viernes, 29 de enero de 2010

Nuestras necesidades y libertades alimentarias

Si las identidades eran una suerte de capacidades permanentes o innatas, que nos caracterizan como especie viviente, y si las capacidades son susceptibles de adquirirse, acumularse o desarrollarse con el tiempo y a través de procesos evolutivos o de maduración, a las necesidades las entenderemos como estados transitorios que se originan a partir de cambios o exigencias de nuestro entorno, con cuya satisfacción efímera alcanzamos las libertades. Mientras que las identidades y capacidades se poseen, las necesidades sólo se satisfacen transitoriamente para dar lugar a libertades que es necesario conquistar una y otra vez mediante nuevas satisfacciones de necesidades. Si fulano es una persona, entonces posee las identidades humanas, aunque, en determinadas circunstancias, pueda tenerlas inhibidas y/o distorsionadas. Ese mismo fulano puede ser, si ha adquirido las capacidades correspondientes, un individuo productivo, político, educado, informado, ambientado, culturizado, planificativo, operativo, etcétera. Pero no puedo decir, en el mismo sentido, que ese fulano es un tipo alimentado, vestido o transportado: a veces, puede ocurrir que alguien sea una persona sana durante la mayor parte de su existencia y, de repente, decirle que es un tipo sano, pero a condición de que se entienda que para conservar tal estado de salud tiene que estar en una lucha constante para librarse de las enfermedades y seguir viviendo sano.

La raíz última de las necesidades es la entropía o desorden inevitablemente creciente del universo. Algo así como una "venganza" implacable de la energía contra quienes, como la materia y, sobre todo, la vida, quieren escapar del absoluto caos o desorden originario. La vida, por el contrario, es orden, información, estructura, entropía negativa, un intento de ir, aunque sea por un cierto lapso, en contra de la corriente, o sea, la vida es libertad que se sustrae una y otra vez a la necesidad para alcanzar una identidad determinada. La vida, la libertad, sólo es posible en una lucha permanente contra la muerte, contra la necesidad, en donde no hay derechos adquiridos: la libertad se "erosiona" con su ejercicio y con la reaparición, una y otra vez, incesante, irremediablemente, de necesidades insatisfechas

De todos los esquemas contemporáneos de clasificación o taxonomización de las necesidades, no parece haber dudas de que la "pirámide" de Maslow es el más difundido, aceptado y sujeto a críticas, y encima es el más verificado o validado puesto que es la teoría estándar de los gestionadores y psicólogos de personal en gran parte del planeta. Abraham Maslow, desde su A theory of human motivation (Una teoría de la motivación humana), creó una guía de la estructura de necesidades que distingue cinco niveles, a los que llama de necesidades fisiológicas, de seguridad, de amar, de estima y de autorrealización, y que se satisfarían, de manera aproximadamente líneal, en ese orden. Una de sus tesis centrales, que compartimos, dice que estas necesidades son atendidas por nuestros organismos de manera inconsciente o al margen de sesgos culturales, y otra, que no compartimos, es que se comportan excluyentemente, a manera de prerrequisitos, unas respecto de las subsiguientes, lo que equivale a decir que las más avanzadas o de nivel más alto no se atienden hasta tanto las menos avanzadas o de nivel más bajo no estén satisfechas.

Aquí en Transformanueca tendremos el brío de tomar el enfoque de Maslow como un punto de partida para elaborar otra visión de las necesidades más coherente con todo lo que venimos exponiendo. Para empezar, y sobre todo, está la distinción, e integración a la vez, entre necesidades y libertades, como si fuesen una sístole y diástole de un mismo latir al interior de nuestras identidades, nuestro corazón o esencia humana, en donde nuestras motivaciones pueden ser interpretadas como intentos de alcanzar libertades, a partir de la satisfacción de necesidades y según nuestras capacidades, para realizar nuestras identidades. En segundo lugar, descartaremos la idea de las necesidades de amar porque no las consideramos necesidades ni libertades sino identidades, que a lo sumo requieren de ejercitación y despliegue, pero que no se satisfacen ni desgastan o agotan sino que están con nosotros todo el tiempo: consideraremos entonces absurda la expresión: "estoy satisfecho con el amor que recibo, o que ofrendo," pues equivaldría a algo así como darnos por satisfechos con el conocimiento que poseemos, o con la alegría de que gozamos. En cambio, nos parecen apropiadas expresiones del tipo "soy el amor, el conocimiento, la alegría, la esperanza... que siento". En tercer lugar, veremos la pirámide de necesidades y libertades no en el sentido mecánico, como si sólo las de más alto nivel dependiesen de las de menor nivel, sino como un todo orgánico que demanda la satisfacción de todas las necesidades y el ejercicio de todas las libertades en aras de la asunción de nuestras identidades y de acuerdo la restricción que imponen nuestras capacidades, en donde perfectamente las de más alto nivel pueden atenderse autónomamente e inclusive guiar a las otras. En cuarto lugar, vemos a las necesidades y libertades de armonía, no consideradas por Maslow, en el nivel tope de nuestra jerarquía. Y, por fin, con tales aclaratorias, las caracterizaremos, algo distintamente, del siguiente modo: necesidades y libertades de sobrevivencia, de establecimiento, de continuidad, de superación y de armonía.

