Esto viene a cuento porque estas capacidades sustanciales informativas podrían confundirse con las capacidades estructurales mediáticas que exploramos anteriormente, puesto que ambas están referidas al manejo de información. Pero mientras que las segundas se refieren a las capacidades generales -y por tanto son susceptibles de ser trasplantadas a, o utilizadas en, otros contextos- de generación, procesamiento, almacenamiento, recuperación y difusión de información, las otras se vinculan al manejo de información específica sobre una determinada realidad. Tal y como en algún momento lo indicamos, las capacidades estructurales se relacionan con la anatomía o configuración general de los sistemas, como cuando estudiamos la anatomía del aparato respiratorio humano, que es la misma aquí o en la Cochinchina, mientras que las capacidades sustanciales se asocian con la manera específica de funcionar tales sistemas en un contexto particular, o sea, comparables a respirar en un ambiente dado. A título ilustrativo: sería perfectamente posible que un equipo de futbolistas, con capacidades respiratorias generales en perfecto estado, pudiese tener dificultades, permaneciendo los demás factores constantes, a la hora de medirse en una cancha a más de cuatro o cinco mil metros de altura, contra otro equipo, con varios de sus jugadores con problemas generales de bronquitis, pero con capacidades respiratorias específicas mucho más adaptadas a jugar en las condiciones de escasez de oxígeno propias de tal altura. Del mismo modo, y como lo veremos más abajo en este mismo artículo, es posible que una sociedad posea capacidades estructurales mediáticas avanzadas y, a la vez, capacidades sustanciales informativas rezagadas, o viceversa.

En la esfera productiva, por citar un ámbito, el grueso de nuestras empresas locales, pese al nivel educativo de su personal y al equipamiento de sus oficinas, carecen de contabilidades y registros de datos efectivamente aptos para soportar actividades de toma de decisiones operativas, administrativas y gerenciales. Los balances financieros, estados de ganancias y pérdidas, tendencias de la producción y las ventas, etc., por regla general están atrasados, son de poca utilidad a la hora de tomar decisiones cruciales, y se usan principalmente en momentos estelares, como a la hora de solicitar préstamos, declarar impuestos, etc., o sea, en función de requerimientos externos y no internos. Y lo mismo puede decirse de sus prácticas operativas, sus directorios y catálogos, sus colecciones de planos y dibujos de diseño, y hasta los letreros de instrucciones de los equipos y las señales de seguridad en las plantas industriales.
Me temo que la mayoría de los lugares de realización y recepción de llamadas telefónicas de nuestro subcontinente están dotados con un personal de suficiente nivel de instrucción formal y con equipos electrónicos relativamente avanzados, pero carecen de un directorio razonablemente completo sobre los clientes, usuarios, competidores o proveedores de la organización a que pertenecen. Muchos de nuestros empresarios, gerentes y supervisores desconocen que, en una típica planta metalmecánica, por ejemplo, el valor potencial para la empresa de sus planos detallados de fabricación de piezas y equipos suele ser superior al de la maquinaria con que cuenta. Constituye una rareza que alguna de nuestras librerías, discotiendas o videotiendas cuente con catálogos para localizar libros, discos o videos que no estén en las exhibiciones. Es frecuente que, dada la escasez de entrenamiento e información específicos relevantes, los propios equipos suelan ser aprovechados muy por debajo de sus capacidades nominales. No es

La situación suele repetirse en prácticamente todas las esferas, desde la histórica o la referida a nuestra naturaleza, en donde buena parte de nuestros documentos y estudios se basan en los comentarios y apreciaciones de ilustres visitantes o cronistas, como Alejandro de Humboldt, Aimé Bonpland, Charles Darwin y afines, hasta la edafológica, geológica o cultural. En líneas generales, es hartamente insuficiente la información con que contamos sobre nuestra historia o nuestros bosques, fauna, suelos, subsuelos o creaciones musicales o literarias, incluso después del advenimiento de Internet, en donde hay más información sobre la nobleza de Luxemburgo que sobre nuestros terratenientes y latifundistas. Nuestras inmensas riquezas forestales, nuestra biodiversidad o nuestro acervo cultural permanecen subaprovechados, en gran medida, debido a la falta de información específica relevante sobre sus características y a la falta de políticas apropiadas. Tan grave es la situación que, en el presente, existe un importante contrabando de extracción de maderas, resinas, pigmentos, metales preciosos, sustancias vegetales y hasta especies vivas de animales, que se comercializan en Europa o los Estados Unidos con desconocimiento de nuestros Estados.
