viernes, 2 de octubre de 2009

Nuestras capacidades sustanciales personales

Tal y como lo habíamos anunciado, nos ocuparemos ahora del tercer tipo fundamental de capacidades que hemos aprendido a distinguir. Si a las primeras, relacionadas con las estructuras, anatomías o configuraciones generales de las sociedades, las llamamos capacidades estructurales, y a las segundas, vinculadas con los procesos, ciclos de vida, secuencias o evoluciones, también generales o comunes a distintas clases de sociedades, las denominamos capacidades procesales, a estas otras, a las que nombraremos como capacidades sustanciales, las ligaremos a los contenidos, sustancias o recursos concretos o particulares que nos servirán para completar, o por lo menos para intentar completar, la caracterización de los sistemas sociales. Obsérvese, entonces, que mientras en los dos tipos anteriores de capacidades hemos enfatizado su carácter general, es decir común, a ciertos grupos o clases de sociedades, como quien escribe de anatomía o del ciclo de vida humano y trata de resaltar aquellos rasgos compartidos por la mayoría de nosotros, ahora pondremos el acento en aquellos aspectos concretos o particulares que distinguen ciertos órdenes, familias, géneros y especies de sociedades de otras. Si estos términos les traen algún recuerdo biológico, les adelanto que ello no debería ser casual: dentro de mis aspiraciones, al menos, está también la de poder caracterizar con cierta precisión, y espero irme aproximando a eso en el blog, nuestras especies de sociedades, con lo cual creo que contribuiré a que sea menos arduo impulsar su cambio fundamental. La hipótesis es la de que cuanto más profundamente logremos comprender qué es lo que nos asemeja y distingue de otras sociedades mejor podremos propositar, factibilizar, planificar, experimentar, etc., nuestras transformaciones.

Desde un punto de vista histórico, esta perspectiva, la de examinar las diferencias concretas y más visibles de las sociedades, es seguramente la de más vieja data: la distinción entre pueblos pertenecientes a distintas etnias o razas, con diferentes idiomas y costumbres, de climas fríos o cálidos, desérticos o nevados, ocupantes de grandes territorios o de pequeñas islas, con distintos cultivos o minas o hábitos alimentarios, etc., aparece en un gran número de relatos o estudios históricos de todas las épocas. Este punto de vista tiene las enormes ventajas de su fácil comprensibilidad y de que nos deja las manos libres para considerar tantos aspectos sociales particulares como queramos, sin miedo a hacer generalizaciones indebidas o a forzar los hechos para que encajen en un cierto molde, como quien caracteriza a una persona pintando su retrato y se concentra en resaltar sus rasgos peculiares, o al estilo de las historias de los llamados cronistas de Indias que describieron nuestras sociedades latinoamericanas de hace algunos siglos. Pero tiene la gran limitación de que no nos ayuda lo suficientemente a comprender la naturaleza y alcance de los problemas sociales y menos a resolverlos.

En cierta medida, la serie de artículos que ya presentamos sobre los orígenes y experiencias básicas de las naciones latinoamericanas consistió en un intento por comprender, introductoriamente, algunas de nuestras principales peculiaridades, con un mínimo de apelaciones a modelo teórico alguno y con ventajas como las mencionadas, pero también con serias restricciones a la hora de responder a la pregunta ¿qué hacer? Desde entonces, desde que escribimos aquéllos, nos hemos dedicado a presentar un conjunto de conceptos, o cuando mínimo nociones, acerca de los diversos tipos de capacidades, que confiamos nos permitirán futuros análisis más robustos de nuestros problemas y, sobre todo, sugerencias más efectivas para la acción. Con esta subserie sobre nuestras capacidades sustanciales volveremos a abordar algunos de los temas específicos que ya tratamos, pero ahora concentrándonos en los recursos concretos con que contamos o podríamos contar las naciones latinoamericanas para satisfacer nuestras necesidades y conquistar nuestras libertades en conformidad con nuestras identidades.

Por lo que precede, y sin renegar de nuestro afán por disponer de un lenguaje y una terminología para entender las capacidades más concretas de las sociedades, y sobre todo de las nuestras, nos esforzaremos por examinar las distintas capacidades sustanciales según los siguientes nueve tipos de recursos que, a nuestro parecer, las sociedades han aprendido a manejar de manera suficientemente diferenciada: personales, materiales, espaciales, temporales, energéticos, instrumentales, dinerarios, informativos y cognitivos. Los primeros cinco, siguiendo el patrón empleado con las otras capacidades, serían comunes a todas las sociedades humanas (e incluso, con sólo cambiarle lo de personales por bestiales o bacteriales, por ejemplo, a todas las sociedades o, si se prefiere, comunidades o grupos de seres vivos), mientras que los otros cuatro serían inherentes a distintos grados de evolución de las sociedades. Creo haber aclarado en un artículo anterior, pero por si acaso insisto, que, en algún sentido laxo, todas las sociedades han usado en alguna medida todos los tipos de recursos, incluyendo a los últimos cuatro mencionados, pero no todas han desarrollado capacidades específicas para manejarlos distintamente (del mismo modo, confío en no fastidiar, a como todos los seres vivos usan el oxígeno, ingieren nutrientes o son capaces de percibir estímulos externos, pero no todos disponen de branquias o pulmones, de tubos digestivos o de órganos sensoriales, etc.).

