martes, 6 de octubre de 2009

Nuestras capacidades sustanciales materiales

Con la misma que creo que la saga humana por la transformación de sus capacidades comenzó, como creí insinuarlo en el artículo anterior, por las capacidades sustanciales personales, la del humano infinitésimo que suscribe este blog, por comprender aquélla, partió de las capacidades sustanciales materiales. En efecto, fue en Caracas por allá por 1965 cuando, en calidad de recién adolescente y recién llegado de la provincia larense, y fascinado por el ambiente creativo y comprometido del Liceo de Aplicación, punta de lanza de la experimentación educativa de la novel democracia venezolana, quedé convulsionado al comprender el exabrupto que, en cuestión de aprovechamiento de materiales, se cometía en mi país. Me enteré, ante una diapositiva inolvidable y de labios del mejor maestro formal que jamás he tenido, el Profesor Ezequiel Camacho -sí, el mismo de la foto de arriba, a la que pueden hacerle clic (como siempre) para verla mejor, en donde también está el adolescente de marras-, en Geografía Económica, de que Venezuela despilfarraba sus hidrocarburos gaseosos quemándolos al aire libre, mientras sus niños padecían hambre en circunstancias de una muy baja productividad agrícola, y cuando otros países fabricaban fertilizantes y alimentos a partir de ese mismo gas natural con que nosotros contaminábamos la atmósfera. Nunca he logrado borrar de mi mente la imagen de aquella diapositiva, en donde un niño, barrigón de tantos parásitos, figuraba al lado de un mechurrio ardiente.

Como los profesores de Química, Biología, Mineralogía, Física y Matemáticas también eran excelentes y estaban comprometidos con un enfoque educativo abierto a la vida y no simplemente a los libros (pese a que los más de ellos eran autores, a la vez que profesores del Instituto Pedagógico, que estaba justo al cruzar la calle), y pese a que las materias artísticas y literarias también me encantaban, con profesoras a la altura de los otros, entonces decidí, con el argumento de que en el futuro sería más fácil aprender sobre los demás temas por mi cuenta, estudiar Ingeniería Química para contribuir a que mi país fuese capaz de transformar sus hidrocarburos y superar tan bizarra situación. Tan afanoso estaba por aprender esta carrera que, con ayuda de un tío que tenía esta profesión y me regaló sus libros de texto en inglés, empecé a estudiar, desde el bachillerato, Ingeniería Química, y a montar, con el apoyo del Profesor de Química Evaristo Bracho, un laboratorio de investigación y desarrollo, de proporciones no precisamente infantiles, pues con más de un millar de reactivos y varios centenares de instrumentos sólo cabía en por lo menos algún baño grande de nuestra casa.

Contar todo lo que ocurrió después con aquella vocación y aquel laboratorio sería tema y trama para una novela, que no pierdo la esperanza de poner en limpio, o al menos para otro blog especializadamente autobiográfico, que no sé si a alguien podría interesarle, pero por ahora apenas quiero reseñar, en pocas pinceladas, que ni la una ni el otro pudieron realizarse, y probablemente nunca puedan en lo que me reste de existencia certera. Los profesores de la universidad, con excepciones contadísimas, nunca entendieron mi interés por hacer ingeniería química al servicio de un país, y no por sacar buenas notas o por obtener un título. Al director de la DISIP (el organismo de inteligencia y represión política del Estado) de entonces, quien a través de sus soplones baratos descubrió que yo tenía el tal laboratorio y abonó a mi expediente los datos de otros estudiantes universitarios de apellido Yajure, que sí eran guerrilleros, se le metió en la cabeza la idea de que mi plan no podía ser otro que el de fabricar bombas terroristas, por lo cual se dedicó a perseguirme (con ayuda de bandas armadas estudiantiles progobierno, que atentaron varias veces, menos mal que fallidamente, contra mi vida), detenerme (dejándome en libertad sólo gracias a las nobles gestiones del decano de la Facultad, el Dr. Marcelo González Molina, a quien paradójicamente yo criticaba), y allanar mi casa cuantas veces quiso, en busca del peligroso laboratorio (al cual tuve que esconder en calidad de comodato y sin pruebas de cesión, y todavía no lo he podido recuperar, pero esa es otra historia...).