Quien suscribe, a quien por lo menos no se le debería acusar de falto de interés individual por conocer nuestros recursos locales, ha tenido la experiencia de conocer en el exterior escritorios o esculturas de maderas extrafinas, extrapesadas o extraimpermeables extraídas de nuestros bosques amazónicos, de las cuales no tenía ni noticia; o de enterarse por canales televisivos foráneos de que la araña más venenosa del mundo tiene su hábitat en las montañas del norte de Venezuela, donde obviamente se halla Caracas. Me atrevo a afirmar que la abrumadora mayoría de mis compatriotas jamás han probado y desconocen la existencia del semeruco (cereza, para los llaneros; acerola, para los brasileños, etc.), que, como ya lo señalamos en algún artículo anterior, es la fruta con el récord mundial de concentración de vitamina C o ácido ascórbico. Y, por los vientos que soplan y para su inmenso dolor, todo sugiere que el susodicho redactor de estas líneas abandonará este mundo sin haber visto jamás (salvo que algún día se lo tropiece en quien sabe qué zoológico extranjero, a los que gusta de visitar cada vez que puede y en donde ha conocido especies criollas no vistas en su propia tierra), ni siquiera en fotografías o películas, al desdentado, armadillo o cachicamo mayor del mundo, el cuspón, cuyo principal hábitat son las selvas tropicales venezolanas... .
Los hispanos que conquistaron y colonizaron nuestros países no sólo venían imbuidos de una especie de ceguera congénita ante la información y el conocimiento de lo nuevo, y armados con la institución inquisidora y baterías de calificativos, como los de alumbrado, cabeza e´ñema, cabeza caliente, librepensador, impío, hereje, infiel, volteriano, ateo, enciclopedista, anticatólico, y muchos otros, contra todo aquel que se atreviera a pensar con cerebro propio, sino también con una prepotencia dispuesta a despreciar toda información o experiencia de las poblaciones nativas y a reemplazarla, hasta sin base alguna, por términos y conceptos de su propia factura. Tal fue el caso, para no perder la costumbre de mostrar algún botoncito, de la lechosa o la piña, frutas absolutamente desconocidas para ellos, que tenían su nombres autóctonos, papaya y ananás, pero que fueron rebautizadas por las segregaciones de su concha inmadura, una, o su remoto parecido con las piñitas del pino, la otra. El rescate, en la medida de lo factible, y la debida documentación y datación, del inmenso arsenal de saberes de nuestras poblaciones indígenas autóctonas acerca de nuestra flora, fauna y recursos naturales en general, e incluyendo sus propias lenguas y tradiciones, todos ellos amenazados de extinción, es una tarea de suma importancia y urgencia impostergable.
Dentro de este panorama latinoamericano, no precisamente halagüeño en materia de capacidades sustanciales informativas, es de justicia señalar que algunos países, dentro de los que podríamos señalar a Brasil, Cuba, Argentina y México, por los esfuerzos realizados en pro del manejo de información sobre su historia, su cultura y sus recursos naturales, quizás acompañados a distancia por Chile y Colombia, o por Perú, en lo arqueológico, han comenzado a erigirse en interesantes excepciones a esta regla. En Sao Paulo, Brasil, hemos conocido el único museo dedicado a mostrar la historia de la población y la cultura afroamericana de que tengamos noticia. En Cuba hemos visto las más extraordinarias revistas sobre la evolución de nuestra música. En Argentina existen un museo y una universidad del tango. Y en México se adelanta, a cargo del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), el más completo estudio sobre las lenguas indígenas autóctonas que conozcamos, el cual ha detectado 364 variantes asociadas a 68 lenguas pertenecientes a 11 familias lingüísticas diferentes. Hace poco nos enteramos, y no sabemos definir con qué emoción, pues nos pusimos como alegritristes o nostálgicosorprendidos, de que en el saludo de una de estas lenguas, la chuj, de la familia maya, en lugar de decirse "hola" o "¿cómo estás?", se pregunta: "wach´am akóól", que literalmente significa algo así como: "¿está bien tu dimensión interior?"...
