viernes, 27 de agosto de 2010

La política venezolana ( V): Las elecciones parlamentarias en general

Las elecciones del próximo 26 de septiembre serán un hito importante en el proceso de reacomodo de la estructura del poder político en el país, por varios años distorsionada en demasía dada la lamentable decisión de la oposición de no acudir a los comicios de 2005. En cualquier caso, la emergencia de un parlamento al menos más representativo de la real correlación de fuerzas imperante debería contribuir algo a ponerle coto tanto a los abusos autocráticos y el ejercicio personalista del poder oficial, a que muchos se han ido acostumbrando, como a las permanentes tentaciones antidemocráticas a que ha estado sometida, según el estilo de cierta vieja izquierda, una oposición que ha pasado demasiado tiempo extraña al ejercicio de los poderes públicos nacionales.

La confrontación, el debate de ideas y la búsqueda de acuerdos, a pesar de las inevitables diferencias, de los representantes del pueblo en el poder legislativo no es un elemento más de la democracia sino un componente crítico de su esencia, y, aunque a los venezolanos, tras siglos de ejecutivismo autoritario y caudillesco, y ya varias décadas de presidencialismo basado en el voto universal, nos cueste creerlo, el parlamento es el asiento del principal de los poderes públicos, pues es allí donde los representantes establecen las leyes y pautas generales que deberían regir a todos los demás poderes. La relación entre la Asamblea de diputados y el Presidente es análoga a la de una asamblea de accionistas y el ejecutivo jefe de una empresa, es decir, que este sólo podría tomar decisiones dentro del marco de directrices establecido por aquella. Más aun, y aunque nos parezca una broma, según la letra de nuestra carta magna, repetimos, según la letra, "los diputados o diputadas son representantes del pueblo y de los Estados en su conjunto, no sujetos a mandatos ni instrucciones, sino sólo a su conciencia. Su voto en la Asamblea Nacional es personal" (Art. 201).

Pese a que lo normal sería que las elecciones parlamentarias acarreasen un importante debate acerca de los destinos del país y las leyes necesarias para encauzarlo, así como en torno a las problemáticas estadales y locales, a cuya solución se deben los representantes de los electores, la realidad dista de ser así. En la nueva coyuntura nacional, todas la elecciones terminan convirtiéndose en plebiscitos a favor o en contra del Gran Mandatario, quien arrastra con su imagen portaviónica a gobernadores, diputados, alcaldes o concejales. Buena parte de la propaganda, por citar otro botón de muestra, es elaborada para el nivel nacional, y no pocas veces centrada en la imagen del Presidente, y, cuando contiene escasas alusiones a las realidades locales, más allá de alguno que otro nombre de los candidatos, sólo contiene consignas deducibles de aquellas pocas estandarizadas en el plano nacional. Puesto que el poder legislativo se ha convertido en, y muy probablemente va a seguir siendo, un apéndice del ejecutivo, no son los nombres de los diputados sino su filiación con el poder del Presidente lo que a final de cuentas va a contar.

Lo más importante en juego, en consecuencia, en estas parlamentarias, será la nueva composición del hemiciclo, debido a que, de no alcanzar el gobierno la mayoría calificada de 110 diputados, los dos tercios o 67% de la Asamblea, no podrá aprobar a su antojo las leyes orgánicas, ni designar a dedo los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia o los demás altos representantes de los demás poderes públicos, ni crear o disolver a capricho las comisiones permanentes de la Asamblea, ni interpelar a puertas cerradas a los altos funcionarios de gobierno.

