martes, 8 de septiembre de 2009

Nuestras capacidades procesales administrativas

La mala instrucción, sobre todo cuando es reforzada con malos ejemplos, no sólo puede dificultar o coartar los procesos de asimilación de información relevante, sino también llegar a deseducar, es decir, a impedir la adquisición de capacidades e inhibir los verdaderos procesos de aprendizaje y realización de las potencialidades de las personas. A consecuencia de tantas calamidades en sus sistemas de instrucción, nuestra América Latina abunda en casos de compatriotas que sienten una especie de fobia por los números y las matemáticas, o algo como asco ante las obras literarias o de alergia ante lo que les huela a historia. Cuando se indaga por las raíces de estas reacciones casi invariablemente se descubren incidentes traumáticos en la escuela, protagonizados por maestros que los humillaron por sus errores en el manejo de números, los forzaron desalmadamente a leer Cien años de soledad o las atosigaron con fechas anodinas y nombres exóticos de batallas. Cierto es que en aquellos países más organizados que nosotros también se oyen con frecuencia quejas sobre las limitaciones de sus sistemas educativos, pero intuimos que si trajésemos a quienes así protestan a presenciar lo que ocurre en la mayoría de nuestras escuelas, la mayor parte del tiempo, no les alcanzaría el cielo para poner sus gritos.

En la vida, en los aprendi- zajes informales a partir de nuestras expe- riencias, ocurren fenómenos análogos: tan amargos nos resultan ciertos tragos que podemos pasarnos la existencia sin distinguir ciertas virtudes sólo porque ha habido comportamientos defectuosos que nos las ocultan. Y tal es el caso, a donde queremos llegar con esta introducción, de las capacidades genuinamente administrativas, que constituyen una absoluta rareza en nuestros repertorios latinoamericanos. Tras siglos de explotación y corrupción, de desprecio por el trabajo productivo, de despilfarro, de saqueos de nuestros recursos, de instrucción deformante, de hogares destruidos, paternidades irresponsables y abandonos, de atropellos de toda índole por parte de quienes supuestamente querían culturizarnos, en nuestro subcontinente resulta casi un milagro encontrar seres con sanos hábitos administrativos. Para la mayoría de nosotros administración y ahorro se parecen demasiado a mezquindad y avaricia, mientras que echar canas al aire, vivir el momento sin pensar en el mañana y aprovechar el pájaro en mano antes que los cien volando son ideas en la vecindad de lo razonable. Recuerdo que, de pequeño, cuando en muchos negocios veía la lámina de "Yo vendí a crédito / yo vendí al contado", me quedaba perplejo pues sentía rechazo ante ambas opciones, y me preguntaba en mis adentros: ¿cómo será que vale la pena vender?

A partir de los viernes por la tarde, con no poca frecuencia hasta los lunes por la mañana y también en cualquier otro día, los tugurios, barrios, favelas, callampas de nuestras grandes ciudades, y hasta los más insospechados otros ambientes, se pueblan de escenas en donde los ya limitados salarios de millones de trabajadores -sobre todo varones, pues llevamos las batutas en materia de mala administración- se malgastan en aguardiente, en bares, en desahogos, contribuyendo luego a desatar conflictos de todos los calibres en los hogares con precarios ingresos. Me temo que buena parte de las dádivas o limosnas que reciben nuestros indigentes masculinos van a parar a los bolsillos de vendedores de "piedras", "bazukos", "pegas" y demás drogas baratas. Mientras que, en la otra cara de la moneda social, en muchos hogares establecidos se despilfarran comidas, juguetes, aparatos, ropas o vehículos, o se practican ostentosas adicciones con licores y drogas elegantes, y en demasiadas de nuestras empresas brillan por su ausencia los valores de mantenimiento, conservación y control de recursos.

A tal límite llegan nuestras aberraciones en materia administrativa que, con frecuencia, en nuestras supuestamente altas esferas, se considera chic dejar generosas porciones en el plato -lo que no se ve en países con ingresos mucho mayores que los nuestros-, o tirar a la basura los zapatos al primer síntoma de desgaste -cuando aquéllos por lo menos organizan su donación a los más pobres-, y en los ámbitos empresariales se compran equipos y materiales a diestra y siniestra -lo cual por allá viene después de lo sacrílego. Es duro admitirlo, pero es muy probable que, frente a la casi instintiva ahorratividad europea, angloamericana, oceánica y asiática, y ante la precariedad de recursos de la mucho más pobre África, que prácticamente no tiene que despilfarrar, nuestra Latinoamérica, y dentro de ella nuestra Venezuela, sean el subcontinente y la nación terrestres peor administrados.

