Como todas las vitaminas hidrosolubles del organismo humano, son absorbidas en los intestinos y transportadas a través del sistema circulatorio, y se pueden perder durante los procesos de cocción o eliminarse a través de la orina. Pese a que hay otros compuestos candidatos a engrosar la membrecía del complejo B, sólo existe consenso en aceptar los siguientes ocho como vitaminas para el organismo promedio: vitamina B1, o tiamina; vitamina B2, o riboflavina; vitamina B3, o niacina; vitamina B5, o ácido pantoténico; vitamina B6, o piridoxina; vitamina B8, o biotina; vitamina B9, o ácido fólico; y vitamina B12, o cianocobalamina. Existen muchas otras sustancias que suelen estar presentes en los alimentos portadores de estos nutrientes o que poseen estructuras químicas o funciones afines, pero ya sea porque el organismo puede sintetizarlas en cantidades suficientes o porque su condición necesaria para el funcionamiento del cuerpo humano no ha sido comprobada, resultan inhabilitadas para acceder a la condición de vitaminas.

Hemos traído a colación esta historia, que encontramos en la Wikipedia en Internet, no sólo para ilustrar como los avatares de la ciencia real suelen ser bastante menos objetivos que lo supuesto por el tantas veces idealizado método científico, sino sobre todo para dejar constancia de nuestro asombro ante la persistencia social, contra todo pronóstico, de las malas prácticas alimentarias. A un siglo o más de tan vitales descubrimientos, el uso generalizado del arroz blanco refinado en lugar del integral, con el pretendido atractivo de mejorar la apariencia, facilitar la limpieza del grano y acelerar la cocción, continúa perjudicando a toda la población, excepto quizás a los comerciantes a quienes les resulta más duradero el almacenamiento y más lucrativo el negocio del cereal descascarado. Paradójicamente, el arroz enriquecido, cuyo uso es obligatorio en los Estados Unidos desde 1998, no es otra cosa sino un arroz empobrecido industrialmente al que se le devuelven algunos de los nutrientes previamente extraídos. La mayoría

El beriberi es sólo un caso extremo de enfermedades de lesiones de los nervios (o neuritis), caracterizado por una debilidad generalizada y una parálisis dolorosa que, de no tratarse a tiempo, provoca la muerte (esta enfermedad todavía constituye un azote en pueblos, sobre todo africanos y asiáticos, cuya dieta esencial es a base de arroz blanco no enriquecido). Es lugar común, sin embargo, entre nutricionistas, médicos y bioquímicos, la afirmación de que la carencia de esta vitamina B1 contribuye a ocasionar trastornos neurológicos tales como fatiga, incapacidad para combatir el estrés, inestabilidad emocional, irritabilidad, depresión, insomnio y taquicardia. Mientras que los requerimientos clásicamente recomendados para este micronutriente se sitúan en torno a 1 mg diario para el adulto, hay nutricionistas que no vacilan en recomendar entre diez y doscientas veces esta cifra. Además de los cereales integrales o enriquecidos, que suelen contener entre 0,5 y 1 mg por taza, los huevos, lácteos y carnes son también fuentes portadoras de este micronutriente.

Su deficiencia en el organismo humano genera una amplia variedad de síntomas que van desde el resecamiento y diversas afecciones de la piel, y sobre todo de los labios, que tienden a enrojecerse y cuartearse, hasta inflamaciones diversas de la lengua y perturbaciones del ojo, que pueden conducir a una intolerancia ante la luz solar. No obstante, no se conocen con precisión sus efectos pues ha resultado difícil separarlos de aquellos provocados por la falta de otras vitaminas del mismo complejo B, y especialmente de la vitamina B3, o niacina. La recomendación ortodoxa sobre sus requerimientos está alrededor de 1 mg por día para los adultos, también con tendencia al aumento y a la recomendación en dosis mucho mayores, de diez a cien veces esa cantidad, por nutricionistas críticos o de vanguardia. Además de los cereales integrales y cereales amarillos enriquecidos, las levaduras, lácteos, huevos y carnes son buenas fuentes de esta vitamina. Una taza de arroz integral contiene cerca de 0,1 mg de riboflavina, un huevo 1 mg, y un vaso de leche completa 0,5 mg.

