martes, 27 de abril de 2010

Necesitamos políticas más diversas e inteligentes

Territorial, biológica, antropológica, culturalmente hablando, nuestro mundo latinoamericano es más diverso que los otros. Y pareciera, por tanto, que nuestras políticas deberían ser también más diversas. El pensamiento determinista, el de para un efecto una causa, o viceversa, o de si A entonces B, que en Europa y otros subcontinentes ha funcionado sólo a medias, y cada vez menos y en más restringidos ámbitos, en nuestras realidades fracasa estrepitosamente. En particular, las ideas de que ante pobreza inversiones extranjeras, frente a burguesía proletariado, para feudalismo capitalismo, o contra capitalismo socialismo, han sido prácticamente inaplicables en nuestro entorno. Mientras que gruesos sectores de nuestros pueblos aún luchan por satisfacer sus necesidades alimentarias, vestidarias o viviendarias, otras porciones, nada despreciables, pugnan por conquistar su seguridad y la estabilidad o continuidad de sus actividades. Más que políticas sueltas o aisladas necesitamos mosaicos de políticas, con partes que calcen congruentemente.

Cuando el liberalismo, la vía a la puertorriqueña, propone sus privatizaciones y su sálvese quien pueda, dando por supuesto que generará una carrera competitiva en donde ganarán los "mejores", resulta que grandes masas no llegan siquiera a participar en el torneo pues no logran desayunar bien y encontrar los zapatos para acudir a la contienda; pero cuando, reactivamente, ciertos gobiernos se dedican, a la cubana, a estatizar empresas y repartir alimentos, ropa y zapatos para promover la emulación, los ejercicios solidarios y la emergencia del hombre nuevo, entonces demasiados pobres se las echan al hombro y se ponen a esperar que papá Estado les resuelva todos los problemas, y demasiados adulantes, corruptos y arribistas se dedican a pescar en río revuelto. De allí que nos la pasemos cambiando de consignas, franelas y fórmulas económicas que resultan atractivas para unos y detestables para los demás, y en definitiva mantienen todo igual.

Si nuestras realidades son más diversas, y con más e inesperadas conexiones entre sí, entonces son más complejas. Y si las realidades son más complejas, las políticas para abordarlas, hasta tanto se inventen las bolas mágicas para adivinar el futuro, deben soportarse con más conocimientos, o sea, ser más inteligentes. Si a esto se suma que las sociedades llamadas más desarrolladas ya están abordando todos sus problemas con cada vez más capacidades cognitivas o basadas en conocimientos, y que el desarrollo de estas capacidades es una condición sine qua non para transitar hacia cualquier modernidad, entonces es claro que nuestras torpezas y perezas mentales nos salen cada día más costosas y atornillan más nuestros atrasos. Con morales borrosas y escasos de luces no llegamos ni a las esquinas de los cambios fundamentales necesarios.

No es posible impulsar políticamente la transformación de nuestras sociedades basadas en la discriminación, las jerarquías, la adscripción a estamentos, feudos o roscas, en síntesis, con modos de vida a los que llamaremos medios o de factura histórica medieval/renacentista, en sociedades modernas o basadas en el manejo de conocimientos, si la política misma y sus cuadros líderes no están imbuidos de un conocimiento profundo de las sociedades que quieren transformar. Los dirigentes o agentes de transformación de las sociedades medias en las sociedades modernas de nuestros días, léase un Franklin Delano Roosevelt o John Kennedy, en los EUA, Francois Mitterrand en Francia, Lester Pearson o Pierre Trudeau en Canadá, Felipe González en España, Willy Brandt en Alemania, Olaf Palme en Suecia, Itagaki Taisuke en Japón, o, con bemoles y más incipientemente, por sus resultados más limitados, Vladimir Ilich "Lenin", en Rusia, o Mahatma Gandhi en India, o, todavía mucho más embrionariamente, puesto que sus esfuerzos fueron tempranamente abortados, Salvador Allende, en Chile, Juscelino Kubitschek, en Brasil, Jacobo Árbenz en Guatemala, Rómulo Gallegos en Venezuela, y, en alguna medida, líderes como Jorge Eliécer Gaitán o Luis Beltrán Prieto, entre nosotros, poseen en común el hecho de haber sido hombres de una vasta cultura y con sólidos conocimientos, experiencias y estudios sobre las sociedades que quisieron o pudieron contribuir a transformar.