La administración, tal y como la conceptualizamos, es la etapa culminante o de mayor madurez de los procesos medios de vida o de los sistemas de producción de base técnica. Consiste en generar información sobre el valor de los recursos involucrados en las actividades productivas, territoriales, mediáticas o políticas con miras a ejercer un más simple y mayor control sobre el aprovechamiento de los mismos. Con la administración, como con la programación, las dos etapas más distintivas de los que venimos llamando procesos medios, y comúnmente jerárquicos, de vida, es posible asegurar una más alta eficiencia, estabilidad y continuidad de éstos. Todos los tipos de recursos son susceptibles de administración, y ésta, a veces llamada mantenimiento en los ambientes de producción física, control en los proyectos, evaluación en los procesos de aprendizaje, seguimiento en política y en gestión, etc., está intrínsecamente ligada al desarrollo de capacidades mediáticas y, especialmente, de capacidades lógicas para el manejo de información. Sin la capacidad lógico-deductiva para extraer conclusiones del examen de presupuestos, balances contables, niveles de ahorros, datos sobre fallas en equipos, calificaciones académicas o simplemente listas de ingresos y gastos, no hay administración posible. Administramos cuando, de cara al mundo de datos y documentos que constituyen la realidad informativa, descubrimos desviaciones o señales de alerta sobre el comportamiento del mundo físico de objetos y procesos artificiales o naturales, que nos facilitan la toma de decisiones y las actuaciones correctivas.

Administración, según nuestro inapreciable Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de Corominas, viene del latín ministerium, que significa servicio u oficio, y es vocablo pariente de menester, suministrar y afines; sin servicios u oficios a los demás, sin cumplimiento de menesteres, sin suministro o provisión de insumos, repuestos o recursos no hay administración. La etapa de administración es, para este autor, a la de operación, algo así como la adultez madura es a la juventud o adultez temprana, lo que quiere decir una etapa en donde la visión de contexto o de conjunto, y la atención o servicio a los intereses de los demás, se tornan tan importantes como los intereses propios, o cuando por primera vez practicamos aquella antigua, pero difícil de concretar, máxima de amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Y como a los latinoamericanos, en general, siempre nos han amado menos de la milésima parte de lo que se han amado a sí mismos nuestros dominadores, no es de extrañar que entendamos tan poco de administración.

Las capacidades administrativas, insistimos, no sólo son necesarias en la vida económica o productiva sino en todas las demás esferas de la vida: si queremos impulsar procesos armoniosos, estables o continuos en cualquier otra esfera: territorial, cultural, mediática o política, tenemos que asegurar el uso eficiente de nuestros recursos espaciales, ideales, comunicacionales o de poder mediante tales capacidades. Si no lo hacemos, iremos por la vida del timbo al tambo, unas veces quijotescos y dedicándonos a enderezar entuertos sin eficacia ni eficiencia alguna, y otras sanchescos aferrados al dinero y los placeres mundanos sin alma que nos aliente. Mientras no encontremos alternativas al estilo de vida del Quijote, que es el mismo del flaco que vendió a crédito y que nos proponen tantos líderes trasnochados, versus el de Sancho o del gordo que vendió al contado, que pareciera ser la brújula de nuestras estériles oligarquías, seguiremos sin un norte claro que nos permita avanzar y crecer.