Las necesidades y libertades de sobrevivencia serían fundamentalmente dos: las de alimentación y las de reproducción, vinculadas ambas al aseguramiento de nuestra existencia, frente a los avatares y cambios del entorno, una al nivel presente, dedicada a conservar nuestra homeostasis o estado estacionario dinámico, frente a un entorno cambiante, y otra, de cara al futuro, encaminada a preservar nuestra carga genética. Las de establecimiento comprenderían las de resguardo, compuestas a su vez por las de vestido y vivienda, así como las de salud, transporte y comunicación. Las de continuidad abarcarían las de seguridad, pertenencia y estima, a las que Maslow ve, junto a las de "amor", en tres clases distintas. Luego están las de superación, con dos divisiones, vistas por Maslow como una sola: las de actualización y la de autorrealización. Y, finalmente, están las de armonía, comúnmente asociadas a la paz o al sosiego verdaderos -y distintos de la ausencia de guerra o de agitación-. En lugar de profundizar ahora en cada una de estas clases de necesidades y libertades lo iremos haciendo a medida que las discutamos una a una, comenzando por las alimentarias, que las abordaremos aquí mismo y, dado el excepcional impacto que la satisfacción o insatisfacción de esta necesidad de alimentos tiene sobre todas las demás y sobre el funcionamiento de la sociedad toda, le dedicaremos varios artículos adicionales.

La necesidad, y la libertad asociada, de alimentación es definitivamente la más básica o primaria de todas nuestras necesidades, al punto de que sin su satisfacción, aunque esto, repetimos, no implica un orden lineal, es imposible satisfacer cualquiera de las otras. A riesgo de recaer en las que para algunos quizás sean veleidades filosóficas, o científicas, para otros, diremos que la vida, que física, química y biológicamente implica la construcción de un estado más complejo, ordenado e informado de la materia, y por tanto -perdónenme, de verdad, ciertos lectores pues a veces se me sale el ingenierito químico que también llevo dentro- de entropía negativa, sería imposible si, simultáneamente, no se asociara a procesos de signo contrario, es decir, hacia estados más simples, desordenados e inciertos, de mayor entropía positiva, de manera que, en el balance, el resultado neto sea un aumento de entropía acorde con la segunda ley de la termodinámica. Un poco más cristianamente: mi organismo o cualquier otro organismo viviente conocido, que requieren la construcción y mantenimiento permanentes de complejas moléculas basadas en el átomo de carbono y en la acumulación de energía, no pueden existir si, simultáneamente, no se generan moléculas más simples de anhídrido carbónico o CO2 en procesos de combustión que liberen o disipen energía, de manera que, en la resultante, el universo termine, como a él pareciera que le gusta, un poco más desordenado, incierto y caótico que antes. O, todavía en dos platos más, la libertad de vivir y/o ser algo es absolutamente indesligable de la necesidad de morir o avanzar, aunque sea muy despacito, hacia el caos y la nada, de donde se deduce la imposibilidad de que alguna vez pueda construirse algo que, aunque sea remotamente, merezca el nombre de Reino de la Libertad. Si a alguna le parece esto triste, espero que no la agarren contra el cartero que con todo cariño, pero también realismo, les lleva el mensaje.

