martes, 27 de octubre de 2009

Nuestras capacidades sustanciales dinerarias

Hace ya varios artículos vimos como las capacidades políticas, dentro de las capacidades estructurales, eran, aun con su tremenda importancia, las menos autónomas y las más dependientes de las demás, en relación a las cuales actuaban como una especie de mediadoras entre la cultura subjetiva y las capacidades más tangibles. A su vez, dentro de las capacidades procesales, vimos como las capacidades distributivas eran también las menos autónomas, pues en definitiva no se puede repartir sosteniblemente sino lo producido o cambiable por lo realmente producido. Ahora veremos como este rol de capacidades altamente dependientes de las demás, en las capacidades sustanciales, lo representan aquellas relacionadas con la generación, manejo y almacenamiento de dinero, a las que llamaremos capacidades dinerarias. Las capacidades políticas, distributivas y dinerarias son de suma importancia y constituyen una especie de cuello de botella que facilita el manejo de, o la intermediación entre, las demás capacidades de su género, pero de ningún modo pueden reemplazarlas.

Tres son las funciones clásicas que los economistas le han atribuido tradicionalmente al dinero: medio facilitador del intercambio o trueque de bienes y servicios; medio de medición o comparación del valor relativo de las cosas, y por tanto de contabilización de ingresos y egresos, acreencias y deudas, activos y pasivos, beneficios sociales y costos en las actividades económicas en general; y medio de conservación o atesoramiento del valor. Pese a que estas funciones son probablemente tan antiguas como el género humano, la idea y la práctica de concebir, fabricar, manejar y poner a circular objetos específicos, o sea dinero propiamente dicho, para la realización de tales funciones, son de data relativamente reciente. Desde que Heródoto lo señalara, ha existido un amplio consenso acerca de que la invención del dinero, bajo la forma de monedas de aleaciones de oro y plata acuñadas para tal fin, tuvo lugar en Lidia, un estado griego situado en el territorio de la actual Turquía, alrededor del año -700. Desde entonces el dinero ha servido para facilitar y potenciar las actividades e intercambios comerciales a través de las funciones clásicas señaladas. Sin embargo, si fuesen solo estas, aun con toda su gran importancia, las funciones del dinero, entonces este sería como un bien más, como los plátanos o los automóviles, y no ameritaría ser considerado aquí como un recurso genérico y de naturaleza distinta en el contexto de nuestro examen de las capacidades sustanciales.

Si le hemos asignado un estatus especial al dinero es por nuestra convicción de que este es un recurso que, desde sus orígenes, y de manera análoga a los materiales, el espacio, la energía o los instrumentos, ha ejercido y sigue ejerciendo un impacto considerable sobre prácticamente todas las actividades humanas, y por tanto mucho más allá de lo estrictamente productivo o económico. En particular, nos parece de interés destacar los que llamaremos roles cultural, político y deseconómico del dinero.

Por rol cultural entendemos el hecho de que al dinero, y por tanto a las capacidades sustanciales dinerarias, lo vemos, quizás antes que nada, como un medio de materialización de los valores culturales subjetivos en los ámbitos más concretos de todos los demás recursos: materiales, espaciales, temporales, energéticos, personales, informativos o cognitivos. Mediante su expresión en dinero podemos, o al menos podemos intentar, expresar el valor subjetivo que para nosotros o para el resto de la sociedad tiene cualquier otro recurso o inclusive cualquier tendencia, comportamiento o atributo personal o social. La desconfianza de los diversos actores de la economía en el futuro de esta, en un país dado, por ejemplo, se expresa también en una de las principales enfermedades del dinero: la inflación, la que con mayor precisión debió haberse llamado dineritis. Nos guste o no, y a pesar de lo apuntado en la ingeniosa propaganda televisiva de Mastercard, el hecho es que en nuestras sociedades se sigue queriendo expresar en dinero desde lo pedestre hasta lo más sublimemente espiritual, pues, como, desafortunadamente, bien lo saben los aseguradores, abusadores, ladrones o secuestradores, es posible hasta intentar asignar un valor en dinero a la creatividad para pintar, a la virginidad de una niña o a la vida de una persona o grupo de personas.