Por intentar cambiar, por medios absoluta y certificadamente pacíficos, la misión de la universidad y el enfoque de formación de profesionales fui dos veces expulsado por las autoridades universitarias de derecha, sin derecho a la legítima defensa y con el consentimiento de la izquierda establecida (a quien también le fastidiaba la idea de un movimiento de izquierda no prosoviético ni procubano). Por plantear que el partido político que ayudé decisivamente a fundar, la Causa R, impulsase un sólido programa de transformaciones educativas, culturales y económicas, a la vez que de capacitación de sus propios cuadros, fui expulsado del mismo en 1976 con el argumento de que eso no era tarea de políticos sino de académicos. Por querer impulsar un movimiento de profesionales comprometidos con la transformación de nuestras capacidades tecnológicas fui convertido en poco menos que persona no grata en el Colegio de Ingenieros de Venezuela. El Centro de Transformación Sociotecnológica, el diminuto centro de investigaciones y asesorías sin fines de lucro que financio y dirijo desde 1984, dedicado a convertir en realidad las ideas generales que se exponen en este blog, y con más de cien proyectos concretos ejecutados, ha sido tres veces, con la última en curso, severamente atropellado por organismos o empresas del Estado que desconocen sus compromisos con proyectos vitales para la transformación del país...

Todo apunta a que la vida decidió que me tocara vivir en un medio que, más allá de los saludos a la bandera, en el fondo, y con las consabidas y memorables excepciones, no cree que sea importante transformar nuestras capacidades para agregar valor a nuestros más valiosos recursos sustanciales: nuestro personal, el agua, los hidrocarburos, los minerales, nuestra biodiversidad, nuestro territorio, nuestro clima..., y satisfacer nuestras necesidades más perentorias: alimentarias, de vivienda, de vestido, de transporte, de salud, de seguridad, de estima, de actualización, de paz, de armonía. En lugar de eso, en mi país, como en una Sodoma y Gomorra entregada a la adoración del dinero fácilmente obtenido, la mayoría de los supuestos empresarios sólo quieren hacer negocios cortoplacistas a través de las importaciones o de chanchullos con el Estado, el gobierno prefiere usar las rentas derivadas de la venta de los hidrocarburos crudos para importar y repartir alimentos y conseguir votos, la oposición protesta porque sean otros y no ellos quienes dispongan de los jugosos ingresos petroleros, las universidades no pueden ocuparse de estos asuntos pues están luchando por sus presupuestos, la mayoría de profesionales tampoco tienen tiempo pues están ocupados pagando las cuotas de sus casas y sus vehículos, los delincuentes de toda laya pescan en los ríos revueltos, y la gran masa del pueblo sólo entiende que no le alcanzan los reales ni para alimentarse y trata de arreglárselas lo mejor que pueda. Venezuela tiene tantas otras cosas urgentes de que ocuparse que nunca encuentra el momento oportuno para transformarse y ser Venezuela, y se irrita cuando alguien se lo recuerda.

Y, ¡ojalá me equivoque!, pero no me extrañaría en absoluto que por publicar estos inocentes y zanahorísimos aportes que ustedes están leyendo, en algún momento, sobre todo si el número de lectores dejase de ser minúsculo, llegue a ser acusado del delito de lesa quien sabe qué cosa. Así ha ocurrido unas cuantas veces en el pasado y podría volver a ocurrir, pues el contexto externo, si bien ha tenido cambios, sobre todo en el ámbito continental, no se ha modificado lo suficientemente: cuando emprendo una tarea y nadie le pone cuidado, todo marcha aparentemente bien y me dejan tranquilo, pero basta con que comience a tener algún impacto para que muchos empiecen a rasgarse vestiduras y a lloverme calumnias, amenazas y ataques hasta por la cédula. Y no vayan a creer que es cuestión de fatalismo o pesimismo: disfruto lo que hago y siempre ha sido así, estoy convencido de que es lo mejor que puedo aportar y apuesto a dar lo más positivo, útil y relevante que sea posible para beneficio de todos mis compatriotas a distintos niveles. Lo único es que así como a los paracaidistas, a los montañistas, a los virtuosos de deportes extremos, aún con las mejores preparaciones, intenciones y precauciones, con no poca frecuencia la naturaleza se les viene encima con furor, o como a los grandes y mártires líderes, a lo Gandhi, Kennedys o Luther King, de pronto les sobrevienen cruentos ataques de seres indignados y aterrados ante el cambio, pues así a nosotros, a los líderes pequeños y practicantes de deportes moderados, también nos salen nuestras modestas y pequeñas desavenencias, a las que vemos como gajes del oficio.