La alimentación, en su sentido más amplio, no es otra cosa que una especie de pacto que la vida tiene con la no vida, para, simultáneamente, captar y disipar energía para disfrute de ambas. Adicionalmente, los organismos vivientes más simples, como la mayoría de las bacterias y las plantas, tienen la capacidad para aprovechar la energía solar y construir moléculas más complejas a partir de las moléculas más simples de CO2. Los organismos más evolucionados estamos obligados a construir nuestras moléculas a partir de los compuestos orgánicos que fabrican aquéllas, por lo cual la vida animal es impensable sin su asociación con la vida vegetal y sin la presencia de agua que, junto al oxígeno, son alimentos indispensables para todas las formas conocidas animales o vegetales de vida. Los humanos, particularmente, somos la única especie viviente conocida que, lejos de tomar nuestros alimentos del entorno natural o levemente modificado, creamos complejos sistemas de producción, distribución, almacenamiento y consumo de alimentos con miras a asegurar no sólo la satisfacción de nuestras necesidades alimentarias inmediatas, sino también a mediano y a largo plazo, y maximizar así nuestra libertad o seguridad alimentaria. De aquí que no sea en absoluto casual que los problemas alimentarios suelan ser tratados de manera conjunta con los problemas agrícolas, o que la Organización de las Naciones Unidas disponga de una Organización para la Agricultura y la Alimentación (Food and Agriculture Organization, FAO).

Aunque no resulte poético para muchas, todos los organismos evolucionados estamos hechos de carbono, hidrógeno, nitrógeno,oxígeno, fósforo, azufre, cloro, sodio, potasio y calcio, y trazas de otra docena de elementos, entre los que destacan el hierro, cobalto, cobre, zinc, níquel, magnesio y yodo. A partir de estos átomos, que hace miles de millones de años la naturaleza construyó a partir de partículas subatómicas y elementales, los procesos químicos espontáneos se encargan de construir moléculas simples, luego las plantas y bacterias fabrican compuestos y, a partir de estos compuestos, carbohidratos y aminoácidos sobre todo, nosotros aprovechamos directamente algunos, los llamados esenciales, y armamos otros, los no esenciales, y, con todos estos, los péptidos, y luego las proteínas, y después las células, tejidos, órganos, aparatos y nuestro organismo todo. Para llevar a cabo esta inmensa labor constructiva requerimos del ejercicio de la libertad alimentaria correspondiente, siempre y cuando satisfagamos las necesidades que la posibilitan. En los próximos artículos examinaremos con más detalle esta problemática de los distintos tipos de nutrientes y de alimentos que necesitamos los humanos, y en particular los latinoamericanos, a fin de asegurar la más básica de todas las libertades cual es la de sobrevivencia.

Se ha estimado que en 1990 había en el mundo 840 millones de personas subnutridas, es decir, con sus necesidades alimentarias básicas calóricas insatisfechas, y la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas acordó, en septiembre de 2000 y con más de 180 países, el compromiso de reducir esta cifra a la mitad para 2015. La FAO acaba de anunciar que para el cierre de 2009 la cifra de subnutridos alcanzaba a 1 020 millones de personas en el planeta, con lo cual, y debido a la superposición de dos crisis, una alimentaria, mayormente disparada por el aumento en los precios de los alimentos, en buena medida, a su vez, a causa de su uso para la fabricación de biocombustibles, y otra económica, derivada esencialmente de la sobreespeculación inmobiliaria en un mercado librado a sus propios caprichos en los Estados Unidos, se está en vías de no lograr la más básica y número uno de todas las metas de desarrollo del milenio. Pese a las relativamente buenas cosechas de cereales, y sobre todo de arroz, el caballito de batalla para la lucha contra la subnutrición básica o calórica, los pobres del mundo, ante las mencionadas dos crisis, han visto tanto mermar sus ingresos como encarecerse el precio de los alimentos. En el próximo artículo volveremos sobre este vital asunto con mayor profundidad.

A grosso modo, la subnutrición de los pobres desata una reacción en cadena de la que los no pobres, que acostumbramos quejarnos por la insatisfacción de nuestras necesidades de seguridad, pertenencia y estima, pareciéramos no estar conscientes. La subnutrición impacta directamente, sobre todo, la mortalidad y la morbilidad infantil; la morbilidad infantil conduce a retrasos mentales y físicos que, a su turno, provocan deserciones y desaprovechamientos escolares, que apuntan a una baja capacitación de la fuerza de trabajo; esta baja capacitación se traduce en baja productividad y bajos ingresos, que, simultáneamente, generan una oferta limitada de productos agrícolas y no agrícolas que les sirven de soporte, con el correspondiente encarecimiento, y una limitación en el poder adquisitivo para la compra de alimentos, con lo cual se genera más subnutrición, más deserción, etc. Así se alimenta el ciclo diabólico que, bajo restricciones culturales, políticas y territoriales, como mínimo, engendra la inseguridad que a nosotros los no pobres nos incomoda, pero por cuya erradicación de raíz hacemos bien poco.

