Una manera alternativa de hacer esto sería organizar una especie de glosario, diccionario o tesauro de términos poco usuales o desarrollados por el autor, que pudiesen estar disponibles para la consulta en cualquier momento y desde cualquier artículo, pero de repente esto obligaría a pagar el precio de exigir ciertas habilidades informáticas para hacer las consultas en línea, que muchos lectores no tendrían; y otra opción sería simplemente la de hacer de cuando en cuando, en el contexto de artículos sobre temas concretos, como por ejemplo acerca de cómo transformar nuestra agricultura, ciertos paréntesis conceptuales para explicar de manera más precisa el alcance o significado de ciertos términos como capacidad productiva tecnológica, cultura material alimentaria, o formación para el trabajo, que serían requeridos para exponer nuestros puntos de vista, pero entonces quizás se perdería un poco el hilo de las exposiciones y habría que incurrir en repeticiones cada vez que hiciesen falta los mismos conceptos en otros artículos. La salida que hemos escogido es la de ofrecer periódicamente estas series de artículos conceptuales, y alternarlas con series más aplicadas o concretas, para apuntar hacia un equilibrio o balance en el largo plazo. Sin embargo, repito, estoy abierto a sugerencias o mejores ideas que los lectores quieran hacerme llegar, pues a fin de cuentas, tengo una experiencia significativa escribiendo y haciendo fotografías, pero principalmente para mí mismo, por lo que también soy un aprendiz en esto de comunicarme con un público heterogéneo y con múltiples antecedentes e intereses.
Hechas estas aclaratorias, continuaré con mi tema de hoy, cual es el de las capacidades territoriales o de relacionamiento con el ambiente físico y biológico de los espacios que ocupamos o habitamos en una época o tiempo determinado. Si insistiésemos en parangonar la sociedad con un organismo humano individual, estas capacidades territoriales o ambientales vendrían a ser como el a veces llamado sistema de soporte y protección, integrado por los subsistemas óseo, muscular e integumentario (piel, pelo y uñas), que nos permite ocupar un lugar y desplazarnos en el ambiente, realizar intercambios diversos con éste y protegernos ante amenazas diversas. Con nuestras capacidades territoriales, que sólo hemos desarrollado en los últimos diez o doce mil años, las sociedades humanas hemos logrado, en general, adaptarnos de manera permanente o estable a los más disímiles ambientes biofísicos, desde las tundras árticas hasta los desiertos y desde las más empinadas montañas hasta las llanuras, a la vez que hemos aprendido a desenvolvernos en medios desde terrestres, subterráneos y acuáticos hasta, muy recientemente, subacuáticos, aéreos y hasta espaciales.
Podemos desglosar estas capacidades en varias subcapacidades referidas a: la distribución de la población, con sus distintas cargas genéticas y culturales, en el territorio, con miras a una ocupación, tanto urbana como rural, a la vez racional y armoniosa, a las que llamaremos capacidades territoriales poblacionales o humanas; la adecuada división política de nuestro territorio, de manera de posibilitar su mejor administración y conservación, a las que denominaremos capacidades territoriales políticas; la apropiada distribución de nuestras actividades económicas según las potencialidades de nuestro territorio, a las que podemos llamar capacidades territoriales económicas; el sano aprovechamiento de las potencialidades del espacio, el tiempo, los suelos y subsuelos, y las especies vegetales y animales contenidas en nuestro territorio, incluidas aquí las obras de infraestructura y las labores de domesticación necesarias para nuestra mejor adaptación al mismo, a las que identificaremos como capacidades territoriales físicas o, mejor, biofísicas; las relacionadas con la señalización, demarcación o espacialización del territorio y su correspondiente traducción en mapas, instructivos, folletos, manuales, vallas explicativas, programas instructivos, televisivos, radiales y afines, a las que nombraremos como capacidades territoriales mediáticas; y, por último pero sin reducirlas a menos, las capacidades de generación de nuevos conocimientos sobre el ambiente o territorio a través de esfuerzos de aprendizaje, investigación, desarrollo y diseño, a las que designaremos como capacidades territoriales cognitivas o educativas en sentido estricto.