Hace entre una y dos decenas de millardos de años muchas evidencias sugieren que no existían la materia ni los materiales, sino sólo partículas elementales indiferenciadas y toda la energía del universo concentrados en un raro punto. Tras una también extraña pero ya bastante bien documentada y aceptada explosión, y después de unos pocos segundos, comenzaron a formarse los primeros materiales gaseosos: el hidrógeno, todavía y con mucho el elemento más abundante del universo y hasta de nuestro propio cuerpo, y el helio. Con la expansión y enfriamiento de las partículas originales, comenzaron a formarse más y más gases y moléculas de gases y a formarse estrellas, al estilo de las que vemos hoy, sólo que algunas de ellas, las llamadas supernovas, bajo los efectos de la fuerza de gravedad, se hicieron tan grandes y se concentraron tanto, que explotaron otra vez y dieron lugar, hace unos cuatro a cinco millardos de años, a estrellas más pequeñas, como nuestro Sol, rodeadas de "bolitas" de materiales más fríos, gaseosos, líquidos y sólidos, como nuestra Tierra. En ésta, por lo menos, y con un poco de ayuda artificial, se formaron los 118 elementos químicos conocidos, desde el hidrógeno hasta el oberón; y con ellos los materiales: los homogéneos, con las sustancias simples o elementos, a grandes rasgos metálicos o no metálicos, y las sustancias compuestas; y los heterogéneos, con las mezclas y los cuerpos.

A la vuelta de uno o dos miles de millones de años más, cuando la mayoría de los átomos ya estaban resignados a disfrutar pasivamente de a lo sumo alguna que otra compañía molecular efímera, antes de retornar a la nada energética, ocurrió que a uno de ellos, una especie de átomo rebelde, el de carbono, nadie entiende exactamente cómo, le dio por volverse más activo y resistirse a la inevitable desaparición o muerte de toda materia. Este átomo singular inventó una manera de organizarse, replicarse o reproducirse, e invitó a otros átomos colaboradores y aventureros, de hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, etc., a formar moléculas enormes llamadas aminoácidos, capaces de mantener y legar sus estructuras relativamente uniformes a través de procesos de cambio, y surgió así -no se sabe bien si con algún designio o como parte de algún experimento- lo que llamamos vida.

Desde entonces esta vida no ha cejado en su empeño por organizarse más y más, y, a partir de aquel chispazo inicial, han evolucionado, organizándose en células, hechas de aquellas macromoléculas y capaces de convertir formas diversas de energía en trabajo mecánico, químico, osmótico y eléctrico sobre su entorno, para retardar su reincorporación inevitable al desorden tanto originario como destinatario, todas las formas de vida conocidas, incluyendo, hace unos pocos millones de años, las humanas, y, hace unas pocas decenas de miles de años, nuestra particular especie. De esta mucho más que epopéyica deriva biológica se han originado los llamados materiales orgánicos, que existen en dos formas principales: como tejidos integrantes de los organismos bacteriales, vegetales y animales, y como materiales fósiles derivados de la descomposición de organismos que vivieron en el pasado, principalmente carbón, petróleo y gas natural. Con el tiempo, de aquella ocurrencia de un átomo de carbono -y, repetimos, quien sabe si de alguien más- han surgido compuestos cuyo variedad conocida es varias veces mayor que la de todos los compuestos o materiales juntos que no contienen ese elemento rebelde, y cuya variedad por conocer podría alcanzar órdenes de magnitud mayores.

De lo que quedan ya pocas dudas es de que la vida es mucho más reciente que la no vida, o de que todo lo viviente tiene que acumular energía para poder realizar trabajo y existir frente a un entorno más desordenado, o de que los humanos somos los recién llegados al reino de la vida pluricelular animal. Sin embargo, por el camino que vamos, con nuestras insaciables y exponenciales ambiciones y nuestros derroches de materiales de todo género, estamos amenazando con acabar, en apenas unos miles de años, los equilibrios ecológicos que a la vida y al planeta les tomó millones de veces ese tiempo alcanzar. Se ha estimado que, por poner un mero ejemplo, sobre todo debido a la pérdida de biodiversidad en vertebrados de agua dulce, la pérdida de biodiversidad de vertebrados en general se redujo, entre 1940 y 2000, en un 40%, y son ya incalculables las especies de vegetales y animales que nunca más conoceremos debido a nuestra voracidad depredadora. Y, no conformes con tales destrozos, como ocurre que lo que resta de la energía acumulada durante millardos de años por aquellas moléculas orgánicas, con la intención inicial de realizar trabajo para resistir contra el desorden, también puede convertirse en otras formas de energía más rápida y directamente generadoras de desorden, como el calor, a nuestra sociedad contemporánea, que bien podría empeñarse en obtener energía de otras fuentes, materialmente hablando menos costosas, no se le ha ocurrido nada mejor que organizar orgiásticamente la quema de esos materiales fósiles, con una pérdida irrecuperable en términos de su potencial uso estructural o alimentario. En materia de utilización de sus capacidades sustanciales materiales, la sociedad contemporánea, sin excluir a América Latina, que es el subcontinente líder en materia de biodiversidad, y menos a Venezuela, que aquí ha sido parte de la quintaesencia del despilfarro, ha optado por prácticas que en el futuro, si de verdad se llega a él, serán recordadas como vergonzosas.

