martes, 6 de julio de 2010

Pero hay una Venezuela sana en el vientre de la enferma

Aunque las primeras miradas ponen de bulto la existencia de una Venezuela enferma y disociada, con dos economías, dos culturas, dos territorios, dos aparatos mediáticos, dos sistemas educativos... y dos proyectos políticos antagónicos dotados, cada uno, de su stock de viernes, caracazos, golpes de Estado, deslaves, referendos revocatorios, referendos constitucionales, y hasta interpretaciones constitucionales y mares de la felicidad, cuando observamos con mayor agudeza descubrimos una especie de residuo que no encaja en ninguno de los polos disociados, como si hubiese otra criatura en los intersticios de la disociación, o si esa Venezuela decadente estuviera preñada de otra. En esta segunda tesis sumaria e introductoria sobre Venezuela, exploraremos la naturaleza de ese residuo, cuya magnitud real va mucho más allá de su aparente insignificancia, puesto que bajo él subyace todo el tejido del país sano que ha logrado bien permanecer inmune, tras siglos de devastación, destrabajo y rapiña, o bien emprender, embrionariamente, un proceso de transformación real de la Venezuela enferma.

Intentaremos demostrar, además, que en el reconocimiento, articulación y potenciación de este tejido sano está la clave para encontrar un nuevo rumbo factible para la nación, y que este tejido no sólo consiste en algo distinto de la polarización entre establecidos y excluidos, que actualmente nos corroe, sino que se desprende de una lógica diferente. El punto de vista superador que nos proponemos defender aquí no es el de la inclusión versus exclusión al interior de una Venezuela premoderna, mercantilista, dependiente, rentista... e inviable, sino el de la transformación profunda de esa Venezuela estructuralmente obsoleta en otra realmente moderna, y con perspectivas de superar la modernidad misma a largo plazo, en donde haya espacio para todos. De donde se deriva que, para nosotros el enfoque transformador, como lo hemos venido sustentando desde que arrancamos este blog (véase, por ejemplo, el artículo "El enfoque transformador para armar nuestro rompecabezas latinoamericano"), es previo y privativo ante cualquier enfoque meramente "incluidor", ya sea del tipo conformador, basado en la adopción de modelos liberales de consolidación de la dependencia y maquillaje de la Venezuela agonizante, o ya del tipo anticonformador, inspirado en la idea de hacer tabla rasa con la sociedad existente y adoptar el modelo "socialista" cubano o sus variantes.

Y aquí va, sin más preámbulos, nuestra segunda tesis.

Segunda tesis: La aguda polarización política actual, el síntoma más visible de la enfermedad que padecemos, impide ver que la sociedad venezolana está también preñada con una criatura y tejidos sanos

En el ring social visible de la conflictiva Venezuela contemporánea se hallan dos contendores principales: por una parte, una alianza social de herederos de amos del valle, comerciantes especuladores, terratenientes improductivos, patronos desalmados, excontratistas y exfuncionarios corruptos, egresados universitarios socialmente insensibles, empleados y trabajadores sindicalizados burocratizados, profesores y maestros repetitivos, estudiantes caletreros, y, en general, estamentos de viejo cuño y sectores tradicionalmente privilegiados de variada índole, por décadas habituados a medrar de, y considerar como suya o potencialmente suya, la fácil renta petrolera, provistos de una cáfila de politiqueros que, a conciencia o con escasez de ella, han venido defendiendo sus intereses y permiténdoles captar los necesarios votos de incautos para ganar elecciones, versus, por otro lado, una población marginalizada que nunca pudo accesar al establecimiento de una sociedad cerrada y con escasas oportunidades de superación, crónicamente desempleada o subempleada, escasamente capacitada, resentida, ahita de penurias y necesidades insatisfechas, ancestralmente excluida y ahora representada y armada con su propio batallón de funcionarios públicos y militares, representantes y vociferantes tribunos prestos a quitar a los de ayer para ponerse ellos, que se siente con derechos a recuperar en poco plazo, sin mayores esfuerzos y de ser preciso por la fuerza o con una mínima legalidad, los bienes y servicios que le habrían sido negados por décadas o siglos.