Para conservar esta mayoría calificada se ha estimado, por distintas fuentes, que el gobierno sólo necesita, gracias a los ingeniosos bocetos geométricos del CNE, un 52,6% de los votos totales, que es exactamente la tendencia central predicha por GIS XXI, la encuestadora de Jesse Chacón, lo más parecido a una encuestadora del sector oficial y la que más completamente ha divulgado sus predicciones, con un margen de error de más o menos 2%, para obtener un 67% de los diputados. De los cuatro escenarios previstos por esta encuestadora, que parte del supuesto de que, con base a las tendencias de las elecciones anteriores, el gobierno ya tiene asegurada la mayoría simple, con 97 diputados cautivos, 73 nominales y 24 listas, mientras que la oposición, sobre la base de las mismas tendencias, tendría asegurados 39 diputados, 19 nominales y 20 listas, el gobierno tendría asegurada la ansiada mayoría calificada en tres de ellos, a saber, con votaciones de 54,6%, 53,6% y 52,6%, con sólo un cuarto escenario desfavorable de 51,6% ó menos a favor del gobierno, en el que obtendría sólo 96 diputados, frente a 69 de la oposición.

Tal análisis se basa en la existencia de una especie de tierra todavía de nadie, de 29 diputados, 21 nominales y 8 listas, pertenecientes, los nominales, a 17 circuitos dudosos en los que el Sí de la pasada enmienda constitucional obtuvo menos de un 10% de ventaja sobre el No, y, los listas, a ocho estados en donde o bien se eligen tres diputados y el Sí del gobierno ganó con menos de un 5% de ventaja, cual es el caso de Carabobo y el Distrito Capital, por lo que no queda claro quien se queda con el tercer diputado, que por ejemplo podría ir a manos de la disidencia pepetista, o bien se eligen dos diputados, en estados en donde el PSUV ya ha duplicado la votación de la oposición, pero en donde podría no lograrlo esta vez, cual es el caso de Amazonas, Cojedes, Delta Amacuro, Portuguesa, Sucre y Trujillo.

Tomando como punto de partida los anteriores datos que, al parecer coinciden en buena medida con los de otras dos encuestadoras de prestigio, el IVAD, de Félix Seijas, que predice un 53% para el PSUV, ligeramente por encima de los datos de GIS XXI, y Datanálisis, que anticipa un 52% para este mismo partido, ligeramente por debajo, parece claro que el final de la lucha por la mayoría calificada del PSUV va a ser de fotografía. Sin embargo, y pese a que no es esta nuestra preocupación principal sino la posibilidad de que, sea cual sea el resultado, se inicie de una vez un proceso de articulación de una política estratégica impulsadas por fuerzas no polarizantes y articulada a los intereses de movimientos de masas reales, no sólo deseamos sino que intuimos que dichos resultados van a estar más en la onda de la predicción de Datanálisis que en la de GIS XXI o el IVAD, o sea, por debajo de la votación requerida para la mayoría calificada que el gobierno requeriría para insistir con sus imposiciones autocráticas y socialistoides.

Nuestras razones son las siguientes: Primera: nos resulta optimista el análisis de Jesse Chacón, que parte del supuesto de que el fiel de la balanza electoral tendrá un comportamiento semejante al referendo de la Enmienda de febrero de 2009 y no al de la Reforma de diciembre de 2007 ó a las elecciones de Gobernador de 2008, ignorando que el gobierno ha sido objeto de un desgaste mucho mayor, que su mensaje despierta cada vez menos ilusiones y es cada día más contrastado con su falta de logros, que la recesión económica se ha sentido mucho más que a comienzos del año pasado, cuando se quiso crear la ilusión de que "aquí no ha pasado nada", y que no ha podido disponer de los mismos recursos para comprar votos como en aquella oportunidad (en particular, una de sus armas electorales favoritas de entonces, los enormes pollos brasileños, en esta ocasión fueron repartidos mucho menos profusamente). Segunda: en esta ocasión podría ser más difícil para Chávez y su maquinaria demoledora lograr el mismo tipo de adhesión que en 2009, cuando estaba en juego, para masas humildes que lo ven como su único benefactor, su permanencia en el poder; las necesidades insatisfechas locales, pese a todo el esfuerzo que se ha hecho por relegarlas a un segundo plano, podrían tener un mayor peso esta vez. Tercera: en esta oportunidad por lo menos Henry Falcón, Gobernador de Lara, Liborio Guarulla, de Amazonas, y el PPT en general, con alguna fuerza propia en estados como Guárico, en lugar de sumar votos a la causa del PSUV van a restarlos, por lo cual el impacto de estas restas será doble, puesto que sus votos se sumarán a una disidencia no dispuesta a secundar acríticamente al PSUV. Cuarta: existe ahora un cansancio mucho mayor, incluso en la militancia pesuvista, con el personalismo de Chávez, que podría llevar a muchos a no votar rojo simplemente para apuntar a una Asamblea menos sumisa y darle más chance a otras opciones de candidatos para 2012. Y quinta: el modelo cubano, ayer idealizada vitrina del socialismo de Chávez, ahora está siendo sometido a escrutinios mucho más cercanos y críticos, aún por sus fundadores, por lo que se ha ido desvaneciendo buena parte de su encanto.

