martes, 28 de julio de 2009

¿Cuáles son esas capacidades de las que tanto hablamos?

Iniciamos los artículos de nuestro blog con una presentación de la idea misma que nos alentaba, luego incluimos un par de entradas introductorias a nuestra temática latinoamericana, después una trilogía sobre la metodología que emplearíamos, y más adelante otro par sobre la generación del autor, hasta que comenzamos y concluimos una serie más larga sobre los orígenes, naturaleza y perspectivas de nuestra gran nación latinoamericana y sus naciones integrantes. Quisimos, entonces, entrar cuanto antes en materia, al estilo del enfoque musical de las orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, en donde desde el vamos los aprendices entran en contacto con la interpretación de piezas, sin pasar por los áridos períodos de dominio previo de la teoría y solfeo, característicos de los enfoques tradicionales. Sin embargo, para profundizar en las tesis ya expuestas, lo que equivale a decir: para mejorar nuestras interpretaciones de las piezas temáticas que nos ocupan, es conveniente familiarizar a nuestros lectores con una serie de conceptos que hemos venido desarrollando y madurando con nuestras investigaciones, y que muy por encima hemos utilizado en los artículos precedentes. Es esto lo que haremos con esta serie de artículos un poco más conceptuales o abstractos que iniciamos hoy, pero en donde no renunciaremos a constantes ejemplos concretos e inclusive a seguir abordando las problemáticas de nuestros países, que ya hemos considerado.

Cuando de conceptos o ideas generales se trata, la mayoría de nuestros debates latinoamericanos han girado en torno a la prioridad de las finalidades de libertad o igualdad, y, en menor medida, de fraternidad -a veces reemplazada explícitamente por la idea de competitividad-, de los procesos de cambio de nuestras sociedades, con escasa atención brindada a las capacidades para impulsarlos. Bajo las consignas de apertura a los mercados e inversiones capitalistas internacionales, o de lucha por el socialismo o contra la dependencia o contra el capitalismo o contra el imperialismo, se han guiado buena parte de nuestras luchas contemporáneas, colocándose siempre el acento en los factores exógenos. Cuando, con mucho menor énfasis, se atienden los componentes endógenos de nuestros cambios, entonces sólo se subrayan sus aspectos políticos o culturales más superficiales y aparentes. Al esclerosamiento, por siglos, de nuestras maneras artesanales o escasamente tecnificadas de trabajar, al limitado grado de capacitación para el trabajo de nuestras poblaciones, a nuestros sistemas de instrucción memorísticos y titulistas, a la concentración de nuestras gentes en unas pocas grandes ciudades con gruesos cinturones de miseria y violencia, al abandono de extensas áreas de nuestros territorios, donde a menudo se concentran nuestros principales recursos hídricos, minerales y biodiversos, a nuestras culturas muchas veces cuajadas de dogmas, atavismos y prejuicios, o a nuestros mecanismos de participación política, las más de las veces centrados en el seguimiento acrítico a caudillos y demagogos, la mayor parte de nuestros pensadores, y sobre todo de nuestros hombres de acción, tanto conservadores como liberales y tanto reformistas como revolucionarios ortodoxos, le han brindado escasa atención. Los más suponen que todo empezará a cambiar como por encanto a partir de la asimilación de la cultura occidental que nos inyectará algún espíritu celestial, en la mañana verde de las inversiones extranjeras con los dólares salvadores, o desde la mágica mañana roja socialista y antiimperialista.

El resultado es que pareciéramos dar vueltas en una pesada y cíclica noria, desde el conservadurismo o liberalismo extranjerizantes a los arrestos por construir un socialismo carente de soportes productivos o educativos, y viceversa. Nuestras estructuras productivas, educativas, territoriales, culturales o de participación política siguen siendo escasamente comprendidas. Desde afuera, desde arriba y por encima parecieran ser las directrices principales de nuestros afanes de cambio, y por querer andar rápido y no poder esperar la maduración interna de nuestros procesos de transformación de capacidades terminamos paradójicamente estancados por décadas y aún siglos.

Desde la perspectiva diferente que poco a poco nos proponemos comunicar aquí, precisamente para alcanzar tales finalidades de libertad, fraternidad y satisfacción de nuestras necesidades, y también cambiar nuestras relaciones con el entorno y edificar nuevas instituciones de toda índole, enfatizaremos la transformación gradual de nuestras capacidades desde abajo hacia arriba, desde las raíces hacia la superficie y desde dentro hacia afuera, es decir, desde las esferas productiva, territorial y educativa hacia las esferas política, cultural y mediática internas, y desde todas nuestras relaciones internas hacia la redefinición de las relaciones con otras naciones. No se trata, por supuesto, de escoger disyuntivamente entre unos u otros factores o variables o ritmos de cambio, sino de colocar los acentos en el lugar apropiado, de entender que mientras no cambiemos y maduremos por dentro y en nuestros cimientos será inútil cambiar nuestras envolturas y ropajes ideológicos externos.

De todo ello resulta que la caracterización, desde múltiples puntos de vista, de nuestras capacidades será crucial para hacer comprensibles nuestros planteamientos. Lo haremos desde varias perspectivas o dimensiones fundamentales, a las que denominaremos: estructural, procesal y sustancial. Si hiciésemos una analogía con el organismo humano, diríamos que así como las capacidades estructurales de éste son las referidas a los distintos sistemas de órganos: respiratorio, circulatorio, digestivo, nervioso, etc., que lo integran, en el caso social tenemos las capacidades productivas o económicas, las participativas o políticas, las culturales o ideológicas, las territoriales o ambientales, las comunicativas o mediáticas, y las formativas o educativas. Dentro de las capacidades productivas le otorgaremos especial atención a las capacidades de trabajo, pues estas contienen algo así como el fundamento genético de las restantes capacidades de valorización, gestión, equipamiento, información y formación. También las capacidades educativas recibirán aquí un tratamiento privilegiado, por estar convencidos de que constituyen un factor de importancia difícil de sobrestimar en la transformación estratégica de América Latina.

Por capacidades procesales, que detallaremos más adelante, entenderemos aquellas referidas, análogamente a lo que ocurre con el ciclo de vida del ser humano, a la iniciación, ejecución y culminación de procesos de cambio, y por capacidades sustanciales, que también desagregaremos luego, a aquellas otras referidas a las maneras específicas de satisfacer nuestras necesidades y realizar nuestras libertades, de acuerdo a nuestros antecedentes, recursos y experiencias concretos. En las próximas entregas, esta vez -puesto que lo vemos factible- prestando más atención a las recomendaciones de amigos que nos piden ser más breves para interesar a un mayor número de lectores, nos ocuparemos de presentar y considerar estos distintos tipos de capacidades. Espero que estos artículos les parezcan tan interesantes como a mí, y si no es así, me pueden echar un grito, por ejemplo, a través de los consabidos comentarios, para ver qué resolvemos.

De repente no es ni malo repetirles que, en definitiva, todo este rollo del blog no es sino una manera de expresar mi cariño a nuestra humanidad, nuestra Latinoamérica, nuestra Venezuela y, dentro de ellas, a ustedes mis queridas lectoras y lectores, como viva expresión de por lo menos alguna de esas esferas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario