martes, 13 de abril de 2010

Transformanueca en revisión (I): ¿Mea culpa científico?

¡Quién lo iba a creer! ¡Una criatura de apenas un año, y ya con una crisis existencial! Pues resulta que eso es exactamente lo que ha ocurrido. Tal vez copiándose de su progenitor, a Transformanueca le ha dado por celebrar su primer aniversario dándole dizque por evaluar su trayectoria -¿cuál trayectoria, si apenas está dando sus pininos, preguntan por aquí?- y decidir su destino próximo (para variar, en medio de un si no silencio absoluto de sus lectores, por lo menos tirando a murmullesco). Tan seria ha sido la absorción en sus meditaciones, que por primera vez en todo el primer año el blog se ha atrasado imperdonablemente en dos artículos, y ahora deberá ponerse al día para arribar más elegantemente a su artículo aniversario, el 104*. Bueno, sorpresas te da la vida...

Más allá de la cuestión circunstancial de la escasez de comentarios, el asunto que ha recalentado las neuronas de Transformanueca es el de la compatibilidad entre un enfoque centrado en lo importante para la transformación de nuestras naciones latinoamericanas en el largo plazo versus otro que atienda más la urgencia de los cambios locales en el corto plazo. Por supuesto que de lo que se trata es de combinar ambos, pero el quid está, tal y como lo planteamos en el artículo anterior, en cómo hacerlo en un medio comunicacional con las restricciones y potencialidades de este.

Mirando hacia atrás resulta claro que el tratamiento brindado al tema alimentario provocó una especie de mutis en los lectores, probablemente debido al énfasis en ciertos aspectos, digamos que científicos, de esta problemática. Y así podríamos, pongamos por caso, hacer un mea culpa por habernos dejado llevar por una de nuestras pasiones, la química, tal vez abusando de la buena voluntad de los lectores, o quizás hacer un propósito de rectificación en materia de extensión de los artículos y/o de las series del blog, o, a lo mejor, decidir sencillamente responder a lo que pareciera acaparar la atención de mis compatriotas chicos, los venezolanos, cual es la definición permanente y obsesiva ante las acciones, expresiones u omisiones del actual Comandante en Jefe de la República Bolivariana. De ser así, no tendríamos por delante mayores complicaciones.

Pero ¿qué hacer si seguimos persuadidos de que esta problemática alimentaria está en el meollo subyacente a todo el acontecer político no sólo venezolano sino latinoamericano? ¿De que todos nuestros problemas sociales estructurales arrancan del hecho de que nuestra nación ha sido edificada, como todas las demás del subcontinente, sobre la base de la destrucción sistemática de los modos de vida de las poblaciones indo y afroamericanas, de la negación de su libertad alimentaria y del reemplazo de economías sustentables por otras al servicio de la monoexportación de bienes, crecientemente no agrícolas ni alimenticios, para beneficio de ajenos y muy pocos? ¿De que mientras no seamos capaces de darle una solución definitiva a esta necesidad primarísima seguiremos viviendo en una sociedad de manpostería o en una suerte de campamento minero, plagados de exclusiones y privilegios? ¿De que, incluso en el plano coyuntural, toda la dinámica actual de acontecimientos arranca del llamado Caracazo, que no fue otra cosa sino un desbordamiento popular, seguido de una brutal represión, ante la incapacidad institucional para asegurar la satisfacción de necesidades básicas, y antes que nada alimentarias, de la mayoría de la población? ¿O es que, acaso, más allá de la chispa encendida por un incidente de costo de pasajes en las rutas de transporte urbanas, el hecho central de esta revuelta popular, que ahora unos quieren exaltar como una insurreción política de talla histórica y otros desestimar como un mero desorden público, no fue el saqueo masivo de supermercados, abastos y bodegas a manos de un pueblo pobre que sólo logra subsistir mal que bien dedicándole hasta la mitad o más de sus precarios ingresos a la adquisición de alimentos? ¿O es que no nos damos cuenta de que el caballo principal de la batalla del gobierno por la captación de votos populares y por su afianzamiento en el poder ha sido la distribución masiva -y lamentablemente no sustentable- de alimentos entre los sectores de bajos ingresos, quienes han pasado a ver al actual presidente como su máximo benefactor histórico y le han respondido con un respaldo poco menos que incondicional (con aquello de que amor con amor se paga...)?

Y, como si estas visiones microestructural y coyuntural fuesen insuficientes, entonces, en un plano mucho más grueso y abarcante, ¿no es acaso la dificultad para organizar nuestra producción agrícola en una realidad de suelos tropicales y a menudo excesivamente lavados e inaptos para los monocultivos típicos de las zonas templadas, con su escasez de conocimientos relevantes, el obstáculo más formidable que se interpone en el tránsito a nuestra modernidad, y que deja al desnudo toda la retórica y la desvinculación de la realidad de nuestros centros de enseñanza superior e investigación? ¿O es que el problema del hambre proteicocalórica no es el más acuciante para las cinco sextas partes de la humanidad, mientras que la sexta parte restante no deja de padecer de severas hambres de micronutrientes específicos, con la carga de infartos, obesidades, arteriosclerosis, diabetes, etc., que ello acarrea? Y ¿cómo subestimar el lastre abrumador que significa una cultura de parcelamiento del conocimiento en segmentos estancos, en donde el grueso de políticos parecieran alérgicos ante la más leve exigencia de comprensión de los rudimentos científicos de los problemas sociales, y especialmente alimentarios, que nos agobian? ¿En donde, una y otra vez, en el caso venezolano, desatendiendo los gritos de alarma de nuestros más preclaros pensadores y ductores, desde Simón Rodríguez y el propio Libertador hasta Arturo Uslar Pietri, Pérez Alfonzo, Luis Beltrán Prieto, Domingo Felipe Maza Zabala, pasando por Cecilio Acosta, Alberto Adriani, Cecilio Zubillaga, Mariano Picón Salas, José María Bengoa, Reinaldo Cervini, Alejandro Hernández, Luis Caballero Mejías y tantos otros, se ha desatendido la capacitación de la población para la producción agrícola alimentaria en base a la necesidad de satisfacer nuestros requerimientos? ¿Qué hacer, entonces, si nos asaltan dudas acerca de si la razón profunda del rechazo al abordaje en profundidad de nuestros asuntos alimentarios en el blog no estará relacionada con la secular desatención a esta vital problemática en nuestros países?

En estas y afines reflexiones hemos estado zambullidos estos días y seguiremos en los próximos, y demás está decir que mucho apreciaríamos las opiniones de los lectores que nos deseen apoyar con sugerencias u observaciones.

*Posdata: una lectora me observó, en comunicación personal, acertadamente, que el aniversario de Transformanueca no se cumple con el artículo 104, sino el día 24 de abril, cuando salió a la web el primer artículo del blog, o, en su defecto, el martes o viernes más cercano a esa fecha, como lo será el próximo viernes 23 de abril. Quedamos más que convencidos... y agradecidos.

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