No obstante lo anterior, hay un factor en favor de la votación del PSUV, que podría incluso llegar a contrarrestar los anteriores y abonar en favor de la predicción de Jesse, cual es la mucho mayor solidez de la maquinaria pesuvista a la hora de captar y asegurar los votos, en comparación con la maquinaria de la oposición o de la disidencia pepetista, por supuesto que a consecuencia de la mucho mayor disposición de recursos y el ventajismo que supone emplear los recursos del Estado como si fuesen los de un partido político (lo que históricamente ha constituido un verdadero cáncer en la política venezolana, en donde todos sabemos que Sucre Figarella, de AD, o Curiel, eran los grandes contratantes/contratistas, según el turno, y simultáneamente los tesoreros de sus partidos...

No queremos, sin embargo de lo dicho, dejar la impresión de que tenemos elevadas expectativas acerca de un cambio sustancial en nuestra situación política después de septiembre. En parte porque sabemos, de acuerdo a sus conductas precedentes, que el ejecutivo presidido por el presidente Chávez intentará minimizar el poder del parlamento, en caso de que los resultados, relativamente adversos, le reporten una mayoría menos que calificada, así como de maximizarlo, en función de sus propósitos, en caso de que sí la obtenga; y porque, en cualquier caso debemos estar preparados para una táctica que hará lo inverosímil para dar continuidad al paradójico estilo de las habilitantes, y opacar y aislar el rol de los tribunos opositores o disidentes. Por otro lado, porque ya el presidente ha establecido la práctica de decidir primero y discutir después, que mucho va a costar que la modifique, sobre todo si, como lo sugieren todas las encuestas, es casi seguro que obtenga al menos una mayoría simple de diputados, lo cual geométricamente es factible aun si obtiene sólo alrededor del 48% de los votos. Además, porque tanto la oposición como la disidencia pepetista se presentarán a la Asamblea demasiado ayunos de ideas y proyectos, como si, obsesionados por el rechazo a Chávez o de Chávez, sólo hubiesen tenido el tiempo de la campaña electoral para armar un programa de cambios lejano de ser coherente, y asomar apenas algunos títulos de las leyes que impulsarían, en cualquier caso sin una visión estratégica que oriente su participación. Y, por último, pero lo más grave de todo, porque todas las fuerzas participantes, a excepción hecha de alguno que otro dirigente sindical o ex-estudiantil, las más de las veces en puestos poco salidores, se presentan en la liza sólo en representación de sí mismos, de capos diversos de la política, de partidos que funcionan como cascarones vacíos, de medios de comunicación y empresarios que los han financiado, mas no en representación de fuerzas sociales, regionales o políticas organizadas y con programas coherentes, lo cual hace presentir que, con un poco de suerte, quizás apenas se logre que el canal de televisión de la asamblea se torne menos aburrido (pero nada que ver, por ejemplo, con lo que hemos admirado en Brasil, en donde uno de los roles primordiales del canal parlamentario consiste en servir de foro para el intercambio y discusión entre los diputados y las fuerzas sociales organizadas a quienes representan). De chiste que fue en sus comienzos, la frase de que nuestra democracia participativa consiste en que a uno le participan lo que ya decidieron a su antojo los poderes públicos se ha ido convirtiendo en amarga realidad...

En la próxima y última entrega de esta subserie sobre la política venezolana, aportaremos algunos detalles adicionales sobre nuestra postura ante las elecciones del 26 de septiembre.

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