Las capacidades políticas, en tanto que capacidades esencialmente mediadoras entre todas las demás capacidades, tanto estructurales como procesales o sustanciales, son las llamadas a compatibilizar las múltiples luchas y movimientos de sectores disímiles por satisfacer sus necesidades distintas, conquistar sus libertades y realizar sus identidades comunes. Pero cuando los gobiernos y líderes optan por no profundizar en la comprensión de los problemas y hacerse adictos a las soluciones superficiales o sintomáticas, es decir, las cosméticas o que no van a la raíz de los asuntos, no importa cuales sean sus intenciones, terminan por reproducir el statu quo u orden establecido. En el caso venezolano, como brillantemente nos lo explicaran Pérez Alfonzo, Arturo Uslar Pietri o Meir Merhav, o como más recientemente nos los han recalcado Domingo Maza Zavala o Fernando Coronil (el de El estado mágico), nuestros gobiernos ya llevan cien años intentando hacer del acaparamiento versus reparto de la renta petrolera el motor de nuestra transformación en un país al menos del siglo XX, y ahora queriendo dar un salto hasta el XXI, con el resultado neto de una dependencia nacional creciente.

Contrariamente a lo que muchos creen, seguimos careciendo de información relevante, criterios de análisis, cuadros profesionales con capacidades teórico/prácticas, diagnósticos ajustados a nuestra realidad y programas atinados y realistas de cambio. A lo que acostumbramos llamar planes o programas políticos es a documentos bachilleratescos o demagógicos elaborados en pocas horas, días o semanas, por académicos o burócratas, con escaso o nulo asidero en experiencias concretas, que no llegan a ser comprendidos ni por los cuadros más calificados de los partidos y rápidamente se echan al olvido al menor cambio de las circunstancias. Lejos de aplicar aquella máxima de que los líderes políticos deben devolverle a las masas con precisión lo bueno que de ellas viene con confusión, se aplica la inversa: las políticas intentan sancionar las malas ocurrencias e ilusiones con más ilusiones y peores ideas. Si las niñitas de los colegios privados se lanzan a la calle a armar pataletas para que el presidente se vaya, entonces los dirigentes arman el embrollo golpista del 11 de abril de 2002; si la gente de los barrios se lanza a aplaudir la llegada de los pollotes brasileños o la leche de larga duración argentina o ecuatoriana, entonces se hace del reparto de comida importada una política central y encima se le dice a la gente, con propaganda impresa en las envolturas, que esa es la soberanía alimentaria en premio al heroísmo del pueblo, y que el socialismo es más de eso mismo. El oportunismo, la proclamación con palabras de lo que se niega en los hechos, se ha vuelto una enfermedad tan congénita de la política latinoamericana, y sobre todo venezolana, que cuando aparecen políticas distintas parecen cosas de ingenuos o idiotas que no saben dónde están parados.

En tales circunstancias, no puede ser superfluo insistir en lo que ya dijimos en nuestro artículo de agosto pasado sobre las capacidades políticas, donde enfatizábamos la idea de que la política moderna, si bien es un imprescindible e importantísimo y crítico elemento mediador o equilibrador entre las demás capacidades de toda índole, no puede y sobre todo no debe jamás convertirse en un fin en sí mismo. No podemos dejar de señalar la distorsión, tan frecuente entre los países del llamado tercer mundo y particularmente en nuestra Latinoamérica, en donde los políticos, y con demasiada frecuencia los militares, hacen de la búsqueda y ejercicio del poder fines que prevalecen por sobre cualquier otro ámbito social, con lo cual se convierten en amos y señores no sólo de las armas, sino de la cultura, el territorio, las riquezas, los medios de comunicación, las instituciones educativas, etc. Esta misma distorsión, pese a su arraigo, sólo sería parcialmente explicable tras los siglos de manipulación, silencio, dependencia, obediencia y opresión, no pocamente heredados de pasados antiguos y medievales, en donde los jefes del Estado: reyes, faraones, emperadores, incas o afines, se proyectaban ora como descendientes de seres divinos u ora como facultados directamente por las divinidades para gobernar a los mortales, con lo cual pasaban a mandar y decidir, absolutamente, sobre tutilimundi y en todas las esferas.

