martes, 9 de febrero de 2010

Nuestras necesidades y libertades alimentarias proteicas

Si los carbohidratos aportan la energía necesaria que posibilita la existencia de la vida, y por tanto los hemos considerado como el punto de partida de la satisfacción de las necesidades alimentarias, es claro, sin embargo, que tal condición está íntimamente aparejada a la conformación o estructuración de la vida misma, es decir, a la fabricación de las sustancias esenciales de que estamos hechos, que, apartando el agua, consisten en proteínas y derivados de proteínas. Las proteínas constituyen las macromoléculas más abundantes de las células y de todas las partes de las células, y a partir de ellas se elaboran las enzimas, hormonas, anticuerpos, fibras, antibióticos y muchos otros materiales fundamentales de nuestro organismo. No obstante, en condiciones de necesidades alimentarias energéticas insatisfechas, todas las proteínas ingeridas, e inclusive aquellas ya incorporadas a los tejidos, tienden a oxidarse para proporcionar la absolutamente indispensable energía requerida.

Las proteínas están hechas de cadenas de moléculas denominadas péptidos, los que, a su turno, están constituidos por moléculas complejas llamadas aminoácidos. Los aminoácidos de la vida, hasta el presente en número de 22, vienen a ser una especie de alfabeto a partir de cual se construyen las frases, los péptidos, que integran las palabras, las proteínas, que dan lugar a las células, cual oraciones, desde las que se estructuran los tejidos, órganos y nuestro organismo todo, que viene a ser, en la misma metáfora, el equivalente a nuestro libro, que, con muchos otros, da lugar a la enciclopedia humana. A riesgo de abusar de este sugerente símil, nuestro ADN, que a su turno alberga a los genes, que se organizan en cromosomas y que juntos dan origen a nuestro genoma, vendría a ser el idioma que rige el discurso de las proteínas, para cuya redacción, como ha quedado dicho, es imprescindible la energía de los carbohidratos. Sin este idioma y este esfuerzo de redacción, que el ADN realiza a través del ARN, los millones de millones de millones (1018) de moléculas de aminoácidos que constituyen las letras de nuestro libro serían un caos absolutamente desordenado y, por tanto, carente de significado, pues no podrían conformar los péptidos que constituyen las proteínas que constituyen la decena de billones (1012) de células que integran nuestro organismo. Y todo eso sin hacer referencia a los átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno que constituyen esos aminoácidos, o a las partículas elementales que conforman los átomos (no está de más mantenerlo a la vista: la vida es un grito de libertad frente al caos y el desorden espontáneo del universo).

Los aminoácidos suelen dividirse en esenciales, aquellos que nuestro organismo no está en capacidad de sintetizar, y no esenciales, que sí son sintetizables. Los esenciales son la fenilalanina, isoleucina, leucina, lisina, metionina, treonina, triptófano, valina, y, sólo en el caso de los niños, arginina e histidina. Los no esenciales, salvo excepciones en el caso de ciertas enfermedades, son: alanina, aspartato, cisteína, glutamato, glutamina, glicina, prolina, tirosina, serina y asparagina. Dos nuevos aminoácidos, la selenocisteína y la pirrolisina, se han añadido recientemente a la tradicional lista de 20, y sus funciones están siendo objeto de estudio. Los requerimientos diarios de los aminoácidos esenciales van desde 4 mg / kg de peso, para el caso del triptófano, hasta los 39 g / kg de peso para la leucina, con lo cual sus requerimientos totales, para el adulto promedio de 75 kg, se sitúan entre los 300 mg, para el primer caso, y los aproximadamente 3000 mg para el segundo. Para cubrir tales requerimientos, y aportar los nutrientes proteicos correspondientes, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y la Organización Mundial de la Salud, OMS, han venido recomendando alrededor de 50 g / día para los adultos promedio, con indicaciones especiales para niños, gestantes y lactantes.

Los organismos internacionales como la FAO y la OMS, y también la Food and Drug Administration, FDA, de los Estados Unidos, hablan frecuentemente de la Puntuación de la Digestibilidad Corregida de los Aminoácidos de las Proteínas (en inglés PDCAAS), que asigna el valor máximo de 1,00 a la proteína del huevo y de la leche; con valores
de 0,92 para la carne; para la soya de 0,91; los granos, en el orden de 0,78; las frutas, en torno a 0,76; y así hasta alrededor de 0,5 -0,6 para los cereales, con lo cual se quiere dar una idea de la medida en que las proteínas de las distintas fuentes contienen el pool completo de los aminoácidos esenciales. Esto dio origen, en el pasado, aunque con una sorprendente persistencia en el presente, al mito de que las proteínas animales eran de por sí superiores a las de origen vegetal y ocasionó una profunda alteración del orden alimentario del planeta durante la segunda mitad del siglo XX.

