viernes, 25 de septiembre de 2009

Nuestras capacidades procesales replanificativas

Tal vez convenga comenzar por aclarar que todo este asunto de caracterizar las etapas de un proceso, como el de examinar por separado las partes de un todo o los componentes de una sustancia, no son sino artificios o procedimientos mentales para comprender mejor una realidad que, aunque en el fondo sabemos que es una sola y continua, creemos que podemos imaginárnosla mejor si suponemos que se desenvuelve por etapas, se divide en partes o se integra por componentes. No somos abogados de ningún etapismo, ni partismo ni componentismo, simplemente queremos entender en profundidad la naturaleza de nuestras diferentes capacidades para diagnosticarlas más profundamente y, sobre todo, acertar más en el impulso a su transformación. Si nos hemos detenido, durante ya casi una docena de artículos, en estas capacidades procesales es porque estamos convencidos de que los occidentales, en general, y los latinoamericanos más todavía, necesitamos comprender más hondamente los procesos, ciclos o dinámicas de vida en que inevitablemente participamos, para convertirnos cada vez más en los protagonistas de nuestros dramas.

La replanificación de procesos de vida, y en particular el rediseño en los procesos productivos, es aquella etapa que, en lugar de arrancar con propositaciones o análisis de necesidades abstractas, al inicio de dichos procesos, parte del estudio concreto de los comportamientos y experiencias de los usuarios o consumidores para introducir cambios o adaptaciones mayores en bienes, servicios o resultados diversos. La diferencia entre planificar y replanificar es análoga a la que establecemos cuando hablamos de hacer o rehacer nuestra maleta para un viaje o de modelar o remodelar nuestra vivienda, pues en los términos con re- no nos referimos a hacer ajustes menores o rutinarios en una o en otra, sino a volver a seleccionar nuestro equipaje de viaje sobre nuevas bases o a introducir modificaciones sustanciales en el inmueble para adecuarlo más a nuestras necesidades. De la misma manera, la replanificación o el rediseño ocurren cuando, a partir de la considerable experiencia ganada durante el ciclo o proceso de vida de, por ejemplo, un producto, equipo, institución o sistema formativo, procedemos a repensarlos y reconstruirlos para prolongar su vida útil y/o adaptarlo más a nuevos requerimientos.

El empleo de estas capacidades replani- ficativas o rediseña- tivas, común- mente a cargo de empresas e institu- ciones tecnológicamente líderes, está teniendo cada vez mayores y más diversos impactos en nuestras existencias. Uno de ellos es a través del desarrollo de los llamados sistemas de producción flexibles, que, sacando provecho del conocimiento en tiempo real de las necesidades de los consumidores y de las posibilidades de equipos y procesos productivos cada vez más inteligentes y adaptables, permiten ofrecer una amplia variedad de modelos, fórmulas o tamaños de los productos, casi como si fuesen fabricados a pedido.

Otro tipo de impacto, mucho menos conocido, es el que ocurre al interior de las plantas y equipos de fabricación, sobre todo de productos estandarizados o intermedios, o sea, que no se diferencian por sus características finales y en donde la tecnología se concentra en la manera de producirlos. Aquí, mediante el mejoramiento continuo y el rediseño de equipos y procesos, se le agrega constantemente valor a éstos, al punto de que, en muchas empresas japonesas, que hasta hace unas décadas causaban risa en muchos por su afán de copiar tecnologías extranjeras, es un lugar común decir que un equipo nuevo es aquel que se encuentra en el estado de menor (sic) valor de su ciclo de vida. Tal paradoja, a la luz de la racionalidad técnica imperante en la mayor parte de nuestros procesos productivos latinoamericanos, se explica por el hecho de que, en los ambientes productivos propiamente tecnológicos, el personal profesional es capaz, a medida que va ganando experiencia con el empleo de los equipos y procesos, de proponer e introducir reformas constantes para optimizar su desempeño, e incluso de participar en su rediseño para diferir su obsolescencia física o económica.