Las ideas de que la soberanía reside en el pueblo, y por tanto de que los funcionarios públicos son sus representantes o administradores designados por tiempo y en condiciones limitadas, y de la democracia, como mecanismo para dirimir los conflictos entre los ciudadanos que ejercen esa soberanía, son de data histórica muy reciente -tienen a lo sumo dos o tres siglos- y no terminan de ser asimiladas por nuestros pueblos latinoamericanos, siempre demasiado dispuestos a delegar, de hecho, su soberanía ante cuanto caudillo o mandamás que se les atraviese y les ofrezca un alivio a sus necesidades. Ya nuestro Bolívar, por ejemplo, se quejó en repetidas oportunidades acerca de la secular propensión del pueblo a obedecer, sobre todo a los gobernantes que ejerciesen por períodos prolongados, y Simón Rodríguez, su gran maestro, expresó de múltiples maneras que la construcción de nuestras democracias basadas en el ejercicio de la soberanía de nuestros pueblos tenía que comenzar nada menos que por la creación de los pueblos mismos...

Por las anteriores, y por muchas más razones, hace algunos años este servidor, después de década y media en la política de activación de movimientos desde abajo, o desde sus necesidades concretas, optó por concentrar sus esfuerzos en la elaboración teórica ligada al impulso de experiencias de transformación de instituciones en pequeñas escalas, con miras a afinar las orientaciones para futuras políticas y programas con más sólido fundamento. Fue así que decidió invertir buena parte de sus mejores energías en contribuir a subsanar al menos algunas carencias conceptuales o programáticas del quehacer político venezolano, y tal es el origen de las ideas que aquí se han venido exponiendo.

Varios seguidores y asesores informales del blog me han alertado, ante la evidencia de la última serie autocrítica de artículos, alrededor del centenario/aniversario, acerca del peligro que significa pretender involucrar a los lectores en discusiones que no son de su interés y en la toma de decisiones sobre el futuro de este micromedio de comunicación, y otros me han templado enérgicamente las orejas para hacerme ver la imperiosidad de abordar temas de mayor interés directo de los lectores, y particularmente las cuestiones políticas de actualidad. A unos y otros les estoy altamente agradecido por su celo, y de alguna manera estoy tomando decisiones que acogen sus recomendaciones, pues me dispongo, por un lado, a abordar temas de interés más palpitante, y, por otro, a restringir las discusiones abiertas acerca de qué decir y qué no decir aquí. Me han convencido de que, a fin de cuentas, más que un diario personal hecho público, esto es, antes que cualquier otra cosa, un medio público -un tanto personalizado, claro está- de comunicación, y, como tal, no tiene derecho -no lo hacen la prensa, la radio, el cine, la televisión, los volantes, las vallas, los afiches... ¿por qué habrían de hacerlo los blogs?- a discutir abiertamente sus intríngulis. Una seguidora me ha dicho que lo que he querido hacer es como si en un restorán se pusiesen a discutir con los comensales sus políticas, logísticas y recetas, o sea, las cosas que normalmente se resuelven "en la cocina", y que a ellos, los usuarios, poco o nada les interesa.