Hasta aproximadamente la Segunda Guerra Mundial los países llamados subdesarrollados o del Tercer Mundo habían sido exportadores netos de cereales y, hasta los años 50, el crecimiento de su producción alimentaria excedió la tasa de crecimiento de su población. A partir de 1960 la tasa de aumento de la producción alimentaria comenzó a declinar, conjugada con una aceleración del crecimiento demográfico, y ya para fines de los setenta se habían acumulado graves desequilibrios. Estos se han expresados en las cifras sobre desnutrición mundial que hemos manejado en los artículos pasados y que, pese a los esfuerzos de la ONU, lejos de aliviarse, se están agravando en la actualidad. Entre los principales factores causantes de este desequilibrio está el hecho de que los países industrializados, desde la segunda mitad del siglo pasado y gracias al drástico incremento de la productividad agrícola, hecho posible sobre todo gracias al uso de fertilizantes, se lanzaron a emplear los cereales y granos como alimento para animales, a fin de obtener las ansiadas proteínas completas, y de paso echaron por tierra la competitividad de los cereales del mundo subdesarrollado.

Tan lejos ha llegado esta tendencia que se ha estimado, por Frances Moore Lappé y otros, que para producir un kilogramo de carne roja se requieren 16 kg de soya, los cuales contienen 21 veces las calorías y 8 veces las proteínas de la carne. En el caso de las carnes de cerdo, pavo y pollo esta conversión de granos en carne, aunque relativamente más eficiente, resulta ser, respectivamente, de 6 kg, 4 kg y 3 kg de granos y cereales por kg de carne. El promedio en los países que, con los Estados Unidos a la cabeza, han adoptado este sistema está en el orden de 7 kg de granos y cereales por cada kilogramo de carne, lo cual deja cientos de millones de toneladas de alimentos de origen vegetal fuera de la posibilidad de ser aprovechados para el consumo humano. Esta situación de despilfarro de nutrientes ha sido comparada con el uso de cadillacs o hasta limusinas para el transporte ordinario urbano...

Frente a esta lamentable realidad se erige el hecho actualmente incontrovertible de que el organismo humano, como se ha señalado y como cada vez más la FAO, la OMS o la FDA se encargan de aclarar, no distingue el origen animal o vegetal de los aminoácidos y siempre tiene que comenzar por fabricar sus proteínas a partir de los 22 aminoácidos mencionados, de los cuales los primeros 8 suelen ser los esenciales. Si, por ejemplo, se consumen cereales, limitados en lisina, pero ricos en metionina y con un índice de digestibilidad de, digamos, PDCAAS = 0,5, y se consumen con granos leguminosos, ricos en lisina y pobres en metionina, el resultado es un alimento cuyo índice de digestibilidad es de PDCAAS = 1,0 exactamente igual a como si se hubiesen ingerido leche o huevos, con un índice aun superior al de la carne. Una muy pequeña cantidad de queso, yogur o suero de leche (como acostumbraban los indígenas prehispánicos y se practica todavía en regiones del occidente venezolano) junto a los granos o los cereales, ya es suficiente para lograr el pool completo de aminoácidos tal y como si se hubiese consumido carne roja y con ahorro de todos los inconvenientes que tiene este último alimento (y que examinaremos con más detalle cuando hablemos del tema de la salud).

En otras palabras, el hambre en el mundo actual, si bien es cierto que está asociada a la falta de capacidades -no sólo productivas, sino también políticas, culturales, territoriales, etc.- de la población del tercer mundo, también lo es que está indisolublemente asociada a las fantasías y abusos de los dos primeros mundos que, en su afán por ejercer sus libertades sin el norte del amor, han terminado por imponer un patrón mundial de producción y consumo de alimentos que, lejos de aliviar los problemas alimentarios, constituyen una fábrica de desnutrición por el lado nuestro y sobrenutrición por el de ellos. Sólo con un esfuerzo de calibre mundial y superlativo para echar por tierra este perverso mecanismo producto de la conjugación del desamor, la prepotencia y la ignorancia será posible avanzar en el camino de la satisfacción de las necesidades alimentarias y la conquista de una verdadera libertad alimentaria. De la misma manera a como en nuestras naciones latinoamericanas nuestras clases elitescas y medias no se dan cuenta de que sus problemas de seguridad no pueden resolverse al margen de los problemas primarios de los pobres, así mismo, en el plano mundial, las naciones industrializadas están empeñadas en no percatarse de que el hambre del tercer mundo subyace a buena parte de los problemas de terrorismo, inmigraciones ilegales, tráfico de drogas o de personas y demás asuntos que convocan su atención.