Lejos de un proceso de edificación social sobre la base del desarrollo de fuerzas productivas, participativas o creativas reales, nos topamos con un torneo de fuerzas improductivas, conservadoras o arribistas, sin imaginación o plagadas de fantasías, y lideradas ambas por artistas de la manipulación. Estamentos privilegiados versus muchedum- bre empobreci- da, o estable- cidos versus excluidos, pareciera ser el título del combate central, ante el cual todos los demás reclamos y conflictos, incluyendo la lucha de clases entre verdaderos burgueses y verdaderos proletarios, rezada en los textos marxistas clásicos, quedan relegados a un segundo plano. La marcada conflictividad, irracionalidad e intolerancia que azota las discusiones políticas cotidianas, y que ya ha comenzado a hacerse sentir en este mismo blog, a medida que nos metemos con la problemática venezolana inmediata, tiene como telón de fondo una disputa ciega por el reparto de una casi misteriosa riqueza que emana del Estado y, para efectos prácticos, es tratada cual maná que cae del cielo.

En el fondo, los dos polos, aparentemente tan irreconciliables, son las dos caras de una misma Venezuela premoderna y fóbica ante la modernidad real, o sea, los síntomas disociados de una misma sociedad enferma, que sólo sobrevive gracias a la morfina o el oxígeno artificial que le brinda la renta petrolera, y de allí que la disputa a muerte por esa renta sea la obsesión característica de ambos polos. Sólo a manera de botón de muestra, queremos observar ante los lectores críticos que buena parte de los ataques más acerbos recibidos hasta la fecha, tanto en el plano cotidiano político como en este blog, proceden de exponentes de dichos polos, quienes, curiosamente, parecieran coincidir cuando de defenderse ante racionalidades intrusas se trata. (Fenómeno que, no sobra observar, nos ha resultado familiar a todo lo largo de nuestra modesta, pero no despreciable, participación en la escena política nacional: llegadas las cosas a las chiquitas, los representantes de los sectores de extrema derecha fácilmente se ponen de acuerdo con sus colegas epistemológicos de extrema izquierda para enfrentar, como lo hicieron con nuestra expulsión de la Universidad Central hace unos cuantos años, a quienes reconocen como outsiders...).

La situación nos recuerda las trifulcas y sus conatos que muchas veces hemos presenciado -y algunas contribuido a superar- en mostradores de aeropuertos, taquillas de entrada de teatros, colas de camionetas por puesto, supermercados con artículos escasos, accidentes con motorizados en la vía, daños en edificaciones, y afines, es decir, situaciones de crisis cuyas causas resultan incomprendidas. Allí tienen lugar enfrentamientos entre quienes, por distintas razones, se sienten o se creen -porque llegaron primero, tienen mejores palancas, gozan de un estatus social más elevado, etc.-, con más derechos que los otros a optar por las escasas plazas, oportunidades, reparos o bienes disponibles, y quienes, bien porque llegan tarde, porque se sienten desplazados o discriminados, o simplemente creen que con presión o forzando la barra tendrán más chance de obtener lo suyo, deciden batirse contra el poder de los primeros.

En tales circunstancias, la propensión a irse a las manos está siempre latente, y sólo la intervención de fracciones que coherentemente demuestran la legitimidad de sus derechos y/o de algún mediador, o de alguna autoridad, líder o representante del ente que distribuye el servicio o bien, estableciendo reglas o pautando soluciones razonables, suelen ser los mecanismos para apaciguar los ánimos caldeados; y viceversa, la apatía de los derechantes y/o la parcialización e indolencia de mediadores u organizadores actúan como disparadores de conductas irracionales, que no pocas veces han desembocado en rupturas, golpes, pedradas, plomazos y hasta mierdazos (pues todo esto lo hemos visto desde en ambientes estudiantiles, sindicales y profesionales, hasta circunspectos inmuebles y colectivos de clase media...).

Durante la pasada crisis política de 2002-2003, e incluso antes, desde septiembre de 2001, constituimos un pequeño movimiento, sacamos y divulgamos algunos documentos, y acudimos a los medios de comunicación para, en medio de las burlas y chiflidos de extremistas de ambas polaridades, que se cansaron de tildarnos de ingenuos cuando no de bolsas y tontos útiles, proponer la figura constitucional del Referendo Revocatorio como vía para dirimir el enfrentamiento que nos asfixiaba y que por un tris no nos condujo a una guerra civil. Debemos confesar que, otra vez, tuvimos poco éxito, y que de no ser por la intervención, en 2003-2004, del Centro Carter, con el propio Jimmy Carter al frente, de la OEA, con su Secretario General César Gaviria, quien se instaló en el país durante meses con su Comisión Mediadora, y, sobre todo, pese a su bajo perfil, de los buenos auspicios de Lula, como máximo líder latinoamericano, no se hubiese llegado a la superación del aparentemente insoluble conflicto político, basado en la aplicación, en agosto de 2004, del... ¡Referendo Revocatorio!.