Sin embargo, y a resolver ese dilema le dediqué unas cuantas horas en los días pasados, concluí que no podía, de la noche a la mañana, acoger estas recomendaciones y proceder con el ya decidido golpe moderado de timón, sin antes hacer algunas aclaratorias para los lectores que hayan seguido el hilo de las exposiciones recientes, quienes merecen al menos una guía para comprender en qué consistirá el rumbo que están tomando las cosas. El plan original de las entregas del blog consistía en una introducción general, una introducción a las historias de nuestros países, una presentación de conceptos básicos sobre capacidades, identidades, necesidades y libertades, una discusión sobre los sistemas e historias de vida, y una especie de cierre del ciclo introductorio volviendo, pero con mayor profundidad y con una visión de conjunto, al punto de la historia de América Latina, y que sería luego cuando vendría una fase de abordaje de cuestiones más políticas y de interés inmediato de los lectores. Ese plan no va a ser desechado y, en cierto modo, va a continuar; sólo que, a partir de ahora, va a entrelazarse con un conjunto, más aleatorio e impredecible, de artículos sobre temas más políticos y/o de actualidad. Lo político, por un lado, y lo contingente cotidiano, por otro, van a funcionar como elementos cohesionadores, motivadores de la lectura y probatorios de la validez de los enfoques generales. Y a eso, a la profundización en el concepto de política que emplearemos, le dedicamos esta entrega, a la vez última de esta serie, digamos que introspectiva, y primera de la nueva fase de mayor atención relativa a las variables políticas.

4 comentarios:

  1. Sin querer reducir mucho el problema, siento que el grueso de la población puede dividirse en dos grupos: los que sienten que los pollos beneficiados (por poner un ejemplo) son la panacea para sus problemas alimentarios y los que se autoexcluyen de beneficiarse de éstos, bien sea por el repudio automático que les genera cualquier "dádiva" gubernamental o porque prefieren la inanición antes de sentirse igualados a la clase que generalmente se nutre de los pollos o cualquier otro producto que vendan en los mercados itinerantes de PDVAL. Porque "esos pollos son para pobres, los que tienen la mala suerte de no poder lidiar con la especulación de otra manera, dios me libre".
    Yo me he benficiado de los pollos, me alegra que los pollos beneficien a tanta gente. Pero verdaderamente, me parece que estamos muy alejados de tener una verdadera soberanía alimentaria Nadie preferirá comerse un cable a un pollo, venga de donde venga, y eso se paga con votos. Y me preocupa de la misma manera que aquel sector de la población que tiene "herramientas intelectuales" y "capacidades" esté más preocupado de distinguise y ambicione lo que otros, en otras latitudes, producen. Y esmerándose únicamente en drenar la aversión que les produce el país y sus circunstancias y en resolver su problemática individual con dinero, blackberries y carros que les eviten toparse con la venezuela que tanto malestar y verguenza les da.

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  2. Básicamente estoy de acuerdo contigo en todo lo que dices, querido "Anónimo", y siento que la situación que describes es un síntoma de la aberrante polarización política e ideológica que padecemos, la que, a su turno, está anclada en una asimetría social extrema que hemos heredado después de siglos de brutal exclusión colonial y neocolonial, que se reproduce exponencialmente, y que los venezolanos supuestamente más capaces, sensibles y conscientes no hemos sido, hasta la fecha, capaces de corregir. Esquemas como el que describes con los pollos podrían repetirse en miles de otras situaciones; una de ellas, de las que más me ha impresionado, ha conducido a que personas cercanas, a quienes conocemos (pues ya sabemos que, involuntariamante, descubrí quien eres...), se abstengan sistemáticamente de disfrutar la música de... ¡Gustavo Dudamel!, nuestro joven genio musical, aclamado en las más exquisitas salas y espacios de conciertos del orbe, por el delito de haber colaborado en campañas de promoción del Estado venezolano. Tan lejos han llegado que les he escuchado asegurar, sin poder convencerlos de lo contrario, que la fama de Dudamel se debe a una campaña financiada por el chavismo para promoverlo como ficha suya, que incluiría el financiamiento de anuncios y reportajes en la prensa internacional y el soborno hasta de eminencias musicales como Sir Simon Rattle (apenas sucesor de Von Karajan como Director titular de la Filármonica de Berlín...). Lo que me resta es invitarte a que no te desanimes ni desesperes ante este permanente festival de anomalías que nos toca presenciar, a que prosigas tus reflexiones ante las raíces de todo esto, y a que le pongas empeño, dada tu juventud, a descubrir tan tempranamente como puedas cuál es el campo en el que podrías dar lo mejor de ti para aportar aunque fuese un grano de arena en pro de la construcción de un mejor país, pues necesitamos desde aprender a producir nosotros mismos mejores pollos hasta llegar a las cumbres más excelsas del arte, tal y como lo está haciendo nuestro Gustavo... Un abrazo cálido de Edgar y hasta que tú quieras.