Aunque el hígado de los vertebrados está en capacidad de sintetizar la niacina a partir del aminoácido esencial denominado triptófano, esta síntesis suele ser muy ineficiente, con una tasa de conversión de 60 mg a 1 mg, por lo que la mayoría de los organismos vertebrados, incluyendo el humano, necesitan ingerirla en la dieta, y absorberla en el intestino delgado. La niacina es una de las cinco vitaminas más claramente asociadas a enfermedades pandémicas carenciales, pues su deficiencia aguda provoca la pelagra, caracterizada por un cuadro de afecciones cutáneas severas, hinchazón y oscurecimiento de la lengua, diarrea y estados demenciales. En la actualidad, la pelagra es una enfermedad prácticamente desconocida en los países con dietas diversificadas, pero afecta todavía a poblaciones de muy bajos recursos en América Latina, que dependen casi exclusivamente del maíz, el cereal más pobre tanto en niacina como en triptófano. Las poblaciones prehispánicas, no obstante, conocían ya los rudimentos del proceso conocido como nixtamalización del maíz, todavía practicado por los pueblos mesoamericanos y por diversas poblaciones suramericanas, que permite elevar sustancialmente el contenido de niacina del maíz y por tanto evitar la pelagra. El proceso consiste en añadir pequeñas dosis de cal durante el proceso de cocción del cereal, para luego dejarlo reposar por un día hasta que suelte fácilmente la cáscara u hollejo, y el mismo origina el sabor característico que tienen las tortillas, tamales y afines de la comida mexicana y afines, así como las llamadas arepas peladas en otros países y en el occidente de Suramérica (todavía bajo influencias de las ancestrales culturas arahuacas).
En Venezuela, desafortunadamente, pese al alto consumo de maíz, estimado en más de 50 kg per cápita por año, uno de los más altos del mundo, no se ha tomado plena conciencia de esta limitación de este cereal (que también puede superarse al combinarlo con otros cereales en las arepas y afines), y la población continúa consumiendo harinas precocidas blancas con escaso contenido de niacina y los demás miembros del complejo vitamínico B (incluso cuando se las enriquece para devolverles los micronutrientes previamente extraídos). Aunque la relativa diversificación de la dieta ha impedido la aparición de la pelagra entre nosotros los suramericanos y venezolanos, tenemos motivos para sospechar, sin ser expertos en la materia ni muchísimo menos, que esta deficiencia está detrás de múltiples desórdenes cutáneos (costras, manchas, etc.), de ciertas diarreas y de cierta extraña apatía y depresión crónica que observamos a menudo en nuestras poblaciones más humildes.
Los requerimientos convencionales de este micronutriente han oscilado en torno a los 15 mg / día para los adultos, pero, una vez más, apreciamos una tendencia al incremento drástico de estas dosis, con recomendaciones recientes hasta de seis veces esta cantidad, pese a que se han reportado reacciones adversas en ciertos individuos que ingieren dosis más allá del doble de la misma cifra. Los alcohólicos, con sus alteraciones severas de las funciones digestivas, tienden a confrontar problemas con la asimilación de la niacina. Las vísceras animales, como el hígado, el corazón y los riñones; los lácteos, los huevos y las carnes en general, así como, sobre todo, las nueces, los granos leguminosos, los cereales integrales, el aguacate, el brócoli, las zanahorias, los espárragos y todas las hojas verdes son fuentes ricas en niacina. 100 g de hígado de res contienen 9 mg de niacina, y 100 g de maní tostado sin concha contienen 19 mg de esta vitamina.


La vitamina B8, o biotina, encontrada también en los análisis de hígados de vertebrados efectuados en los años treinta, pareciera especializarse en el metabolismo de fabricación de ácidos grasos de los llamados buenos y en el procesamiento de la lisina, aminoácido esencial, y juega un rol importante en el proceso de generación de energía a partir de la respiración, la combustión de los carbohidratos y el retiro del anhídrido carbónico resultante. También desempeña un rol de apoyo para mantener constantes los niveles de azúcar en la sangre, y a menudo es recomendada para fortalecer el pelo y las uñas, por lo cual, pese a que no se tienen pruebas de su absorción directa a través de estos, los cosméticos relevantes suelen incluirla en sus componentes. Las deficiencias de biotina en el organismo son sumamente improbables debido a que las bacterias intestinales, salvo casos atípicos como el de los alcohólicos, drogadictos y de ciertas enfermedades, tienden a fabricarla en exceso a partir de múltiples alimentos que la contienen. Por esta razón los organismos nutricionales no suelen establecer requerimientos mínimos de este micronutriente, aunque se estima que en las dietas de los países occidentales modernos está en el orden de 35 a 70 microgramos diarios. Sus principales fuentes son las mismas de la mayoría de las vitaminas del complejo B, aunque ninguna puede considerarse especialmente portadora de biotina.