(Y, otra vez, curiosamente, y a riesgo de traer a colación recuerdos que nos acrediten al estatus de chochos: alguna vez adquirimos tanta experiencia en el desmontaje de estos encontronazos irracionales que, más de una vez nos fueron a buscar a la Facultad de Ingeniería para que fuésemos a servir, en otras facultades, de mediadores en conflictos entre facciones armadas de, por ejemplo, la Juventud Revolucionaria Copeyana, de un bando, y de Bandera Roja, por otro. Aunque también debemos admitir que, años después, ya comenzamos a saborear fracasos al pretender aplicar los mismos métodos pacifistas en el medio sindical obrero, para evitar, por ejemplo, enfrentamientos entre las bandas armadas de Acción Democrática, acaudilladas por Lucas Pérez, de un bando, y fracciones de izquierda del MEP y otros, organizadas en movimientos como el Movimiento de Trabajadores del Transporte, MTT, en el otro. En otra ocasión, en el medio profesional, debimos resignarnos a presenciar el destrozo del Colegio de Ingenieros de Guayana, en un acto político promovido por la Causa R, a cargo de bandas armadas sindicales de Acción Democrática... En los ambientes sindical, campesino y barrial venezolano es cosa corriente, desde hace muchos años, y con tendencia al agravamiento en años recientes, que se desprecie el debate, y que las elecciones y procesos políticos, o de contrataciones o negociaciones colectivas, se aderecen con cayapas, palizas, cabillazos y hasta asesinatos. De acuerdo a datos del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos, PROVEA, que circulan en Internet, sólo en 2009 fueron asesinados, en Venezuela, 29 sindicalistas y trabajadores...).

Al país lo vemos como a la deriva, marchando ciega y lenta, pero seguramente, hacia su degradación en un callejón sin salida; abonando el terreno para probables enlutamientos y tragedias futuras, aunque con reservas que nunca será tarde para reivindicar. No se trata de que en la sociedad venezolana presente no existan muchísimos venezolanos responsables, serios y honorables, desde empresarios, profesionales, gerentes, artistas e intelectuales, hasta dirigentes de la comunidad, trabajadores diversos, artesanos, vecinos, amas de casa, madres abnegadas, estudiantes genuinos, etc., sino de que estos están como pasivos, opacados y apabullados por los chillones, extremistas y arbitrarios. Como ya lo señalamos, desde ambos polos en pugna se ha generalizado el empleo del término nini, para denotar los especie de pendejos residuales que todavía no se han dado cuenta de cómo es que se bate el cobre y a quienes hay que sacudir de su letargo cuanto antes mejor. Se asocia la condición nini a la pasividad o la indolencia, a la inconsciencia o la confusión, mientras que la belicosidad de los oposicionistas versus oficialistas, alias escuálidos versus chavistas, o "con el proceso" versus "con la unidad", se reivindica como normal.

Cierto es que no será nada fácil construir una fuerza social y política al margen de la polarización presente, y que ya han ocurrido y siguen teniendo lugar, protagonizadas por ambos bandos -a la colombiana...-, muchas manifestaciones ilegales y actos reñidos con la constitucionalidad, tales como el desconocimiento de representantes populares legítimamente electos (desde el propio Presidente hasta el Alcalde metropolitano), intentos de organizar procesos electorales revocatorios al margen del CNE, la revotación de la elegibilidad continua que ya había sido rechazada, la manipulación de las circunscripciones electorales y la Ley de las Comunas, entre los recientemente más odiosos, pero de allí no podemos derivar, como ha querido hacerlo cierto oposicionismo, y también cierto oficialismo, que estamos ante un "régimen de facto" o "una subversión de facto". Y muchísimo menos podemos arribar a esta conclusión si quienes peroran sobre ilegalidad constitucional son los mismos que hace todavía pocos años, y sin que se hayan dignado a admitir sus faltas, pisotearon los textos constitucionales y estuvieron, ambos bandos, en 1992 y 2002, en los umbrales de un magnicidio. Si cada vez que alguien comete un delito, e incluso si comete muchos, vamos a concluir que ha sido abolido el Código Penal y que estamos al margen de la ley, estamos fritos y atrapados sin salida. Los evidentemente ilegales actos del actual gobierno o de buena parte de la actual oposición tienen que constituir un incentivo adicional para restaurar la majestad perdida de la Constitución y de la Asamblea Nacional.

