viernes, 11 de diciembre de 2009

Nuestras identidades esperanzativas

"La esperanza es lo último que se pierde" sugiere un dicho popular latinoamericano, y "el alma es lo que nos queda, pues todo lo demás nos lo han quitado" es una frase que, con variantes, he oído muchas veces entre nuestros pobres. Tenemos la impresión de que si en el mundo, en la escala subcontinental, se definiese, al estilo de como en otros contextos se han definido las relaciones beneficio/costo, algo así como una relación esperanza/padecimiento, los latinoamericanos tenderíamos a quedar entre los líderes mundiales.

En cuanto al numerador de la relación, como hace varios artículos lo señalamos, en cuestión de esperanzas, lo que es equivalente a conformidad y expectativas positivas con nuestras vidas, y por ende con nuestra felicidad, son elocuentes los indicadores que nos señalan entre los pueblos más felices del planeta. Y en cuanto al denominador, que debe ser homologado para que las comparaciones tengan sentido, es decir, que debe suponerse lo que habría ocurrido con un padecimiento común de los distintos subcontinentes o macroregiones, para luego apreciar las dosis de esperanzas relativas de cada quien, nos parece que terminaríamos sumamente bien posicionados. Si, por ejemplo, se pudiese establecer algún indicador de esperanzas en relación al volumen específico de padecimientos, digamos, en unidades de esperanza por litros de sangre, sudor y lágrimas
derramados bajo dominaciones externas per cápita, no tendríamos mucho que envidiarle a ninguna otra región, incluso tomando en cuenta las conflagraciones mundiales europeas, las devastadoras guerras asiáticas, el holocausto judío o las cacerías humanas africanas.

Lo nuestro estuvo cerca de ser el genocidio o la limpieza étnica perfecta, es decir, una en donde no hubiese quedado ni rastro del pueblo exterminado, pues, según estimaciones de nuestro confiable Darcy Ribeiro, nada más que entre 1500 y 1650 la población de aborígenes prehispánicos se redujo en un 95%, al pasar de aproximadamente unos setenta millones a tres millones y medio de pobladores. Si a esto le sumamos la carga de trabajos forzados, despojo de tierras, aniquilación de culturas y lenguas, destrucción de hábitats, violaciones de mujeres, contagio de enfermedades, abandono de hogares, y yerbas afines, entonces se verá que no es de conchas de ajo de lo que estamos hablando. La consideración que parece haber escapado a los insaciables conquistadores, y que en buena medida ha permitido que estemos aquí echando el cuento en este blog, fue, como ya va dicho, la increíble capacidad de aguante de sufrimientos y vejámenes de nuestras madres ancestrales, quienes a todo trance optaron por asegurar la supervivencia de al menos la mitad de los genes originalmente americanos. Y, en cualquier caso, el que, después de semejante calvario colectivo, este subcontinente sea todavía capaz de reír y mirar con optimismo su futuro, es, por decir lo menos y al margen de consideraciones cuantitativas, digno de admiración o, como mínimo, del más serio autorrespeto.

Se nos ocurre, sin embargo, una intriga: si fuese válido, como lo estamos suponiendo, que las esperanzas están hechas de alegría y anticipación, vale decir que son como unas alegrías con fundamento, ¿cómo es, entonces, que somos tan fuertes en esperanzas si en alguna parte hemos dicho que la anticipación no pareciera ser nuestra fortaleza? Tres explicaciones se nos ocurren. Una, que no seamos tan sólidos en esperanzas, pero no nos convence mucho esta idea. Otra, que no seamos tan relativamente poco anticipativos, que también nos huele a sospecha. Y otra más, que nos luce la más aceptable, según la cual la mezcla química entre alegría y anticipación no necesariamente ha de ser entre partes iguales de los componentes, con lo cual, con relativamente poca anticipación, pero con mucha alegría, podría generarse mucha esperanza. O, lo que se parece, que podrían existir diversos cocteles de emociones esperanzativas: unos más ásperos o fuertes, hechos con mayor dosis de anticipación, y otros más suaves o blandos, como quizás los nuestros, preparados con menor dosis pero tan o incluso más refrescantes que los otros.

