martes, 29 de diciembre de 2009

Nuestras identidades entregativas

A medida que hemos avanzado en nuestra pirámide de las emociones y las identidades nos hemos topado con dos fenómenos: uno, de tipo lingüístico, consistente en que, curiosamente, los vocablos seleccionados han comenzado a expresar también sus significados opuestos, como si nuestra cultura se resistiese a creer que tales emociones e identidades son posibles y tomase precauciones desdibujando o minando, por si acaso, los contenidos semánticos buscados; y el otro, de índole conceptual, según el cual pareciera que estas emociones e identidades, digamos, de alto nivel o más distanciadas de la emocionalidad animal básica, parecieran hacerse más y más difíciles de experimentar y también más autónomas y distantes respecto de sus supuestas emociones generatrices de menor nivel.

Mientras que en los casos del afecto, la esperanza y la audacia, los contenidos semánticos eran limpiamente positivos, y cada una de estas emociones conservaba, en forma de variantes o matices, la impronta de sus emociones originarias: la aceptación, la alegría, la anticipación y el coraje; aquí, con la confianza y la entrega, pareciera estar ocurriendo lo contrario. Ambos términos parecieran significar también sus opuestos, y, a la vez, estar más más desligados de sus componentes iniciales. En el caso de la confianza, ya tuvimos que ocuparnos del asunto un par de artículos atrás, y, sobre la entrega, para no aburrir, diremos simplemente que nos desentenderemos de la acepción de cuando afirmamos que fulano se entregó al bando contrario o que mengano es un entreguista, para quedarnos solo con el sentido que sugerimos cuando apuntamos que nuestros libertadores se entregaron a la causa de la patria o que el investigador tal sigue entregado a la búsqueda de una vacuna efectiva contra el SIDA. La entrega será, para nosotros, sinónimo de compromiso noble y libremente escogido e irrestricto, o, cuando menos, muy poco sujeto a condicionamientos externos o mezquindades al uso.

Claro que tanto la confianza como la entrega parecieran admitir, por decirlo de algún modo, ámbitos de especialización o niveles de intensidad, pero, sobre todo en el caso de la entrega, no pareciera ser pertinente hablar de una especie de "entrega tímida", rica en esperanza pero falla en audacia, ni tampoco de una "entrega temeraria", con sobredosis de audacia y pobre en esperanzas. La entrega del héroe siempre es audaz y extraordinaria, y, a la vez, siempre está impregnada de futuro y esperanzas, aunque sea a mediano y largo plazo. Buena parte de los esfuerzos de los fundadores de nuestras naciones han rendido sus frutos décadas o siglos después, o todavía no los han rendido, pero no por ello han sido en balde. Y hay una acepción intransitiva que el verbo deliver tiene en inglés, que nos encantaría contribuir a hacer parte de entregar en nuestra lengua, que significa algo así como rendir alguien los frutos que la sociedad espera de su labor, lo cual daría pie para interesantes expresiones de la talla de "en la vida nunca es tarde para entregar".

Sin embargo, quizás por su carácter de emociones e identidades superiores, y
sobre todo en tiempos de pequeñez y estrechez de visiones en múltiples escalas, pareciera que esas mismas emociones son también fáciles de cohibir y difíciles de experimentar. Pero nos gustaría alertar contra lo que nos luce como una desviación latinoamericana en la materia, cual es la de asociar casi biunívocamente, o en ambas direcciones, las ideas y prácticas de la entrega y el heroísmo con las hazañas de carácter bélico y no con el cultivo profundo de virtudes superiores en general. Cuando hemos tenido ocasión de recorrer las calles de varias ciudades europeas, siempre nos ha llamado la atención la abundancia de plazas, parques, avenidas y monumentos diversos con nombres de artistas, escritores, científicos, inventores y creadores, con no poca representación de la mujer, que comparten sus espacios con los héroes militares y protagonistas varones de grandes batallas.

