martes, 16 de marzo de 2010

Y en el plano alimentario individual: ¿Qué podemos hacer?

De la misma manera en que esquematizamos nuestro conjunto de orientaciones alimentarias para el impulso de movimientos en el plano social, podemos intentar, con una estructura análoga de capacidades, un esquema útil para el plano individual (o podríamos hacerlo para los planos de pareja, familia, vecindario, empresa, comunidad, pues el enfoque que empleamos participa -no sé si se acuerdan de la palabreja- de la condición fractal, esto es, que se repite una y otra vez a múltiples planos o niveles).

En el plano alimentario individual, entonces, como si se tratase de un movimiento o esfuerzo articulado en este plano, la puesta en tensión de nuestras capacidades culturales para conquistar nuestra libertad alimentaria implicaría, antes que nada, una profunda toma de conciencia acerca de la importancia de fortalecer nuestra genuina identidad alimentaria. No es sólo cuestión de adoptar dietas, lucir mejor, vivir más tiempo o seguir modas, sino de entender de una vez por todas que estamos hechos de aquello de que nos alimentamos, lo que equivale a decir que por más espirituales o sublimes que seamos, estamos también hechos de átomos, moléculas, células, tejidos y órganos como todo ser físico, químico o biológico: nuestra alimentación impacta todo lo que somos y anhelamos ser, es decir, toda nuestra identidad.

Un aspecto clave de esta capacidad cultural consistiría en algo así como rescatar la unidad de propósitos de nuestro organismo, o sea, vernos como un conglomerado de múltiples partes o componentes que necesitan actuar sinérgica o conjuntamente. Para lograr tal actuación, necesitamos conocernos nosotros mismos y aprender a oír y entender a nuestro organismo completo. Un ejemplo: nuestro órgano principal del gusto, la lengua, contiene las papilas gustativas en cuyo interior se hallan los botones gustativos, que a su vez albergan las células gustativas especializadas en la captación del sabor de los alimentos y el envío de señales al cerebro. Estas papilas, botones y células están divididas y organizadas en función de captar los sabores dulces, salados, ácidos y/o amargos de cuanto ingerimos, y por supuesto que es delicioso saborear y disfrutar libremente nuestras comidas; pero no podemos permitir, y menos todavía si es por designio de algún interés ajeno, que la percepción de sabores, sobre todo dulces y salados y, a menudo, artificiales, independientemente de sus otras consecuencias, se convierta en el fin de nuestra alimentación. Eso que nos deleita circunstancialmente puede ser también, a la larga, dañino para nuestro organismo, como a menudo lo hacen constar nuestro estómago, nuestros intestinos, nuestros tejidos grasos o incluso nuestro estado de ánimo. Más aún, inclusive antes de ingerir nuestros alimentos, nuestro olfato, vista, tacto y hasta oído y sensaciones internas diversas nos proporcionan múltiples señales que podemos interpretar cultural o mentalmente acerca de la conveniencia o no de tal ingestión. No podemos permitir, en síntesis, que nuestro órgano gustativo se erija en una especie de dictador de nuestro régimen alimentario, pues entonces, lejos de conquistar nuestra libertad, es decir de satisfacer nuestras necesidades y quedar en condiciones de disfrutar nuestra vida a través de una buena alimentación, nos convertimos en nuestros propios esclavos alimentarios.

Nuestra capacidad de producción alimentaria, en el plano individual, comprende desde nuestras capacidades para seleccionar, adquirir, transportar y almacenar adecuadamente nuestros alimentos, hasta las de procesarlos, consumirlos, digerirlos y desecharlos en función de nuestros requerimientos. Las de selección y procesamiento, sobre todo de los alimentos de origen vegetal, constituyen capacidades críticas para asegurar su sano consumo y digestión. Incluso en el caso de que no cocinemos regularmente, la familiarización con las prácticas básicas de hacer mercado y cocinar nos puede ayudar mucho a tomar mejores decisiones en esta esfera: la comida rápida chatarra tiene la gran ventaja de su fácil disponibilidad y de que a menudo no requiere de procesamiento ninguno, pero lo malo es que todos esos minutos que aparentemente "ahorramos" son en realidad un préstamo de tiempo y dinero que a la larga tenemos que pagar en clínicas, convalecencias, baja calidad de vida y, en el límite, recortando innecesariamente nuestra existencia. No es por casualidad que incluso las mejores escuelas de cocina, como la Cordon Bleu francesa -cuyos materiales, que se consiguen en buenas librerías, recomendamos- enfatizan la selección de los insumos y la ejecución de los procedimientos adecuados como claves para la obtención de buenos resultados: aquí, como en todas las esferas de la vida, los resultados, una vez que tenemos claridad de propósitos, no son sino la síntesis de los medios y esfuerzos que empleamos para alcanzarlos.

