viernes, 23 de julio de 2010

La economía venezolana (III): ¡Dale, dale! ¡Aquí es, aquí es!

Si bien es cierto que nuestra pobreza es el resultado de siglos de injusticias y que la ignorancia que padecemos deviene en buen grado de tal pobreza, lo contrario, como bien nos lo recalcaba nuestro Simón Rodríguez ("El hombre no es ignorante porque es pobre, sino al contrario", tomado de su Consejos de amigos dados al Colegio San Vicente de Lacatunga (Ecuador)), es también válido: la ignorancia no sólo engendra pobreza sino que actúa como un imán que atrae las injusticias.

En este artículo examinaremos con mayor detalle la distribución de nuestro ingreso, pero invitamos a nuestros lectores a no perder de vista ni un momento la bizarra estructura de capacidades productivas que hemos explorado en nuestras entradas anteriores, donde insistimos en que nuestro producto o ingreso per cápita es, antes que nada, la consecuencia de una muy desigual productividad de las ramas de nuestra producción, con fracciones petroleras que exceden muchas veces a las ramas no petroleras, y de una no menos desigual distribución de los niveles educativos efectivos. (En 2006, según las cifras del Banco Central de Venezuela y de los Indicadores de la Fuerza de Trabajo publicados por el Instituto Nacional de Estadística, a precios constantes de 1997, la productividad del sector petrolero venezolano fue más de dieciocho veces la del sector no petrolero. Estas desigualdades se repiten, en el plano del nivel educativo aparente, en donde, según nuestros cálculos, a partir de datos publicados por el INE, en 2006 casi el 40% de la fuerza de trabajo poseía estudios incompletos de primaria).

Para el mismo año 2006, que venimos examinando, pero esta vez a precios corrientes y con la moneda actualmente vigente, el Producto Interno Bruto de Bs.F. 393.926.240.000 se distribuyó, según cifras del Banco Central y en términos gruesos, así: 31% de remuneración de los asalariados, 49% de excedente de explotación para el capital, 9% en impuestos netos a los productos y 11% de ingresos mixtos (cooperativas, sociedades de personas, trabajadores por cuenta propia y afines) de los asalariados y el capital. Cerca de 6,3 millones de empleados y obreros, alrededor del 60% de la fuerza de trabajo ocupada, percibieron el 31% de ese ingreso; 3,8 millones de socios de cooperativas y sociedades civiles, y trabajadores por cuenta propia, el 36% de la fuerza de trabajo ocupada, percibieron el 11% del ingreso; mientras que cerca de medio millón de patronos y el Estado para sus gastos directos, menos del 5% de la fuerza de trabajo, percibieron casi el 60% del ingreso. Esto puede traducirse a términos de ingreso mensual señalando que en ese año 2006 el ingreso promedio de cada trabajador del 96% de la fuerza de trabajo fue de 1.334 Bs.F. /mes, mientras que el del 4% restante tuvo un ingreso de 38.860 Bs.F. /mes por cada patrón. O sea que, aproximadamente el 96% de la población productora, a la que gruesamente podríamos llamar "El Trabajo", percibió el 40% del PIB, mientras que el 4% restante de la población, incluyendo aquí al Estado, a quienes, sin mucho rigor, podríamos llamar "El Capital", percibió el 60% de dicho PIB. Estas proporciones están invertidas en relación a la distribución típica del ingreso en naciones modernas, en donde los trabajadores perciben hasta el 80% del ingreso, o más, y el capital el 20% ó menos.

Las cifras anteriores básicamente son compatibles tanto con las cifras aportadas por el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, para los hogares, en donde el 32% de hogares de mayores ingresos percibió, ese mismo año un ingreso mensual promedio de 1.832 Bs.F. /mes, mientras que que el 68% de los hogares sólo tuvo un ingreso mensual promedio de sólo 545 Bs.F. /mes; como con cifras arrojadas por estudios privados de mercado, como el Entendiendo al consumidor venezolano, ordenado, para ese mismo año de 2006, por El Nacional, que reveló un ingreso promedio de 3.006 Bs.F. /mes para los hogares de los estratos de altos ingresos (5% de la muestra estudiada, llamada el estrato AB), de 1.859 Bs.F. /mes para los de medianos ingresos (28% de la muestra, llamada el estrato C), y 977 Bs.F. /mes (67% de la muestra, estrato D), excluyendo de la muestra al estrato de menores ingresos o estrato E, supuestamente por carecer de interés comercial.