En el primer y más importante conjunto de capacidades sustanciales, correspondiente a las que llamaremos personales, incluiremos a todas aquellas capacidades inherentes al hecho de pertenecer a la subespecie biológica Homo sapiens sapiens, alias humanos como nosotros; es decir, a todo el enorme paquete de capacidades a que nos hacemos acreedores por el sólo hecho de ser personas, de las cuales han emanado, por decirlo de alguna manera, todas las otras capacidades de las que hemos hablado y hablaremos en el futuro de este blog, por lo cual podríamos hasta decir que en definitiva todas las capacidades no son sino ampliaciones o reescrituras de éstas. El punto de partida para la adquisición de nuestras capacidades es, a la vez, el desenlace de una muy larga deriva biológica que ha conducido, con o sin intervención de entes creadores externos, a la gestación de los seres que somos, con todo el complejo y todavía muy insuficientemente comprendido conjunto de sistemas o conjuntos de órganos y tejidos de que estamos hechos, con su decena de millones de millones de células, cada una de ellas un ser vivo por sí misma y en su conjunto aptas para actuar sinérgicamente en las más diversas circunstancias. Esta condición humana, que es mucho más que un mero conjunto de capacidades pero que no excluye éstas, es la peculiaridad por excelencia que orienta, limita y potencia a la vez todo lo que hagamos.

En la idea inicial para este artículo, venía ahora un breve recuento de las capacidades personales asociadas a nuestras condiciones físicas y luego otro sobre las que podríamos llamar nuestras condiciones o facultades mentales o espirituales, hasta desembocar en una exploración de las que podrían ser algunas peculiaridades latinoamericanas en estas materias. Todo se veía muy bien en el esquema, pero cuando me puse a escribir sobre nuestras capacidades físicas cardiovasculares, respiratorias, digestivas, endocrinas, musculares, óseas, excretorias, inmunológicas, reproductivas y nerviosas, me dí cuenta del aprieto en que me hallaba: si apelaba a mis fichas de investigación, a mi Enciclopedia Británica, a mis Atlas sobre el cuerpo humano, o simplemente a desarrollar de memoria algunas reflexiones sobre estos asuntos, me salía un artículo kilométrico; quise apoyarme en Internet y más vale que no: descubrí que pisaba nada menos que el meollo del terreno de las tareas caseras infantiles sobre materias científicas, con, por un lado, niñitas exigiendo que les respondieran urgentemente sus preguntas para entregar sus trabajos al día siguiente y, por otro, maestros y enciclopedias disputándose el derecho a ayudarlas...; y tampoco quise resignarme a decir quien sabe qué simplezas o perogrulladas.

Al final, un tanto frustrado, opté por confesarles la verdad y dejar constancia de que estoy convencido de que cuando hablamos de capacidades personales, aunque sea sólo las de tipo físico, ya estamos tratando de algo en las fronteras de lo infinito, si es que esto existe, o por lo menos en el ámbito de lo muy holgadamente maravilloso: solamente intentar describir el poder de procesamiento simultáneo de datos e información de que son capaces cien mil millones de neuronas que se estima hay en el cerebro humano, interconnectadas entre sí a través de cientos de miles de dendritas de que dispone cada neurona y activadas por al menos decenas de neurotransmisores diferentes, ante otros billones de posibles circunstancias externas, resulta anonadante, y es lo que explica que un sólo ser humano sea capaz de realizar creaciones fuera del alcance de todos los computadores del mundo conectados mediante todas las líneas telefónicas. Nada más que para dejarles una idea del abismo al que me asomé, quise, en lugar de palabras condenadas a ser vanas, apelar a una imagen, tomada de uno de mis Atlas favoritos, lleno de fotografías de tejidos y órganos reales y no de dibujos o interpretaciones, de apenas las arterias dedicadas a irrigar un cerebro humano, como apoyo a la labor de las mencionadas neuronas (no tengo idea de como lograron esta fotografía, pero...).

Y si el intento por dar una idea de nuestras capacidades personales físicas resultó frustrante, sólo puedo decirles que el de considerar las capacidades de tipo espiritual no lo fue menos. No entiendo donde tenía la cabeza cuando en el esquema escribí, como elementos de inspiración de párrafos candidatos: "1) Capacidades mentales según Jung: pensamientos versus sentimientos y sensaciones versus intuiciones. Tipos psicológicos. Consciente e inconsciente según Freud. La capacidad de soñar y la interpretación de los sueños. 2) Inteligencias múltiples según Gardner y la gente del Proyecto Cero de Harvard: inteligencias lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, corporal, ambiental, intrapersonal e interpersonal. Procesos de cambio mental según esta misma gente: razonamiento, investigación, resonancia, representación, recursos y recompensas, eventos del mundo real, resistencias. Contenidos de la mente: nociones, conceptos, relatos, teorías, destrezas. 3) Breve panorama de los enfoques teóricos de la mente humana y sus potencialidades: enfoques deterministas, estructuralistas, cognitivos y de perspectivas múltiples..."