Y lo mismo vale para el tráfico mafioso de alimentos y la especulación rampante con la comida, para el despelote disfrazado de soberanía alimentaria que estamos atestiguando, o para la arremetida contra el Grupo Polar, que es de lo mejor, más moderno y competente con que contamos para avanzar hacia cualquier desarrollo alimentario sustentable. Estos hechos tienen que conformar un desafío a la eficiencia, a la productividad, a la buena producción, conservación y distribución de los productos alimenticios, y no un pretexto para confiscar bienes de empresas productoras genuinas, o para volver a intentar tumbar el gobierno, por incapaz que sea, pues todo ello podría sumirnos en un peor caos alimentario o de cualquier otra índole, cuando no una anarquía a lo Rwanda, ante la cual el desorden que tenemos se convertiría en un recuerdo de armonía.

En todas las esferas sociales tenemos evidencias del mismo síndrome polarizante que oculta e intenta minimizar la importancia de los tejidos sociales sanos. Especuladores versus confiscadores, en el ámbito económico, que no dejan ver a los productores genuinos, tanto empresarios, como gerentes, profesionales, técnicos y trabajadores en general; tan mal estamos aquí que los sindicatos, y no pocos patronos, suelen ser enemigos de los programas de capacitación y elevación de la productividad, y si hay algún trabajador deseoso de aprender su oficio y superarse rápidamente es despedido ante la amenaza de que quiera hacer carrera en la empresa (lo que implica aumentos de sueldo, prestaciones, etc.), o tratado de esquirol y vendido al patrón por sus colegas del sindicato... En el plano cultural, son incontables, por decir algo, los verdaderos artistas desahuciados y en situación de penuria económica, sea porque no gozan del favor oficial o porque compradores públicos o privados de sus obras no se las pagan, o los intelectuales que intentan hacer carrera sin adscribirse a las poderosas toldas enemistadas; y hasta la Santa Madre Iglesia se involucra en las diatribas políticas del día a día... En la esfera mediática, no pocos hablan de la desaparición del periodismo, pues la labor de informar con un mínimo de objetividad parece cosa del pasado, y sólo los palangristas vergonzantes o declarados parecieran tener sus trabajos asegurados. ¿Quién se acuerda ya de la época en que las noticias eran sinónimo de una mínima imparcialidad, y hasta era de rigor colocar en un recuadro o tipo aparte las opiniones del reportero o del entrevistador?... En cuanto al mundo educativo, que ya hemos dicho en otro lado que es más instructivo que cualquier otra cosa, los verdaderos maestros y estudiantes, los amantes del saber y el aprender, resultan opacados por los repetidores de textos y los afanosos de copiarse si es preciso y obtener sus títulos como sea... Hasta en la órbita de la ocupación del territorio: ¿Cuántos espacios hay en el país, y verdaderos empresarios dispuestos a valorizarlos, dispuestos para urbanizaciones y edificaciones racionalmente planificadas y con precios accesibles para la población trabajadora? ¿O es que acaso los inmuebles no pueden dividirse fácilmente entre los de precios exhorbitantes, no pocas veces inflados por el lavado de dinero de procedencia ilegal, y los informalmente construidos tanto en sus espacios como en sus materiales? ¿Quién dice que es falso que existen tanto especuladores de cuello blanco como invasores de cuello marrón especializados en construcciones en laderas de montañas, playas y quebradas inaptas para la construcción, incluso de acuerdo a ordenanzas vigentes?...

La polarización política actual, la más visible y evidente de todas nuestras asimetrías, no es sino la punta del iceberg de una mucho más profunda y vetusta polarización que recorre a lo largo y ancho toda nuestra estructura social. Y nuestra tesis segunda es la de que no es posible intentar superar tal polarización política si no se parte de tejidos sociales sanos, es decir, no afectados por los morbos generales que nos devoran.

En todos los casos, los rasgos distintivos, la piedra de toque para reconocer los rasgos de la Venezuela enferma en contraste con la sana son la actitud ante el trabajo y el conocimiento. Dondequiera que apreciemos valores y conductas de respeto al trabajo, por la adquisición de conocimientos, y al menos de tolerancia ante las opiniones ajenas, estamos ante las fibras sanas, mientras que allí donde reinen el rentismo, el facilismo, el inmediatismo, la improvisación, el amiguismo, el clientelismo, el fanatismo, el autoritarismo, el personalismo, el premodernismo, el elitismo, el marginalismo, y demás y demasiados ismos que nos acogotan, nos hallamos en presencia de la Venezuela enferma, no importa con que gorra o con que franela se nos presente.

