viernes, 19 de junio de 2009

Segmentados y desarraigados: el caso de los pueblos latinoamericanos francófonos

Tan poco familiares nos suelen ser estos pueblos francófonos (martiniqueño, guadalupeño, francoguayanés y afines), que procede una breve justificación sobre su inclusión en esta serie de artículos sobre la naturaleza y orígenes de los pueblos latinoamericanos. Cuando, en los inicios de este proyecto de blog, nos preguntamos: ¿cuáles son los pueblos latinoaméricanos?, nos inclinamos por responder de una manera poco académica y más bien pragmática, y optamos por tres criterios: 1) que, situados en América, hablasen una lengua y compartiesen una cultura latina, 2) que hubiesen padecido un largo proceso de colonización por algún imperio europeo latino, bajo algún esquema de sobreexplotación de la población nativa y/o esclava, y 3) que hubiesen vivido la experiencia de luchar, en el último siglo o con algún grado de vigencia, por, al menos, algún grado de autonomía o liberación de tal yugo imperial y/o de cualquier forma de neocolonización posterior, por lo general por parte de las políticas expansionistas inglesas o estadounidenses. Esto nos condujo a una cobertura intermedia de la noción de América Latina, no tan restringida, como para excluir a los pueblos francófonos o de lenguas no ibéricas, pero tampoco tan amplia como para incluir a poblaciones como la quebequense o luisianesa de habla francesa, o las tejana o californiana de habla hispana, con otras identidades y problemáticas culturales. En cambio, quedaron claramente incluidos Puerto Rico y Belice, puesto que el grueso de sus poblaciones son mestizas y hablan español, y también los departamentos franceses de ultramar: Martinica, Guadalupe, Guayana Francesa, San Martín, San Bartolomé y, en los límites del criterio escogido, San Pedro y Miguelón.

Bajo el esquema adoptado, sin embargo, quedó pendiente un asunto no contemplado en los criterios seleccionados y no completamente resuelto para el momento de redacción de este artículo, y es que en el caso de estos departamentos no hay una tradición de identificación con América Latina y sí con las culturas, aunque no con las lenguas, africanas, en relación a las cuales se autoperciben como segmentados o arrancados. Esto hace que sus afanes culturales de superación del desarraigo se superpongan también, y tal vez con mayor peso, con la problemática de los pueblos caribeños de habla inglesa u holandesa, como el jamaiquino, el trinitario o el curazoleño, tradicionalmente considerados no latinoamericanos y en donde se ha planteado con fuerza el tema de la negritud. Optamos, por los momentos, por mantener nuestra decisión inicial, pero con el entendido de que la problemática de construcciónde una identidad latinoamericana no tiene por qué excluir, sino que más bien presupone, la búsqueda de otras identidades, como la africana, indoamericana, italiana, judia o asiática, que se plantea en casos singulares, y con el añadido de que, en relación al primer caso, en donde bien se sabe que la humanidad toda tuvo su origen en el continente negro, es obvio que, de uno u otro modo, todos tenemos raíces culturales afrodescendientes.

Los mencionados departamentos franceses de ultramar, que legal y políticamente son parte de Francia y, por tanto, de la Unión Europea, con el euro como moneda, etcétera, están configurados por varias pequeñas islas y un territorio continental suramericano, que en total suman un territorio insular de unos 3000 km2 más otros 87000 km2 continentales, y una población total, mayormente negra o mulata, de alrededor de un millón de habitantes. La historia colonial, sobre todo de los tres primeros, y mayores, departamentos, guarda semejanza con la de los pueblos antillanos puertorriqueño, haitiano y cubano, ya comentada en los artículos anteriores, pero con la importante particularidad de que luego de alrededor de dos siglos de esclavitud vinculada, por regla general, a las plantaciones de caña de azúcar, estos pueblos, no sin enfrentarse, incluso con sacrificios heroicos, a la dominación imperialista francesa, han optado luego, con un esquema afín al puertorriqueño, por la vía de convertirse en departamentos de Francia. Da la impresión de que sus líderes, con el poeta e intelectual Aimé Césaire a la cabeza, confrontados ante la disyuntiva de optar por la vía de un enfrentamiento sangriento y de dudosas perspectivas, a lo haitiano, prefirieron una vía más larga y paciente hacia la autonomía, que ha contemplado su conversión en departamentos franceses de ultramar, y por tanto el logro de la ciudadanía francesa y de un grado no desdeñable de bienestar para sus pobladores, a la espera de condiciones más maduras para la conquista de la plena independencia. Esta experiencia nos parece harto interesante porque pone de relieve como con una perspectiva menos principista y no violenta, y más centrada en la atención a los problemas y la transformación de capacidades del pueblo, también es posible avanzar en una dirección superadora con un menor costo humano y político.