En un estudio más completo, adelantado por el Banco Central de Venezuela, la Tercera Encuesta Nacional de Presupuestos Familiares, publicado en julio de 2007, con base en datos de 2005 y una muestra estratificada y al azar de 9.210 hogares, estimó que el 6% de hogares de mayores ingresos percibió un ingreso promedio de 3.914 Bs.F. /mes, el 20% siguiente de 2.446 Bs.F. /mes, el 45% siguiente de 1.606 Bs. F./mes, el 27% siguiente de 933 Bs.F. /mes, y el 2% más pobre 456 Bs.F. /mes. El Índice de Gini (con valores en el rango [0,1], en donde 0 significa la equidad absoluta y 1 la inequidad absoluta), resultó ser, para ese mismo año 2005, de Gini = 0,4785, ligeramente inferior al calculado para 1997, que resultó ser de Gini = 0,4823. El decil más rico de los hogares, según este mismo estudio del BCV, tuvo un ingreso de 27 veces el del decil más pobre. Para ese mismo año de 2005, los Índices de Gini de países como Japón, Dinamarca, Suecia y Suiza estuvieron en el orden de Gini = 0,25 , la gran mayoría de países europeos nórdicos y ex-países del campo socialista exhibieron Ginis inferiores a 0,30 , mientras que el grueso de países latinoamericanos se ubicó por encima de un Gini = 0,50. Los Índices de Gini que revelan una mayor inequidad en el ingreso, a nivel mundial, se refieren, por lo general, al caso de países africanos, como Sierra Leona, Botswana, Lesoto y Namibia, y también a Haití y Bolivia, en el orden de Gini > 0,60. En los países con una más equitativa distribución del ingreso, como Japón, Suecia, Noruega, Finlandia o Alemania, el decil más rico sólo percibe menos de 6 veces los ingresos del decil más pobre.

En el Informe de Desarrollo Humano, publicado por el PNUD en 2005, los datos que aparecen sobre Venezuela son los de un Gini = 0,491 para 1998, y el de un decil más rico con 63 veces los ingresos del decil más pobre, que básicamente coinciden con los del Banco Central para ese mismo año. Esto sugiere, de ser confiables los mencionados datos publicados por el BCV para 2005, avances moderados en la distribución del ingreso alcanzada con las políticas del actual gobierno, lo que nos ha colocado entre los países con una mejor distribución relativa del ingreso en el plano latinoamericano.

Si se considera que 17% de la fuerza de trabajo laboraba en 2006 en el sector público, que por supuesto la totalidad de los impuestos y regalías son manejados por el Estado, y que la mayor parte de las grandes empresas capitalistas son estatales (con PDVSA a la cabeza), tenemos motivos para estimar que aproximadamente el 45% del ingreso total fue manejado directa o indirectamente por el Estado venezolano, de donde deriva su capacidad para incidir, sobre todo, en el mejoramiento de los niveles de ingreso de los estratos más pobres. Tal y como lo señaló el New York Times, en un memorable editorial publicado después del Referendo de agosto de 2004, los venezolanos seguimos empecinados en vivir a costas del Estado y del ingreso petrolero, con la diferencia de que hasta 1998, a la hora del reparto, se privilegiaban los estratos de medios y altos ingresos, mientras que ahora se intenta privilegiar a los de bajos ingresos [sin excluir, añadimos nosotros, una importante cuota del reparto que está yendo a parar a manos de los propios repartidores...].

Nuestra agobiante pobreza es el efecto de miríadas de factores, que no excluyen, obviamente, la mala intención, la insensibilidad social, la avaricia, la corrupción y el ventajismo de sectores que por siglos han actuado como si el país les perteneciese sólo a ellos, pero esto no nos da derecho, si queremos resolver nuestros problemas y no medrar a su costa, a soslayar el hecho de que la ignorancia, la falta de moral y luces o la falta de capacitación de buena parte de nuestro pueblo, están en la raíz de todos nuestros padecimientos de ahora y de siempre. Mientras no erradiquemos esta madriguera de calamidades será poco lo que podremos avanzar realmente en la búsqueda de salidas perdurables a nuestra sempiterna crisis. Una mejor y más equitativa distribución del ingreso es desable, necesaria y factible, pero a condición de que nos empeñemos en superar la desigual distribución de capacidades que da asidero a todas nuestras injusticias.

Mientras no se afecte el agudo contraste en las productividades de la fuerza de trabajo venezolana, derivado de desigualdades en el desarrollo de capacidades y de factores exógenos que determinan los altos precios internacionales del petróleo, no se podrá atacar la raíz de las desigualdades en la distribución del ingreso, y el país seguirá comportándose económicamente como los niños que gritan ¡dale, dale!, mientras esperan ver caer los caramelos de la piñata, o ¡aquí es, aquí es!, cuando, en los carnavales, aguarda a que se los lancen al paso de las carrozas.

Dentro de dos artículos, después de explorar más a fondo el tema de la pobreza en Venezuela, argumentaremos con mayor detalle por qué pensamos, sin desconocer sus buenas intenciones e inclusive sin desestimar ciertos logros en favor de los sectores más desposeídos, que el actual gobierno se equivoca al tratar de corregir, esencialmente, la estructura de distribución del ingreso mediante un mejor reparto de la riqueza, mientras se mantiene, e incluso se acentúa, la dependencia de los ingresos petroleros, y se conserva básicamente inalterado el estado de subcapacitación de buena parte de nuestra fuerza de trabajo.


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