La replanificación y el rediseño de equipos, productos, procesos e instituciones son una ruta privilegiada para la adquisición de las más exigentes capacidades de planificación estratégica y diseño básico y, en particular, de diseño básico de bienes de capital, que, junto a las capacidades de diseño detallado y construcción de equipos, constiyuyen un requisito de cualquier desarrollo sustentable a largo plazo. Tal y como ayer lo hicieron los Estados Unidos en relación a Europa, como muchos países asiáticos, y como lo han hecho en América Latina Brasil, Argentina y México, el desarrollo de capacidades de rediseño y adaptación de tecnologías productivas, culturales, políticas, mediáticas y educativas desarrolladas por otros es una vía universalmente válida, actualmente subaprovechada por la mayoría de nuestras naciones, para la transformación de las capacidades propias.

En cambio, en cuanto a un tercer tipo de impacto, o, mejor, de familia de impactos, derivado de la posesión de capacidades modernas de replanificación y rediseño, relacionado con el auge contemporáneo de la cultura de trasplantes, implantes y cambios cosméticos en la apariencia de productos y personas, nos luce que los latinoamericanos quizás estemos apresurándonos demasiado. Los valores relacionados con el mero coleccionismo de productos aparentemente diferentes pero esencialmente iguales, y con los cambios en la fisonomía de las personas, que pueden llegar hasta caprichosos cambio de sexo, están en el orden del día. Nos asombra la manera como se ha convertido en cosa corriente, mucho más allá de los tradicionales cambios de look, de dentadura y de color o tipo de pelo, el regalo de vales de cirugía estética para jovencitas quinceañeras, y como esta rama de la medicina está captando cada vez más la atención de jóvenes y ambiciosos estudiantes. Y nos asusta imaginar que en el futuro cercano, por ejemplo, la onda de creación de personalidades virtuales en la web, en ambientes como los de Second Life y afines (en donde ya es posible hacer citas, tener acercamientos sexuales, viajar y hacer negocios en dólares virtuales convertibles en de los otros), pueda desencadenar una fuerte ola de evasión en nuestras poblaciones más pobres, de por sí dadas a la fantasía y a evadir los retos de la transformación de nuestra gran patria latinoamericana.

4 comentarios:

  1. Hola, Edgar. Felicidades... porque ya era tiempo de que el público entendido disfrutara, meditara y valorara esas reflexiones que hace tanto... (yo creo que apenas tuviste uso de razón) han sido tu proyecto de vida. Ya era tiempo de plasmarlas en un recurso como este... Muchos éxitos. María L.

    ResponderEliminar
  2. ¡Que tal, María! Me alegra muchísimo encontrarte por estos lares virtuales y espero quedar a la altura de tus expectativas con el blog, con el cual, como bien lo señalas, lo que estoy haciendo es continuar con la labor de pensar y escribir que desde hace ya unas cuantas décadas me conoces, sólo que ahora un poco más públicamente. Me encantaría, y esto también es válido para Luis José Alfaro, Lourdes Arráez y Hanibal, que sólo han inscrito su nombre, y también para otros seres queridos como Rafael Maldonado, Frank Bastarrica, Lucy Leoni y otros, quienes se han identificado con dibujos, que le añadieran la foto al perfil de seguidores del blog, pues, no sé si serán reminiscencias de la era preinternet, pero la verdad es que me gusta ver esas fotos cuando escribo y entonces me inspiro al imaginarme comunicándome al menos con esos pocos seguidores que visualizo (en otros tiempos, cuando se usaba el correo ordinario, también me gustaba tener a la vista fotografías de mis destinatarios o destinatarias). A lo mejor son sentimentalismos o prejuicios premodernos, pero, como bien sabes, no soy ni quiero ser 100% moderno... Recibe un abrazo de quien a menudo te recuerda, Edgar.