Con mucha frecuencia, nuestras decisiones económicas en materia alimentaria están condicionadas por factores territoriales. La escogencia de lugares apropiados para hacer nuestras compras alimentarias y/o almacenar, procesar, consumir e ingerir nuestros alimentos es el punto de partida para una buena alimentación: un mercado o supermercado o proveedor ambulante bien dotado con vegetales y frutas frescas y variadas se convierte en una piedra angular de nuestro sistema alimentario individual. No podemos olvidar que estamos hechos de materiales que hace unos pocos días o semanas estaban en los anaqueles o cajones de un puesto de venta de alimentos.

Cuanto más completa y profundamente dominemos, a través de la educación propiamente dicha e investigación, los conocimientos sobre nuestras necesidades alimentarias, más oportunidad tendremos de conquistar nuestras libertades correspondientes y convertirnos en la persona que anhelamos y merecemos ser; y, viceversa, cuanto mas practiquemos una especie de oscurantismo o dogmatismo alimentario, más seremos presa de circunstancias y manipulaciones y en la práctica seremos dependientes de designios y caprichos ajenos. No puedo ocultarlo: estoy abrumado de asistir a convalecencias y entierros de amigos y seres queridos que una y otra vez desatendieron las sugerencias para que dejaran el cigarrillo, el alcohol o la adicción a los refrescos, dulces o frituras. Me temo que entre las muchas razones por las cuales en América Latina nos ha sido tan difícil impulsar nuestras transformaciones está la de que nuestras oligarquías han logrado imponer sin resistencia sus valores alimentarios, al punto de que aun muchos de nuestros líderes más preclaros no le han brindado atención suficiente a los aspectos relacionados con su propia alimentación y salud, y se han marchado precozmente. Mientras que en la ideología mantuana o tradicional latinoamericana se práctica una especie de culto secreto a la comida grasa y los postres azucarados, en la izquierda son frecuentes las burlas a toda esta problemática alimentaria como propia de sifrinos pequeñoburgueses.

También la esfera de los medios de comunicación e instrucción tiene su correlato en el plano individual: desde la información sobre las fuentes de nutrientes, tablas de composición de alimentos y lugares de aprovisionamiento, hasta los libros de cocina y recetarios, o la documentación de nuestros exámenes de laboratorio, contienen información relevante y valiosa que vale almacenar y conservar, tal y como lo hacemos con la información administrativa que nos interesa: un cuaderno de notas o apuntes pareciera ser un accesorio indispensable en toda cocina al servicio de nuestra salud y calidad de vida. Resulta irónico que la información sobre los gastos clínicos y sobre seguros e impuestos pueda ser más importante que aquella sobre nuestra alimentación y nuestros exámenes de sangre o afines, que contienen las claves acerca de por qué vamos al médico. No podemos, al menos si tenemos capacidades intelectuales para manejar e interpretar información de tipo técnico o profesional, ignorar los significados de términos básicos como colesterol bueno (HDL), colesterol malo (LDL), trigicéridos o glicemia, pues son indicadores fundamentales para cambiar nuestros hábitos alimentarios antes de que sea tarde y tengamos que cambiarlos por prescripciones de otros.

Y, otra vez, last but not least ("por último pero no con la menor importancia"), resulta que también en la esfera individual existe algo equivalente a la política alimentaria en el plano social, y que tiene que ver con todos los planes, programas, controles, elementos de organización, prioridades y decisiones fundamentales diversas que tenemos que adoptar para resolver conflictos entre nuestros sueños y prácticas, gustos y requerimientos, o valores contradictorios en materia alimentaria. Si un día nos damos golpes de pecho y proclamamos el inicio de una dieta estricta para perder peso, pero luego nos burlamos de nuestros anuncios y nos desahogamos haciendo todo lo contrario de lo previsto, estamos obrando como los políticos demagogos que hacen promesas con el mero fin de ganar votos y a la larga pierden la confianza de quienes una vez los apoyaron, sólo que con la diferencia de que aquí
terminamos por no creer en nuestra voluntad y perdemos la confianza en nosotros mismos. Esto no significa que debamos martirizarnos si algo sale mal o contrario a las predicciones, sino que tenemos que evaluar qué paso para corregir los errores y extraer lecciones para hacer mejores y más viables planes y programas para el futuro.

Les confieso, queridos lectores y lectoras del blog, que espero que estos dos últimos artículos, y el próximo, que será un listado de tips o sugerencias aún más concretas, en donde se resumen una especie de conclusiones de la subserie sobre nuestras necesidades alimentarias, provoquen al menos algunos comentarios o retroinformación, pues estoy intrigado de ver como, desde hace semanas, si bien el ritmo de visitas al blog no ha disminuido, ha habido una absoluta ausencia de comentarios, por lo que no tengo idea de que están pensando ustedes acerca de todo este rollo alimentario. Y aprovecho para anunciarles que, con motivo del artículo número cien de Transformanueca, haremos una nueva encuesta para tomar decisiones sobre el futuro del blog. Seguimos -¿seguro que es así?- en contacto.

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