Hace unos cuantos artículos, durante el primer semestre del año, recibí un vendaval de críticas porque no me estaba ocupando de la realidad venezolana, que si me evadía por las ramas de América Latina, que si estaba ocultando no sé que chavismo vergonzante, que si el pato o la guacharaca. En respuesta a los comentaristas, y recordando aquello dicho en algún lado por Saramago de que en la escritura de los blogs los lectores lo ayudan a uno a escoger el camino, decidí alterar el plan que tenía, de atender primero, o en una primera aproximación, las problemáticas de las necesidades y la evolución histórica del subcontinente latinoamericano, para luego entrarle con más profundidad a los asuntos venezolanos. Así pasé a ocuparme, con una especie de Plan B, directamente de estos.
El resultado ha sido que después de ocho artículos, los anteriores, con fecha de julio, en donde me exprimí mi coco liso para expresar mis más valiosas ideas acerca de lo que nos pasa social y económicamente a los venezolanos, resulta que, a excepción de cinco comentarios de Edgar Fernando, dos del Nefelibata y dos de un Anónimo medio jodedorcito y grosero él, los lectores, cuando esperaba alguna señal de reconocimiento por haberme ocupado de lo que me pedían, y tomar estos comentarios en cuenta en el abordaje de la coyuntura y el momento político -pues como no me canso de decirlo, para mí la política es una mediación entre los anhelos de libertad y las necesidades reales-, no han dicho ni esta tecla es mía..., y hasta me cansé de esperarlos.
También es cierto que todos mis asesores informales han coincidido en recomendarme que le ponga un parao a las digresiones sobre el blog mismo, para concentrarme en los temas más sustantivos, pero resulta que a veces el corazón de uno no es tan resignado o chiquito como quizás, y de vez en cuando, se desearía, y entonces provoca preguntar: ¿y para qué, entonces, tanta alharaca sobre la atención a la cuestión nacional venezolana? ¿Es que acaso los ocho artículos de marras no se meten con el meollo de nuestros problemas, vale decir con nuestras enfermedades estructurales e históricamente heredadas, con nuestra improductividad, nuestro inmediatismo y vivalapepismo, nuestra dependencia de la renta petrolera y nuestra pobreza? ¿O acaso fueron conchas de ajo los lineamientos generales acerca de qué hacer en medio de tan angustiosa situación? ¿Qué es lo que ha pasado, pues, mientras tanto, resulta que las visitas al blog no sólo no han decaído sino que ya van por un promedio de veinte diarias, con picos hasta de cuarenta, incluyendo, para otra sorpresa del dizque bloguero, un significativo número de visitas en México, Colombia, Estados Unidos, España, Argentina, Chile y Perú [pues ahora resulta que los simpáticos de Blogger han puesto a disposición de sus blogueros nada menos que un mapamundi de las visitas, en distintos lapsos, que lo hace sentir a uno cual director de un New York Times cualquiera y ojalá que no los extravíos de un El dictador de Chaplin, solazado en sus caricias al globo terráqueo...]? ¿Por qué tanto silencio?
[Cuatro hipótesis: A: Los lectores están madurando sus reflexiones sobre artículos particularmente densos, y algún día los comentarán; B: A la mayoría de los lectores sólo les interesa participar en un festival de banalidades sobre Chávez y sus ocurrencias, y no tienen interés por discutir los asuntos de fondo de Venezuela; C: Los lectores son gente muy ocupada y cosmopolita que demasiado hacen con meterse al blog y leer los artículos para que encima se les pida que escriban sobre lo que opinan de esos; D: Esto del mundo virtual y de la fulana blogsfera como que es muchísimo más peliagudo y complejo que como Transformanueca y su personal se lo imaginaban...] (E iba a seguir por aquí pero sentí como un templón virtual de orejas, así que... ¡bloguero al grano!)