El ácido fólico ha demostrado ser absolutamente necesario para la fabricación del ADN del núcleo celular y, por tanto, para la creación y mantenimiento de las células, y en particular de los glóbulos rojos y blancos (cuyo déficit ocasiona la anemia), y, no conforme con este rol, también es decisivo para evitar las modificaciones en dicho ADN y, por ende, para la prevención del cáncer. De memoria recuerdo un reportaje, aparecido en la revista Life, creo que por los años setenta, en donde un caballero desahuciado por la medicina establecida, con un cáncer incurable, terminó riéndose de todos al autocurarse absolutamente con una dieta a base de algas y hojas verdes crudas. El ácido fólico es particularmente crítico durante las cuatro primeras semanas del embarazo, cuando comienza la conformación del cerebro, el cráneo y la médula espinal, y cuando, desafortunadamente, la mayoría de las mujeres todavía no saben que están embarazadas. En los Estados Unidos se ha estimado que las deficiencias de ácido fólico son responsables de al menos 13500 muertes anuales por accidentes cerebrovasculares, y, desde que se instrumentaron las políticas de fortificación obligatoria de alimentos con esta vitamina, se calcula que se ha reducido en un 15% el numero de infartos.
Existen también numerosos estudios que vinculan las deficiencias de ácido fólico a enfermedades diversas como las alergias, la diabetes tipo 1, la esquizofrenia, la enfermedad de Parkinson, la pérdida de memoria, la depresión y la obesidad, todo lo cual sugiere que no sólo el mundo subdesarrollado sino la humanidad entera padece de un hambre específica de hojas verdes crudas o casi. En nuestra América Latina, en donde tanto las clases pudientes como las otras suelen considerar las hojas verdes como monte, y en donde las tablas disponibles de composición de alimentos no hacen referencias a este micronutriente, la situación no podría ser más grave. Debido a la fácil descomposición de esta vitamina con las altas temperaturas, con los rayos ultravioleta de la luz solar, con la oxidación por su exposición prolongada al aire, y dada su fácil solubilidad y pérdida en el agua, prácticamente no hay sino dos fuentes válidas para obtenerla: los alimentos fortificados, al estilo de como lo están haciendo los países industrializados, y con particular empeño Estados Unidos y Canadá, y las hojas verdes bien lavadas, crudas o ligeramente salteadas. De acuerdo a una encuesta reciente, casi el 60% de las canadienses reportaron haber consumido suplementos nutritivos con ácido fólico, frecuentemente suministrados gratuitamente por el Estado, hasta tres meses antes de su embarazo programado. Se estima que todo adulto que consuma menos de 400 microgramos de ácido fólico diario es candidato a confrontar tarde o temprano problemas severos de salud, que con demasiada frecuencia terminan en velorios. No se nos vienen a la cabeza buenos pensamientos a la hora de explicar por qué no existen, aparentemente, tablas de contenido de ácido fólico en los alimentos que le dan su nombre (que viene de folios u hojas verdes), y con los que es difícil pecar de consumo por exceso, mientras que numerosos productos industriales se ufanan de ofrecer 25% y hasta 100% de los requerimientos diarios de este más que vital nutriente.

Además de las funciones de coenzima, que comparte con sus colegas del complejo B, la vitamina B12 pareciera especializarse en la producción de células nerviosas o neuronas. Su deficiencia severa puede ocasionar daños irreparables en el cerebro humano, incluyendo esclerosis, efectos maníacos y psicosis graves, y su déficit, incluso a niveles ligeramente por debajo de los normales, provoca síntomas tales como fatiga mental, depresión y pérdida de memoria. Este micronutriente del complejo B posee las peculiaridades de que no ha sido encontrado en alimentos de origen vegetal y de ser la única vitamina conocida portadora de un ión metálico (cobalto) en su molécula. Mientras que los lacto-ovo-vegetarianos no tienen problemas para disponer de este micronutriente, los vegetarianos estrictos deben ingerir esta vitamina como suplemento alimenticio, bien a través de alimentos fortificados o de suplementos especiales.