    ResponderEliminar
  3. Hola Edgar, está bastante clara esta gran exposición de teorías de los elementos que más nos hacen falta para poder ingresar, aunque sea por debajito, al grupo de paises que pueden manejar su destino; sin embargo, quiero hacer unas reflexiones acerca de lo que pasa por mi mente. Hace unos años, una amiga, usó como un gran argumento, que justifica el apoyo al proceso actual que vive Venezuela, que la diferencia entre nosotros y los paises más ricos, era que el ingreso per cápita de los otros era de 40 mil dólares y el de nosotros de 4 mil, así que esto justifica, en cierta manera, que hay que atender a los más pobres, sin ningún tipo de discusión, es decir, que todo lo que haga el gobierno actual está justificado. Esto lo argumentó sin ningún otro tipo de reflexión, como lo haces en este blog. Contaré otra anécdota, estaba en un cafetín y entre los presentes surgió un comentario, acerca de la poca disposición de los venezolanos para trabajar. Hacemos los comentarios, pero no estamos en capacidad de darle solución. Y aquí es donde esta mi preocupación: alguna vez, en el futuro, saldremos de esta situación, será que alguna vez podremos empezar, aunque sea de a poquito, nos dejará alguna gente de nuestro mismo pueblo avanzar por este camino; como dices tu, no nos agarrará esa lucha de clases, que es la envidia. A lo mejor estoy un poco fatalista pero te digo algo, cuando veo el gran avance tecnológico de los otros paises, los podremos alcanzar alguna vez; no por alcanzarlos propiamente dicho como si fuera una carrera, no. Lo que quiero decir es que, también, habrá que considerar no usar mucha de las tecnologías que ahora existen y usar las que más se adecúan a nuestra circunstancia. Por otro lado no creo que estemos en vías de hacer uso de esas capacidades procesales, de las que hablas. Lo digo, por ejemplo, tendremos guardados, como lo hacen los estadounidenses, los planos de las carreteras que se hicieron en el pasado, represas, entre otras; fíjate lo siguiente: las obras más grandes, ejecutadas actualmente en Venezuela, fueron asignadas a empresas brasileñas y, quien terminó ejecutándolas fueron empresas venezolanas, entonces, si desde el gobierno se le da duro a la ingeniería venezolana, que quedará para los demás. Venezuela está como en una guerra, pero no contra un enemigo visible o contrario, sino contra ella misma, cada cosa que hacemos, es para destruirnos aún más. Mi pregunta es: alguna vez podremos empezar por algo bueno, podremos poner en práctica tu idea de la educación, será posible. Bueno, muchas gracias por calarse este discurso, qué dicen ustedes, hasta luego.

    ResponderEliminar
  4. El problema que planteas, Douglas, es, a la vez, importantísimo y complicadísimo, y pienso dedicarle unas cuantas líneas del blog en cuanto termine de esbozar una especie de marco conceptual para la formulación de propuestas más concretas a nuestros múltiples problemas. Pienso que optar entre resolverle con dádivas los problemas a la gente versus dejar que la gente se muera de hambre y penurias es un dilema más que falso en donde tergiversadores del pensamiento básico de Marx y liberales insensibles, quienes parecieran compartir la consigna de no pensar sino con las cabezas de intelectuales de hace más de 150 años, nos quieren encerrar. Pienso que allí están a la vista las experiencias de países como Brasil, Chile, la India, o la misma China, que sistemáticamente, y sin entrar a considerar sus métodos específicos, están reduciendo sus índices reales de pobreza. Nosotros, en cambio, lo que estamos haciendo es gastarnos la renta del petróleo para crear una apariencia de reducción de la pobreza, que, tarde o temprano, volverá a resurgir y ya está resurgiendo con nuevas modalidades, puesto que no estamos ni generando empleos productivos ni capacitando a nuestra gente para que en el futuro sea más productiva. La inseguridad galopante y la infinidad de crímenes que se cometen hasta para quitarle pendejadas a las víctimas no son sino una manera de manifestarse de esta pobreza estructural a la que pareciéramos estarnos acostumbrando peligrosamente. En cualquier caso, siento que tenemos que armarnos de paciencia y coraje para abordar nuestra difícil situación, en donde lo primero es recuperar la visión de la realidad, más allá de la hojarasca de propaganda y de los bombardeos mediáticos de lado y lado, para tener la oportunidad de hablar con propiedad sobre lo que nos pasa, y es en este sentido que me ha parecido que con el blog podría hacer aunque sea una modesta contribución. Mientras tanto, creo que no es del todo malo que nos sintamos un tanto impotentes para resolver las cosas, pues creo que es un síntoma de eso que los sociólogos del desarrollo organizacional llaman insatisfacción positiva, y que es un ingrediente indispensable para el impulso de todo cambio real. O, como decía aquel Nietzche, que al menos en algunas cosas era bien lúcido, debemos sentirnos orgullosos del dolor pues es el recuerdo de una condición más elevada, o sea, un indicador de que en algún momento hemos estado mejor y de que, probablemente, podamos volver a estarlo. Seguiremos hablando sobre estos cruciales asuntos. Un abrazo afectuoso, Edgar.

    ResponderEliminar