En contraste, y en gran parte como resultado del peso desproporcionado que han tenido los gobiernos militares, en el orden del 70% de nuestros 180 años de vida republicana, fuera de alguna que otra denominación de guarderías o instituciones menores afines, no conocemos, por ejemplo, en el caso venezolano, ninguna avenida o parque importante Manuela Sáenz; sólo en décadas recientes se han comenzado a rebautizar nuestros museos y centros de arte con los nombres de nuestros más grandes artistas, y siempre, a excepción del caso de Teresa Carreño, con la subrepresentación del componente femenino; son relativamente pocas las avenidas e incluso universidades con nombres de nuestros científicos, pensadores e intelectuales, y apenas sabemos de una poco conocida institución que lleva el nombre de quien, a nuestro limitado entender, es el más grande y entregado científico que ha parido nuestra tierra: Rafael Rangel, cuyo nombre es desconocido hasta por buena parte de nuestra población con mayor nivel educativo.

En síntesis, no es cosa fácil desplegar, en esta época de cambalaches -como reza el tango de Santos Discépolo-, esta emocionalidad mayúscula de la entrega, y menos si restringimos su ámbito al plano militar, pero no tenemos otra opción para construir nuestras naciones. Mientras al menos algunos millones de latinoamericanos no encontremos el cauce para entregar, seguiremos viviendo en un rompecabezas por armar, y tengo la intuición de que las piezas más importantes no son precisamente las relacionadas con las armas, sino, al decir de aquél, que con éstas hizo todo lo humanamente posible, las vinculadas a nuestra moral y nuestras luces. Éstas últimas no son emociones ni identidades, sino capacidades, pero sólo pueden construirse al amparo de las emocionalidades e identidades superiores de la confianza, la entrega y, como pronto veremos, el amor. Hasta el año próximo, cuando Transformanueca los invita, afectuosamente, a trazarse metas inspiradas en estas emociones emblemáticas de nuestra especie.

2 comentarios:

  1. Creo que con algunas excepciones nuestros gobernantes o mejor dichos quienes han tenido el poder en nuestro país y ya hace mas de unas cuantas décadas y sobre todo en estos 11 años bolivarianas, la audacia ligado a la ignorancia han marcado nuestro destino. Actualmente no hay poder constitucional que no este impregnado de una audacia, sobre todo del jefe mayor, con la mayor numero de ignorantes jamás vista en nuestros país. Disculpen si me sali del tema pero es que la realidad y cotidiano tiene tanto peso que casi es imposible no referirse a ello.

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  2. Creo, apreciado lector anónimo, que en absoluto te has salido de ningún tema, pues de lo que hablas es del meollo de lo que hemos estado diciendo en el blog. Creo que en nuestros países, y particularmente en Venezuela, con el sinfín de dominaciones y explotaciones porque hemos pasado, en buena medida facilitadas por nuestra ignorancia, o sea, por la falta de desarrollo de nuestras capacidades, han terminado por inhibirse o mantenerse como frenadas nuestras emociones superiores de la confianza y la entrega, y por mantenerse como marginadas las emociones intermedias del afecto y la esperanza. Con ello, como bien lo señalas, hemos quedado a merced de la audacia de quienes, con frecuencia procedentes del ámbito militar, se adueñan con facilidad del poder político con escaso o nulo control de los ciudadanos (que, en sentido estricto y por la misma ignorancia que nos azota, casi no son tales). La conclusión implícita en tu planteamiento es la misma a la que quiere llegar el blog: sin la transformación de nuestras capacidades, es decir, en la época moderna, sin la superación de la ignorancia, será difícil acceder a esas emociones superiores de la confianza, la entrega y el amor, y sin éstas, y como pretendo exponerlo más adelante, sin la conquista de la libertad necesaria para protagonizar nuestros destinos, no lograremos construir las naciones que merecemos. En definitiva, es duro decirlo, la democracia, que es la mejor fórmula jamás descubierta para que los ciudadanos ejerzan el poder, no ha sido concebida para pueblos ignorantes sino para pueblos educados y capacitados. Mientras no entendamos esto, seguiremos dando tumbos y padeciendo los efectos de la manipulación de los audaces, y la democracia para nosotros será como un préstamo político que no lograremos pagar por nuestra débil ciudadanía. No te pierdas del blog, y recuerda que para dejar asentado tu nombre sólo necesitas hacer clic en donde dice Nombre/URL en la ventanita "Comentar como" y escribirlo con o sin dirección URL válida en Internet. Chao.

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