En el plano político, el dinero siempre ha sido utilizado como símbolo e instrumento de poder, y ya las primeras monedas lidias, las llamadas estáteras, llevaban estampada la cabeza de un león furioso, que era el símbolo de la realeza, y sirvieron para pagarle sus servicios a los soldados al servicio del monarca Giges. Siglos después, con Alejandro Magno, primero, y con los emperadores romanos después, se estableció la práctica de estampar la cara estilizada y espiritualizada del soberano en el anverso o cara principal de la moneda, como queriéndolo colocar por encima del bien y del mal y al margen de los atropellos cometidos por sus ejércitos y subalternos. Mucho antes de que se inventaran los medios de impresión de información en papel, ya las monedas habían comenzado a ser portadoras de información sobre el estatus político de los gobernantes o de los héroes nacionales favoritos de los gobernantes.

Y también ha servido, y esto reviste suma importancia, para estimular toda clase de vicios y delitos violadores de las circunspectas leyes de la economía, tal y como ocurrió en la propia cuna de su invención -y lo que ya desconcertó al propio Heródoto-, donde la circulación del dinero contribuyó al drástico incremento de la prostitución de las jóvenes lidias, que prontamente hicieron de él una nueva y fácil manera de acumular ingresos y desvincularlos de su procedencia. Dada su característica de medio portador de un valor supuestamente universal, la historia del dinero es también la historia de toda clase de engaños, robos, falsificaciones, crímenes y hasta genocidios, como el cometido contra las poblaciones autóctonas indoamericanas en nombre de la enloquecida extracción de oro, plata y cobre para la fabricación de dinero a cualquier costo. El dinero siempre ha tenido esta especie de función perversa: la de ocultamiento, legitimación o "lavado" del origen del valor acumulado. No importa que sea a través de la prostitución, el contrabando, el tráfico ilícito, el robo o aun el crimen: una vez obtenido el dinero es incomparablemente más sencillo, en comparación con cualquier otro recurso, emplearlo, sin despertar sospechas sobre su origen o sobre la honorabilidad de su poseedor, para gestionar o adquirir cualquier cosa.

En los sistemas dinerarios o monetarios contemporáneos suelen intervenir cinco agentes principales: el público general, con su estilo de gastos, ahorros, endeudamientos, etc.; los bancos comerciales y otros organismos de financiamiento estatales o privados; las casas de la moneda, con su capacidad de acuñación y emisión de dinero; los ministerios de finanzas, bancos centrales y afines, con capacidad para decidir sobre políticas monetarias, tasas de conversión con otras monedas, tasas de interés, magnitud del dinero circulante y afines; y los organismos monetarios internacionales, con el Fondo Monetario Internacional a la cabeza. Puesto que los Estados controlan al menos dos, y a veces tres y hasta cuatro componentes del sistema monetario, es claro que detentan un enorme poder para regir la vida monetaria de los países, del cual tienden, por regla general más que por excepción, a abusar, para su beneficio en el corto plazo y para perjuicio de todos en el mediano y largo plazo, tal y como ocurrió recientemente con las desregulaciones impulsadas por la anterior administración estadounidense y que condujeron a la actual recesión económica mundial.

En América Latina, afortunadamente, después de décadas de desorden monetario, en donde nuestros Estados imprimieron papeles dinerarios, se excedieron en sus presupuestos, se endeudaron y devaluaron las monedas según sus antojos, lo que nos llevó a batir records mundiales de inflación hasta de tres dígitos, en donde los precios de los artículos cuando las personas entraban a las tiendas no coincidían con los de su salida, está en marcha un movimiento de rectificación que está conduciendo a la estabilidad monetaria en la mayoría de los países, a excepción, sobre todo, de Cuba y Venezuela. Sólo en estos últimos los Estados siguen empeñados en no poner cotas a su poder monetario. Venezuela es el único país de América Latina que, en plena recesión económica mundial, tuvo inflación de dos dígitos tanto en 2008 (30,9%) como en los últimos doce meses (22%). Y, en el más extremo de los casos, el cubano, existen dos sistemas monetarios: uno, el del peso convertible en dólares, accesible sólo para quienes estén vinculados al gobierno y que conduce a toda clase de privilegios, y otro, el del peso nacional, para el resto de la población, que prácticamente la deja sin poder adquisitivo alguno y conlleva a toda clase de privaciones.