Y no nos convence el discurso de culpar al capitalismo y exonerar a las naciones y pueblos pobres, o a un supuesto inmaculado socialismo, de responsabilidades por el desastre en marcha, y por hacer lo opuesto de lo que habría que hacer. Lo que vemos es una racionalidad enfermiza e irresponsable que, en nombre de platos de lentejas, como beneficios inmediatos, está arriesgando la posibilidad de existencia del planeta entero. Si bien es cierto que las naciones modernas llevan la delantera en cuestión de derroche de materiales y de contaminación y destrucción del ambiente, nosotros los latinoamericanos, por ejemplo, no podemos lavarnos las manos como Pilatos, pues no hemos asumido con firmeza la valorización y defensa de nuestros únicos y extraordinariamente valiosos recursos naturales, y ni siquiera nos hemos empeñado con tesón en capacitar a nuestra población para hacerlo.

Los venezolanos, y no vale aquí aquello de que no sabemos lo que hacemos, pues nuestros compatriotas más lúcidos, como Pérez Alfonzo, hace tiempo nos lo advirtieron palmariamente, nos hemos sumado y seguimos sumándonos jubilosos a esta orgía planetaria del sacrificio absurdo de materiales inapreciables, en nombre del facilismo de disfrutar de una renta a costa de los materiales orgánicos fósiles. Con esta actitud, que llega al extremo de que prácticamente el Estado regala la gasolina y subasta los hidrocarburos crudos al mejor postor extranjero, amén de privarnos para siempre de recursos valiosos no renovables, hemos acentuado nuestra dependencia y diferido la búsqueda de soluciones productivas y creativas a nuestros principales problemas, hemos creado un caos transportístico en nuestras principales ciudades, hemos generado un monstruoso negocio de contrabando de combustibles hacia los países vecinos, y hemos contribuido como pocos otros países, por decir lo menos, a que se dispare la emisión de gases de combustión a la atmósfera, que ahora no hallamos como parar y amenaza con calentar el planeta al extremo de tornarlo catastrófico e inhabitable.

No podemos, entonces, dejar de asumir nuestras responsabilidades, ni tampoco dejar de darnos cuenta de que, a nivel mundial, es precisamente dentro de las naciones capitalistas donde se están engendrando las corrientes de protesta, los conocimientos, los instrumentos, la información, en suma, las capacidades requeridas, para que todos los seres humanos sensibles enfrentemos los terribles problemas ambientales que nos aquejan, y poder luego avanzar, cuando logremos respirar adecuadamente, hacia un nuevo modelo civilizatorio con oportunidades para todos. Quejarnos del capitalismo mientras vivimos a costillas de él, lo alcahueteamos e imitamos sus vicios más derrochadores y adoptamos un estilo de vida a lo viva la Pepa, en donde no nos capacitamos para construir ni el capitalismo ni ningún otro sistema, no puede ser jamás la vía hacia la construcción de un país digno y serio, o de hacer un aporte hacia la construcción de una nueva América Latina. Eso es como que una gallina capaz de poner huevos de oro salga a cacarear y hacer el ridículo culpando a los demás por sus males, mientras en su gallinero promueve el reparto gratuito de tortillas y la venta de sancochos de gallina y pollos en brasa, a la vez que castiga sin cesar a quienes osen prepararse para la orfebrería.

8 comentarios:

  1. Saludos a todos los que lean este blog y a Edgar; en el artículo anterior hice un comentario que no quedó bien redondeado, pensé más rápido de lo que podría escribir. Me quería referir al trabajo que realicé en Mérida, como ingeniero inspector residente, para sanear el vertedero de todo el estado denominado El Balcón. En ese momento, todos los que intervenían, se notaba, que lo hacían para aprovechamiento político propio ¿cómo se podría cambiar esta circunstancia, tan dañina? Sin embargo, creo que una excelente manera, de poder demostrar aplicando el modo de trabajo socio-tecnológico, sería asumir todos los basureros de Venezuela, con el apoyo del gobierno, universidades, politécnicos, universidades extranjeras y organismos de financiamiento internacional y transformarlos en modelos ejemplarizantes de disposición final de la "basura"; a lo mejor, no faltará que se presente algún dirigente vecinal, que quiera ser el dueño de la idea y si no lo es bombardearlo hasta hacerlo fracasar. Yo también he trabajado en proyectos que han fracasado, por culpa del apuro, porque no hay dinero, porque no da dividendos políticos, porque no hay tiempo. Llegado a este punto mi amigo Edgar, podría ser interesante escribir un artículo, que se pudiera titular como: Nuestras capacidades procesales referidas al tiempo o algo así, es decir, tendremos que hacer las cosas apuradas si ya, a nosotros, se nos acabó el tiempo. Bueno, lo dejaré, por ahora, hasta aquí. Chao.