El caso venezolano es un ejemplo de avances considerables, en las últimas décadas y sobre todo en la que corre, en la esfera de sus capacidades estructurales mediáticas, con altos índices de alfabetización, matriculación en el sistema de instrucción, acceso a la radio, televisión, celulares, computadores e Internet, y otros factores, pero también de un profundo retraso en materia de capacidades sustanciales informativas sobre sus realidades locales de toda índole. En algunos casos excepcionales, como la valiosa sistematización de información sobre la avifauna nacional o sobre el subsuelo petrolero, los logros acumulados se han debido, más que a políticas coherentes estatales, a la iniciativa individual de pioneros como William Phelps o de empresas transnacionales. Aunque también habría que señalar, estos sí debidos a la actual política estatal, los avances en cuestión del levantamiento cartográfico del territorio o del patrimonio cultural detallado de la nación.
Opuestamente, el caso cubano es el de un liderazgo regional en materia de capacidades sustanciales informativas, que se traduce en la que probablemente sea, y pese a sus sesgos ideológicos, una de las más profundas comprensiones de su historia disponibles en cualquier país latinoamericano, así como en levantamientos sistemáticos de información sobre sus principales recursos naturales, su tiempo, clima y espacio geográfico, con una alta densidad de sistemas de recuperación de información, con datos y documentos relevantes sobre las distintas problemáticas locales; pero, a la vez, con rezagos injustificables en el desarrollo de sus capacidades estructurales mediáticas en materia, por ejemplo, de disponibilidad de periódicos, emisoras de radio o televisión independientes, celulares, computadores o acceso a Internet.
La creación de múltiples y accesibles bases y archivos de datos y documentos sobre nuestras realidades es una condición necesaria para nuestro tránsito definitivo hacia la modernidad. La aceptación realista de que no podemos saltarnos esta etapa, lejos de excluir la idea de su superación, puede partir del supuesto de que queramos trascenderla prontamente con miras a una sociedad cada día más justa y humanizada, de inspiración posmoderna, socialista, de bienestar social o como nos plazca denominarla. Pero sin información específica, sin saber quiénes somos, de dónde venimos o con qué contamos para construir nuestro futuro, seguiremos condenados a vivir en una especie de pasado perpetuo, no importa si cargados de sueños irrealizables.
La información es la materia prima indispensable para la creación de conocimientos, y el uso intensivo del conocimiento, para saber qué se quiere, por qué y para quiénes se quiere, y las maneras más efectivas de alcanzar eso que se quiere, es el rasgo distintivo de cualquier proyecto que se reclame moderno. Ese saber querer, ese conocimiento, es el recurso, el poder más valioso en las sociedades contemporáneas, y no puede erigirse sino sobre una necesaria y suficiente

Nota: Por penúltima vez le recordamos a nuestros queridos lectores que, desde el artículo número 50 de nuestro blog, y ahora hasta el 3 de noviembre, estamos aplicando una encuesta detallada: Mejorando a Transformanueca, que esperamos nos ayude a definir los enfoques venideros de nuestra publicación, y una encuesta simplificada: Opinando sobre Transformanueca, que también confiamos pueda ser útil. Hasta la fecha estamos sorprendidos por el bajo número de encuestas aplicadas, y francamente no logramos entender qué pasa (salvo las peregrinas hipótesis de que no se sepa cómo acceder a las encuestas, de que se esté visitando el blog sin leer los artículos, o de algo extrañisimo por el estilo...). Por si se deciden, no olviden hacer clic en el botón Continue, al terminar la Encuesta, después de la Pregunta # 10. Les agradecemos toda la colaboración que puedan brindarnos a este respecto.