Por lo que precede, resulta que pensamos que, análogamente a como ocurre con las capacidades mediadoras políticas y distributivas, con las capacidades dinerarias es tan importante adquirir y desarrollar sus dimensiones sanas como impedir la proliferación de sus dimensiones insanas. Estas capacidades dependientes o intermediarias necesitan, como ninguna otras, que se las mantenga acotadas. Por un lado, por "arriba", en relación a los valores culturales, en el primer caso, a los propósitos colectivos de los procesos, en el segundo, y al valor inconmensurable de la persona humana, en el tercero. Y, por "debajo", en relación a la realidad de las capacidades estructurales productivas, territoriales, mediáticas o educativas; a las restricciones de las capacidades procesales factibilizativas, planificativas, constructivas, operativas, administrativas, consuntivas, replanificativas o retirativas; y a los límites de las capacidades sustanciales materiales, energéticas, espaciales, temporales, informativas o cognitivas. De no obrarse de este modo, entonces las sociedades tienden a ser inestables pues es como si se quisiesen construir "patas arriba", es decir, teniendo por base o fundamento el poder político desproporcionado, el afán de repartir discrecionalmente lo que no es producto directo ni indirecto del trabajo, y/o el dinero bien o malhabido como sustituto de todos los demás recursos.

Cierto es que a los latinoamericanos la transformación de nuestras capacidades dinerarias, cuyas bondades, dada la calaña de maestros externos que hemos tenido, capaces hasta de exterminar etnias y poblaciones enteras en pos de unos kilos de oro o plata, apenas hemos conocido, nos costará más que a otros pueblos. Pero no tenemos otra opción. Tenemos impostergablemente que aprender a contener su lado oscuro y hacer del dinero no el objeto de codicia o acaparamiento, ni el móvil para la violencia de todos los calibres que por siglos hemos atestiguado, sino el medio de transacciones según la idealización de Mastercard, de contabilidades articuladas a una sana planificación y administración, y de un sano y previsivo ahorro para las inevitables épocas de vacas flacas. O sea, un dinero útil para el eficiente manejo e intercambio de bienes y servicios materiales, como ya lo están aprendiendo a hacer los europeos y su euro, pero inútil para alcanzar lo esencial de la vida que, como decía El Principito de Saint-Exupery, es, y siempre seguirá siendo, invisible a los ojos.


Nota: Por antepenúltima vez le recordamos a nuestros queridos lectores que, desde el artículo número 50 de nuestro blog, y ahora hasta el día 3 de noviembre, estamos aplicando una encuesta detallada: Mejorando a Transformanueca, que esperamos nos ayude a definir los enfoques venideros de nuestra publicación, y una encuesta simplificada: Opinando sobre Transformanueca, que también confiamos pueda ser útil. Hasta la fecha estamos sorprendidos por el bajo número de encuestas llenadas, francamente no logramos entender qué pasa, y a ratos hasta se nos han metido malas ideas en la cabeza acerca de si tiene sentido insistir en publicar algo que concita tan limitadas respuestas. Pero, por favor, no vayan a creer que se trata de un chantaje y, si no les provoca llenar la encuesta, no la llenen ni le paren al bloguero novato este, quien de seguro tiene la culpa de todo. Pero, si se deciden, no olviden hacer clic en el botón Continue, al terminar la Encuesta, después de la Pregunta # 10. Les agradecemos toda la colaboración que puedan brindarnos a este respecto.

4 comentarios:

  1. A veces me quedo sorprendido de la incapacidad de décadas de gobiernos venezolanos de toda pinta para implementar algún tipo de política monetaria que valga la pena. Siempre es otro quien tiene la culpa de la usura o el acaparamiento o cualquier otra excusa sin reconocer ni el más mínimo de responsabilidad sobre nuestro desempeño macroeconómico. Yo sé que detrás de todo esto está el meollo de la improductividad de las empresas y la falta de empresariado real, pero que distinta sería la vida económica del país si, aún con un crecimiento pequeño o incluso con el crecimiento en cero, tuviésemos una inflación manejable que permitiese pensar en el largo plazo... pero esto está con demasiado tono de queja que no era mi intención. En la medida que mantenerse gobernando sea el único objetivo de quien gobierna, seguirán quedandose fuera tanto las necesidades reales como las estrategias mas básicas para satisfacerlas.

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  2. No por poner esto en un contexto Biblico, pero lo cierto es que si tus artículos comienzan su vida útil como un intercambio, casi una serie de cartas entre tú y el manojo que en estos momentos te estamos siguiendo el hilo, esto no invalida ni empequeñece tus aportes. Más de la mitad del nuevo testamento no son sino cartas de Pablo a un grupito aquí y otro allá, pero no por eso se restringió a hablarles de pequeñeces ni tonterías sino que cada vez intentaba presentarles la visión más completa que pudo de su comprensión del munto teológico y del significado de la vida de Jesús.