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  2. Es probable que en medio de intentar exponer lo que me esta pasando por la mente me enrede así que les pido disculpas a priori. En su libro: "La era de las máquinas espirituales" Ray Kurzwail presenta una teoría a la que llama la teoría de los retornos acelerados y se refiere al hecho que en cualquier proceso de evolución de un sistema, la información (y eventualmente el conocimento) con que se cuenta para construir el futuro es mayor que aquella con la que se contaba para construir el presente. A esta obsevación no solo acredita el confirmar las observaciones por otros del duplicamiento de la capacidad de un computador por unidad de tiempo sino también el tiempo que tardaron los elementos en convertirse en moléculas, las moléculas en moléculas más complejas y formas de vida más simples en otras más avanzadas. El crecimiento de la complejidad, concluye, ucurre a un ritmo exponencial y nó lineal como podríamos imaginarnos si el mañana lo tuviésemos que construir siempre con el ayer y no con el presente.

    Sin embargo, hay un gigantesco enigma con el que estamos trancados en el proceso de explicar la maravilla de la vida que conocemos y es el salto de esos hidrocarbonos, cuan complejos como nos los podamos imaginar, a la primera célula que debió haber existido. Reciéntemente tuve la oportunidad de ver una animación del interior de una célula y lo que allí se encuentra no son entes nada básicos ni elementales sino una complejidad abrumadoramente enorme. Si bien me mantengo en la frontera entre la secularidad y lo espiritual, un nivel de especialización, diseño y precisión como ese no lo logro imaginar sin algún tipo de patrón, diseño o Creador. Consistente con mi anuncio inicial, no se si logro transmitir lo que siento, y en el fono es que si bien hay cantidad de mecanismos para entender el mundo material como eternamente ciego, siento que también existe una enorme cantidad de evidencia que apunta hacia un mecanismo de creación de lo complejo a partir de lo simple que no llegamos ni remotamente a comprender y de cuya explicación no tenemos suficiente evidencia para la exclusión de Dios.

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  3. Bien sé, Douglas, que en algún momento tendré que dedicarme, al menos con alguna serie de artículos en este blog, para empezar, y en algún momento quizás dedicándole lo esencial de lo que le reste de existencia al blog, a mi capacidad intelectual y hasta a mi capacidad vital, a responder con ideas y con acciones, cuanto más transdisciplinarias unas y transcolectivas las otras mejor, como ya lo sugerí en los artículos # 5, 6 y 7 de esta publicación, a responder al reto de qué hacer para impulsar la ansiada transformación de nuestro país y nuestro subcontinente. Nos encontramos, y dudo que haya metáforas más elocuentes, ante el caso de criaturas gravemente enfermas y a las que demasiadamente amamos, por lo cual todo lo que hagamos para salvarlas, con lo cual también nos salvaríamos nosotros mismos, pues somos parte de ellas, estaría mucho más que justificado. De allí que comparta la angustia por actuar y por organizarnos que tú y otros compañeros y compañeras me han expresado, directamente o a través de comentarios a los artículos del blog, y que bienvenga toda clase de aportes y propuestas como la que haces para dar impulso a procesos de cambio. El problema que veo es que no tenemos una comprensión clara de la naturaleza de la enfermedad de las criaturas, y ni siquiera contamos con una anatomía o una fisiología y menos con una patología para acometer su sanación. Tan hondas son nuestras limitaciones que a menudo siento que no contamos ni siquiera con un lenguaje para hablar acerca de cómo abordar nuestras tareas, pues nuestra lengua pareciera concebida para entenderse al interior de un statu quo y no para cambiarlo. Un botón de muestra: si quiero expresar castizamente que comparto emocionadamente tus inquietudes por impulsar acciones y aportar propuestas, tengo que decir, por ejemplo, que les doy la bienvenida, pues no dispongo del obvio verbo bienvenir, pero resulta que la expresión dar la bienvenida trae consigo todo un cúmulo de connotaciones ceremoniosas, diplomáticas y hasta cortesanas que le restan fuerza, al menos desde mi punto de vista, a la idea que quiero expresar. Después de muchos siglos de funcionamiento como sociedades de castas, de estamentos y jerarquías, toda nuestra lengua esta infestada de expresiones que sólo permiten apuntar o insinuar cosas, hacer como que se pretenden las cosas, como si siempre se estuviese diciendo algo distinto, y las comunicaciones profundas tienen que hacerse a través de gestos o de los intersticios entre las palabras. En un mundo así, si es que efectivamente es como lo percibo, no queda más remedio que librar una ardua batalla por reestablecer la comunicación verdadera, por construir esa anatomía, esa fisiología y esa patología que necesitamos, para, y casi antes de, impulsar acciones efectivas. Así que, como decía aquél, paciencia y más paciencia, trabajo y más trabajo, para tener patria. Sobre lo del artículo sobre nuestras capacidades relacionadas con el uso del tiempo, te adelanto que está programado para el próximo martes 20 de octubre, con el título Nuestras capacidades sustanciales temporales. Recibe un afectuoso abrazo de, Edgar.