Bueno, lo cierto es que quedamos como cansados de tanto intentar ser lógicos para fundamentar algo que en definitiva no es racional sino que nos brota de las entrañas, a saber, la corazonada de
que lo mejor que aportará nuestra Latinoamérica a su autoconstrucción y a la edificación de una mejor humanidad está por venir. Si con toda nuestra cruz de calamidades, quizás mucho más pesada que la traída por los guerreros y misioneros ibéricos, no hemos perdido las ganas de vivir, es poco probable que las perdamos en lo sucesivo. De lo que se trata, entonces, a partir de estas irreversibles ganas, es de decidir cómo vamos a arreglárnoslas para vivir, como vamos a aprender, propositar, producir, organizar, disfrutar, compartir... nuestros medios, maneras o modos de vivir. O sea... (si ya les viene fácil a la mente con qué rellenar los puntos suspensivos, entonces, contra viento y marea, estamos bien encaminados en el blog).

6 comentarios:

  1. Por estos días, están pasando en una emisora de radio, una propaganda sobre las bondades de Venezuela para montar un negocio, para varias personas. Su comentario principal es que, Venezuela es el país más alegre del mundo y que aquí se han instalado a vivir. Una vivencia que me ocurrió, por allá, a mediados de los 70, llego a una panadería al comienzo de la cota 905, un muchacho va a comprar unos refrescos y pone 2 botellas en el mostrador, el portugues dueño no se dió cuenta de este último detalle y le pregunta: tù trajiste esas botellas? claro! responde el muchacho, porque te las puedes querer robar. El muchacho, moreno, dientes blanquísimos, sonriendo le responde: mira portugues, cuando yo nací, ya tu dabas vuelto; y siguió sonriendo. Este tipo de alegrías es muy popular en Venezuela, se disfruta poniendo al otro en su puesto, con alegría. Me parece interesante el análisis de estas emociones, ya también en los 70, analizaba nuestro querido Oswaldo Ron, este tipo de emociones, para diseñar un tipo de política para Venezuela, basado en una de las "instituciones" que más respeta el venezolano, que es la amistad, echaba el cuento de cómo varios militantes guerrilleros fueron protegidos por las propias autoridades de gobierno, teniendolos en sus casas y, pidiendo sus cabezas por televisión. También Oswaldo contó las grandes relaciones que se establecieron entre los cubanos y venezolanos, cuando entrenaban en Cuba, para el desembarco de Machurucuto, que hizo que varios cubanos se vinieran con los venezolanos a luchar en esta tierra, por no dejarlos. Me parece interesante seguir explorando este tema.

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  2. La paralisis de analisis...

    Tengo unos cuantos días queriendo hacer un comentario sobre esta serie de nuestras identidades pero como lo que se me esbozaba en la cabeza era un megacomentario nunca he encontrado (y en este momento no lo tengo) el tiempo para escribirlo bien. De allí mi silencio de hace días, pero en este momento me decido a que más vale la pena comentar poco o por partes que no terminar diciendo nada.

    Aunque esto va a ser dificil explicarlo sin diagramas, siento que este asunto de representar o elaborar un mapa de nuestras identidades es de una naturaleza principalmente vectorial y no escalar. Me explico para algunos de ustedes sin experiencia previa en estas cosas: un escalar se refiere simplemente a la escala de algo, a un número suelto como el que responde a la pergunta: cuanto pesa fulano? La respuesta 80 kilos contiene toda la información que necesitamos. Pero hay otro tipo de información para la cual un número suelto no contiene toda la información como por ejemplo: de que tamaño es esa caja? la respuesta debe tener información tanto del tamaño como de la dirección de las dimensiones: 40 de ancho por 50 de alto por 20 de hondo. Y este ejemplo, de paso, me sirve para presentar el último pedacito de información de fondo antes de entrar en la esencia de lo que quiero decir y se relaciona con un asunto que en matemáticas se llama la ortogonalidad de los vectores. Ortogonal es un termino general para lo que conocemos comúnmente como perpendicular pero es más amplio en cuanto a se refiere a espacios multidimensionales... bicho... y eso con que se come?... ya voy: supongamos que queremos definir a una persona con dos dimensiones. Una opción bien válida seria el alto y la circunferencia de la barriga para asproximarnos a una idea de cuan alto y cuan ancho es el fulano. Pero si damos como las dos dimensiones la distancia del pie derecho a la oreja derecha, y del pie izquierdo a la oreja izquierda, no sabemos bien como es el tipo porque las los dos vectores que obtuvimos son paralelos, es decir, no son lo suficientemente ortogonales como para definir las dimensiones de la persona.... y por fin!!!, voy al asunto que queria comentar:

