspirante a sucesor de Marcuse, tuvo tiempo, sin embargo, para impulsar la creación del Partido Verde en 1979-1980, y formular, para la posteridad, y oponiéndose a la acción suicida y desesperada de los grupos guerrilleros urbanos alemanes -que, entre otros propósitos, querían vengar el atentado contra el propio Dutschke...- como la Facción Armada Roja (Rote Armee Fraktion) o Grupo Baader-Meinhof, la política de impulsar "una larga marcha a través de las instituciones" que, a fin de cuentas, está en la médula de todas las políticas verdes y es la razón principal de su incomprensión por los políticos tradicionales. Vaya entonces para él, desde aquí, esta ciberflor.

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