Aunque nuestra América Latina solo aporta 53 millones al total de 1 020 millones de subnutridos en el mundo, que se concentran mayormente en el sur y sureste asiático y en África subsahariana, no por ello debemos considerar, ni mucho menos, que nuestras necesidades alimentarias están satisfechas. Esa cifra, que representa poco menos del 10% de nuestra población total en el orden de unos 570 millones de habitantes, encubre realidades dramáticas como la del pobre Haití, que, antes del terremoto, tenía a más de la mitad (el 58%) de su población en condiciones de subnutrición, o a los casos de Bolivia (23%), Nicaragua (21%), república Dominicana (21%), Panamá (17%), Guatemala (16%), Ecuador (13%), Perú (13%), Honduras (12%) o Venezuela (12%). Sólo Argentina, México, Brasil, Chile y, probablemente, Costa Rica, se encuentran con niveles de subnutrición calórica significativamente por debajo del 10%. Pero esto no es lo más grave, sino que para afrontar el alto costo de satisfacer sus necesidades alimentarias, muchos hogares se ven forzados a dedicar la mitad de sus ingresos o más a la adquisición de alimentos, con lo cual quedan inhabilitados para atender adecuadamente el resto de sus necesidades básicas de vestido, vivienda, salud, transporte y comunicaciones, y ni qué decir de las menos básicas y, sobre todo, de invertir en su superación real a través de la educación. Mientras nosotros, los de clase media, no entendamos los vínculos entre los problemas de necesidades de seguridad, pertenencia, estima, actualización, autorrealización y armonía, que tanto nos preocupan, por un lado, y los problemas de insatisfacción de sus necesidades básicas que afectan a la población pobre, no lograremos avanzar un palmo en la solución de ninguno de ellos.

Con la existencia, en la mayoría de nuestros países, de situaciones de desinversión en agricultura, falta de empleos productivos, latifundios improductivos, falta de capacitación de la fuerza de trabajo, intervención de mafias que encarecen artificialmente los precios de los alimentos y los insumos agrícolas, incultura alimentaria, políticas que privilegian el consumo de alimentos de bajo o ningún valor nutritivo, despilfarro de alimentos durante la distribución y consumo, políticas que alivian el problema con la importación no sustentable de alimentos, y párese de contar, se entenderá que la relativa insatisfacción de esta necesidad crea un caldo de cultivo para la proliferación de todo género de males sociales en nuestros países.

Mientras llega el momento de concentrarnos en la búsqueda de respuestas a esta vital problemática, adelantamos que abogaremos por respuestas sistémicas que, partiendo de una clara comprensión de los alcances e interconexiones del asunto alimentario con muchos otros problemas, se planteen el impulso a la educación alimentaria y agrícola de la población, a políticas coherentes y sustentables a largo plazo, estímulos a la producción y productividad agrícola, saneamiento de la ocupación territorial de las tierras cultivables, y responsabilidad de los medios de comunicación en la difusión de mensajes alimentarios. De todos estos factores, el que probablemente tenga la mejor relación entre beneficios a corto plazo y costos reducidos, como lo vienen señalando desde hace tiempo diversos organismos internacionales y el Banco Mundial, es la promoción del consumo de vegetales, sobre todo verdes y amarillos, y la erradicación del mito de la necesidad de altos consumos de proteínas, y sobre todo de origen animal, en la dieta diaria. Los requerimientos nutricionales proteicos, según las más recientes, aunque lamentablemente no publicadas, pero accesibles en Internet, recomendaciones de la FAO y la Organización Mundial de la Salud, pueden satisfacerse perfectamente, para una persona de 70 kg de peso, con apenas 50 ó 60 gr de granos leguminosos diarios y un consumo de cereales que tiende a satisfacerse con el consumo calórico normal. Para facilitar la memorización del significado y los elementos de este pentágono alimentario de educación, política, producción, territorio y medios de comunicación, al que estaremos refiriéndonos en los próximos artículos, les ofrecemos el siguiente recurso mnemotécnico.
Nota a los lectores: El día domingo 31 de enero a las 10:00 am la Redacción de Transformanueca decidió, dada la enorme importancia de esta problemática, ampliar el alcance originalmente pautado de la exposición sobre necesidades y libertades alimentarias, por lo cual seguirán tres o cuatro nuevos artículos sobre este tema. A su vez, la versión original de este artículo fue ligeramente modificada.

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