¿Cómo adquirir estas capacidades con semejante escasez de maestros que nos las enseñen o de conocidos que las personifiquen y nos sirvan de ejemplo a imitar? Bueno, admito que se me pasó de difícil la pregunta y que no tengo respuestas sino sólo hipótesis o heurísticas para buscarlas, y en particular estas tres: 1) tengo la impresión de que los pueblos con una base económica agrícola tienden a ser mucho mejor administradores que los pueblos con economías mineras, pues la agricultura exige, como inherentemente, una atención o cuidado o servicio al contexto y a las exigencias de otros seres, aunque sean plantas y animales, lo cual no tiene contraparte en el caso minero, en donde las minas invitan mucho más a la explotación desmedida y al despilfarro; en la medida en que nuestras naciones a menudo se han constituido en torno a explotaciones mineras, para colmo a cargo de invasores inescrupulosos, resulta al menos parcialmente comprensible que seamos tan limitados en materia administrativa y que las estructuras de nuestros países se asemejen tanto a la de campamentos mineros. 2) Que, por razones análogas, por tener que ocuparse, muchas veces solas, de sus hogares y sus hijos, y por lo que, además, no resulta casual que hayan sido las grandes inventoras de la agricultura, las mujeres tienden a ser, permaneciendo otros factores constantes, mucho mejor administradoras que sus congéneres masculinos -quienes tampoco es por azar que hayamos sido los principales inventores y practicantes de la minería-, lo que equivale a decir que ellas siempre están mucho más dispuestas a servir, hacer menesteres y suministrar provisiones a otros, y de donde deducimos que en una sociedad todavía tremendamente machista como la latinoamericana no sorprende que sean tan escasas las capacidades administrativas. Y 3) que nuestra educación, o en su defecto por lo menos una instrucción de mayor calidad, tiene que empeñarse mucho más que hasta el presente en el desarrollo de capacidades propositivas, programativas y, con apoyo previo en ésas, administrativas.

En síntesis, estimo que sólo con una mayor prioridad a nuestras necesidades de desarrollo agrícola, con un mayor empoderamiento de nuestras féminas y con una enseñanza más relevante a todos los niveles podremos crear las bases para transformar nuestras capacidades procesales administrativas, y nada de esto exige una revolución socialista para empezar. Si no atendemos desde ya y con seriedad nuestros desarrollos agrícolas, si seguimos obnubilados por la riqueza más fácil del oro, la plata, el cobre, los diamantes o el petróleo, o empeñados en construir nuestros países a punta de desplantes, gestos y bravuconadas machistas, y si continuamos con los extraviados sistemas de instrucción que hemos tenido, podría ser muy difícil, tirando a imposible, que nos convirtamos algún día en buenos administradores y emprendamos con vigor nuestro tránsito real hacia la modernidad y más allá de ella.

Si la vida no fuese como es, infinitamente flexible para muchas cosas pero absolutamente inflexible para otras, los latinoamericanos bien podríamos decir: ¿y cuál es el rollo? ¿Por qué no podemos prescindir de las capacidades administrativas? Pero resulta que esto es como pensar: ¿y para qué ser adultos? ¿Por qué no quedarnos niños o adolescentes o jóvenes para siempre?, y es además la manera más segura de apostar a ser perpetuamente dependientes o tutelados por cuanto imperio o nación poderosa, existente o por existir, macabro o bondadoso, vea la ocasión de aprovecharse de nosotros, y mucho más rápidamente si disponemos de valiosos recursos naturales que despilfarramos o ignoramos. Sin la aprobación, aunque sea en exámenes de reparación, de las materias de la vida a las que aquí estamos llamando capacidades procesales de propositación, programación y administración, no podremos graduarnos nunca por completo de sociedades medias, y nuestro ingreso a las sociedades modernas será como quien cursa un año con arrastre de materias del anterior. ¿Cuándo nos decidiremos de una vez?

6 comentarios:

  1. Saludos Edgar, desde que salió este blog, no le había prestado atención a los comentarios, excelentes, en general, tus seguidores. Me voy a atrever hacer un comentario sobre lo expresado anteriormente. Simón Bolívar, alguna vez vez dijo que era difícil complacer a todos; en una oportunidad tuve que ayudar a un señor, a tratar de salir de una dolencia cardíaca grave, le hice recomendaciones de cómo podía salir de su gravedad. Cuando hubo mejorado bastante, me planteó que si no había una medicina que él pudiera tomar, que lo mantuviera bien de salud, pero que le permitiera seguir fumando, comiendo carne, fritura, refrescos, ron, licores, no hacer ejercicios, entre otros. A veces las personas nos ponemos así, queremos que todo sea fácil, que no hagamos sacrificios; que todo venga digerido. Es terrible la situación, algunos no llegan a entender ésto y sucumben ante las circunstancias. Estoy seguro de que el esfuerzo que estás haciendo por exponer esta teoría de las cosas latinoamericanas, es grande, y vale la pena, no creo que mayor resumen se pueda hacer. Apoyo el blog tal como se viene desarrollando, y no por ser sectario o antipático, sino que me cuesta pensar en un resumen mayor. Por mi parte lo estoy estudiando y asimilando para entender esta nueva manera de ver el mundo, creo que se puede ver una luz al final del tunel. La idea de que en algunos paises, la lucha de clases fue mínima o practicamente nula, me atrae. El esfuerzo que esos ciudadanos por desarrollar sus paises, es realmente admirable, y por eso es que hoy son los primeros del mundo. Voy a dejar estos comentarios hasta aquí y en otro continuaré con algunas observaciones, acerca de la ortografía y redacción. Hasta luego Douglas Gonzalo.