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  4. Pues también yo quiero empezar, Edgar F. querido, por pedir disculpas a priori por no tener todavía claras, y mucho menos completas, mis opiniones acerca de Raymond Kurzweil. Es probable que este caballero sea, como lo han creído muchas y demasiado prestigiosas personalidades e instituciones como MIT, la Universidad de Stanford, la Academia Nacional de Ingeniería de los Estados Unidos, la Universidad Carnegie Mellon, el Presidente Bill Clinton, el ejército de los Estados Unidos, la oficina de patentes de los Estados Unidos y el montón de universidades que le han concedido doctorados Honoris Causa, entre otras; como lo sugieren calificaciones como la de "Sucesor y heredero de Thomas Edison" o la del Cibernostradamus (o Nostradamus de nuestro tiempo); y también logros como la invención del escáner, de sintetizadores de voz y música, y de muchos otros dispositivos de interacción hombre-máquina, además de otros más en sus exitosos roles de empresario, músico, escritor, científico, futurólogo, inventor y perla de las generación estadounidense del Baby Boom, lo más parecido al mayor genio de nuestro tiempo. Si cuando nos dirigimos ante más de un pelagato, entre nosotros se acostumbra quitarse uno el sombrero (o la gorra, en mi caso), entonces, proporcionalmente, para opinar sobre los planteamientos de Ray Kurzweil, habría que quitarse el cuero cabelludo. Sólo que, como no quiero abonar a cierta famita de exagerado que según algunos soy, optaré por conservar mi escasa cabellera y simplemente decir, por ahora y desde la perspectiva limitadísima de que dispongo, que me parecen desproporcionadas algunas de las predicciones de este genio, y especialmente algunas de las basadas en su "ley de rendimientos acelerados". En mi mente no hay lugar todavía para albergar la predicción transhumanista de que para 2029 un computador aprobará el test de Turing (una máquina cuyas respuestas serán indistinguibles de las de un humano), de que antes de que concluya este siglo se borrarán las diferencias entre máquinas y humanos, y tampoco para la idea de que la inmortalidad pueda ser accesible para los miembros de mi generación que logren tender un puente hacia el puente de la nanotecnología, y luego hacia el puente definitivo de la vida eterna. Tengo pendiente, con otros dos comunes amigos, Napoleón y Napito Leoni, quienes me han invitado a formar un círculo de estudio sobre las ideas de Kurzweil, en el que podrías estar tú también, una reflexión más a fondo sobre estos asuntos, sobre los que, sin embargo, he pensado y llego a conclusiones distintas a las de él. (Continúa en el siguiente Comentario).