Las proteínas, cuyo conjunto dentro de cada célula o tipo de células constituye el llamado proteoma, son los agentes mediante los cuales se hace posible todo el inmenso esfuerzo que deben realizar las células para preservar y hacer evolucionar la vida. Mediante las labores de construcción y conexión de estructuras, generación y transporte de materiales y energía, catalización de reacciones, señalización, protección, reconocimiento, aislamiento, selección y muchas otras, las proteínas, fabricadas a partir de nuestros códigos genéticos, convierten el comportamiento necesario de materiales inanimados en un comportamiento dotado de propósitos libremente escogidos. Los seres vivos del reino animal estamos obligados a construir nuestras proteínas a partir de las proteínas
, que ingerimos con nuestros alimentos, previamente fabricadas por microorganismos y plantas. Pero no podemos usarlas directamente sino que tenemos que desarmar o desnaturalizar éstas primero, a través del proceso de digestión y mediante la acción de enzimas diversas, para luego proceder bien con el proceso de biosíntesis de nuevas proteínas adaptadas a nuestros requerimientos o bien, mediante la llamada glucogénesis, con su conversión en glucosa para ser empleada como fuente de energía.

Un caso muy especial es el de los animales rumiantes, quienes, gracias a un peculiar y mucho más complejo, en relación al humano, sistema digestivo de cuatro estómagos, han establecido una brillante simbiosis con miles de millones de microorganismos capaces de convertir la celulosa de las hierbas, y hasta de la madera y el papel, en proteínas, que luego son regurgitadas y vueltas a masticar hasta que se fermentan y permiten acceder a los aminoácidos animales esenciales, como si estos mamíferos superiores tuviesen también el privilegio de procesar fibras nutritivamente inaccesibles para nosotros los humanos y el resto de mamíferos. La eficiencia de estos animales es tal que pueden producir, si se les deja vivir, aproximadamente un kilogramo de leche por cada dos kilogramos de cereales y granos o su equivalente en hierbas. Cuando matamos estos animales rumiantes para comerlos, en lugar de aprovechar su leche, procedemos literalmente como quien se come las gallinas que ponen huevos de oro.

Aunque prácticamente, excepto el agua y el oxígeno, todos los alimentos que consumimos contienen proteínas, pues constituyen productos bien del reino vegetal o bien del reino animal, nuestras principales fuentes de proteínas suelen ser las carnes, los huevos, los lácteos como el queso y la leche, las nueces, los granos leguminosos y cereales y ciertas hortalizas. De ellos extraemos los ocho aminoácidos esenciales de los adultos, o los diez de los niños, puesto que los otros diez o doce (más quizás los otros dos recientemente descubiertos), podemos fabricarlos a partir de los aminoácidos esenciales. De acuerdo a la FAO/OMS y a los organismos oficiales estadounidenses y canadienses, los requerimientos proteicos diarios para el adulto entre 19 y 70 años se sitúan entre los 46 g / día para las mujeres y los 56 g / día para los varones, con previsiones especiales para atletas o mujeres en gestación o lactación. El Instituto Nacional de Nutrición de Venezuela ha estimado en 50 g el requerimiento promedio de la población, con previsiones adicionales para grupos en situaciones especiales, que van desde los 17 g para los primeros lactantes hasta los 76 g para las mujeres en proceso de lactación.