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  2. Saludos; en esta oportunidad quiero hacer una contribución al blog, en el sentido de la ortografía, debido a que, supongo que en el futuro lo escrito puede formar parte de un gran libro, y como puede también pasar que alguno trate de encontrarle debilidades a lo planteado, sería interesante que no tuviera estos pequeños errores, que mencionaré a continuación. Yo sé que Edgar es muy cuidadoso, sobre con el uso del idioma, y los errores que creo haber detectado, son más por el apuro al tipear que por otra cosa, sin embargo, algunos se repiten y deben corregirse. Con respecto a algunos párrafos, estos presentan problemas de redacción, por lo que me atrevo a hacer sugerencias, para que sean evaluadas. A continuación presento mis observaciones, discriminadas por artículos: En el escrito Acerca de este blog o cuaderno de bitácora (I), corregir la palabra frustraciones. En el artículo: Más sobre nuestra generación latinoamericana del '68, corregir la palabra Tosudez, que se escribe con z, tozudez, también corregir perpétuamente y cantándoles. En el artículo Implantados y ofendidos: el caso de la cultura mexicana, hay un párrafo que dice: Hacia finales del siglo XVIII surgen los conflictos entre criollos y peninsulares, que bajo la coyuntura de la anexión francesa de la metrópoli, desencadenan el proceso que culmina con la Independencia; se puede evaluar utilizar la expresión: desencadena el proceso que culmina en la Independencia. En el artículo Implantados y engañados: el caso de las culturas andinas, corregir comúnmente, la palabra recién y donde dice: hablar en quechua o aimara, debe ser aymará; más adelante corregir lingúística. En el artículo Implantados y desmembrados: las culturas centroamericanas, corregir mescolanza, se debe escribir con z: mezcolanza, también corregir protección e independencia. En el artículo Hibridados y atrapados: las incompletas opciones del caso puertorriqueño, corregir: África, recién; eliminar una o después de la palabra estadolibrista, más adelante corregir: cárcel.En el artículo Segmentados y abortados: la tragedia del pueblo haitiano, corregir la palabra súbdito y más adelante, avaluar usar: y cerca de un 10% negro, en vez de 10% negros. En el artículo Hibridados y rebelados ¿epopeya del pueblo cubano o callejón sin salida? de nuevo corregir la palabra recién, también prohíbe. En Segmentados y desarraigados: el caso de los pueblos latinoamericanos francófonos, en el poema de Césaire, corregir la palabra mártir y única. Voy a continuar más tarde, hasta luego, Douglas.

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  3. Me complace, querido Douglas, que estés siguiendo tan de cerca el blog y que le veas sentido a este esfuerzo que estoy haciendo: menos que minúsculo en el contexto de todo lo que hay que impulsar para salir de este atolladero en que estamos metidos los latinoamericanos, pero espero que no despreciable en la escala de los modestísimos aportes personales que gente como nosotros, tan precarios de recursos, podemos brindar. Efectivamente, como ya te has dado cuenta, uno de los bocados que sé que serán más duros de tragar por nuestros compañeros de generación, y en el cual pienso emplearme a fondo en el blog, es este asunto de las limitaciones de la lucha de clases. No creo, como seguramente me lo entildarán en el futuro, en la inutilidad de este concepto: estoy convencido de que la lucha de clases existe y , por cierto, no sólo de las clases económicas, sino de clases culturales, religiosas, políticas, educativas, territoriales, mediáticas, etc., pues en todos los ámbitos se da este fenómeno de la formación de bloques con intereses o visiones comunes que se enfrentan a otros bloques. Y cuando, desde cualquiera de estos alineamientos iniciales, ocurre que dichas clases adquieren expresión simultánea en múltiples ámbitos sociales, entonces podemos hablar de clases sociales pues, como te habrás fijado, veo lo social como lo simultáneamente económico, político, cultural, etc. No verlo así, como suele hacerlo la izquierda ortodoxa, que ve lo social como una instancia más, equivale a quedarnos sin una dimensión de conjunto o que rinda cuenta de los fenómenos a nivel de toda la sociedad: si la social es una estructura particular más, ¿entonces como llamar a lo social conjugado con lo económico y lo político, etc.? Pero, no obstante, estoy convencido de que la lucha de clases sólo desempeña un papel reformista en el largo plazo y que el verdadero motor de la historia es la lucha entre sistemas sociales, o sea, entre grandes paquetes articulados de capacidades sociales, regidos por una misma racionalidad. La situación se me asemeja a la del organismo humano, en donde puede haber contradicciones circunstanciales entre clases de órganos, pero en donde, en el largo plazo o cambiamos nuestros modos de vida en su totalidad o nos reproducimos para que los nuevos organismos que nos sustituyan sean mejores que nosotros: pero es impensable que, por ejemplo, el cerebro pueda derrotar de alguna manera al corazón o a los pulmones o al estómago, etc. Espero que tendremos oportunidad de compartir más ideas sobre todo esto. ¿Qué pasa que no te has inscrito como seguidor del blog si en la práctica has sido uno de sus seguidores más devotos?