    Ahora, de vuelto al meollo del dinero: Yo tuve un profesor de economía a quien le debo la explicación más tangible y sencilla de la inflación como proceso. La inflación, decía el, es "Demasiado dinero buscando muy pocos bienes". De donde se derivan las dos estrategias fundamentales para combatirla: reducir la cantidad de dinero que circula o producir más y mejores bienes. La segunda estrategia, aún cuando es la más sólida en el largo plazo, también es la que requiere de mayor esfuerzo. La primera sin embargo, aunque es más factible de implementar en el corto plazo tiene un costo político que nadie nunca quiere asumir por lo que siempre optan por empobrecer al país todo. Es como un niño ambriento que se empeña en comero caramelos: si no se los das chilla, pero al final lo que necesita no es el caramelo sino la nutrición verdadera y necesaria par crecer mejor.

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  3. Estoy bien de acuerdo con todo lo que señalas. En gran medida este blog es como una botella con el mensaje de un náufrago, desde una isla perdida, que quiere que sus compatriotas le presten mucha más atención a resolver lo que depende de nosotros, la transformación de nuestras capacidades, y menos a lo que los otros piensen o quieran hacernos, tanto para bien como para mal. En nuestra América Latina hay como dos grandes bandos despiertos y uno dormido. Los despiertos plantean, unos, que nuestra salvación está en las inversiones extranjeras, en algo así como que las grandes potencias, y sobre todo los Estados Unidos, nos adopten y nos saquen de nuestro foso, y muchos no cesan de maldecir que haya sido Colón y no algún catire quien llegara primero a estas tierras...; y los otros que la salida está en enfrentar a esas potencias y liberar nuestra arrechera contra ellos, pero resulta que ambos extremos comparten una visión exógena de nosotros, como si nos viésemos a través de una cámara externa que nos filma y nunca desde dentro. Los dormidos tratan de adaptarse a las circunstancias y sobrevivir a como dé lugar sin importarles a donde vamos. La prometeica tarea que se plantea el blog es contribuir a cambiar este orden de cosas, a la recapacitación, hasta donde se pueda, de los primeros, y al despertar de los segundos. Cambiándole tres o cuatro palabras tu comentario podría convertirse en un formulario, pues en donde dice "monetaria", "macroeconómico",
    "económica" e "inflación", podrían colocarse otros términos para referir el texto a los problemas tecnológicos, ambientales, educativos, culturales, mediáticos, alimentarios, etc. Tan grave percibo que es la situación que la única explicación que le encuentro a la falta de reacciones contra este blog es su falta de impacto y su escasez de lectores: si apenas llegasen a modificarse estas circunstancias entonces aparecerían muchos que argumentarán quien sabe qué para demostrar que es el bloguero quien tiene la culpa de lo que pasa... Hay como un miedo heredado al cambio, pues en el pasado los intentos de cambio no han conducido a nada, y hay que construir pacientemente una masa crítica que señale con ideas y acciones que sí hay que cambiar y que vale la pena intentarlo, pero con más conocimiento de nuestras realidades que en los ensayos anteriores.

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  4. Chévere e inspiradora la metáfora apostólica, pues la verdad es que muchas veces me identifico con ese rol, aunque me encantaría asegurarme de que existen el "grupito aquí y otro allá", y a veces siento como si los corintios o efesios estuviesen de vacaciones en otro lado... Bien razonable y atinado el comentario del profesor sobre la causa general de la inflación, aunque siento que aquí, además de esa explicación, hay que añadir por lo menos otra particular, que probablemente el profesor desconozca, que sería algo así como "Demasiada prisa por enriquecerse buscando muy pocas vías lícitas para hacerlo", pues allí está una de las raíces fundamentales de nuestra inflación, que la hace persistente incluso en épocas de recesión económica y desempleo, y hasta en condiciones de escasez de efectivo o de abundancia de bienes: a la gente, por ejemplo, no le alcanza el dinero para comprar su vivienda, y existe una sobreoferta de inmuebles para la venta, pero los precios no bajan porque los propietarios prefieren esperar un narcotraficante que les pague en dólares para irse por fin del país y comprar algún otro inmueble en otra parte..., o sea, como si los caramelos del niño hambriento fuesen un paliativo mientras accede a la nutrición verdadera para crecer mejor... lejos de aquí.

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