En términos prácticos esto equivale, por ejemplo, en el caso de proteínas de origen animal, a un trozo pequeño (100 g) de queso blanco semiblando (18 g de proteínas), un vaso (250 g) de leche entera (aprox. 9 g de proteínas), y una pechuga de pollo mediana (120 g) frita o cocida (28 g de proteínas), para un total de 56 g de proteínas por día; o, en el caso vegetal, a un pan de trigo (aprox. 120 g, 9 g de proteínas), una arepa grande con masa (aprox. 150 g, 6 g de proteínas ó 12 g si es de harina integral), una taza (aprox. 200 g) de arroz (5 g de proteínas ó 14 g si es arroz integral), una taza (aprox. 200g) de caraotas negras (23 g de proteínas) o frijoles (27 g de proteínas) y un aguacate pequeño (4 g de proteínas), para un total de 47 g a (dependiendo del tipo de grano o de si se usan los mucho más nutritivos granos integrales) 66 g de proteínas diarias; o de alguna combinación de alimentos de ambos orígenes: un toque de queso o suero a un plato de caraotas con una arepa integral y ya tenemos lista la ración proteica de todo el día. Las nueces, poco utilizadas en nuestros países, son una excelente fuente de proteínas completas que nada tienen que envidiar a las proteínas de origen animal: con apenas una docena de almendras o maníes ya tenemos 4 g de proteínas de la más alta calidad, que pueden potenciar el valor nutritivo proteico de cualquier otro alimento.

De acuerdo a lo que va dicho, y con el esquema del pentágono que usábamos hace varios artículos, con una cultura y una educación alimentaria racional, que corrija los hábitos alimentarios malsanos de la población; un esfuerzo productivo encaminado a elevar nuestras bajas productividades; un esfuerzo político que conduzca a una asignación racional de recursos escasos y a la derrota del despilfarro, el mercantilismo y los abusos de las roscas encarecedoras de los productos alimenticios; un esfuerzo territorial, encaminado a redistribuir la propiedad de la tierra, si descartar las de propiedad estatal, y sacar provecho de nuestras, por lo general escasas tierras con vocación agrícola; y un aporte mediático encaminado a reforzar los otros vértices del pentágono, no debería ser cuesta arriba satisfacer las necesidades alimentarias de nuestra población, con lo cual todas demás necesidades serían mucho más fáciles de satisfacer. Como se ha dicho, las necesidades alimentarias están íntimamente conectadas a las necesidades de salud y seguridad, y, a través de éstas, a todas las demás necesidades.

En el contexto de los países del tercer mundo, nos parece que China, India y Brasil están entre los países con políticas alimentarias más integrales e interesantes. China está ya, con una política que privilegia el consumo humano de cereales, granos, tubérculos, leche y carnes eficientes, y una imponente capacidad productiva, asumiendo el liderazgo mundial en producción de cereales, con el primer lugar en arroz y trigo, y el segundo en maíz, a la vez que tuteándose con los grandes en productividad (6000 kg / ha); así como en papas, primer productor mundial, con una elevada productividad de 18000 kg / ha); porcinos, primer lugar en producción, con más de la mitad del rebaño mundial; ovinos, primer lugar en producción, con cerca de un sexto del rebaño planetario; caprinos, primer lugar en producción y cerca de un cuarto del rebaño mundial; pescado, primer lugar y un tercio de las capturas del orbe; aves de corral, primer lugar en producción en carne y huevos de gallina, con cerca de un cuarto del total de cabezas del planeta y el 40% de los huevos producidos; equinos, con el primer lugar mundial y un quinto del rebaño; granos leguminosos, segundo en producción, con productividad de cerca de 5000 kg / ha; y liderazgos mundiales diversos en frutas y otros productos agrícolas, en donde se incluyen primeros lugares de producción en manzanas, melones, cebollas, repollos, lechugas y tomates. La dieta china es una de las que más inteligentemente balancea el consumo de nutrientes animales y vegetales en el planeta, y no tenemos dudas de que China será una de las pocas naciones del mundo subdesarrollado que logrará la meta de desarrollo del milenio de reducir en un 50% su población subnutrida, pasando desde 180 millones en 1990 hasta 90 millones en 2015, pues ya ha logrado reducirla hasta un 70% (cerca de 130 millones) según el informe más reciente de la FAO (2009), con datos de 2006.