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  3. Al hacer un intento de esbozar o definir la identidad de una persona o de un pueblo, debemos prestarle atención a la ortogonalidad de las dimensiones con las que intentamos "medir" esa identidad. En la medida en que comparemos rasgos o aspectos de la identidad o personalidad que son esencialmente dos expresiones de la misma cosa (o sea, dos dimensiones demasiado paralelas) nos podemos hacer una idea erronea de cuan distintos son dos seres o dos pueblos. Aún más: como todo vector, cada uno de estos rasgos o dimensiones de nuestra identidad tienen tanto una dirección en el sentido de la definición del rasgo a que nos referimos, como una magnitud, que se refiere a la prominencia, o el tamaño relativo de ese rasgo en el ente que intentamos medir con esa regla que siempre es relativamente arbitraria. Y con esto casi termino: el desarrollo o crecimiento de una dimensión de la identidad de un pueblo, como de un ser humano, no tiene que ser necesariamente en detrimento de otros aspectos de esa persona o nación. Es como las destrezas o los talentos de las personas: no por aprender a cantar mejor, se nos olvidan las matemáticas, y no por aprender a correr más rápido significa que terminemos siendo necesariamente menos afectivos. Ah, pero eso sí: aún cuando desde nuestras limitaciones humanas hemos logrado adquirir alguna noción precaria sobre ese enredo del espacio-tiempo lo cierto es que para cualquier efecto práctico tiempo sólo le podemos dedicar a una cosa a la vez, y es posible, y muy probable también, desatender una faceta o aspecto de nuestra potencialidad humana por sobreatender alguna otra cualidad que en algún momento histórico consideramos como más importante. Pero tanto para las naciones como para los individuos lo que si es cierto es que si no le dedicamos tiempo a crecer en ninguna dirección, no hay mecanismo de osmosis a través del cual nos convertiremos en más o mejores en ninguna dirección ya que el fortalecimiento de cualquier aspecto de nuestra mente, nuestro ser o nuestro cuerpo requiere cuidado, paciencia y esfuerzo para lograr desatar el sin límite de potencialidades que llevamos por dentro.

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  4. Coincido contigo, Douglas, en que el conocimiento profundo de nuestras realidades, tanto objetivas como subjetivas, es crucial para sustentar políticas y cursos de acción plenamente adaptados a nuestras necesidades y potencialidades. Sé que algunos lectores a veces se impacientan, pues desearían que el blog se ocupase más de proponer acciones y soluciones a nuestros problemas, pero he preferido optar por esta vía más lenta porque estoy convencido de que, cuando de primeros pasos se trata, la orientación es mucho más importante que la velocidad. Siento que nuestra alegría y nuestro sentido de la amistad y del humor son y serán claves para darle consistencia a cualquier esfuerzo transformador en nuestros países, aunque creo que también allí habrá que librar batallas, pues a fin de cuentas el amiguismo también puede funcionar a favor de la conservación del statu quo, y, por su lado, el humor es un género, una manera de expresar las cosas, y no un contenido en sí mismo: en clave de humor también se expresan muchos de los prejuicios e insensibilidades sociales que nos acogotan. Seguimos conversando sobre estos interesantes temas, sobre cuya importancia habrá que seguir argumentando para persuadir a más de un compañero.