Tras lo dicho en los ocho artículos anteriores sobre Venezuela debería ser redundante empezar por recalcar que estamos archiconvencidos de que nada de lo que se diga, haga, proponga, afirme o discuta sobre Venezuela carece del más mínimo valor si no se toma en cuenta que nos hallamos al interior de una severa crisis nacional, inmersa en una crisis latinoamericana, a su vez sumida en una de la Civilización Occidental, y de remate por lo menos flotante en otra del planeta Tierra, o sea, algo así como una crisis cuadrática. En tal y tan cuádruplemente crítico contexto, la búsqueda de una brújula que nos oriente o de un Norte, Sur, Este u Oeste que nos guíe, es de la más trascendental e impostergable importancia: absolutamente nada ganamos con darnos prisa para llegar a donde no tenemos nada que buscar.
En tal situación, consideramos que el más importante debate que los venezolanos tenemos, desde ante nuestras narices hasta en nuestros horizontes mediatos, no es otro que el de qué modelo, sistema o proyecto de país queremos impulsar. Y para que no se diga que andamos con ambages, subterfugios o escapismos, diremos por todo el cañón, o sea claro y raspao al decir criollo -ahora adoptado por Tal Cual de Teodoro-, que consideramos que del mercantilismo o premodernismo en que estamos estancados es absolutamente imposible salir hacia un socialismo de una vez, y que no tenemos otra opción sino la de modernizarnos y avanzar, tan acelerada, lúcida e inspiradamente en el futuro como podamos, hacia un verdadero capitalismo, tal y como lo están haciendo todas las naciones del planeta, con las únicas dos versiones rezagadas y extraviadas todavía en la Guerra Fría, y todo indica que prontas a rectificar, de Cuba y Corea del Norte.
Pretender, como lo está proponiendo el gobierno, la construcción de un socialismo a partir de un grado de desarrollo absolutamente incipiente del capitalismo venezolano, o defender por mampuesto, como a menudo lo hace la oposición, la mera restauración del orden anterior a Chávez, no son sino maneras de contribuir, directa o indirectamente, a la perpetuación de un statu quo mercantilista o esencialmente precapitalista y hace tiempo enfermo y agotado, que amenaza con convertirnos en pocas décadas en la nación hazmerreir de América Latina: fuerte candidata a volverse la más atrasada luego de haber sido, hasta los sesenta, la supuestamente más adelantada.
Y esto no significa, como quizás algunos se empeñarán en demostrar, que el capitalismo sea el sistema non plus ultra de la historia, ni mucho menos, sino simplemente que lo vemos como una especie de adolescencia insalvable en el camino desde nuestra actual niñez productiva y social hacia nuestra madurez productiva y social. O, tampoco, sino todo lo contrario, que consideremos inevitable embarcarnos a construir las variantes más salvajes y explotadoras del capitalismo reaganiano o bushiano, cuando tenemos a la vista la experiencia de toda Europa, y especialmente de los países escandinavos, de Canadá y Australia, cuando menos, y cuidado si hasta Japón, y aun China, que están demostrando fehacientemente que es posible avanzar por los caminos del capitalismo con una clara vocación de justicia social que poco a poco va erosionando -de manera análoga, aunque sin el componente de lucha de clases o de dictadura del proletariado, a como esencialmente lo supuso el propio Marx- la racionalidad individualista e inevitablemente despiadada del capitalismo, pero lamentablemente necesaria para despertar los afanes productivos y de superación de la población. (Y reto a muchos académicos de izquierda, amigos unos cuantos de ellos, acostumbrados a despachar, desde la comodidad de sus cátedras, treinta y cinco años de denodado y sacrificado esfuerzo intelectual de Marx, y doscientos años de historia del capitalismo, a demostrar con argumentos, y no con frasecitas para estudiantes o auditorios cautivos, tales como que ésa es una concepción lineal o determinista de la historia, la falsedad de la anterior aseveración).