India, por su parte, pensamos que está también en la ruta de conquistar, aunque a más largo plazo, dado su crecimiento poblacional más acelerado, su libertad alimentaria. Segundo productor mundial de arroz y trigo, sexto de maíz y tercero de sorgo, aunque con productividades más modestas, en el orden de los 2500 kg /ha; con un quinto del rebaño mundial de bovinos, que, gracias a una ingeniosa normativa religiosa, sólo usa para la obtención de leche, es, dada, sin embargo, su baja productividad, el segundo productor mundial de este rubro; primero en rebaño de búfalos, segundo en caprinos, tercero en camellos y ovinos, y quinto en aves de corral; tercer lugar mundial en capturas pesqueras; primer productor de bananos o cambures y afines, con cerca de un cuarto de la producción mundial; segundo en cebollas y repollos, tercero en papas, cuarto en tomates, quinto en lechugas. India también tiene una cultura alimentaria balanceada y, recientemente, le ha dado un fuerte impulso a la producción de leche en escala artesanal, pero con una certificación tecnológica que le está permitiendo matar tres pájaros de un tiro. Simultáneamente está atacando el problema de la subnutrición proteica, impulsando la generación de ingresos en los hogares pobres, e incorporando a la mujer a la actividad productiva sin separarla de su hogar, puesto que son en su mayoría mujeres quienes se están encargando de los ordeños que permiten disponer de leche de calidad certificada en el hogar, así como de leche para la venta a millones de cooperativas organizadas nacionalmente. Aunque el número de personas subnutridas, según el último informe de la FAO, se ha incrementado desde 210 millones en 1990 hasta 250 millones en 2006, lo cual la coloca en ruta divergente para el logro de la meta del milenio para 2015, en términos porcentuales sí ha logrado pasar de un 24% de su población a un 22% en 2006. No obstante, pensamos que es cuestión de tiempo para que India instrumente algún programa de reducción de las tasas de natalidad y se enrumbe hacia el logro, aunque tardío, de la meta del milenio.

Y, por fin, Brasil, cuyos logros en materia de política alimentaria comentamos hace un par de artículos, también está en la ruta, creemos, de conquistar, sustentablemente, su libertad o soberanía alimentaria. Brasil es ya el tercer productor mundial de maíz, el octavo de sorgo y el noveno de arroz, con productividades crecientes en el orden de 3500 kg / ha. Posee el segundo rebaño de bovinos del mundo, el tercero de porcinos y equinos, y es el cuarto en cabezas de aves de corral. Es el sexto productor mundial de leche de vaca, y el séptimo productor de huevos. Es el primer productor mundial de cítricos y el segundo de bananos. No obstante, tiene todavía, como el grueso de América Latina, que librar una ardua batalla cultural por cambiar su patrón alimentario, demasiado centrado en el consumo de carnes rojas (cuyos costos, sin embargo, están entre los más bajos del subcontinente, lo que las hace relativamente accesibles para la población de menores recursos), y en el consumo de azúcares (es también el primer productor mundial de azúcar). También tiene que cambiar el régimen territorial de propiedad de la tierra, con demasiados y muy poderosos latifundios improductivos o dedicados a la producción de caña de azúcar y café (en donde también es el primer productor mundial). Brasil está en la ruta de lograr la meta de desarrollo del milenio, pues ya ha pasado de una población subnutrida de 16 millones de personas en 1990, que constituían menos del 10% de su población de entonces, a menos de 12 millones en 2006, última fecha con datos del informe de 2009 de la FAO,
para un 6% de su población respectiva; con lo cual ya ha logrado reducir hasta un 80% su cifra absoluta de hambrientos y hasta 60% su cifra relativa, en camino hacia la meta del 50%. Con el Programa Hambre Cero y un liderazgo político a la vez sensible y con vocación productiva, está acelerando la marcha hacia su libertad alimentaria sustentable

El conjunto de América Latina está mostrando leves progresos hacia el logro de la meta del desarrollo del milenio. Con una población de 53 millones de personas subnutridas en 1990, el año de referencia del programa de Naciones Unidas, había alcanzado, según la FAO, en 2006, el último año para el que se dispone de datos, según el informe sobre inseguridad alimentaria de 2009, la cifra de 45 millones, para un 90%, con dudosa perspectivas de alcanzar la meta de 50% para 2015. Haití, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Panamá y Venezuela están en vías de no lograr la meta alimentaria de desarrollo del milenio, pues entre 1990 y 2006 vieron aumentar su cifra de subnutridos, según el mismo mencionado informe 2009 de la FAO. Haití, con el más tenebroso de los casos, ha visto pasar, antes del terremoto, su cifra de subnutridos de 4,5 millones, el 63% de su población, en 1990, a 5,4 millones, el 58% de su población en 2006. Bolivia ha visto crecer su legión de subnutridos desde 1,6 millones, el 24% de su población en 1990, hasta 2,1 millones, el 23% de su población en 2006. Venezuela tenía, siempre según el mismo informe de la FAO, 2,1 millones de personas subnutridas en 1990, equivalentes a un 10% de su población, y pasó a tener 3,1 millones de subnutridos, el 12% de su población, en 2006; es, sin embargo, muy probable, que con los programas de distribución de alimentos importados de la Misión Mercal, estas cifras hayan mejorado, aunque con la amenaza latente de empeorar, como ha ocurrido una y otra vez en los últimos sesenta años, debido al carácter no sustentable de las soluciones alimentarias venezolanas. República Dominicana y Paraguay han mantenido estancadas, entre 1990 y 2006, sus cifras de subnutrición en 2 millones y 700 mil personas, equivalentes a un 27% y 16% de su población en 1990, siempre respectivamente.