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  3. Básicamente estoy de acuerdo con todo lo que señalas, querido Anónimo, y creo que esta absurda situación no es sino expresión de la aguda polarización ideológica y política que padecemos, que a su vez está anclada en siglos de exclusión y asimetrías sociales que hasta la fecha ni los venezolanos más capaces, sensibles, abnegados y conscientes han podido corregir, pero que no podemos demayar en el empeño por superar pues se trata de alcanzar nuestra identidad como nación. Lo que describes con el caso de los pollos podría replantearse hasta la saciedad en miles de otros ejemplos que revelan la aguda crisis de nuestra Venezuela. Uno de los que más me ha impactado ha sido el caso de personas aparentemente cuerdas que he conocido, incluso profesionales universitarios, que sistemáticamente se abstienen de oir a nuestro joven genio musical Gustavo Dudamel, pues no le perdonan que haya colaborado con alguna que otra campaña del Estado venezolano. Les he escuchado asegurar, sin poderlos convencer de lo contrario, que su reconocimiento mundial no es sino promovido por el chavismo a través de campañas mundiales de publicidad y del soborno de eminencias como Sir Simon Rattle, nada menos que el sucesor de von Karajan en la dirección de la Filarmónica de Berlín... Lo que me queda añadir, sobre todo después de descubrir, involuntariamente, quien eres, es que me alegraría que continuases tus reflexiones sobre estos importantes asuntos, y no desmayes en la identificación y cultivo de tus potencialidades y talentos para dar lo mejor de ti en aras de construir un mejor país, que necesita desde aprender a producir más y mejores pollos, para avanzar hacia una real soberanía alimentaria, hasta expresarse artísticamente en las cumbres más excelsas del espíritu. Estos desafíos, con todo y ser enormes, por lo que a veces nos dejan perplejos, tienen el beneficio de ampliar la esfera de nuestras posibilidades de libre escogencia de caminos creativos en la vida. Recibe un abrazo afectuoso de Edgar y hasta que quieras.

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  4. Básicamente estoy de acuerdo con todo lo que señalas, querido Anónimo, y creo que esta absurda situación no es sino expresión de la aguda polarización ideológica y política que padecemos, que a su vez está anclada en siglos de exclusión y asimetrías sociales que hasta la fecha ni los venezolanos más capaces, sensibles, abnegados y conscientes han podido corregir, pero que no podemos demayar en el empeño por superar pues se trata de alcanzar nuestra identidad como nación. Lo que describes con el caso de los pollos podría replantearse hasta la saciedad en miles de otros ejemplos que revelan la aguda crisis de nuestra Venezuela. Uno de los que más me ha impactado ha sido el caso de personas aparentemente cuerdas que he conocido, incluso profesionales universitarios, que sistemáticamente se abstienen de oir a nuestro joven genio musical Gustavo Dudamel, pues no le perdonan que haya colaborado con alguna que otra campaña del Estado venezolano. Les he escuchado asegurar, sin poderlos convencer de lo contrario, que su reconocimiento mundial no es sino promovido por el chavismo a través de campañas mundiales de publicidad y del soborno de eminencias como Sir Simon Rattle, nada menos que el sucesor de von Karajan en la dirección de la Filarmónica de Berlín... Lo que me queda añadir, sobre todo después de descubrir, involuntariamente, quien eres, es que me alegraría que continuases tus reflexiones sobre estos importantes asuntos, y no desmayes en la identificación y cultivo de tus potencialidades y talentos para dar lo mejor de ti en aras de construir un mejor país, que necesita desde aprender a producir más y mejores pollos, para avanzar hacia una real soberanía alimentaria, hasta expresarse artísticamente en las cumbres más excelsas del espíritu. Estos desafíos, con todo y ser enormes, por lo que a veces nos dejan perplejos, tienen el beneficio de ampliar la esfera de nuestras posibilidades de libre escogencia de caminos creativos en la vida. Recibe un abrazo afectuoso de Edgar y hasta que quieras.

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