Sea desde el liberalismo, el marxismo, el cristianismo, el conductismo, el existencialismo, el humanismo, el erotismo, el posmodernismo o desde donde nos plazca pensarlo, es absolutamente imposible convertir, de un solo pencazo, a un pueblo estructuralmente hambriento, harapiento, 'intemperiento', por poco macilento de tanta hambre acumulada, y plagado de necesidades insatisfechas de toda índole, en un pueblo capaz de volcarse, como lo está diciendo la propaganda oficial junto a la factura de cada una de las arepas socialistas que se venden a Bs.7,50, a darle de cada quien según sus capacidades a cada quien según sus necesidades.
Este exabrupto está siendo propuesto por el gobierno, sin que la derecha aporte tesis superadoras y no meramente negadoras de lo que dice Chávez, y con el beneplácito o silencio de al menos miles de militantes de izquierda. ¿Cómo pueden callarse ante este proyecto en el mejor de los casos quimérico y que en el peor bien puede conducirnos a la guerra civil de la que por poco nos escapamos en 2002-2004? ¿Cómo pueden estar hablando de socialismo en Venezuela quienes, como mínimo, deberían haberse estudiado completo el Manifiesto del Partido Comunista (1848, cuando Marx no había cumplido los 30 años), en cuyas primeras páginas ya se lee clara y meridianamente que "la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario", que "... una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores...", que la revolución se plantea cuando "... la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. [Y] las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno...", y así sucesivamente a todo lo largo y ancho de esta, la más inmadura y juvenil de todas las grandes obras de Marx y, por supuesto, absolutamente en todo el resto de su obra madura? ¿Dónde están, en Venezuela, esa demasiada civilización, esa demasiada industria y esa demasiada productividad? ¿No será que esta extrema izquierda en el poder está adoptando, cuarenta años después, la tesis de Teodoro Petkoff en ¿Socialismo para Venezuela?, que en la Causa R nunca compartimos y de la que él se ha retractado, aunque, como se lo he reclamado en persona, pues soy su amigo, no de manera lo suficientemente explícita?
No se puede, o al menos no en nombre de ningún marxismo, salvo la caricatura stalinista de la ya tergiversación leninista del marxismo, plantear la idea de un socialismo sobre las bases de una sociedad con fuerzas productivas no sólo inmaduras capitalistamente hablando, sino esencialmente mercantilistas y con serios resabios latifundistas o feudales, y, como si fuese poco, plagadas de facilismo, inmediatismo, rentismo y corrupción. En ninguna parte de la obra de Marx se encuentra un asidero para este despropósito, y menos en su obra madura, en donde merecen mención especial la Contribución a la crítica de la economía política (1859, a los 41 años de Marx), ya en cuyo prólogo se lee que: "... en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. [...] El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social...".
Esta última idea, especie de Leitmotiv de Marx, se repite una y otra vez en los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador), (1857-1858, 3 tomos, publicados sólo en 1939-1941), comúnmente conocidos como los Grundrisse, la única obra sobre económica política verdaderamente completa y escrita por el propio Marx. En las Teorías sobre la plusvalía (1862-1863, a los 44-45 años de Marx, 3 tomos, publicados inicialmente por Kautsky en 1905-1910); y, por supuesto, en su obra magna, aunque lamentablemente incompleta, El capital (1867, a los 49 años de Marx, tomo 1; 1885, dos años después de su muerte en 1883, a los 65 años, tomo 2; 1894, incompleto y rematado por Engels once años después de su muerte, tomo 3; e incluso su llamado Capítulo VI, publicado sólo en 1933). No hemos encontrado, en ninguno de estos diez tomos -que, por si acaso, aclaramos (no vaya a ser que el Presidente se entere de la existencia de este blog y entonces nos mande, de penitencia, a leer el Manifiesto...) hemos estudiado a fondo desde antes de 1980, cuando teníamos menos de treinta años-, que constituyen lo esencial de la obra madura de Marx, ni una frase que contradiga o ponga en duda, su tesis central de que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo es una condición sine qua non para cualquier edificación socialista.