Honduras y Colombia están avanzando lentamente hacia el logro de la meta de desarrollo del milenio en materia alimentaria, al pasar de 1 millón a 800 mil subnutridos entre 1990 y 2006 la primera, y de 5,2 millones a 4,3 millones la segunda, en el mismo lapso. Ecuador está en vías de lograr su meta de desarrollo del milenio, al pasar de 2,5 millones de subnutridos en 1990, equivalentes a un 24% de su población, a 1,7 millones en 2006. Nicaragua, según la FAO, ya alcanzó la meta de desarrollo del milenio, al reducir a la mitad, en 2006, su elevada cifra de 2,2 millones de subnutridos, equivalentes al 52% de la población en 1990. Perú, parecidamente, también está en vías de lograr la meta de desarrollo del milenio, al pasar de 6,1 millones de subnutridos, el 28% de su población, en 1990, a 3,6 millones, el 13% de su población en 2006. No disponemos de datos sobre México, Argentina, Cuba, Chile y Uruguay, aunque suponemos que al menos los cuatro últimos deben tener asegurada ya su libertad alimentaria básica, es decir en términos de requerimientos energéticos y proteicos asegurados para toda su población. No sobra destacar que Argentina, Chile y Uruguay, por su condición de países no tropicales sino templados, tienen la ventaja sobre el resto de América Latina, de que pueden aprovechar directamente las tecnologías productivas del primer mundo. La mayoría de países latinoamericanos, como ya se dijo hace dos artículos, confrontan problemas con sus balanzas alimentarias de pago, pues sólo Costa Rica, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay las poseen claramente positivas, y de estos, Bolivia, Ecuador y Paraguay sólo lo logran al precio de la subnutrición de gruesas fracciones de su población; el resto debe importar más alimentos que los que exporta, o casi, hasta alcanzar fracciones importantes de su Producto Interno Bruto.

En definitiva, los latinoamericanos más sensibles y con más conocimientos tenemos un duro desafío que enfrentar en materia alimentaria. El impulso a una política integral y sistémica que, simultáneamente, ataque todos los vértices del pentágono que hemos señalado, tiene necesariamente que contar con la participación masiva de científicos, profesionales, intelectuales, planificadores, docentes y comunicadores de múltiples disciplinas. Cualquier intento de abordar este exigente reto con la mera participación de los más necesitados es una pérdida de oportunidades. Tenemos que ser capaces de superar tanto el tradicional egoísmo, disfrazado de liberalismo de primer mundo, de las clases medias y altas, como el populismo no sustentable de repartos y piñatas esporádicas que lo que hace es correr la arruga de las necesidades alimentarias hacia nuestros descendientes. Nuestra libertad alimentaria es perfectamente conquistable, mas requiere de una transformación profunda de nuestras capacidades y de una asunción entusiasta de nuestras mejores identidades. En Transformanueca volveremos una y otra vez sobre este vital asunto.

[Transformanueca pide disculpas a sus lectores por el injustificable retardo en la salida de este artículo y su incapacidad para enfrentar, simultáneamente, un pico de trabajo en el Centro de Transformación Sociotecnológica, en donde también labora todo su personal fijo, y una epidemia de troyanos que empezó en la casa del Director y se transmitió luego al propio Centro, a través de un disco extraíble que no sabemos todavía donde se infestó, aunque sospechamos de un computador usado hace un mes en la UCV. Cuando el viernes quisimos huir de la epidemia y trabajar desde la oficina, resulta que el problema también se había extendido a los computadores del Centro, en donde hubo que sacar este artículo sin uso de la red interna de computadores. El mismísimo servidor, todavía para el momento de cierre de este artículo, está en cuarentena y no disponible. Perdón, otra vez, estamos trabajando, con las uñas, para superar esta amarga situación].

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