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  4. Te agradezco de todo corazón, Douglas, este esfuerzo que has hecho como corrector ad honórem de textos del blog, en la onda de lo que hace diariamente Últimas Noticias con su sección "Nos pelamos", y estoy seguro de que aportes como este contribuirán a elevar la calidad de este modestísimo, pero que quiere ser digno, medio de comunicación alternativo. Como podrás haberte dado cuenta,debo empezar por confesar que no suelo usar correctores automáticos de texto en el blog, lo cual me hace propenso a que se me cuelen erratas, errores y hasta horrores como los que tú has descubierto, supongo que apoyado en uno de ésos. ¿Que por qué este capricho, si todo el mundo usa los correctores automáticos? No tengo una respuesta clara sino más bien una confusa: en mi trabajo profesional los uso, y allí trato de ceñirme al máximo al español establecido, pero también intento fundamentar todo lo que digo con datos, gráficos, tablas, cuadros, diagramas o ecuaciones, con un estilo de oraciones más simples y más "objetivo" o con pretensiones más "científicas". Pero cuando escribo cosas que me salen del alma y quiero llegarle al alma de mis potenciales lectores,como es el caso de este blog, entonces le doy prioridad a la expresión de sentimientos u opiniones, con oraciones más complejas y un estilo mucho más libre y desprejuiciado, como veo que lo hacen, y sin pretensiones de copiarme o de parecerme a ellos, tantos escritores que me gustan. No me imagino, por ejemplo, a un Saramago o a un Cortázar consultándole a un software corrector de textos si está bien o mal lo que han escrito, y quizás se sentirían como un poco ridículos, o al menos así me siento yo, preguntándole a un espejo mágico si está bonito o no lo escrito. Tengo la impresión de que muchos de ellos, inclusive, escriben a mano, mecanografían borradores o dictan para que otros les transcriban e impriman sus textos, los cuales corrigen luego y/o contrastan con las correcciones de otros hasta que queden como les gusta. Y te podrás imaginar que nada de eso está disponible cuando uno mismo es el director, jefe de redacción, redactor, reportero, fotógrafo, impresor, distribuidor y promotor de un minúsculo medio de comunicación, por supuesto que ad honoremsísimo y con mil otras responsabilidades compitiendo por tu tiempo o reclamando ingresos. Para colmo, las correcciones hay que hacerlas en la pantalla, en vertical e inmediatamente después de redactar, y no, como lo sugieren las buenas prácticas de la escritura y como había sido hasta ahora mi experiencia profesional, en copias impresas, en horizontal y dejando decantar lo escrito al menos de un día para otro y si posible con alguna prueba de lectura externa. Pero como no quiero que te imagines que pienso irme por la tangente o intentar justificar lo injustificable, paso a considerar, en un próximo comentario, pues en uno no me cupo todo, los 21 cargos que me señalas. Abrazos, Edgar.