Claro está que sabía que el perfil del blog no es el de disquisiciones teóricas, y lo que pretendía era simplemente dar una idea de las inmensas potencialidades físicas y mentales que tenemos por el sólo hecho de ser humanos, pero la verdad es que hasta que llegó la hora de redactar este artículo no tome plena consciencia de que estas capacidades personales son algo así como la mamá o la matriz generadora de todas las demás capacidades, y por tanto de una complejidad que es órdenes de magnitud mayor que la de cualquier otra de las consideradas o por considerar. Cuando hablamos de capacidades productivas o educativas o constructivas o distributivas es como si estuviésemos ante un ámbito restringido al que referirnos, y por tanto susceptible de ser puntualizado brevemente; pero aquí no, aquí todo tiende a lo infinito, lo mágico o lo altamente extraordinario, todo es desbordante, nada cabe en esquemas o párrafos sencillos y todo lo escrito brevemente, aunque sea para apuntar nociones, luce como caricaturesco o simplista...

Decidí entonces rendirme ante las evidencias y reseñar mi derrota, con la esperanza de que lo así dicho sirva para destacar la grandeza de lo humano y las ilimitadas posibilidades que tenemos para impulsar nuestras transformaciones. En nuestra América Latina, además, la única región del planeta en donde ha ocurrido, no cuenta si por accidente, una fusión, miscigenación o coalescencia sin precedentes de todas las etnias o razas y culturas humanas, en el contexto de la mayor diversidad geográfica y biológica de que tengamos noticia, los problemas a resolver son más difíciles y con menos antecedentes, pero, si lográsemos avanzar hacia su solución, nosotros, que estamos hechos como nadie más de las sustancias personales de los otros, quizás podríamos hacer un aporte significativo para la la edificación de una mejor humanidad. Mientras tanto, mientras comprendemos mejor nuestros retos y vemos más claro lo que tenemos que hacer, démosle una salve a los seres humanos y, particularmente, a aquellos que, como los latinoamericanos, han sido hechos quizás de los despojos y las crucifixiones de los demás, pero que tal vez estén convocados a contribuir como ningunos a la redención de todos...

2 comentarios:

  1. Bueno Edgar, saludo todas estas circunstancias que te están sucediendo. Aún así, no sabes lo que todavía te falta. Yo trabajé para el ministerio del ambiente, en el 2001; todos los que tenían que ver con el asunto estaban enredados: el ministerio del ambiente, las autoridades locales, las autoridades militares, los dirigentes vecinales, dirigentes regionales. Fuimos enviados allá para ver cómo podíamos ayudar a resolver el problema, por autoridades del ambiente. Te confieso que ninguno tenía idea de lo que había qué hacer. A lo mejor, estamos como tú ahora. Para mí, es un problema de sensatéz. No queremos asumir nuestras responsabilidades; todos le quieren sacar provecho a las circunstancias; el Gobernador, el Alcalde,los Concejales, los dirigentes vecinales, entre otros, cómo hacemos? Es difícil, verdad! Sin embargo, dirigí un proceso, en el cual se saneó el 85% del vertedero y el pueblo lo asumió como suyo. Todavía, hoy, el problema sigue vigente; pregunto ¿cómo hgacemos? Me gustaría debatirlo, hay muchas ideas y proposiciones. Chao. Seguiremos intercambiando.

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  2. Creo, Douglas, que la situación nacional en materia de resolución de problemas y satisfacción real de necesidades no podía ser más grave. No sólo no sabemos cuáles son las causas profundas de los problemas ni sabemos como atacarlos, sino que estamos perdiendo hasta la noción misma de lo que significa asumir responsabilidades para resolver de verdad los problemas. Se pretende, tanto por parte del gobierno como de la oposición, que vivamos en un mundo de dimes y diretes mediáticos, en donde si hay una epidemia de gripe o de dengue lo importante no es erradicarlos sino convencer a la mayor cantidad de electores posibles de que el culpable es el otro. Sin embargo, también hay mucha gente aislada que, como tú, ha adquirido experiencia en la búsqueda de verdaderas soluciones a múltiples problemas. Hay que hacer un diagnóstico coherente de los problemas del país y encontrar un lenguaje y un marco apropiado para que toda esa gente se encuentre y se reconozca, incluso con diferencias ideológicas en su seno, y es en esa dirección que, en el largo plazo, este blog quiere hacer una contribución. Seguimos en contacto. Edgar.

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