Y, ¡ojo!, no se pierda de vista lo que dijimos arriba en cuanto a la racionalidad de esta distinción, o las lecturas de artículos que recomendamos en la entrada anterior: aquí estamos hablando de una estructura social, de valores, de comportamientos, de instituciones..., enfermos, no de individuos enfermos, y no es nuestra intención estigmatizar a, o negar la posibilidad de la superación de, nadie. Nuestras críticas, muchas veces nada suaves, a las políticas de Acción Democrática o COPEI, o a la actual oposición o al gobierno, no significan que creamos que todo lo que hagan la oposición o el gobierno está malo, y menos que sean moralmente malos los partidarios de uno y otro. Lo que deseamos resaltar es la existencia de prácticas y dinámicas viciosas en ambos polos, que no conducen a la superación sino al empeoramiento de nuestra ya agudísima crisis presente. Y es por esto que no quisimos abordar, desde el inicio de nuestro blog, la conflictiva problemática política vigente, sino que decidimos, y vamos a continuar haciéndolo, meterle una lupa potente a la problemática general de la transformación de capacidades en nuestros países, pues sólo así podemos apostar a una superación real de nuestros conflictos y contradicciones de hoy.

En la próxima entrega nos concentraremos en indicar algunos elementos que podrían servir de guía a la hora de impulsar un esfuerzo superador, basado en el deslinde de campos entre la Venezuela sana y la enferma, y apostarle fuerte a
la superación de nuestra grave crisis estructural.

4 comentarios:

  1. Llegadas las cosas a este punto, y en vista del silencio comentarista, me gustaría añadir un par de cosas: Si bien es cierto que la política de votos debe sufrir en todas partes de un cierto infantilismo que hace difícil la discusión de fondo de los problemas, si debería ser posible emblematizar de forma coherente y sencilla el tipo de posición estructural que se está sustentando aquí. Hay una cuenta que creo haber comentado anteriormente y que es muy sencilla: si mágicamente se repartiera la renta petrolera a todos los Venezolanos nos quedaría: 3 millones de barriles diarios, entre 30 millones de criollos para un total de 0.1 barriles por cabeza, que a $100 por barril serían $10 diarios por persona. Y si bien eso es mucho más que el ingreso de muchísimos compatriotas, también queda claro que eso sería siendo más o menos la misma pobreza, sin tomar en cuenta que para bien o para mal, ese es el dinero que hace funcionar lo poco que funciona en el país. A donde quería ir al inicio es que creo que hay que convencer profundamente a la población marginalizada que tanto éstos como los de antes les están vendiendo más o menos el mismo espejito de promesas que en el fondo no tienen ningún chance de ofrecerles una oportunidad razonable de futuro digno.

    En el fondo la consigna para la que hay que ganar a la gente es algo así como que "no se trata de quien gane éste juego, sino de jugar uno distinto" o algo por el estilo. Y como dice el título del artículo: claro que existen numerosos ejemplos de esos gérmenes de donde pueda nacer otro futuro, pero de lo que se trata no es de sumar fuerzas contra el otro como sea sino más bien de plantearse construir un plan incluyente de todos quienes estén dispuestos a que cambiemos, crezcamos y lleguemos a ser lo mejor de lo que seamos capaces. Y aunque parezca un disco rayado, en el meollo del asunto está el reconocer la necesidad centralísima de Transformar nuestras Capacidades.

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  2. Esto es un blog familiar con entrada libre?

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  3. Que cosa seria vale... me recuerdas demasiado a la gente que comenta en El Chiguire bipolar nada mas que para decir que llegaron de "Primero". Pero que vamos a hacer si o bien no tienes nada más valioso que decir o no te provoca compartirlo con la familia...

    Y por cierto, tanto como a tí parece ladillarte lo familiar, a mí me está ladillando el reino del anonimato. Y no creas... yo entiendo que es más fácil joder la pita que sustentar opiniones.

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  4. Al igual que a ti al gobierno tambien le "ladilla" el anonimato, y le ladilló a Perez Jimenez, a Betancourt, a Fidel ni te cuento. No te cito otros pero te sugiero piense a quién te quieres parecer.Por pura curiosidad ¿ Desde cuando no vas a la Plaza Bolivar?

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