La absorción de esta vitamina por el organismo humano se efectúa a través de un proceso complejo y no del todo esclarecido, que comienza por su absorción directa a través de las mucosas de la boca, continúa con su absorción en el estómago, en ambiente estrictamente ácido, y concluye en el intestino delgado. El torrente circulatorio se encarga de distribuirla a sus receptores especializados en ciertas células. Los pacientes, sobre todo de la tercera edad, con dificultades para procesar alimentos en ambiente ácido, suelen también confrontar dificultades para la absorción de esta vitamina. Existen casos de restricciones de origen genético para la absorción de esta vitamina, que podrían ser responsables de la transmisión hereditaria de diversas enfermedades mentales.
Distintos organismos nutricionales estiman en 2 a 3 mcg / día los requerimientos del adulto, con dosis adicionales para mujeres embarazadas o en período de lactación. No están establecidos los efectos de sobredosis en el consumo de esta vitamina, pero ya hay nutricionistas que recomiendan abiertamente entre cuatro y diez veces las dosis ortodoxas. Distintos organismos están recomendando a los mayores de 50 años que ingieran esta vitamina bien a través de alimentos fortificados o bien mediante suplementos especiales.

Apartando los antecedentes antiguos, en donde ya Hipócrates describió el primer caso de escorbuto y lo asoció a la falta de consumo de frutas frescas, la vitamina C fue descubierta en múltiples etapas, durante los últimos dos siglos y algo más. A fines del siglo XVIII, James Lind, médico de la Armada Inglesa, realizó experimentos con la tripulación que sugirieron el poder de los frutos cítricos contra el escorbuto, y desde entonces, como especie de arma secreta, los navíos británicos comenzaron a portar provisiones de estas frutas y a hacer paradas especiales en islas para obtenerlas. Entre 1907 y 1937, a partir del hallazgo casual de dos investigadores noruegos, Axel Holst y Theodor Frölich, que quisieron provocar el beriberi en palomas, a fuerza de una dieta estricta de cereales, y terminaron provocándoles escorbuto, que se creía una enfermedad puramente humana. Estudios posteriores demostraron que las palomas, con una dieta más variada, estaban en capacidad de sintetizar el ácido ascórbico, pero que los humanos no lo estaban en ningun caso. En los años treinta, un equipo dirigido por el húngaro Albert Szent-Gyorgy, también líder de la resistencia húngara antifascista, logró finalmente aislar el ácido ascórbico como agente antiescorbútico, lo que le valió el Premio Nobel de Medicina en 1937. En 2008 se descubrió un mecanismo mediante el cual el organismo humano logra reutilizar el ácido ascórbico oxidado.
Existe una aguda controversia entre quienes postulan, clásicamente, la conveniencia de limitar la ingestión de vitamina C a los requerimientos mínimos, so pena de derrochar este micronutriente o de crear efectos indeseados, y quienes recomiendan ampliamente el consumo de dosis diarias mucho mayores. No obstante, cabe observar que la posición ortodoxa, que se resume en la tesis de no más de media naranja (30 mg de vitamina C) ó un tomate (25 mg) por día, ha venido siendo progresivamente modificada, al punto de que los organismos estadounidense y canadiense de salud están recomendando, para el adulto, la ingestión de 90 mg para los varones y 75 mg para las mujeres, cuidándose de añadir que es tolerable un consumo de hasta 2000 mg / día de esta vitamina. Otros organismos privados, como el Instituto Linus Pauling, recomiendan una ingesta mínima de 400 mg diarios; la Fundación Vitamina C recomienda 3000 mg diarios; y el propio Linus Pauling, químico de renombre por sus aportes sobre la estructura atómica, y comprometido activista por la paz, ganador de dos Premios Nobel por sus logros y esfuerzos en cada uno de estos campos, estudió los niveles de esta vitamina consumidos diariamente o sintetizados por mamíferos afines, y concluyó en recomendar una ingesta de 2300 mg / día para los adultos, a la vez que consumió por muchos años, experimentando consigo mismo, dosis entre 6000 y 18000 mg por día. Ray Kurzweil y Terry Grossman, quienes, como ya lo hemos dicho, abogan por un salto cuántico en los niveles de salud, en la ruta hacia la vida eterna que podría posibilitar la nanotecnología, recomiendan un consumo diario de entre 500 y 2000 mg de vitamina A, o sea, el equivalente a entre diez y cuarenta naranjas diarias, o sus respectivos jugos.