Por supuesto que estas decisiones no han contado con el apoyo de la izquierda ortodoxa, que, sobre todo en los días de la Guerra Fría y a propósito de su disidencia pública de la tolda comunista, en más de una oportunidad ha intentado acusar de traidor a Césaire, creador principal del movimiento por la negritud y cuya defensa de la cultura negra nadie tiene derecho a cuestionar, oponiendo su política a la de su alumno y también martiniqueño Frantz Fanon, este sí apologista a ultranzas de la vía del enfrentamiento armado y a muerte contra todo imperialismo o fracción interna partidaria de la colonización; o, en otros momentos, ante la imposibilidad moral de tal cuestionamiento, intentando asimilar la inmensa fuerza expresiva de la poesía cesaireana a un apoyo velado a la estrategia de la violencia fanoniana.

Puesto que expertos cubanos en literatura negra han insistido en esta última tesis, nos pareció apropiado, para facilitar que los lectores se formen su propia opinión, cerrar con un trozo de uno de los más conocidos poemas cesaireanos, su Cuaderno de un retorno al país natal, a objeto de que se discierna si hay aquí algún rastro de complacencia con el "Imperio" o de apoyo a la vía de la lucha a muerte antiimperialista.

"...Escuchad al mundo blanco
horriblemente cansado de su esfuerzo inmenso
sus articulaciones rebeldes crujir bajo las estrellas duras
su rigidez de acero azul traspasando la carne mística
escuchad sus victorias proditorias pregonar sus derrotas
escuchad en las coartadas grandiosas sus míseros tropiezos.
Piedad para nuestros vencedores omniscientes e ingenuos.
Eia para los que no inventaron nada
los que jamás exploraron
jamás domeñaron.
Eia por la alegría.
Eia por el amor.
Eia por el dolor reencarnado en lo peor de las lágrimas.

He aquí, al fin de este amanecer, mi plegaria viril.
No escucho las risas ni los gritos, fijos los ojos en esta
ciudad que profetizo bella,
dadme el valor del mártir
dadme la fe salvaje del hechicero
dad a mis manos poder para modelar
dad a mi alma el temple de la espada,
no me oculto. Haced de mi cabeza una cabeza de proa
y de mí, corazón mío, no hagáis ni un padre ni un hermano
ni un hijo si no el padre, el hermano, el hijo,
no un marido, hacedme el amante de este pueblo único.

Hacedme rebelde a toda vanidad, pero dócil a su genio
como el puño extremo del brazo.
Hacedme comisario de su sangre
hacedme depositario de sus resentimientos
haced de mí un hombre de determinación
haced de mí un hombre de iniciación
haced de mí un hombre de recogimiento
pero haced también de mí un sembrador
haced de mí un ejecutor de estas altas obras
ha llegado el tiempo de ceñirse la cintura como un valiente.

Mas preservadme, mi corazón, de todo odio,
no hagáis de mi este hombre de odio para quien sólo
abrigo odio
pues para acantonarse en esta única raza
conocéis sin embargo mi amor católico
sabéis que no es el odio a otras razas
lo que me hace ser el labrador de esta única raza
lo que quiero
es por el hambre universal
es por la sed universal
declaradla libre al fin
dad de su cerrada intimidad
la suculencia de sus frutos..."

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