Todo esto suena muy chévere, pero, sin embargo, el problema reside en que estas capacidades territoriales se han desarrollado de manera harto desigual, y así hallamos que, en el mundo contemporáneo, mientras se discuten proyectos de asentamientos permanentes en la Luna o Marte, una enorme masa de la población vive en un estado seminómada o no del todo sedentario o estable pues carece de una mínima adaptación territorial. ¿Cómo hemos llegado a estas tan hondas desigualdades en la transformación de nuestras capacidades territoriales? Este es un tema difícil y de vital importancia, sobre todo si recordamos lo dicho días atrás en el sentido de que estas capacidades territoriales habrían sido las primeras en desarrollarse de manera evolutiva, es decir, no inherente a todas las sociedades humanas, pues va a resultar que, a nuestro juicio, es aquí donde empezaron a definirse las desigualdades de las sociedades vigentes y, especialmente, las capacidades que hicieron posible la aplastante dominación de las poblaciones prehispánicas por los invasores europeos hace unos cinco siglos, en donde, por ejemplo, 168 guerreros dirigidos por Pizarro sometieron a un ejército inca de 80000 hombres, dando origen a nuestra Latinoamérica.
Puesto que responder plena y satisfactoriamente a esta exigente pregunta nos llevaría a entrar en honduras y extensiones seguramente impertinentes, lo que haremos será, como en el conocido programa televisivo aquel, ganar tiempo, o espacio, apoyándonos en un comodín, que en este caso será el doctor Jared Diamond, quien, en su obra Guns, germs and steel: the fates of human societies [existe una traducción: Armas, gérmenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos 13000 años, que, lamentablemente, no conocemos para el momento de escribir estas notas], nos aporta explicaciones a la vez convincentes y no racistas ni deterministas sobre este asunto (aunque hay quienes, sin distinguir, según nuestra perspectiva, entre determinación y determinismo, lo han acusado de tal, de modo parecido a quienes, confundiendo paternidad con paternalismo, pretenden invitar a los padres a abdicar de sus roles formativos; o, por otro lado, pareciera que hay quienes, en nombre del ataque a un supuesto determinismo geográfico, pretenden defender por mampuesto los sempiternos determinismos raciales o religiosos que consagrarían la superioridad cuasidivina del europeo).
Básicamente, la tesis del Dr. Diamond, traducida a nuestro lenguaje y ligeramente aderezada con modestas interpretaciones propias, lo que dice es que, cuando, hace unos 12 a 15000 años, ciertas poblaciones de Homo sapiens cruzaron el estrecho de Behring (lo que todavía era posible por vía
Como resultante de todo esto, cuando los conquistadores españoles contactaron a nuestros indígenas prehispánicos, lo hicieron con, al menos, las siguientes ventajas en sus capacidades: 1) capacidades territoriales más evolucionadas, que les habrían permitido disponer de especies domesticadas más adaptadas para la guerra, como el caballo y el perro, a la vez que una mayor inmunidad ante los gérmenes, derivada de esta más intensa y prolongada convivencia con tal mayor variedad de especies domesticadas; 2) capacidades productivas más avanzadas, traducidas en la capacidad para fabricar armas de fuego y espadas de acero, a la vez que barcos y medios terrestre de transporte con ruedas; 3) capacidades políticas más robustas de liderazgo, organización y programación de actividades de toda índole, y particularmente militares; 4) capacidades culturales más completas, hechas posibles por los asentamientos urbanos más densos y autosuficientes técnica y alimentariamente, tales como el manejo de un lenguaje más sofisticado que, al apoyarse en textos escritos de todo género, inclusive el religioso, permitiría el manejo de niveles de abstracción, deducción e inducción lógica, incluyendo la capacidad para argumentar la posesión de supuestos derechos divinos especiales, revelados a los mortales y plasmados convenientemente en textos sagrados, no disponibles para pueblos sin uso generalizado de la escritura; y 5) capacidades mediáticas, que examinaremos con mayor detenimiento en la próxima entrega, tales como el uso de libros, manuales, fórmulas, recetas, mapas, instructivos, cartas, memorandos y afines, con sus correspondientes actividades asociadas de instrucción de personal, también ventajosas a la hora de la confrontación cultural o transculturación.
Sobre la base del asimétrico proceso de transculturación, posibilitado por tales ventajas comparativas y ocurrido en nuestro subcontinente, en donde se ha conjugado una aculturación o imposición de la cultura europea con una deculturación o pérdida de las culturas de los pueblos autóctonos, se ha erigido nuestra América Latina. Aunque genéticamente, dadas las condiciones

No hay comentarios:
Publicar un comentario