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  5. Me parece interesante tu reflexión en términos generales, Edgar F., pero un pelín desenfocada para el caso de las emociones. Creo que los espacios o mapas vectoriales se prestan de maravillas para representar estructuras, estados o procesos estáticos o dinámicos, pero de naturaleza predominantemente mecánica, o en donde, al menos, las composiciones o sustancias de lo representado sean relativamente constantes. Si no es así, si el objeto a representar experimenta cambios químicos, biológicos o sociales, creo que a las representaciones vectoriales se les tranca el serrucho. Imagínate, por poner un caso extremo, el rollo que significaría representar el proceso de gestación y parto de una criatura mediante vectores, o el caso mucho más sencillo de una reacción química en donde los reactantes se convierten en productos y viceversa. Me temo que, cuando de emociones se trata, estamos en un terreno resueltamente relacionado con reacciones no sólo químicas, sino al menos bioquímicas y biológicas, por lo cual me he inclinado a buscar las metáforas representativas en el campo de los espectros y de las rosas. Un espectro de masas, por ejemplo, representa la composición de una sustancia mediante histogramas o diagramas de barras, en donde al componente más abundante se le asigna el 100%, o la barra más alta, y luego, a los demás, se les asignan alturas u ordenadas proporcionales en el lugar correspondiente a la abscisa de su masa, lo cual da una idea clara acerca de de qué esta hecha la sustancia. Un espectro de luz nos da una idea de las radiaciones de que está hecha la luz, asignándole una franja de color a cada una de las radiaciones según la frecuencia y/o longitud de onda de que dependen, con lo cual los colores nos indican elocuentemente de qué está hecha la luz. Una rosa de los vientos, caso que intento generalizar, pues es el único caso de diagramas de este tipo, parecidos pero no iguales a los de torta, que he visto, en un lugar y período dados, nos muestra, por ejemplo, un conjunto de direcciones de los vientos, a menudo doce, en donde a cada dirección de procedencia de los vientos, convenientemente distribuidas, se le asignan 30º de un círculo y, luego, a la dirección desde donde por más tiempo soplan los vientos se le asigna el radio máximo del círculo, conformándose la mayor cuña de todas. Después, proporcionalmente, se le asignan los radios a las demás cuñas o pétalos, con lo cual nos queda una idea elocuente acerca de de dónde vienen los vientos en el lugar. Muchas veces esa frecuencia se multiplica por la velocidad promedio de los vientos en cada dirección, y entonces, en una cuña más estrecha, se le asigna el radio máximo al mayor total, y luego a los otros proporcionalmente, lo cual nos da una idea de la intensidad relativa con que soplan los vientos; y también se les suele añadir otra cuña más a cada dirección relevante, generalmente de un color rojo, en donde la frecuencia se multiplica por la velocidad promedio al cubo, se le asigna otra vez al mayor valor el radio completo, etc., y entonces se obtiene una distribución de la energía relativa de los vientos procedentes de la distintas direcciones. Obviamente, cuanto más tiempo sople un viento desde una dirección, para un período dado, menos tiempo podrá soplar desde cualquier otra, por lo cual el caso no se parece al de las destrezas o talentos distintos que puede poseer una persona, sino, por ejemplo, a la manera como la persona usa esos talentos en un día típico: si pasa más tiempo cantando, entonces dispone de menos tiempo para resolver problemas matemáticos, aunque sea un genio matemático, etc. [continúa]

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  6. [viene] Es con base en estos tipos de diagramas como he pensado que se podrían representar las emociones o, mejor, las identidades, de una persona, nación o subcontinente para un período dado. Si, por ejemplo, se le asignara a las ocho emociones o identidades básicas que venimos discutiendo en el blog, en sentido contrario al movimiento de las agujas del reloj, empezando por las 3:00, y con 45º para cada una, en el siguiente orden: aceptativas, alegrativas, anticipativas, corajetivas, rechazativas, tristezativas, desconciertativas y miedativas, cubriríamos el círculo completo. Luego mediríamos en un día típico, ó 16 ó 17 horas si fuésemos a excluir las horas de sueño (más difíciles, pero no imposibles de diagnosticar, con técnicas adecuadas), el tiempo que la persona pasa en cada emoción primaria, y le asignaríamos el radio completo del círculo ó 100% al tipo de emoción en la que pase mayor cantidad de tiempo, procediendo con las demás emociones proporcionalmente. Con ello nos quedaría una rosa cuyas cuñas o pétalos nos darían una idea acerca de la distribución de la vida emocional de la persona durante ese día típico. Hilando más fino, se podría medir la dosis promedio de las secreciones hormonales relativas a cada emoción, multiplicarla por el tiempo de residencia en cada una, asignarle el 100% al valor máximo, etc., y obtener, con cuñas más estrechas dentro de las anteriores, una visión de la distribución de la intensidad de las emociones de esa persona en ese día típico. Puliendo el método, y recordando que las emociones pueden asociarse fácilmente a conductas observables, podría obtenerse, con los debidos muestreos estadísticos, etc., una rosa que estimara la distribución emocional de una persona en un mes o de una nación o subcontinente completo en un día o un mes o un año, etc., y es a esto a lo que me he estado refiriendo. Con un poquito más de imaginación, de repente con círculos concéntricos, podría extenderse la representación a las emociones más avanzadas: secundarias, terciarias, etc., para obtener una interesante representación de la identidad emocional de, por ejemplo, cada subcontinente. Bueno, espero haberme explicado. Seguimos en contacto: en algún momento que nos veamos te mostraré los diagramas que he dibujado, aunque la verdad es que sin emplearme a 100%, pues si quedaran demasiado buenos, entonces voy a sufrir más por carecer de recursos para efectuar las mediciones de laboratorio correspondientes, pues ya sabes cuán desinteresados somos por aquí por estas cosas cientificoides, a menos que ocurriera un milagro y algún chivo de Harvard o MIT se interesara por el asunto... Recibe un abrazo afectuoso. P.

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