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  5. (Viene del Comentario anterior)Sólo como anticipo te observo que sí he imaginado, tal vez dentro de algunos siglos, la perspectiva de la superación de la humanidad, y por tanto de una transhumanidad, pero no por la vía de una alianza con las máquinas o de una evolución acelerada de ellas, sino por la de un descomunal esfuerzo colectivo en donde, de una manera transdemocrática, se decida la gestación de una nueva especie biológica superior a la nuestra, que no ha sido ni será la única especie humana, en base a un diseño previamente aprobado con participación de una nutrida representación de los Homo sapiens. Sí comparto con él la idea de que las posibilidades de superación de nuestra especie y de nuestra sociedad van muchísimo más allá de todo lo imaginado hasta ahora, pero no en la dirección de un mundo más maquinizado sino de uno mucho más biologizado y humanizado. Me preocupa que en el inconsciente de Kurzweil esté pesando todavía demasiado el mito de Supermán, que tanta fascinación ha ejercido desde hace tantas décadas sobre los estadounidenses, y sobre todo sobre el Pentágono, y me alegraría verlo más preocupado por la justicia social y menos (sobre todo dadas sus amistades militares, que podrían querer hacer con él lo que hicieron hace unas décadas con otro genio como Einstein, quien terminó sus días avergonzado de haber contribuido a la carrera nuclear y a la masacre de Hiroshima y Nagasaki, y arrepentido de no haber seguido su otra vocación de relojero)por las máquinas espirituales. En cualquier caso, si alguna posibilidad remota tuvieses de ayudarme a formar parte del equipo que, en 2029, cuando quizás todavía viva, interrogará al computador de Kurzweil para ver si aprueba el Test de Turing y es indistinguible de un humano, te lo agradecería más allá del alma, pues me encantaría asegurarme que no se trate de un bluf como el de la supuesta derrota de Kasparov por la máquina Deep Blue hace algunos años, en donde lo que yo vi fue que un equipo de extraordinarios y grandes maestros ajedrecistas, apoyados por un equipo de informáticos estrellas y por una inmensa y poderosa corporación como IBM, que les facilitó su computador más potente, lograron, no sin hacerle trampa a la hora del partido final de desempate, derrotar por un punto al ajedrecista Kasparov. Y como sabes, por si acaso, trato de cuidar mi salud tanto como puedo, no tanto por ambiciones de inmortalidad, que francamente no sé si me interesaría, sino por lo menos para ver si termino, con la ayuda de quienes como tú tanto me quieren, de dejar aunque sea escritas las tantas ideas que he estado elaborando casi desde que tenías menos veinte años. Sobre el gigantesco enigma de la aparición de la vida, coincido contigo en que "no tenemos suficiente evidencia para la exclusión de Dios", pero añado que tampoco la tenemos para su justificación, y que probablemente, incluso en el caso de que se nos apareciese a todos los terrícolas en una transmisión conjunta desde el Más Allá, y llegásemos a tener más que suficientes evidencias sobre su existencia, entonces se nos plantearía el mucho más que gigantesco enigma de de dónde salió este Creador y cómo fue el proceso de su diseño..., en cuyo caso todas las legítimas dudas que expresas acerca del origen de la vida quedarían replanteadas a propósito del origen del Creador. Bueno, por los momentos, creo que lo mínimo que podemos hacer es ser un poco más humildes (quizás eso sea también válido para Kurzweil), pensar mucho y hacer cuanto podamos (quizás aquí todos tengamos que aprender de Kurzweil), y aprender a no temerle ni a la complejidad ni a la incertidumbre, pero tampoco a subestimarlas (y esto podría ser válido para tutilimundi). Recibe mi más cálido abrazo, E.R. @ P.

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  6. Saludos Edgar F. y Edgar R, de repente el blog se volteó hacia un tema bien interesante, no he leido a este señor del que están hablando; sin embargo, si discuto con un amigo, Leonardo Torcat, sobre temas de este tipo. A veces escucho decir, que se ha podido fotografiar el átomo o que alguna vez lo vamos a ver; yo también pido disculpas por lo que voy a decir, es posible que esté pelando, pero lo voy a decir, no creo que podamos ver el núcleo de un átomo, el espacio que existe entre el átomo y un electrón, debe ser tan oscuro, que para verlo tendríamos que una gran cantidad de luz como la que tiene el sol, entonces quedarías ciego, no lo puedes ver ni que quisieras, por eso mi amigo dice que sólo la existencia de un dios justifica ésto. Todas esas grandes tecnologías tienen limitaciones, por ejemplo, otra afirmación que yo hago: el hombre todo lo ve lineal, pero cuando estudias el cuerpo humano, allí 1 + 1 no es 2, puede ser -1 ó 3 ó 4, te va a dar un número pero no el que tu crees, en bioquímica la suma parece una resta, algo pequeño se engrandece, no se usa la energía como la aplicamos nosotros. Un ejemplo bien sencillo, organismos vivos del nivel de vida que sea pueden realizar operaciones de síntesis, donde un elemento puede dar origen a otro: la vaca comiendo unicamente pasto produce leche, calcio sin usar practicamente energía. Si quisieramos intalar una fábrica productora de leche, por medio del pasto, ni que hagas una industria del tamaño de Sidor, lo lograrías, ni que usaras toda la energía del mundo; entonces se podría pensar en un dios, muy poderoso que te mantiene ciego, te limita. A los científicos, a veces, les pasa que se emocionan y empiezan a decir ciertas barbaridades, pero como son ellos, por allá por lo alto, no podemos decir algo, los he visto hacer afirmaciones terribles que, sinceramente, no se van a lograr. Bueno, voy a dejar mis comentarios aquí y con respecto al tema del blog, esperaré a que Edgar R. hable sobre nuestras capacidades temporales y veremos, hasta luego.