En nuestra América Latina, siempre tan preocupados por el Imperio o por sus detractores, poco le hemos parado a esta vital problemática de la libertad alimentaria vitamínica, y en particular a la vinculada al consumo de vitamina C, en donde tenemos un repertorio de frutas ricas en este micronutriente, aptas para todos los gustos y estómagos, no disponibles en ningún otro subcontinente. Así disponemos, por cada 100 g de porción comestible, desde frutas autóctonas cítricas como el semeruco o acerola (1800 mg de vitamina C), la piña o ananás (61 mg), la parchita o fruta de la pasión (30 mg), la guanábana (30 mg), el tomate (10 a 25 mg, según las variedades ), y cientos más; hasta frutas dulces poco o nada ácidas, como la guayaba (218 mg), la lechosa o papaya (46 mg), o la chirimoya (17 mg), y muchas otras, que bien podríamos consumir nosotros de manera abundante y brindarlas durante todo el año, con suficiente desarrollo de variedades, al hambriento de vitaminas mundo desarrollado.
En lugar de eso, tenemos la impresión, a juzgar por cierto comentario, al menos burlón, que hemos leído antes de terminar este artículo, de que a ciertos lectores no sólo les parece que este asunto alimentario no es de importancia estratégica para América Latina, sino que hasta les fastidia el énfasis de Transformanueca por comprender estas necesidades. Sin embargo, aquí no estamos dispuestos a transigir ni hacer concesión alguna, pues estamos más que convencidos, junto a muchos científicos, nutricionistas, bioquímicos, médicos, pensadores, etc., aunque lamentablemente no muchos políticos -absortos en el día a día-, de la absoluta importancia estratégica de esta problemática para el futuro de América Latina. Sin soberanía, libertad o autosuficiencia alimentaria, o como queramos llamarla, los latinoamericanos no podremos salir jamás del berenjenal en que seguimos metidos. Y, ¿por qué no repetirlo?, cierta clase media venezolana, que piensa que la inseguridad supuestamente causada por el gobierno de Chávez es el único problema social digno de atención, pareciera ignorar que la desnutrición secular de amplias masas de la población está detrás de esa inseguridad, o que, en sentido contrario, una de las armas políticas más eficaces del gobierno, ha sido la distribución masiva, lamentablemente no sustentable, de leche, granos y pollos importados entre la población de bajos recursos. Podemos tener diferencias con los procedimientos empleados, pero no con la necesidad imperiosa de atender los problemas de desnutrición en el país, a los que vemos en el meollo de cualquier política de transformación real de nuestros destinos.
Me autorizas a publicar estos articulos en Mercal con una foto tuya?
ResponderEliminarNo le he encontado, Anónimo, a tu comentario, otra interpretación que la de que has querido, no sé porque razón, burlarte cruelmente del autor del artículo. Pero, como quiera que estoy más que convencido, y conmigo, o mejor yo con ella, la Organización Mundial de la Salud, acerca de la extrema importancia de esta problemática alimentaria, y particularmente de su aspecto vitamínico, con las demasiadas vidas que cobra en el mundo, y a riesgo de que parezca una pose o de que me quede grande, te perdono pues no sabes lo que haces. No obstante, en caso de que sea yo quien esté más perdido que el hijo de Lindbergh, y de que realmente estés pensando publicar estos artículos en Mercal -cosa que no sabía que podía hacerse, pero que no me parece mala idea, para apoyar a la gente a mejorar sus hábitos alimentarios-, entonces te pido disculpas anticipadas y te autorizo plenamente a publicarlos (aunque aún así te confieso que quedo sin entender lo del interés por la foto: ¿no podría bastar con mi solo nombre?).
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