Lamentablemente, la idea de un "socialismo" como sinónimo de comida barata y de atención a las necesidades de la población pobre sin ninguna contraparte productiva, sino como mero reparto estatal, está siendo utilizada como propaganda electoral oportunista, que a la larga no hará sino contribuir a adormecer aún más el afán de superación y de desarrollo de sus capacidades de nuestra población pobre, a quienes se les está haciendo creer que su pobreza y la de sus antepasados es una patente de corso que les da derecho a recibir sin producir. El gobierno, en su propaganda, está identificando irrespon- sablemente capitalismo con especulación alimentaria, cuando resulta que los costos que, por ejemplo, reseña en sus análisis de costos de una arepa están basados en la productividad de una de las escasas empresas verdaderamente capitalistas con que contamos, la Polar, quien produce, a un costo cercano a una locha (Bs. 0,125) por arepa, 42 millones de los 56 millones de arepas que los venezolanos nos comemos cada día, a un promedio aproximado de dos per cápita; y que la mayoría de areperas, de ésas que cobran abusivamente hasta Bs. 30,00 por una reina pepeda, lejos de ser empresas capitalistas son expresión del más burdo mercantilismo especulativo, que no invierten jamás en ciencia, en tecnología, en productividad o en capacitación del personal (costos estos que, por supuesto, no aparecen en los análisis desplegados públicamente por el gobierno, pero que, así como una compensación del riesgo asumido -que en Venezuela es enorme, incluyendo el de que en cualquier momento haya un atraco o secuestren al dueño o al hijo del dueño de la arepera-, son esenciales en empresas verdaderamente capitalistas, digamos, al estilo de un McDonald's).
No nos cabe duda de que los aparentes éxitos de esta política por el actual gobierno se revertirán tarde o temprano hasta convertirse en dificultades adicionales para cualquier transformación seria de la sociedad venezolana, por no decir que podrán incluso funcionar como una especie de vacuna antisocialista, y ojalá y algún dios quiera que no sirvan como caldo de cultivo para algún fascismo, pues este, como lo bien lo ilustran los casos de Alemania y de Italia, y también de nuestro Chile (el único régimen fascista propiamente dicho, y no simplemente dictatorial o gorila, que hemos conocido en América Latina), y, en menor medida en Argentina y Brasil (como reacción a ciertos populismos), siempre se ha edificado sobre la base del derrumbe estrepitoso de las fantasías "socialistas" o repartidoras de riqueza a troche y moche como remedio a la pobreza.
Lo repetimos otra vez: el socialismo es impensable a partir de la miseria y sólo es factible sobre la base de la abundancia de riqueza social; cuando esta condición se da, tal y como está ocurriendo ya en varias decenas de naciones en el globo, de las que a cada rato hemos mencionado en el blog, entonces el socialismo, o cuando menos cierto altruismo o sentido de solidaridad social, comienza a brotar hasta espontáneamente en el seno de la sociedad capitalista, según el estilo de la magnanimidad que se ha apoderado de Bill Gates, quien se ha convertido en un filántropo a decdicación exclusiva, se ha retirado de los negocios, no tiene ya ni las llaves de Microsoft y se ha planteado -no importa si esto le parece un chiste a cierta izquierda troglodita- la pelusa de devolverle, con el pleno apoyo de su mujer Melinda y de su padre, toda su riqueza a las sociedades que más lo necesiten.
Esto no tiene vuelta de hoja, y nos despedimos con la más completa y genuina cita marxista sobre el tema de las condiciones para convertir en realidad la premisa del "a cada quien según sus necesidades", tomada de las Glosas marginales al Programa del Partido Obrero Alemán, comúnmente conocidas como Crítica del Programa de Gotha, escrito por Marx a los 57 años, seis antes de su fallecimiento, y publicado sólo en 1891; seguida de la interpretación que el gobierno está haciendo de esta idea, con su anexo de arepas baratas socialistas.
"... El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural por ella condicionado.
En la fase superior de la sociedad comunista [según una acepción de este término hoy perdida para siempre, después del desastre comunista staliniano, añadido nuestro], cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo del individuo en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual según su capacidad; a cada cual según sus necesidades!".