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  7. Hola Edgar, es Eduardo, el amigo de Edgar Fernando. Hace algun tiempo el gordo me habia pasado la direccion del blog y he podido leer alguno de tus articulos. Me animé a hacer un comentario en este apartado en particular, pues he estado reflexionando ultimamente sobre el tema ecologico y particularmente sobre las politicas del gobierno relacionadas con este tema.
    A mi particularmente me parece increible que un gobierno que se dice de izquierda no tenga planes concretos sobre el urbanismo, el uso de vehiculos, y el transporte publico. Como bien dices, el regalo de la gasolina y, yo añadiria, la subvencion a la compra de automobiles no son medidas que van en la direccion de darle una mejor calidad de vida a los venezolanos.
    Creo que podria planificarse un verdadero sistema de transporte publico y una legislacion que desaliente el uso de los automobiles.
    Si hay algo que deberia ser nacionalizado, o al menos reorganizado, es el transporte publico, y acabar definitivamente con el despelote vial, con la contaminacion en nuestras calles, con el sistema de explotacion que rodea a la figura del avance y con los choferes que no montan viejitos y estudiantes. También se podrian adaptar nuestras vias para la circulacion de bicicletas y ahi, si, subvencionar la compra de las mismas, o hacer un sistema de alquiler automatizado como existe en otros paises.
    Hay muchas ideas como estas que pudiesen ponerse en practica, y el gobierno en lugar de guiar y educar para la transformacion de valores que nos ayuden a alcanzar mejores niveles de calidad de vida, prefiere reforzar la cultura del automobil por miedo a bajar su popularidad.

    Un abrazo,

    Eduardo

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  8. Hola, Eduardo, me alegra hallarte por aquí, y me alegra al cuadrado que estés preocupado por estos vitales asuntos ecológicos. Salidas y soluciones a nuestros problemas de transporte y contaminación, como las que apuntas y como muchas otras que han sido exitosamente puestas en práctica en otros países, y que sólo habría que adaptarlas, están ya a nuestra disposición. Pero el problema pareciera estar en que en nuestro país se ha perdido hasta la noción de lo que significa resolver problemas y satisfacer necesidades. Toda la energía disponible pareciera gastarse no en la búsqueda de soluciones a los problemas sino en el ataque a los culpables. Tanto el gobierno como la oposición parecieran exclusivamente dedicados a echarle las culpas al otro de todo cuanto sucede, y a intentar ganar el favor y los votos de una mayoría de la población cuya actitud pareciera ser la de quien asiste a una piñata y trata de ver cual será el palo que le proporcionará al mayor número de caramelos y juguetes. Es vergonzoso atestiguar cada día como profesionales con décadas de experiencia no saben sino hablar de las últimas ocurrencias de Chávez, o como Chávez habla y habla de imperios, oligarquías, burguesías, capitalismos, socialismos, siglos y milenios, sin referirse, con un mínimo de propiedad, a problemas acuciantes como la escasez de empleos, la improductividad generalizada, la atosigante inseguridad en que vivimos, la dependencia alimentaria, la dependencia de la renta petrolera, el transporte, la educación, la contaminación, o cualquier otro que tú escojas. Vivimos en una suerte de campaña electoral perpetua, en donde ni las ideas ni las acciones reales cuentan, sino sólo los efectos de frases y gestos sobre la intención del voto de los electores. Todo lo que gobierno y oposición hacen o dicen es para ver que pescan en el río de las próximas votaciones. Pero no hay que desesperarse, sino aprovechar el tiempo para conocer las raíces profundas de los problemas y diseñar soluciones de fondo que algún día puedan ser útiles. La situación se me asemeja a quien se prepara con su tabla de surfear y se adentra mar adentro para esperar el momento en que venga la ola apropiada y lanzarse: puede que la ola no llegue nunca y el esfuerzo se pierda, pero peor sería que llegue la ola de los verdaderos cambios y nos encuentre desprevenidos. Bueno, me encantaría volver a verte por estos ciberespacios, en donde de repente podrías encontrar enfoques y puntos de vista complementarios, o al menos diferentes de aquellos de los predios académicos que frecuentas. Recibe el abrazo de quien bien recuerda el contenido de discusiones que hemos tenido sobre el carácter de los nuevos movimientos de masas en esta época de globalizaciones y localizaciones de tantos fenómenos sociales, Edgar Padre.

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