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  5. Del primero de ellos, el más mortal de los pecados cometidos, me declaro culpable: francamente creí que se podía escribir tosudez o que se escribía de las dos maneras y me confié y ni lo busqué en el diccionario, cuando para mi sorpresa y castigo por mi tozudez sólo debe escribirse de esta manera. Luego vienen once erratas, encabezadas por tres odiosos "recienes",en donde no entiendo cómo ni por qué se me escaparon a la vista: sospecho que en el mecanografiado a dos manos se confunden con el digitado de "quien", que muchas veces va sin acento, o con el de reciente y de recientemente, ambos también sin acento, y luego en la corrección visual se vuelven a escapar. Algo parecido pasa con África, que a veces se queda sin acento pues más son las veces que uno la ha visto sin que con acento, como ahora se está empeñando la Academia, aunque no lo reconozca (por cierto, te habrás fijado en que no acentúo Edgar, pues como toda la vida lo escribí sin acento y me he acostumbrado a verlo así, decidí acogerme a una regla que dice que los nombres extranjeros se escriben tal y como en sus lenguas originarias, por lo cual, por ejemplo, vemos pocos Wílliam y pocas Joán). Después, de mayor a menor gravedad de las faltas, coloco a mártir,única,protección, súbdito e independencia (a la que no entiendo por qué muchas veces escribo como indepenpendencia y luego se me escapa el gazapo), que nunca se debieron colar; a comúnmente, que a veces se escapa sin acento pues pareciera llana terminada en vocal,y a lingüístico, pues la diéresis y la tilde suelen estar en la misma tecla y escribiendo rápido le puse dos acentos. Hasta aquí,van doce faltas,todos tus señalamientos fueron aceptados y ya los corregí en el blog. No conseguí a "cantándoles", pero imagino que en algún lugar se habrá quedado sin su acento, por aquello de que la mano escribe sola "cantando", sin acento, y se enreda luego al añadirle el enclítico "les" que la convierte en esdrújula; ni tampoco hallé el extraño "avaluar usar": por favor, échame una llamadita y me dices donde están para corregirlos de inmediato y llegar a catorce. A partir de aquí,con las siete faltas restantes,la cosa se me complicó pues no supe que hacer con el "frustraciones" que me pides que corrija; ni entiendo como quieres que escriba "perpétuamente" puesto que es el adverbio terminado en mente del adjetivo perpetuo; ni tampoco sé qué me propones con "cárcel",pues es imposible que no sea llana terminada en consonante; ni veo por qué escribir aymará si todo el mundo, con Evo incluido, dice aimara y es así como aparece en el DRAE; ni por qué corregir mescolanza, cuando aquí se escribe y se pronuncia así y también está aceptado por el DRAE, además de mezcolanza. Y en cuanto al error sintáctico, querido Tigre, no entiendo como quieres que coloque el verbo en singular cuando su sujeto "los conflictos entre criollos y peninsulares" es pluralísimo y no puedo decir que "desencadena" nada, salvo un disparate si lo pongo en singular; y tampoco veo por qué quieres que diga, de los dominicanos, que "con poco más de nueve millones de habitantes, de los que tres cuartas partes son mulatos y cerca de un 10% negro...", cuando resulta que, pese a ser sólo un 10%, estamos hablando de nada menos que de 900 mil negros... Bueno, esto como que quedó muy largo y corro otra vez el riesgo de que el software no lo acepte. Gracias, otra vez y recibe un cálido abrazo de, Edgar.

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  6. Queridos Douglas y demás lectores del blog, o por lo menos de su sección de comentarios: tengo que compartir con ustedes la que amenaza con convertirse en una mala noticia y que me acaba de deparar un gran susto. Se trata de que son las 2:00 pm del 12/09/2009 y acabo de conectarme al blog para ver lo que escribí anoche tarde, como comentarios a los comentarios de Douglas, o si había algún recomentario, y resulta que, apenas empiezo a leer, descubró la perla de que he escrito "[no sé que cosa]...me entildarán", cuando habría jurado que escribí "me endilgarán". ¿Qué es esto? ¿Qué clase de lapsus es éste? ¿Qué me está pasando? Será el comienzo de un nunquitis como la que está afectando a tantos de mis colegas generacionales (por aquello de que a mí nunca me había dado este dolor, nunca me había pasado esto o aquello, etc...) Me siento un poco abatido porque, de convertirse en habitual este fenómeno, tendría que renunciar a mi preciada práctica de prescindir de correctores automáticos de texto, y dejar de confiar en mi mirada escrutadora y detectora de errores y erratas. ¿Será que así es la tan temida década de los sesenta años, de la que me hallo ya en el umbral, en la ruta hacia la más temida todavía tercera edad, que oficialmente arranca con los 65? Bueno, mientras me tranquilizo o entiendo mejor lo ocurrido, quise compartir con ustedes esta experiencia. Es todo por ahora, y no me quedaron ganas ni de terminar de leer los fulanos comentarios. Edgar.

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